Relato: La Nana Francisca



Relato: La Nana Francisca


Nana Francisca





Lo que sigue a continuaci�n es un relato recreado de una
experiencia real. Lo contado lo viv� de cerca, pues el protagonista real fue, en
aquel entonces, mi amigo cercano, Daniel �nombre ficticio--, quien me relataba
�y me daba pruebas� de su desenfrenada relaci�n sexual con su nana. Lo publico
en forma de relato con su consentimiento. Saludos don Daniel.





Esa noche tampoco pudo dormir. Dos noches en vela tratando de
entender que hab�a pasado con su "chiquito", con su "hijo", con Dani, pero no
hab�a lugar a dudas su ni�o se estaba convirtiendo en hombre!, "v�lgame el
cielo", pens� la mucama mientras en su mente recreaba lo descubierto la �ltima
vez que hab�a ba�ado a su ni�o: como tantas ocasiones anteriores estaba ba�ando
a Dani, �l estaba sentado en la tina con el agua hasta las rodillas, ya le hab�a
tallado el pelo, el pecho y la espalda y cuando la nana hab�a metido la mano
entre las piernas del "ni�o" �para lavarle la cosita-- grande fue su sorpresa al
encontrarse con un erecto miembro en total demostraci�n de poder�o, de momento
su turbaci�n la paraliz�, su cara enrojeci� y s�lo la insistente mirada del
chiquillo la sac� del transe, como pudo termin� de ba�arlo, haciendo esfuerzos
para que su mano no volviera a tocar el duro miembro. Y cuando el chico se puso
de pie en la tina para que la "nana" lo enjuagara no pudo apartar la mirada de
aquel miembro de hombre. �Cu�ntos a�os hab�an pasado?, se preguntaba Francisca,
pues muchos, ahora Dani ten�a m�s de doce y ya era un hombrecito, qu� lejos
hab�a quedado aquel reci�n nacido que recibi� a su cuidado cuando entr� a
trabajar en esa casa.


Francisca, una ind�gena �morena, poco agraciada f�sicamente y
sin ninguna instrucci�n�originaria del estado de Veracruz, contaba con poco m�s
de 30 a�os cuando lleg� a M�xico con una recomendaci�n para trabajar con los
padres de Daniel. Como la madre y el padre trabajaban ella se hizo cargo del
reci�n nacido, convirti�ndose casi en la madre del chiquillo, un hermoso ni�o a
quien aprendi� a querer y a cuidar como si fuera la verdadera madre. Fue ella
qui�n tuvo que padecer las innumerables enfermedades del chiquillo, fue quien se
hizo cargo de llevarlo y traerlo primero del kinder y luego de la primaria, de
donde hab�a egresado hac�a unos meses, y para Panchita Dani siempre fue su ni�o,
su chiquito, su hijo, pero hab�a crecido, hab�a cambiado, ahora ya ten�a deseos
de hombre, de ah� la erecci�n descubierta por la nana, "ahora ser� diferente,
tengo que tratarlo como lo que es, un guapo y hermoso jovencito, ya no mi ni�o,
mi querido chiquito", se dijo la nana.


Pero lo que desconcertaba a Francisca no eran los cambios
ocurridos en Dani, sino el hecho de que luego de muchos a�os de represi�n, ver
muy cerca de su rostro el miembro erecto de "un hombre", la hab�a inquietado
sobre manera. Que ella recordara nunca hab�a tenido la oportunidad de conocer
cosas referentes al sexo, novios casi no hab�a tenido, su madre se lo ten�a
terminantemente prohibido, y cuando en el pasado alguna noche se hab�a
despertado inquieta y con el cuerpo caliente, hab�a echado mano de ciertas
caricias manuales para apaciguar al "demonio de la carne". Fue la represi�n de
su familia y su completo apego al ni�o lo que desterr� de su cuerpo y de su
mente cualquier pensamiento "pecaminoso".




Primeras se�ales




La Nana trat� de repasar los �ltimos meses para tratar de
descubrir cuando su nene hab�a empezado a ser diferente y con sorpresa se dio
cuanta de que el chiquillo ya le hab�a tratado de avisar que algo en �l estaba
cambiando. Por ejemplo las �ltimas semanas Dani ya se opon�a a que ella lo
ba�ara, "ay nana, ya estoy grande, ya me puedo ba�ar solo", pero ella que
siempre se hab�a hecho cargo del chiquillo se opuso.


Luego estaba aquella vez en que la nana y el ni�o se ba�aron
juntos. Para Francisca siempre hab�a sido algo normal y sin malicia ba�arse con
su ni�o, pero en una ocasi�n en que ella se lavaba el cuerpo bajo la regadera
descubri� con sorpresa que Dani, sentado en la tina, segu�a con atenci�n cada
uno de sus movimientos. Si, el ni�o le hab�a estado mirando las tetas
bamboleantes y carnosas, tambi�n le debi� haber visto las nalgas cuando ella se
quit� la pantaleta para enjabonarse el trasero, y lo peor!, si, su ni�o le hab�a
fisgado la peluda pepa. Ahora recordaba bien, hab�a algo extra�o en la mirada de
Dani, y ella se hab�a sentido nerviosa de momento, pero no hizo mayor caso.


Tambi�n estaba esa noche en que Dani hab�a ido hasta su cama
para pedirle que lo dejara dormir con ella, Panchita so�olienta acept� y el
chiquillo se hab�a metido bajo las cobijas junto a ella, la hab�a abrazado
estrechamente sumiendo su carita entre los voluminosos pechos de la nana, y
cuando al d�a siguiente la nana despert� con sorpresa descubri� que la inocente
manita de su nene estaba metida bajo su pantaleta, ah�, juntito a su gordo monte
de Venus.


No hab�a duda, Dani ya no era el mismo de antes. Estaba a
empezando a sentir emociones y deseos de acuerdo a su edad, pero si as� era,
entonces tal vez ya no la miraba como su nana, sino como una mujer, muchos a�os
m�s grande que �l, pero mujer al fin y al cabo. Al llegar a esta conclusi�n,
Francisca se hab�a sentido m�s confundida a�n, pues pese a negarlo, ver la verga
parada de su "ni�o" le hab�a removido deseos que ya cre�a por completo
desterrados para ella, eso era peligroso para ambos. "Ahora tengo que ser
diferente con mi Dani", se dijo convencida.




"No me pod�a negar"




"No me pod�a negar", as� se justificaba la nana, una y otra
vez se lo repet�a luego de que poco a poco fue cediendo a su propia calentura y
a la de su ni�ito. Primero fue aquella vez en que Dani le pregunt� por qu� ya no
quer�a ba�arlo.


--"No Dani, ya est�s muy grande, ya debes ba�arte tu solito",
le dijo, pero ante la insistencia tuvo que aceptar. Cuando ya estaba en el ba�o
con su ni�o su nerviosismo era m�s que patente, present�a que volver�a a
presenciar la erecci�n del chiquillo y as� fue, ya dentro de la tina mientras
enjabonaba la espalda de Dani, el chico ya le mostraba la gloriosa erecci�n de
su pene. Trat� de no mirar o no hacer caso, pero fue imposible, entonces le
dijo:


--"Mira Dani si sigues de grosero, me voy a enojar contigo".


--"�Grosero?, �soy grosero, Paquita?, �por qu�?".


--"No te hagas, ya no est�s tan chiquito, mira nom�s c�mo
tienes el p�jaro!".


--"�Por qu� me pasa esto nanita?, �por qu� se me pone as� el
pajarito".


--"Pues por qu� ya est�s creciendo, ya casi eres un hombre".


--"Oye Paquita, �t� no tienes pajarito, verdad?".


--"�No!, �c�mo crees!, yo soy mujer, las mujeres somos
diferentes".


--"Ah!, �entonces por eso tienes las tetas tan grandes?, �y
esa cosa llena de pelos?, �verdad?".


--"Ay ni�o!, ya no preguntes", dijo la nana sintiendo que la
respiraci�n se le iba.


--"Anda dime nanita, �por qu� somos diferentes?".


--"Porque as� debe ser, los hombres tienen pajarito y las
mujeres tienen... rajadita".


--"Pero, �por qu�?".


--"Ay Dani, pues, pues..., para que de esa forma..., ay no
se!, mira cuando el hombre y la mujer se casan, as� pueden juntarse y con la
bendici�n del cielo al tiempo pueden tener hijos, adem�s de que juntando sus
cosas sienten rico, bueno supongo, yo nunca he estado casada, pero supongo que
as� debe ser, bueno ya no sigas de pregunt�n".


--"Perdona Paquita, pero..., �por qu� se me pone as� mi
p�jaro?".


--"Bueno, creo que ya sientes curiosidad por las mujeres,
pronto ser�s mayor y tendr�s novias, y al paso del tiempo hasta puede que
quieras mucho a una muchacha y llegues a casarte".


--"A mi me gustas t�, nanita".


--"�Ay Dani!, no sabes lo que dices chiquito, yo soy casi tu
mam�, a mi me quieres porque yo te quiero tambi�n mucho".


--"No Paquita, t� me gustas mucho, me gusta mucho cuando me
ba�as o nos ba�amos juntos, me gusta ver tu cuerpo, tus tetas, tus pompotas, tu
cosa peludita, todo eso me gusta".


--"Ya te dije que no sabes lo que dices, chiquito, por lo
pronto ya no nos ba�aremos juntos, ya es tiempo de que t� lo hagas solo, y no
est� bien que me veas como mujer, eso no est� bien, �entiendes?", dijo la nana
que sin querer hab�a puesto su mano sobre el erecto pene y a la vez que lo
enjabonaba, repet�a una y otra vez "eso no est� bien, �entiendes?, eso no est�
bien", y como hipnotizada miraba como al recorrer con su mano la piel del
prepucio la verga quedaba expuesta, mostrando el glande amoratado, a la vez que
el tronco parec�a adquirir mayor rigidez.


Nunca supo la nana cuantas veces repas� su mano sobre el
tronco erecto, repitiendo siempre "eso no est� bien, �entiendes?, eso no est�
bien". Como entre nubes escuch� varias veces la voz del chiquillo, pero ella
sigui� frotando el pito parado que ahora luc�a grandioso para ella, hasta que de
pronto la voz se hizo m�s fuerte e insistente:


--"Nana, �oye nana!, �me oyes Paquita?".


--"Si, dime", dijo ella sobresaltada pero sin soltar para
nada el duro palo.


--"�Ah vaya!, cre� que estabas como dormida, oye nana quiero
que me ense�es tu cosa".


--"��Eh?!".


--"Que quiero ver tu cosa peludita".


--"�Ay Dani!, �c�mo crees?, eso nunca, adem�s para que
quieres verme, �si ya lo haz hecho antes cuando nos ba�amos!".


--"Es que..., quiero ver c�mo es eso que dices que el hombre
y la mujer juntan sus cosas, �c�mo?, �por d�nde?, anda �s�?, anda nanita".


--"Eso no est� bien, �entiendes?, eso no est� bien, �c�mo me
pides eso chiquito?", dijo la mujer, pero ella misma se alarm� cuando se
descubri� a si misma de pie frente a la tina, mirando fijamente a su ni�ito,
subi�ndose lentamente las amplias faldas y bajando a su vez su tosca pantaleta
de algod�n, como aut�mata, como hipnotizada. Y lo hizo �"no me pod�a negar" se
reprochar�a despu�s--, se abri� de piernas para desplegar ante los ansiosos ojos
del chiquillo de peluda panochota, el espeso conjunto de vellos hirsutos que
formaban un peludo tri�ngulo, al rev�s, sobre su pubis, que de tan tupido cubr�a
la gorda pepa de labios gruesos y carnosos. Hizo algo m�s --cuando el ni�ito
tom� con su mano derecha el erecto tronco de carne y lo empez� a frotar--, subi�
uno de sus pies en la orilla de la tina para despatarrarse m�s, vio al chiquillo
escudri�ar con sus ojos su m�s �ntimo rinc�n, que ahora mostraba la raja
entreabierta de su morena pepa y sus manos bajaron hasta su entrepierna para
separar los carnosos bordes sin poder despegar los ojos de lo que hac�a el
ni�ito con su verga erecta, sus dedos sintieron la caliente humedad que escurr�a
entre esos otros labios, esa carne que ahora sent�a crecida e hinchada,
caliente, mojada, muy mojada.


Se mantuvo as�, ofreciendo su m�s �ntimo y calenturiento
espect�culo, con los ojos fijos y anhelantes sobre el traj�n de la mano sobre la
verga, presintiendo que su chiquillo estaba por convertirse en hombre, "!anda ya
Dani, termina!" se atrevi� a decir como queriendo poner fin a su delicioso
suplicio, pero no, el ni�ito parec�a no querer terminar pronto, m�s bien lo oy�
decir: "�por d�nde Paquita?, dime por d�nde entra el p�jaro del hombre, dime
nanita, �por d�nde se mete?".


--"Por aqu� chiquito, por esta cuevita caliente, aqu� hay un
hoyito, una entradita, por aqu� se mete el palo, as� como el que tienes en tu
mano, entra todo y se mueve, entra y sale, entra y sale, y los dos, hombre y
mujer se van al cielo", se escuch� decir sorprendida Francisca al tiempo que
se�alaba con un dedo la entrada de su viscosa vagina y lo urgi� "anda ya
chiquito lindo, termina por favor, �no me atormentes m�s!", pero su ni�ito
parec�a disfrutar haci�ndola padecer: "ahora volt�ate Paquita, quiero ver tu
cola".


La orden pareci� retumbar dentro de su cabeza, pero lo hizo
repitiendo para s� "eso no est� bien, �entiendes?, eso no est� bien, �c�mo me
pides eso chiquito?". Ahora estaba de espaldas al chiquillo que segu�a
frot�ndose la verga, empinada mostrando el abultado nalgatorio, abriendo con sus
manos los gordos cachetes de las nalgas como para que su "chiquito" disfrutara a
plenitud su m�s rec�ndita intimidad.


--"�As�, mi ni�o lindo?, �mi chiquillo travieso ve la colita
de su nana?, �te gusta?, �tambi�n ve la pepa abierta de su Paquita?, �le gusta
lo que ve, chiquillo malo?, ande ni�o malo mal�te!..., fr�tese el palo, termine,
v�yase al cielo, ande termine mi ni�o, que su nanita de solo verlo casi se muere
de gusto", dijo la calenturienta mujer mirando de reojo como el chiquillo
entrecerraba los ojos y hac�a m�s violento el movimiento de su mano sobre el
erecto tronco, hasta que sorprendida mir� el glorioso espect�culo de una verga
al eyacular, la primera verga, que ve�a, echando leche en toda su reprimida
vida.


Gozosa mir� el primer chorro salir con fuerza, mir� el cuerpo
del chiquillo brincar dentro de la tina y salpicar de agua las paredes del ba�o,
mir� como la mano se agitaba sobre el m�stil que escup�a agua lechosa, lo mir�
gozar y gemir. Ella entonces cambi� de postura, fue hac�a �l, estrech� contra su
pecho su cabeza y tom� con la mano izquierda el pito que segu�a eyaculando
semen, "anda Dani, as�, chiquito, disfruta, goza, anda chiquito lindo, echa toda
tu rica leche", dijo con amorosa voz, pensando "no me pod�a negar..., no me
pod�a negar, lo juro..., no me pod�a negar".




"No me pod�a negar", II




La nana segu�a repiti�ndose en sus noches de insomnio, "no me
pod�a negar", ya no podr�a separar de su mente lo vivido con aquel chiquillo, se
reprochaba haber cedido, se reprochaba haber dejado salir sus demonios, los
mismos que la atormentaban a toda hora. No pod�a aceptarlo, pero ahora, ya una
mujer madura, sent�a esos irreprimibles deseos de tener un hombre dentro de si,
y como a todos los seres humanos nos pasa, deseamos lo que m�s tenemos a mano.
Pero en su caso lo deseado era antinatural e indecente.


Una de tantas noches en que sus desatados deseos sexuales no
la dejaban dormir, sinti� que el chiquillo se met�a bajo las s�banas, junto a
ella, que acostada de espaldas a �l, luchaba contra s� misma por frenar lo que
tanto deseaba. Sinti� el infantil cuerpo repegarse a su espalda y pegado a su
gordo nalgatorio la erecta virilidad de "hombre". El "no" que intent� expresar
qued� atrapado entre sus labios y con el aliento contenido sinti� la mano del
"ni�o" acariciar sus voluminosos senos sobre la delgada tela de la bata de
dormir, la nana se mordi� los labios conteniendo de nueva cuenta el grito "no
por favor", pero fue incapaz.


Cuando ya la mano de su "chiquillo" le hab�a bajado las
pantaletas para agarrarle a plenitud los redondos cachetes de sus nalgas, volvi�
a intentar negarse, pero el "no" de nuevo se qued� mudo. Las infantiles manos
del chiquillo recorrieron con ansia sus carnes, ora apretando ora abriendo los
cachetes, solaz�ndose, disfrutando. Luego lo sinti� repegar m�s el cuerpo,
tratando de deslizar el erecto miembro entre las nalgas que ella intentaba
mantener cerradas, pero fue in�til. A pesar de apretar las piernas y nalgas la
nana sinti� el duro garrote deslizarse por el valle de su culo, lo sinti�
moverse, entrar y salir entre los cachetes carnosos, entonces se abandon�, lo
dej� hacer, disfrutando calladamente del infantil rapto, "anda ya, pronto,
termina" se dijo la mujerona, sintiendo que todo el cuerpo se le pon�a caliente
y que sobre todo su pepa escurr�a l�quidos viscosos.


La verga ya iba y ven�a entre las nalgas, hasta entrar apenas
en la raja abierta del sexo de la nana, las embestidas ahora eran m�s fuertes,
m�s urgentes, lo sent�a chocar contra su nalgatorio una y otra vez, desatando en
ella sensaciones totalmente desconocidas pero incre�blemente deliciosas, y
cuando por fin el chico se puso tenso y luego de un hondo suspiro empez� a
eyacular, con la verga atrapada entre los gruesos labios de la panocha de la
nana, la mujer por primera vez en su vida sinti� el supremo placer, por fin tuvo
un orgasmo, un callado y delicioso orgasmo. Su placer acompa�aba sin querer cada
uno de lo chorros de semen que la verga escup�a entre la carnosa pepa, que
distendida y caliente parec�a palpitar al mismo ritmo que el miembro.


Cuando ambos terminaron y la respiraci�n de la nana volvi� a
la normalidad, dej� que el chiquillo, sin sacar su verga de su delicioso refugio
se abrazara a ella por detr�s, as� se quedaron dormidos hasta la ma�ana
siguiente.


A esa primera vez siguieron otras, pronto Dani adquiri� una
inusual experiencia, la leche ya no le llegaba tan pronto, por lo que Paquita
pod�a disfrutar de dos callados orgasmos, siempre dici�ndose a si misma "eso no
est� bien Dani, eso no est� bien". A los avances del chiquillo hab�a
correspondido Paquita, quien ansiosa cada noche esperaba el ataque de su juvenil
amante ya sin pantaletas, as� cuando el muchachito se repegaba a sus nalgas ella
cooperaba parando el culo, as� facilitaba el delicioso traj�n del erecto
miembro, de esa forma la mujer disfrutaba al sentir en la entrada de su vagina
el ir y venir del duro tronco de su "chiquillo", hasta que pas� lo que ten�a que
pasar.


Una noche en que la nana gozaba de su primer orgasmo
mordiendo la almohada para acallar su placer, sinti� de pronto que el duro
garrote penetraba su caliente agujero, quiso despegarse de su amante, pero no
pudo, en silencio se repet�a "no, no, eso no, por favor no la metas, s�cala
chiquito lindo que me puedes embarazar", tener la verga completamente dentro de
su vagina desat� en la mujer sensaciones de indescriptible placer, el ir y venir
del tronco le arrancaba suspiros y todo su cuerpo parec�a gozar del inusual
rapto, le asombraba sobre todo que el chiquillo pudiera tener el miembro tan
erecto.


La nana sent�a que aquello la llenaba por completo y su
distendida pucha chapaleaba en un mar de jugos, as� se vino dejando escapar su
placer por la boca, en tanto que su vagina escurr�a chorritos de semen y de sus
femeninos jugos.


A la ma�ana siguiente a su pesar tuvo que aceptar que si
quer�a seguir cogi�ndose a Dani, ten�a que hacer algo para no embarazarse. Con
pena y con la cara roja fue a un dispensario m�dico, donde una chica vestida de
blanco, luego de interrogarla sobre la frecuencia de sus relaciones, le aconsejo
que podr�a utilizar una inyecci�n cada mes, pero que si ten�a relaciones
frecuentes tendr�a que hacerse un chequeo m�dico al menos dos veces por a�o. Ah�
mismo le aplicaron la primera dosis.




El desenfreno




No obstante la culpa que no la dejaba en paz, por la noche la
nana se sinti� m�s tranquila. Espero ansiosa a Dani, pero a partir de entonces
ser�a diferente, no lo dej� repegarse a su culo. De espaldas sobre la cama
Paquita le abri� las piernas, el chiquillo entendi� de inmediato, la mont� y
cuando ya le hab�a metido la verga quiso apresurar la cogida pero Paquita no lo
dej�, lo apres� de la cintura con las gruesas piernas y con sus brazos rodeando
la delgada espalda lo mantuvo contra ella, sintiendo el grueso carajo hasta sus
m�s profundos confines, luego lo fue aflojando y ambos iniciaron un lento
movimiento, lo dejaba salir, de poquito en poquito, luego jal�ndolo de las
nalgas lo hac�a arremeter contra ella. Dani aprendi� pronto, es m�s, su ansiosa
boca busc� los pesados melones de la mujer y como becerrito las mam� y
mordisque� sac�ndole a la sirvienta su primer orgasmo, al que sigui� el segundo
en tanto que el chiquillo le inundaba la pepa de leche.


Esa noche Paquita liber� sus reprimidas ganas. Ya cuando
ambos descansaban de la primera cogida, la nana sorprendi� al muchacho al buscar
con ansiosas manos y boca la virilidad parcialmente apaciguada, y con los ojos
como platos en la penumbra el chiquillo mir� como su verga era tragada por la
desenfrenada boca de la mujer, el placer fue indescriptible, sent�a como la
succionante boca estaba por sacarle la leche, pero la mujer no lo dej�, pues
cuando ya el garrote estaba de nuevo erecto al m�ximo, la lujuriosa mujer mont�
al chiquillo sepult�ndose la tremenda tranca, entonces lo cabalg�, brinc� sobre
el chiquillo durante minutos interminables, hasta ambos terminaron
desfallecientes.


En pocas semanas la mujer y el chamaco recorrieron todos los
vericuetos del sexo. Dani aprendi� a besarle la gorda panocha hasta hacer que su
nana gimiera de placer varias veces, tambi�n Paca dej� que el chiquillo le
zambutiera el duro �mbolo de carne entra las nalgas: "me va a doler Dani, no
insistas", pero como nada pod�a negarle, mordiendo la almohada sinti� como su
apretado culo reventaba para dar paso al duro glande que parec�a destrozarle el
intestino, todav�a con aquella sensaci�n ardiente fue sintiendo que su cuerpo se
llenaba de placer, y cuando el hoyo por fin se distendi�, pudo percatarse que
todo el �mbolo de carne se deslizaba con inusual facilidad llev�ndola a confines
de placer totalmente insospechados.


De esa forma el sexo anal se volvi� casi un vicio para la
madura sirvienta, que en poco tiempo se convirti� en experta en cuestiones
sexuales, al igual que el chiquillo, que ahora pon�a a su nana de rodillas en la
cama y con el culo parado, de esa forma le sepultaba el erecto miembro en la
gorda pucha, para sacarle a Paquita el primer orgasmo; luego Dani sacaba el
todav�a erecto palo y apuntando fuerte sobre el negro conjunto de pliegues, le
met�a a la nana el pito en el culo, entonces la mujerona se transformaba y sus
quedos gemidos se transformaban en grititos, los "ay, no!, �me duele"!, se
convert�an en "anda chiquito lindo, dame m�s, quiero toda tu verga en mi culo,
anda revi�ntame todo el culo, quiero tus mocos en la cola, m�s, m�s, m�s fuerte,
ay papito lindo, quiero verga, la quiero toda, toda, toda, la quiero toda",
entonces ambos se ven�an entre gritos y gemidos esc�ndalosos.


Acerca de la frecuencia de sus encuentros amorosos, ni que
decir. La nana estaba encantada. Parec�a que a sus a�os quisiera desquitar el
tiempo perdido, y ten�a al chiquillo siempre dispuesto para ello. Ambos eran
incansables: el chamaco siempre con el pito erecto y ella dispuesta esperando la
menor oportunidad para abrirse de piernas; en los lugares m�s insospechados; no
obstante que la noche anterior ambos hubieran visto el amanecer juntos,
despiertos, ah�tos de sexo. No le importaba al chamaco que de vez en cuanto le
bajara la regla a la nana, le encantaba mamarle el conejo sangrante mientras le
met�a los dedos de una mano en el renegrido culo distendido y la nana suplicaba
para que el chiquillo le metiera, por fin, la erecta verga. Paquita y Dani
estaban contentos, felices, disfrutando ambos de su sexualidad desenfrenada.




Descubiertos




Con el paso del tiempo, el secreto bien guardado entre la
nana y Daniel empez� a crear sospechas en los padres del chiquillo, en especial
en la madre, que poco a poco se percat� de que algo raro ocurr�a con la nana: se
hab�a vuelto alegre, desenvuelta, risue�a, siempre bien arreglada, en especial
cuando el adolescente llegaba de la escuela, y todas las atenciones de la
sirvienta se centraban en el chamaco, los mejores platillos, la ropa siempre
limpia y planchada, los postres m�s suculentos, si, algo raro pasaba, se dijo la
madre. Daniel a veces se tornaba tosco y r�gido con la mujer, exigi�ndole cosas,
rega�andola, lo que Paquita sumisa y obediente aceptaba sin chistar, adem�s no
le conoc�a ninguna novia a Dani, pero sobre todo estaba el hecho de que el
muchacho a sus 17 a�os todav�a durmiera con la nana en el mismo cuarto, si algo
raro pasaba, pensaba la mam�.


Las sospechas de la madre de Daniel, paso a paso, fueron
tomando forma. Cierto d�a encontr� entre la ropa de la nana coquetos conjuntos
de batitas de noche, rojas, negras; ligueros er�ticos, medias negras, tangas por
dem�s indecentes, pues s�lo eran delgados hilos de delicado encaje; corpi�os de
media copa y otros m�s atrevidos: dejaban al descubierto los pezones de las
tetas, todo perfecto para una mujer joven, pero no para una mujerona que rondaba
ya los �40 y tantos?


El p�nico invadi� a la mam�, "�ser�a posible, Dani y
Paquita?, �ellos dos... haciendo sexo?, ella cas� la madre de su hijo, su hijo
querido, adorado, metido en una aventura sexual con su nana, �no!", se dijo la
madre. El colmo fue aquella noche, luego de la cena, cuando vio perfectamente a
Dani agarr�ndole las nalgas a la mujerona!, si, efectivamente, algo estaba mal,
muy mal!, entre la nana y su hijo.


Dani estaba por cumplir los 18 y con la complicidad de
Paquita, el adolescente prepar� su entrada a la adultez con una memorable fiesta
privada. Prepararon aquel fin de semana, el s�bado para ser m�s precisos,
aprovechando que sus padres ir�an a pasar el fin de semana en provincia. Y tal
como lo prepararon ambos la pasaron de maravilla, todo bien, mucho sexo, la nana
incansable, desnuda y en diversas posiciones, en los sillones de la sala, en la
alfombra, en la cocina; meti�ndose un pl�tano por la pucha mientras el chiquillo
le daba pito por el culo; ambos un poco borrachos. Ese domingo por la tarde
dejaron el sexo por la paz y arreglaron la casa para que los padres no
sospecharan nada. Pero algo sali� mal.


El lunes al regresar de la escuela Daniel ya no encontr� a la
nana, quiso preguntarle a su madre, pero la dura mirada de la mujer le indic�
que mejor guardara silencio. Lleno de dudas y temiendo lo peor el adolescente se
mantuvo expectante y callado algunos d�as, hasta que cierta vez se encontr� con
una mujer, conocida de Paquita, las dos eran del mismo pueblo, ambos se
saludaron como si nada, y ya cuando se iba la otra criada, sin decirle nada, le
entreg� un sobre blanco, doblado, medio arrugado, con algo adentro. El chamaco
sinti� que el coraz�n se le sal�a del pecho y apenas pudo esperar a llegar a su
casa para averiguar el contenido del misterioso sobre.


En la carta, escrita a mano y con p�sima ortograf�a, Paquita
le contaba que lo que tanto tem�a hab�a ocurrido: el s�bado por la noche,
mientras ambos estaban en la sala cogiendo como desenfrenados, la madre de
Daniel los hab�a descubierto. Los padres no hab�an ido de fin de semana, un
desperfecto en el auto los detuvo a mitad del camino, el padre se qued� a tratar
de componer el auto familiar, mientras la mujer regresaba a la ciudad, de esa
forma los vi�, �c�mo?, pues habr�a que imaginar a la mam� con los ojos como
platos viendo como la madura mujerona recib�a tremendas dosis de verga juvenil o
cosas peores: la lechada de semen sobre el moreno rostro de la sirvienta, as�
por el estilo, no, si eran tremendos. Paquita le dec�a que el enojo de la madre
fue m�s que may�sculo, que no s�lo la rega��, sino le requimin� su indecente
proceder con el adorado hijo, y lo peor, la amenaz� con denunciarla como
corruptora de menores, vaya!, fue corrida de inmediato de la casa, el padre
tambi�n supo del esc�ndolo, pero se port� m�s tolerante, le dio alg�n dinero a
la nana, quien con su ropa dentro de una caja de cart�n hab�a regresado a su
pueblo, pero le suplicaba que por ning�n motivo tratara de buscarla, que lo
quer�a mucho, que lo iba a extra�ar y tan, tan.


El pesar por la p�rdida de su querida nana le dur� poco al
cogel�n chamaco. Ya hab�a probado la carne de gata, buena y barata, y al paso
del tiempo no hubo sirvienta que no pasar� a firmar lista de asistencia en la
cama de Daniel. Las sirvientas no duraban mucho en su casa, pues en cuanto la
madre sospechaba algo raro entre la nueva trabajadora y su querido hijo, de
inmediato corr�a a la sirvienta, no importando lo eficiente que fuera en el
trabajo dom�stico.




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Relato: La Nana Francisca
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