Relato: Mujeres putas... �putos hombres! MUJERES PUTAS� �PUTOS HOMBRES!
Por mucho que lo intent�, no logr� desprenderme de esa
enfermiza ansiedad. Frente a la puerta, a dos cent�metros escasos del pulsador,
me posey� la misma excitaci�n que sent� la primera vez que fui de putas, yo
solo, como siempre. Despu�s de espiar brevemente tras la mirilla, una se�ora
entreabri� la puerta y me invit� a pasar. Not� una atm�sfera extra�a, de tenues
luces, de intimidad casi maternal.
La casa era antigua, de techos altos, muy c�ntrica y hasta
cierto punto, rancia. Tras seguirla unos metros por el pasillo de crujiente
parquet, me acomod� en un peque�o recibidor. La se�ora, de pie frente a m�,
sonri� t�midamente: "�qu� servicio quieres?", pregunt� con estudiada amabilidad.
Yo ten�a muy claro (antes hab�a llamado) que s�lo quer�a follar, por el precio,
claro, pero me hice el ignorante y le ped� que me contara cu�les hab�a: "los
tienes desde 5000, que es un completo, con un poquito de franc�s al principio.
Una hora 10000, con dos chicas 7000 y si quieres algo especial, hablar�amos del
precio".
No voy a negar que no valor� lo del tr�o, una vieja fantas�a
que hab�a repetido en mi mente tantas veces. Me ve�a a m� mismo tumbado sobre la
cama. Dos mujeres de pelo largo gateaban despacio sobre las s�banas, una a cada
lado. La rubia acercaba sus labios a mi ombligo, erizando la piel de mi vientre
con el roce de su melena, mientras la morena me sonre�a dulce pero lascivamente
y pasaba su blanca mano por la parte interior de mis muslos, recorri�ndolos
alternativamente, hasta tocar mis huevos, hinchados, peludos, endurecidos,
entonces colocaba los dedos por debajo y los levantaba, como sopes�ndolos,
apartaba su pelo con un movimiento de cabeza y los lam�a gustosamente, a veces
humedeci�ndolos con su lengua entera, a veces trazando formas caprichosas con la
punta.
Mi cuerpo notaba el estremecimiento que provocaba la tibia
saliva y el aliento caliente, notaba, incluso, una agradable vibraci�n, la que
produc�a su ronroneo, de gusto. Mientras, la rubia hab�a terminado de explorar
mi cuerpo, deteni�ndose especialmente en los pezones, que adquirieron una
rugosidad femenina. Creo que hizo alg�n comentario guarro, al que yo correspond�
con una ahogada carcajada. Hab�a ventilado el espacio entre la barbilla y la
frente con un solo leng�etazo y entonces acorral� mis costillas con sus piernas.
Coloc� decididamente su co�o sobre mi vientre y se inclin�, dominante, decidida,
provocativa, colocando sus enormes tetas a medio cent�metro de mi cara.
Aquellas tetas me hablaban, su redondez, su suavidad, su
poder�o� parec�an suplicarme ayuda: "t�canos, ch�panos, juega con nosotras,
inventa movimientos, haz que temblemos, apri�tanos, exprime nuestra blandura,
qui�renos, h�blanos, somos tus mam�s, te cuidaremos, te daremos placer y calor".
Todo mi cuerpo era corriente el�ctrica.
La respiraci�n me resultaba dificultosa, mi campo visual s�lo
alcanzaba a distinguir los poros de piel blanquecina de sus senos, que se mov�an
pendularmente por todo mi rostro, arrastrando la carne voluptuosa sobre mis
mejillas y deteniendo una y otra vez sus pezones en mi �vida boca que ol�a,
besaba, lam�a, succionaba, mordisqueaba y volv�a a besar aquellas rosadas y
el�sticas prominencias, como un ni�o hambriento, a veces con dulzura, otras con
pasi�n, en ocasiones con inteligencia, en una org�a de olores, de sabores y
sonidos. Porque la rubia gem�a y suspiraba y suplicaba casi dolorosamente: "s�,
s� mi amor, c�metelas, c�metelas todas, chupa, as�.. me gusta, me gusta mucho",
alargando las vocales y tomando aliento de golpe entre cada palabra. Mi lengua
recib�a el sabor �cido de mi propia saliva impregnada en sus pezones, mi olfato
se excitaba con el perfume rancio de la habitaci�n, los restos de jab�n y su
propia piel, mis ojos deambulaban inquietos entre sus tetas (que tan cercanas,
me parec�an a�n m�s grandes y poderosas) y su cara. La ve�a moverse
descontroladamente.
Me clavaba la mirada como dici�ndome: "cabr�n, me est�s
poniendo cachonda de verdad, as� no se juega a esto" y s�bitamente sub�a la
mirada hacia el techo, estirando vertiginosamente el cuello, como queriendo
descoyuntarse, y emit�a un largo quejido de �xtasis. Mis t�mpanos percib�an
aquellos placenteros lamentos y mi ronca expresi�n de satisfacci�n. Entonces me
crec�a, me implicaba m�s. Sent�a pasionalmente la respuesta de aquella mujer a
mis embates, me complac�a en pensar que la estaba haciendo disfrutar de verdad,
que estaba notando esa dimensi�n que hay m�s all� del placer sensitivo y que se
dejaba llevar por ella y eso me hac�a ser m�s poderoso, m�s seguro. Pero todo
transcurr�a en un torbellino irracional y yo pensaba: "no puede ser, es una puta
y est� disimulando, es su trabajo, excitarme, lo habr� hecho tantas veces�"
Entonces ten�a un momento de des�nimo y ella empu�aba mi mu�eca izquierda con
firmeza y apretaba mi mano sobre su culo y el fuego reviv�a, porque
inconscientemente yo sab�a que algo de aut�ntico hab�a en su actuaci�n.
Ayudada por el empuje de mis manos, ella restregaba los
h�medos labios de su co�o por todo mi abdomen, dejando un penetrante rastro de
flujo, como marcando territorio. Mis sentidos se estaban descarnando y mi
cerebro no pod�a atender a tanto est�mulo: iba de las tetas en mi boca al co�o
en mi abdomen, de mis manos en sus nalgas a mis manos en sus tetas, de sus dedos
en mis pezones, a la boca de la morena, que andaba trabaj�ndome ya la base de la
polla. Con los pechos de la rubia acos�ndome, no pod�a verla, pero cuando esta
se ergu�a, yo aprovechaba para mirar por el costado de su cuerpo y ver a la otra
trabajando mi pene torcido, que tanto me acomplej� y me acompleja. "Tienes buena
polla", hab�a dicho la morena antes de empezar, cuando termin� de empalmarme con
el agua caliente del bid�, la suavidad del gel espumoso y sus manos jugueteando
con ella.
Pero yo no le di importancia al comentario, total, era una
puta y no le interesaba re�rse de m�, del cliente. Pero ahora la ve�a y la
sent�a cara a cara con mi torcidilla. Parec�a estar a lo suyo, recorriendo el
cuerpo del pene de arriba abajo mientras acariciaba mis test�culos con suavidad.
Ten�a los ojos cerrados, pero a veces los entreabr�a y me dedicaba una sonriente
mirada. Se met�a la polla en la boca y la presionaba con los labios. Yo sent�a
c�mo la punta tocaba ligeramente el cielo del paladar (y yo tambi�n tocaba el
cielo, pero no del paladar) para quedar despu�s en el hueco c�lido y cerrado de
su boca. Entonces, sin sacarla, hac�a girar su lengua alrededor de mi capullo, o
sub�a y bajaba la puntita por mi frenillo durante unos segundos eternos.
Luego se sal�a y la miraba como pregunt�ndose qu� hacer ahora
con ella. Me la meneaba con mucha inteligencia, sin llegar a da�arme y se
golpeaba con ella en la lengua. Luego, sin soltarla, acercaba sus tetas y
empezaba a trazar dibujos abstractos sobre ellas, repasando obsesivamente los
c�rculos conc�ntricos de sus pezones, resbalando por la superficie humedecida
que el semen y la saliva iban formando. Luego, como ley�ndome el pensamiento, me
coloc� de tal manera que mi polla qued� entre sus tetazas y comenz� a
masturbarme. En ese momento cerr� los ojos de puro �xtasis y sent� un profundo
agradecimiento. Tal vez por eso, le ped� a la rubia con un empuj�n de manos, que
levantara un poco el culo y me entendi�. Qued�, entonces, el orificio de su culo
y su co�o abierto al alcance de mis dedos. La morena miraba alternativamente mi
polla entre sus tetas y mis dedos en el co�o de la rubia. Intu� su intenci�n y
le ofrec� esos mismos dedos resbaladizos para que los sorbiera con placer, ella
aprovechaba hasta la �ltima gota y luego pasaba la lengua por sus labios
mientras yo repasaba con mis dedos los de la rubia, ya totalmente mojados.
Exploraba las paredes cartilaginosas con distintos
movimientos, estimulando suavemente primero y presionando un poco despu�s, hasta
que introduc�a el coraz�n (el dedo, claro) y lo hac�a girar en pugna con su
vagina absorbente. Luego buscaba el crecido cl�toris y lo masturbaba por sus
alrededores, sintiendo los espasmos de su vientre, el temblequeo de sus brazos y
el jadeo de su aliento. Me miraba indefensa, rendida, casi asustada, pero yo ya
no me complac�a en mi vanidad. Entend� lo que quer�a y le devolv� un gesto de
asentimiento. Dej� su posici�n, sali� de la cama y se acomod� en un peque�o
sill�n, excitada, expectante, empujando las tetas hacia su boca y lami�ndose los
pezones, toc�ndose el co�o completamente abierto, como una granada. Qued� "a
solas" con la morena que me mir� p�caramente y me dijo "ahora eres m�o s�lo".
Mientras me incorporaba, analic� a las dos mujeres. Me daba
la impresi�n de que eran bastante opuestas. La rubia era muy receptiva, m�s
fr�gil, mas espont�nea, m�s insegura, pero al mismo tiempo muy entregada y
honesta. La morena me pareci� m�s inteligente y segura, mas racional, entera y
profesional, pero tambi�n m�s solitaria e introvertida.
En todo caso, ambas ten�an un buen fondo, muy femenino y
maternal. Y ya estaba yo sentado en el borde de la cama porque all� me hab�a
colocado la morena. Frente a m�, la otra se entreten�a jugando con su juguete,
como esperando algo. La morena se puso detr�s de m�, de rodillas y ech� mano a
mis hombros, masaje�ndolos con extra�a pericia, lo cual me vino de miedo, pues
rebaj� tanta excitaci�n. Luego peg� sus tetas a mi espalda y me aplic� un masaje
delicioso. Not� la suavidad de la piel y la rugosidad de sus pezones erectos,
sazonado todo con un l�brico aceite que se hab�a aplicado en los pechos.
As� permanecimos un rato, la rubia masaje�ndose, la morena
masaje�ndome y todos con los ojos cerrados. S�bitamente sent� que una mano me
agarraba la m�a y la encaminaba a mi entrepierna. Estaba extra�amente relajado y
excitado al mismo tiempo y empec� a masturbarme como la rubia, mientras a mis
espaldas segu�an acariciando. Cuando ya no sent� el masaje, cerr� los ojos y no
pens� en nada. Lo �nico que sent� fue una mano que apartaba la m�a de la polla,
que la agarraba desde su base y la met�a lentamente en su co�o, alargando la
sensaci�n de calor interior y placer de mi rabo a punto de estallar. Entre el
rubor y el mareo, not� c�mo las paredes vaginales presionaban mi prepucio que se
deslizaba por aquellos interiores de miel, protegido y seguro.
Cada movimiento iba incrementando el ritmo y la electricidad
de mi cuerpo, sent�a sus muslos ardientes rebotar contra los m�os, separarse
mientras su co�o se contoneaba con mi polla dentro y volver a caer de golpe.
Fijaba mi atenci�n en sus nalgas, en el tr�mulo movimiento que produc�an al
posarse bruscamente sobre mis piernas, en la raja abierta, que recorr� con mi
dedo mojado hasta encontrar el orificio anal, donde empec� a activar un
movimiento giratorio y presionante, sintiendo como se abr�a cada vez m�s. Mi
otra mono apretaba y acariciaba sus pechos, a veces despacio, a veces sacudiendo
su pez�n o tirando suavemente de �l, mi lengua recorr�a su espalda y luego me
asomaba para ver a la rubia, jadeante, ansiosa, como conteni�ndose. La sangre y
el semen bombeaban cada vez con m�s rapidez y yo s� que ella lo sent�a, as� que
se retir�, se volvi�, nos besamos, beso mi polla y se volvi� a la cama.
La rubia y yo quedamos frente a frente y entend� el juego. Me
acerqu� hacia ella, le tend� las dos manos y la ayud� a levantarse. Entonces nos
abrazamos y nos besamos apasionadamente y nos acariciamos y yo volv� a sentir
sus tetas generosas y su coraz�n ardiente.
El �ltimo acto daba comienzo. Tumbada sobre la cama me
ofreci� su co�o abierto, palpitante. Sent� que me ofrec�a su secreto, su ser, su
alma. La morena le acariciaba el pelo y le mord�a los pezones. Yo separ� sus
muslos y me aprest� a una experiencia ansiada. Beb�a de su flujo igual que antes
de sus tetas, buscaba el interior casi con desesperaci�n, como buscando su alma,
como buscando la paz y adoraba su sexo, lo idolatraba, le hablaba y le mimaba y
le contaba mis secretos, mis miedos con las mujeres, mi apocamiento, mis
tristezas, mis debilidades� y el me escuchaba generoso y comprensivo, me
ense�aba cosas sabias, me sonre�a tiernamente y me dec�a que no ten�a que
preocuparme por nada, que �l estar�a siempre conmigo y que yo ser�a feliz. Y as�
fue que me embarg� una desconocida sensaci�n de paz y seguridad.
Me incorpor� y descubr� a las dos mujeres mir�ndome
tiernamente. Entonces supe lo que ten�a que hacer: penetr� a la rubia, o me
penetr� ella, no s�. Lo �nico que recuerdo es que all� no exist�a nadie m�s que
mi polla y yo. Sacud�a en�rgicamente mi pelvis, haciendo chocar mis huevos
contra su culo, tensando la cara, apretando fuertemente sus muslos, mirando a la
rubia casi descompuesta y a la morena ret�ndome con la mirada, cada vez m�s,
vamos, c�rrete, c�rrete. Y saqu� la polla casi al mismo tiempo que las dos
tocaron con la punta de la lengua mi capullo y el semen se desparram� generosa y
largamente por sus bocas, por sus caras, por su pelo�
En esto pensaba yo cuando la madame me sugiri� la posibilidad
de un d�plex. Pero yo iba a lo que iba: un polvo y punto. As� que me ped� a
Carolina, una negra de tetas grandes (esto debe ser una obsesi�n m�a) bastante
guapa. Puede imaginarse que la realidad no tiene nada que ver con la fantas�a:
se desnuda, me desnudo, me lava mis partes en el bid� mientras le toco una teta
colgante y bastante lacia, hago huummm y ella hum, me seco, me tumbo, me pasa
las tetas por el cuerpo y por la polla, yo ya estoy empalmado, no habla, me pone
el cond�n, me da dos lametones, se la mete, la agarro de las nalgas, se mueve,
hum, hum, me lleva las manos a las tetas, se acelera, me corro, me visto y me
voy.
Sin embargo, aqu�l d�a, frente a aquella puerta, volv� a
sentir esa angustia de la casas de putas. Pero en esta ocasi�n, ella no lo era.
Simplemente hab�a le�do mi �ltimo relato y me hab�a mandado un mail, asegurando
que le hab�a encantado y que quer�a conocerme. Tal vez ella hubiera pensado que
si era capaz de escribir aquello, que no ser�a capaz de hacer. Por eso anduve
pens�ndome si ir o no ir. Porque se iba a encontrar con un tipo casado, de 39
tacos, m�s bien bajo aunque delgado, con gafas, con la polla torcida y con una
vida francamente anodina, qu� desilusi�n. Pero yo no pod�a dejar pasar la
oportunidad de follar con una t�a sin pagar, adem�s de mi mujer. Por eso fui,
sin convicci�n y por eso pens�, frente a la puerta: no va a pasar nada, ni
siquiera abrir� la puerta� �o s�?
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Relato: Mujeres putas... �putos hombres!
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