Relato: El Secreto de Midori



Relato: El Secreto de Midori

� El Secreto de Midori �


El Profesor de Historia Universal hablaba ante la multitud de
m�s de 200 preparatorianos que ten�a al frente. Hablaba sobre temas que hab�an
pasado hace ya m�s de millones de a�os pero gracias a su conocida pr�ctica
aburrida y sofocante de impartir clases segu�an vigentes. El vejete, una m�scara
de rasgos agudos y arrugas por todas partes, hablaba con benevolencia acerca de
la m�sica universal en las distintas etapas del extinguido siglo XXI. Pero la
m�scara del aburrimiento y del hartazgo se reflejaba del otro lado de donde se
encontraba el profesor, donde los alumnos si hubieran tenido la oportunidad de
zafarse de los seguros de sus asientos de metal, lo hubieran hecho y salir
despavoridos de la clase. De entre todas esas caras, destacaba una bonita, que
pertenec�a a Midori Aguileta. Era la muchacha m�s sagaz del grupo, no iba bien
en los estudios, m�s sin embargo era lista, educada y muy hermosa. Con sus
bonitos ojos claros entre abiertos miraba al profesor que hablaba sobre un
notable m�sico de los tambi�n extinguidos a�os setentas. "John Lennon naci� en
1940" anunci� el profesor � Naci� en 1940 � escribi� Midori en su cuaderno.


"Revolucion� el rock-pop de a mediados de los sesentas con
composiciones relevantes no propias de su �poca, lo que lo vanaglori� con el
t�tulo de icono de la m�sica rock". Midori se qued� pensativa. Mir� de repente
al grupo de muchachos que la contemplaban con miradas obscenas y lujuriosas.
Midori, molesta pesta�e� y dirigi� su mirada a otra parte, tratando de bajarse
la minifalda de piel negra que forraba su enorme trasero, lo que hac�a pensar a
los muchachos que el tama�o de su trasero podr�a desfondar a esa atractiva
faldita. Aquellos pensamientos los hicieron sonre�r. Pero Midori se sent�a mal
con esos comentarios. Su figura de muchacha bonita y lista le hac�an pasar
tambi�n calvarios, como los vulgares albures que recib�a de camino de la
preparatoria a la casa y de su casa a la preparatoria y b�sicamente a todas
partes. Los muchachos y alguna que otra muchacha desequilibrada fantaseaban con
ella, evoc�ndola en sus mentes con ese sensual uniforme de colegiala que la
vest�a, su minifalda negra de piel, su blusa blanca que le apretaba los senos y
parte de sus anchas y hermosas caderas y sus botas largas negras, adem�s de su
hermoso cabello casta�o que descansaba siempre er�ticamente sobre sus hombros.
Primero, en sus mentes la desnudaban y la pon�an en todas posiciones y
circunstancias. Primero empezaban con su blusa a aroma de mujer, desabrochando
esa hilera de botones que dejaban ver por debajo de ellos esa carne blanca y
tersa, propia de su condici�n de adolescente. Sus senos no eran grandes, pero si
bonitos y bien formados. Despu�s, la lujuria la despojaba de su falda, dejando
ver sus bragas h�medas y su hermoso cuerpo desnudo, deseable a toda alma y
objeto. Un ruido sac� a Midori se su viaje psicod�lico y volvi� a la realidad,
donde el dictado segu�a por parte del Profesor acerca de un m�sico drogadicto.


� "Revolucion� la m�sica rock-pop de a mediados de los
sesentas"� se dijo Midori. Esa m�sica era vieja y ya nadie escuchaba el
rock-pop, es m�s, el g�nero m�sica ya no exist�a, ahora embargaba el g�nero de
moda que volv�a loco a los j�venes llamado "Grunge". Hab�a vuelto con toda
fuerza y eso s�, pens� la muchacha, lo hab�a revolucionado todo. Pens� que lo
que murmuraba el viejo de enfrente eran tonter�as y escribi� � Tonter�as � en su
cuaderno. Midori estaba molesta, siempre lo estaba. Le molestaban los muchachos
y las muchachas, todo en realidad, excepto un hombre de quien era admiradora.
Escuch� nuevamente la voz del viejo y molesta, se pregunt� por que se hablaba de
una persona que ni siquiera sab�a que hab�a existido.


�Por qu� habla tantas estupideces? �Por qu� no se calla y nos
deja salir temprano hoy? O lo que es mejor �Qui�n demonios era John Lennon? Todo
eso quer�a vociferar Midori al profesor, pero el problema no era el valor, si no
que ah� no hab�a profesor. Con las nuevas tecnolog�as y el miedo a estudiantes
rebeldes se hab�an renovado las aulas con profesores digitales, m�scaras
rob�ticas en pantallas planas de cristal l�quido. Midori refunfu�� mientras el
tiempo para estudiar corr�a. Dibuj� en su cuaderno la cara del hombre que
anhelaba, aquel gigante de complexi�n de oso, un musculoso rom�ntico, de
cabellos rizados y negros, piel blanca y ojos grandes y azules, con rasgos
agudos y atractivos: una mand�bula ancha, de l�der. En realidad Midori ten�a un
problema con todo: estaba enamorada.


De repente, las luces tenues del lugar se apagaron y fuertes
luces blancas destellaron en la pared del fondo del auditorio, citando a una
gigantesca manta donde se reflectaron im�genes. Una pregunta apareci� en la
manta y a continuaci�n todo mundo empez� a escribir, sin sus ahora preciados
cuadernos con apuntes valiosos que fueron retirados por las manos rob�ticas de
los pupitres. Midori alz� la cara, azorada mirando su dibujo arruinado y dot� de
su mirada preciosa a la manta. "�En qu� a�o naci� John Lennon?" dec�a la mentada
manta. "a) 1930 b) 1940 c) 1965"


Midori ahora realmente estaba espantada. Durante el tiempo
que se le dot� para estudiar lo hab�a perdido en tonter�as como pensar en su
fiel enamorado. Mir� a su alrededor para encontrar a uno de los que se hac�an
llamar sus amigos para poder ver si le ayudaban. Respuesta err�nea. La vulgar
muchacha que se sentaba a su lado la miraba con el ce�o fruncido, y Midori le
sonri�, en un intento in�til de obtener respuesta a la pregunta que se formulaba
en la manta, pero cuando mir�, una cuarta pregunta ya se observaba al fondo del
auditorio. Midori mene� la cabeza, buscando respuestas. La perra de a lado ten�a
su cuestionario oculto con sus brazos, haci�ndolo inviolable a cualquier mirada
fisgona y copiona, en especial a la de Midori. La prueba acab�, las luces se
prendieron y la campana electr�nica son�, haciendo que los estudiantes se
apresuraran a entregar sus cuestionarios; y como era de costumbre, el de Midori
se entreg� en blanco.


Camin� por el colegio en horas de receso cuando termin� la
clase. Se sent� en una de las bancas de la cafeter�a y decidida empez� a
estudiar sobre el condenado Lennon. Un holograma apareci� frente a ella y le
pregunt� que quer�a almorzar hoy. La golosa y hambrienta Midori pidi� un
pastelillo, caf� y una ensalada de frutas. La mujer sonri� y desapareci�, y
segundos despu�s el aperitivo de Midori apareci�. Su mirada fue robada de los
libros cuando el hombre de sus sue�os camin� frente a ella, ataviado con un
traje sastre que le apretaba su dorso musculoso. Midori tuvo que limpiarse la
baba que le escurr�a de sus labios. Contempl� a aquel hombre que tanto deseaba,
aquel que la hac�a fantasear todas las noches con dos generosos dedos bajo sus
bragas. En realidad, aquel afortunado era el Profesor de �lgebra, el que ten�a
un sin fin de admiradoras, en especial a Midori Aguileta. El apuesto hombre se
sent� en la mesa continua de Midori a sus espaldas, y Midori agudiz� el o�do
para escuchar la sensual voz de aquel hombre que la volv�a tan loca. Pero un
bravuc�n apareci�, de esos calientes adolescentes aficionado la pornograf�a e
hizo pl�tica Midori, arrebat�ndola del himno armonioso que trataba de escuchar.


----�Est�s estudiando Midori?


----As� es. �T� qu� est�s haciendo aqu�? ---Midori habl�
secamente, caracter�stico de su humor alterado cuando hablaba a muchachos que no
le agradaban, especialmente a trogloditas como el que ten�a al frente.


----Ah, nada especial. �C�mo te fue en la prueba?


----Eh, no muy bien. Mira por eso tengo que estudiar y
necesito estar sola....


----�As� se habla! Es muy importante estudiar, mi pap� dice
que es la base del �xito.


----Si bueno necesito estar sola �ya te lo dije verdad?


----Mi pap� tambi�n dice que sin estudios no se llega a
ning�n lado...


Midori mir� a su hombre, ese atractivo profesor de �lgebra y
por un momento este volte� y sus miradas coincidieron. Midori sinti� que el piso
desaparec�a y que hab�a ca�do, pero despu�s vol� y se sinti� en los cielos,
sintiendo esa mirada de esos ojos azules hermosos, y se sinti� so�ada cuando �l
le sonri�...pero la voz del bravuc�n segu�a, y Midori se vio arrancada de la
sonrisa y de la mirada encantadora de su precioso profesor, deseando que el
carcamal que ten�a al frente se callara.


----T� pap� y t� son unos reverendos est�pidos, en especial
t�, �me enfermas! ---estall� la peque�a.


La cafeter�a se lleno de un vac�o silencio.


La sala de castigos era un antiguo bodeg�n, m�s bien un sal�n
desocupado donde en realidad era la Sala de Maestros, lugar donde se traficaba
con pl�ticas aburridas, caf� y galletitas, pero mayoritariamente cuando los
maestros no estaban, se usaba para meter all� a los revoltosos de la escuela,
como la ni�a que hab�a gritado un par de obscenidades en voz alta. Midori
aguardaba su castigo sentada en el sal�n de maestros, mir�ndose rodeada de los
obesos profesores que la miraban de soslayo y de mala leche. Naturalmente,
estaban molestos por que en sus horas de descanso ahora una revoltosa y vulgar
ni�a se encontraba en su sala, pensaron. Y la verdad es que la Sala de Maestros
era un lugar deprimente, donde los grotescos profesores descansan m�gicamente de
nada y el lugar ol�a a viejo. Midori no soportaba el lugar ni las
circunstancias. Su castigo era de 3 horas sin hablar y hacer nada, frente al
anciano que vigilaba al frente suyo, que dada su condici�n de estar dormido no
constitu�a alguna amenaza. Debido a su castigo, Midori hab�a perdido su clase de
�lgebra. Una l�stima.


Pero el lugar tiempo despu�s se ilumin� cuando todos los
maestros se retiraron y como siguiendo la profec�a de los m�s �ntimos deseos de
Midori lleg� el Profesor de �lgebra. Al parecer, como todos los d�as, lleg� de
muy buen humor. Cerr� la puerta con una sonrisa y mir� a Midori con curiosidad,
aquella mocosa rebelde y enamorada que lo miraba de soslayo, haciendo ese gesto
encantador, ah�, tan quieta y con sus enormes y curiosos ojos mir�ndolo. El
sujeto sonri� y se sent� a su lado. Midori sinti� una electricidad que recorri�
todo su cuerpo.


----�Cu�nto tiempo llevas aqu�? ---inquiri� el Profesor.


Midori por un momento no pudo pronunciar palabra, de lo
emocionada que estaba.


----Oh, este, bueno, pues, como...como dos...como dos
o...como dos o una hora, una hora, si eso, dos o una hora, eso m�s o menos...


---�Ah! ---el profesor sonri� y se ech� hacia atr�s, cogiendo
su malet�n ---�c�mo te llamas?


---Midori ---t�midamente contest� la muchacha.


---Oh si, la alborotadora ---sonri� el hombre compasivamente.


Las mejillas de Midori, suaves y lisas, se sonrojaron,
haciendo a la muchacha encogerse de la emoci�n y el nerviosismo que la invad�a,
apretando las piernas, apretando los brazos y encogiendo los hombros, sintiendo
a su hombre tan solo a cent�metros de sus lados, sus cuerpos pegados a causa del
estrecho sill�n y ella con su mirada fija en sus labios.


----�Tiene clases ahora profesor? ---Midori logr� formular
una pregunta amistosa y coherente.


----Oh bueno. Ahora ten�a una hora libre pero debo de aclarar
un caso que se me asign�.


----�De qu� trata? ---dijo Midori con inter�s; eso agrad� al
profesor, haci�ndolo sonre�r. Mientras �l hablaba y buscaba alg�n papel
importante en su malet�n, Midori lo miraba de arriba abajo, observando con
lujuria y deseo sus labios, ese par de l�neas rosadas y gruesas que tanto
anhelaba; su rostro, tallado por �ngeles y su mirada dura de hombre. El Profesor
sinti� la mirada obscena de Midori y la observ� extra�ado, y la chica se
estremeci�, pero �l le dirigi� una sonrisa amistosa. Midori se puso roja como un
tomate, apretando lo m�s que pod�a sus piernas y sus brazos. Ocultando su
sonrosada carita t�mida.


----�Te pasa algo? ---el profesor le sonre�a amistosamente,
sabiendo, por experiencia con otras alumnas, lo que le pasaba a la muchacha.


----�Y qu� me dijo que ten�a que hacer? ----dijo Midori
tratando que se disipara la penosa situaci�n.


----Bueno, son cosas que tal vez no te interesen. Son
aburridas. ---dijo el Profesor ---se ha descubierto un fraude en la instituci�n.


Midori abri� grandes los ojos y el Profesor sonri�, pero
cuando Midori inquiri� de que se trataba, el Profesor de puso serio.


----Un profesor del colegio sostuvo...digamos cierta amistad
con una colegiala. T� sabes.


----Ah ya... ---Midori record� el caso de un profesor y una
colegiala del �ltimo curso que se hab�an enamorado. Rid�culamente, la escuela se
hab�a consternado. A Midori le parecieron tonter�as, �por qu� un par de
enamorados no pueden amarse con todas sus capacidades y anhelos? Su punto de
vista se lo hizo saber al profesor.


----Bueno ---dijo el hombre que a cada minuto que pasaba
volv�a m�s enamorada a Midori ---en primera, las reglas del colegio proh�ben
estrictamente el amor entre el personal de la escuela. Pero el problema, Midori
---el Profesor se inclin� hasta que sus labios casi se juntaban con los de
Midori, de modo que ambos se miraran a los ojos y el aliento de los dos se
juntara en uno solo. ---es que el profesor y esa alumna llegaron a lo �ntimo.


Midori por un momento qued� demasiado perpleja, sintiendo tan
cerca el calor de aquel hombre que la fascinaba, sintiendo su presencia hermosa.
Midori pesta�e� y por su instinto femenino le dirigi� una sonrisa al profesor,
qui�n sonri� nuevamente y por un momento mir� los labios de Midori, delgados y
bonitos. Midori se percat� de esa "traviesa" mirada por parte del profesor. Y
con todo, sus miradas se volvieron a encontrar.


----Bueno, me tengo que ir ---el profesor se despidi�. ---de
cualquier modo, yo no apruebo esas cosas.


----Si a mi un hombre que amo me dijera que me ama, sin
importar que o qui�n es, no me importar�a violar alguna tonta regla total de
corresponderle a ese amor de mi vida ---dijo Midori pensativa, mirando al
Profesor de soslayo, qui�n se enrojeci�.


----Y despu�s de todo Midori, �qu� obtendr�as? Adem�s de una
expulsi�n permanente, claro est�.


----Felicidad ---respondi� la muchacha inmediatamente, como
si esperara aquella pregunta. Una mirada m�s se cruz� entre ellos, pero esta vez
m�s tierna y duradera, como queriendo adivinar qu� pensaba el otro. Pero en otra
parte, ambos quer�an admirar la belleza del uno y del otro. Midori nunca hab�a
conocido esa parte del profesor, ahora, afortunadamente o no, se sent�a m�s
atra�a por �l. Ya no era el sonriente y reservado profesor de antes, adem�s de
coqueto. Hab�a conocido a un profesor nuevo, volvi�ndola a�n m�s fascinada por
�l, olvidando al lejano profesor de antes.


----De cualquier modo ---replic� el hombre ---comportamientos
as� te echan de la escuela, no eres admitida en otros institutos y por
"felicidades" como esas tienes el papel de perdedor toda tu vida.


----Ojal� �l me dijera que me ama. ---dijo Midori.


Midori se recost� en el sill�n, levantando su falda y dejando
ver sus largas y hermosas piernas, mirando como el hombre daba la vuelta, y como
el viejo profesor de �lgebra de antes, mientras m�s se acercaba a la puerta, m�s
aprisa se mov�a.



Y pas� el tiempo. Midori descansaba su ment�n en una mano y
abr�a los ojos muy grandes a cada que el apuesto Profesor daba sus clases.
Midori no hab�a sentido algo semejante en su vida, era algo que la hac�a sentir
viva, la hac�a sentir diferente. La mayor�a de sus amistades le dec�an que s�lo
era un capricho y que ya se le pasar�, pero Midori estaba segura que no. Jam�s
hab�a sentido algo a qui�n querer tanto, nada parecido a sus antiguas,
fracasadas y vac�as relaciones con vac�os y fracasados muchachos. Y el problema
se hac�a cada vez m�s evidente: Midori estaba en verdad enamorada.


Cada noche en su sola habitaci�n Midori fantaseaba con su
hombre, aquel h�roe que la hab�a echo conocer el verdadero amor, aunque fuese
tal vez plat�nico. Cerraba sus hermosos ojos y evocaba a aquel macho de
naturaleza suprema sin vestimenta alguna, con sus m�sculos vistiendo su cuerpo,
haci�ndolo deseable, esas piernas musculosas y duras, esas nalgas grandes y
duras debido a los gratos ejercicios que lo hac�an fantas�a de toda mujer.
Midori ya no pod�a resistir m�s, esa lujuria y pasi�n por su Profesor no pod�a
ser parte de una fantas�a, o de alguna ilusi�n adolescente. Pero pensaba en
todo. Nada le costaba declararle el amor a ese hombre tan amado, nada le costaba
decirle lo mucho que lo amaba y que lo so�aba. El problema era la sociedad.


Podr�an echarla de la escuela y vetarla de cualquier tipo de
ense�anza, vivir�a como un personaje sombr�o y a la espera de alg�n bonach�n que
se osase a mantenerla. Midori sacudi� la cabeza, eso no era de ella. Sus sue�os,
hasta los m�s �ntimos, era ser una gran mujer, profesionista, y sobre todo, en
la cama bajo las tibias s�banas con su hombre, conociendo aquellas carnes que la
volv�an tan loca. Pero era la sociedad. Malditos. Ni siquiera sab�a como
reaccionar�a el profesor. A�n no se sab�a si podr�a ser un traidor. Pero
sinceramente, no se cree que un hombre, cualquiera que fuese, se resistiese a la
declaraci�n amorosa de una muchacha tan hermosa, lista, madura y maravillosa
como lo era Midori. Pero los fantasmas del miedo abundaban en su cabeza,
atropell�ndose unos contra otros, haci�ndola temer m�s y m�s. Y ahora, se dec�a
a s� misma, se hab�a equivocado de �poca. Viv�a en una era donde los derechos en
vez de abundar, se hab�an restringido.


Ahora hab�a que pedir permiso al gobierno para tener un hijo,
uno s�lo. El m�todo tan famoso que se hab�a creado en contra de la sobre
poblaci�n; consist�a en redactar un acta que reflejara los deseos de alguna
pareja en procrear y era mandada al Gobierno. Este investigaba a la pareja en un
tiempo prolongado, comprobando si eran capaces de tener y criar un hijo, en
todos los aspectos, como moral y econ�mico. Era, en parte, una desdicha. Y
Midori era hija �nica. Le hubiera gustado tener alg�n hermano, pero eso era
imposible. No se pod�a procrear sin el afamado permiso del gobierno, y tampoco
se pod�a hacer nada en contra del agua anticonceptiva de la cual se dotaba a la
ciudad. Eran sue�os, como el que ten�a Midori con su profesor, como el que ten�a
en mente todas las noches cuando imaginaba que era suya, como el que ten�a
respecto a la vida, como el que ten�a respecto a su todo. Viv�a en una �poca que
la amargaba. Eran sus sue�os de grandeza o su m�s �ntimo, que era compartido con
su amado profesor.



Ma�ana de Agosto del 2124. El sol se compon�a de estrellas en
el cielo, echas de material artificial que reflejaban la luz solar de otros
soles en otros sistemas solares. La desdicha e inconciencia humana hab�an
acabado con el sol propio. Con todo, hab�a menos gente de tez morena. Midori
caminaba en�rgicamente, forrada de su vestido colegial que provocaba tantos
piropos y frases obscenas que la hac�an rabiar del coraje, aquella vestimenta
que apretaba su esbelto cuerpo, apretando sus senos voluminosos y su enorme y
delicioso trasero, aquel que hac�a fantasear a tantos hombres. Midori se hac�a
la ilusi�n de que ese trasero s�lo ten�a un due�o. Una l�stima.


Haciendo ruido con sus botas que forraban sus hermosas y
claras piernas, caminaba rumbo al colegio. Sus padres hab�an salido de
emergencia a alg�n trabajo, un problema de sus rangos. De repente, la joven
tropez� y cay�, haciendo que sus libros y cuadernos electr�nicos se esparcieran
por el suelo. Midori solloz�, furiosa. Y para colmo, el viaje a escuela era m�s
prolongado que hora y media. Y si como el clima conspirase para hacerla
enloquecer, se hab�a anunciado una llovizna de granizo y nieve y las estrellas
artificiales empezaban a viajar hacia sus sat�lites en el espacio, donde
aguardaban esperando la llegada de la nieve y desprotegiendo a la ciudad con sus
amadas luces candentes. Midori ten�a ganas de llorar del coraje, recogi� sus
cuadernos, algunos arruinados en pedazos por los golpes que se llevaron camino
al suelo. Unas l�grimas recorrieron su hermoso rostro. Sus ojos sollozaban sin
cesar, pero se iluminaron cuando una mano grande y musculosa la ampar� a recoger
sus maltrechos cuadernos. Midori levant� la vista y mir�, si, a ese Dios, que le
dirig�a una sonrisa y la invitaba a ir a su auto ofreci�ndose a llevarla a la
escuela.


----Bueno, pasaba por aqu�, pas� a comprar un almuerzo rumbo
a la escuela. El viaje es largo. �Quieres que te lleve? ----la muchacha nunca
hab�a visto sonrisa m�s hermosa.


La boca de Midori tartamude� y emiti� algunos sonidos
incoherentes antes de tener la capacidad de hablar con cordura.


----Si, bueno, me gustar�a. ---dijo.


El profesor sonri�. Midori se sinti� en los cielos al
observar esa sonrisa. Abri� la puerta para que la muchacha arribara en el auto,
gobernada con esa sensaci�n er�tica que la invad�a, su piel como de gallina, ese
temblor que le hac�a sentir cuando se encontraba tan cerca de �l. Su auto era
como un palacio. Una nave de dos ruedas e impulsores t�rmicos que los hicieron
llevar por los caminos. El aire acondicionado empez� a funcionar, armonizando
er�ticamente el lugar. Los muebles eran forrados de piel color negro, los
vidrios, polarizados. Podr�an hacer el amor una y otra vez y nadie los ver�a,
pens� Midori.


A media hora de camino, las v�as el�ctricas en toboganes que
se dirig�an a la avenida principal, la cual conectar�a con las pistas el�ctricas
de la ciudad, estaban averiadas debido a la gran tormenta de nieve que hab�a
ca�do. La mayor�a de los caminos se hab�an bloqueado y era peligroso volar. Con
todo, un oficial desvi� al auto del profesor. Pero las cosas empeoraban. La
lluvia arreci� a tal grafo que mirar por el templado y polarizado cristal era
imposible. El profesor not� el miedo de Midori, temblorosa y titubeante en su
asiento.


----No te asustes ----el profesor le tom� la mano y le
dirigi� una encantadora sonrisa. ---todo va a estar bien.


Midori mir� su mano envuelta en la mano de �l y despu�s su
rostro, y no pudo evitar sonre�rle.


Las cosas empeoraron. El auto casi se vuelca en una curva en
un tobog�n pero despu�s de tres largas horas pudieron llegar a casa del
Profesor. Una patrulla que rondaba en los cielos los auxili� por el camino. La
lluvia no cesaba. La radio advert�a que la tormenta seguir�a y las escuelas
hab�an sido cerradas, as� tambi�n como las f�bricas y edificios de empleados.
Bajaron del auto y Midori se dej� llevar por los brazos protectores que la
protegieron de la lluvia y fuerte nieve hasta que lleg� al portal del profesor.
Este la dej� en la sala de la casa y regres� con una manta con la cual la
envolvi�. El ambiente, de la casa a oscuras y con la tenue luz de afuera,
cerrada y silenciosa, con las manos de �l en su cuerpo de ella apret�ndola con
la manta, pasando sus manos por su espalda en un intento de secarla de la
lluvia, ambos, mojados, mir�ndose directamente a los ojos.


----No esperaba una nevada como esta ---el profesor tosi� y
se dirigi� a la cocina y regres� con dos tazas de caf�. Midori tom� asiento en
la sala silenciosa y de inmediato percat� que el profesor viv�a solo. Acept� la
taza de caf� a tientas por que no pod�a creer lo que suced�a. Por fin, ese sue�o
er�tico se cumpl�a, aunque no del todo, estaba er�ticamente vestida y a solas
con �l, y mojada en todos los sentidos. El profesor llam� a la escuela y excus�
su falta y la de Midori.


----Bueno, dicen que est� bien ---El profesor se sent� al
lado de ella mir�ndola como beb�a su caf� ----en cuanto se seque tu ropa, te
vas.


Midori mir� arriba y luego a un lado, cruzada de piernas con
sus manos quietas y sus ojos por un momento en los del profesor. Los quit�
cuando sus miradas se cruzaron.


----�A d�nde podr� ir? ---Midori se inclin� hacia delante.


----A tu casa, no s�. No te preocupes, si pasa algo, yo te
llevo...


----�Mi casa? Mis papas trabajan y llegan hasta muy tarde
---Midori se puso de pie mirando el apartamento del profesor ----no querr� que
peligre sola, en mi casa, nadie sabe que pueda pasar. Es mejor que alguien me
cuida.


Las palabras hicieron re�r al profesor.


----Bueno ---dijo ---pero no te puedes quedar aqu�.


----�Por qu� no? la casa del profesor de �lgebra me parece
perfecta.


-----No es una casa, es un apartamento, sea como sea, no te
puedes quedar. Hay leyes respecto a eso Midori, lo sabes. �Te imaginas si se
llega a enterar el consejo escolar de esto? Hay reglas que proh�ben la estad�a
de desconocidos con adolescentes menores de edad. T� sabes de eso. El tiempo ha
pasado y las leyes han cambiado. Lo siento.


Midori baj� la cabeza y tom� asiento. Su h�medo cuerpo a�n no
se secaba. Mir� al profesor que se disculpaba y desaparec�a en una puerta.
Midori mir� todo a su alrededor. La alfombra verde t�pica que adornaba el suelo,
los muebles largos y anchos como camas forrados de piel negra que compon�an la
sala, las persianas que er�ticamente cubr�an la luz de las ventanas. El silencio
y la sensaci�n de estar encerrada, pon�an a mil a Midori, y sobre todo que
estaba a solas con su hombre. Aquel profesor que se encontraba en el ba�o
lav�ndose la cara y coloc�ndose desodorante.


La lluvia lo hac�a apestar. Se quit� la camisa mojada que le
ajustaba su dorso musculoso, muy duro y reservado pese a los cercanos cincuenta
a�os de edad. Un caballo atractivo. Elegante, maduro, experto e inteligente,
educado. Esas eran las cualidades que hab�an robado el alma y coraz�n de Midori,
cosas que nunca hab�a visto en un hombre hasta hora, rob�ndole de la mente a
esos muchachos tontos e inexpertos con los cuales antiguamente lidiaba. En
Midori hab�a despertado algo nuevo cuando conoci� a aquel hombre que la hab�a
cambiado por completo.


Nunca antes hab�a tenido a alguien tan dentro de ella, en sus
pensamientos, en su mente, nunca hab�a encontrado alguien a quien querer tanto y
de esa manera. El pobre profesor ni siquiera se imaginaba lo que Midori sent�a
por �l, aquel torbellino que viajaba en todo su cuerpo de ella por �l. Mir�ndose
al espejo, pein� sus cabellos masculinos que h�medos contrastaban con su frente
lisa y su rostro atractivo: mand�bula ancha, cuello grueso, ojos hundidos,
azules y directos, duros de vista. Una cualidad de macho dominante. Algo lo
estremeci� cuando sinti� una caricia en su espalda. Mir�ndose al espejo, detr�s
de �l observ� a la hermosa adolescente que con una mirada lujuriosa lo observaba
en el espejo. Sus miradas se cruzaron una vez m�s, pero esta vez algo
electrizante los recorri�. A ambos. El profesor se volvi� y mir� a aquella
chiquilla que pasaba una mano por los pechos de �l, musculosos. Su mano era
peque�a pero dotaba de deliciosas caricias al profesor, quien extra�ado miraba a
la jovencita con la que hab�a echo apenas una peque�a amistad y estaba en el
ba�o, con �l.


----�Qu� est�s haciendo? ---el profesor no se opuso ante las
caricias de Midori: una mano que rozaba sus pezones, otra que acariciaba su
cuello, una pierna que se contra�a con su miembro. Sus dos cuerpos se juntaron y
se miraron a los ojos tan cerca que pudieron sentir sus alientos.


----Lo amo profesor, es lo m�s hermoso que he visto en toda
mi vida, no sabe lo mucho que he fantaseado con usted, jam�s hab�a visto algo
como usted, me ha hecho sentir lo que nunca imagin�. Estoy enamorada de usted.


Ella retrocedi� cuando �l la beso. Y no fue a causa de alg�n
rechazo, estaba enloquecida con el sabor a n�ctar de los labios de su amado
profesor, era la sorpresa que le causaba que �l, aquel gigante musculoso
atractivo le hubiera plantado un largo y apasionante beso, el beso que la hizo
humedecerse y que la hicieron recargarse en la pared mientras el profesor le
pasaba las manos por su vientre plano, sus voluminosos senos y su cuevita,
h�meda y tibia. Una lengua empez� a deambular en la garganta de Midori, una mano
apret� su musculoso y enorme trasero, abri� los ojos y mir� a su hombre que la
besaba y la acariciaba sin cesar, y no se lo pod�a creer.


Una mano se introdujo por debajo de su falda escolar,
violando la disciplina de las bragas y tentando la palpitante y chorreante
cuevita de Midori, que se retorc�a por el placer. No paraba de gemir. Aquel
suceso era todo lo que en la vida hubiera deseado. Cerrando los ojos, con la
fr�a pared atr�s y su caliente hombre enfrente, gem�a por las delicias que dos
dedos, largos y anchos del Profesor curioseaban dentro de ella, haci�ndola
apretar los hombros de �l, su espalda, rode�ndolo con una pierna. Sus labios se
volvieron a juntar, esta vez con mucha m�s pasi�n y morbo.


Aunque le hab�a sorprendido la reacci�n de �l, se pregunt� si
aquella maravilla por la que pasaba era propia s�lo de algo r�pido y olvidadizo
de �l o el cl�max de una serie de fantas�as y deseos. No le import�, ni siquiera
par� y cuestion� a �l acerca de ello, no, no. No con dos dedos en ella que se
mov�an y sal�an lujuriosamente, no con dos dedos que la hac�an retorcerse
apretando y jugando con su cl�toris, no con una lengua que jugaba con la suya.
Pronto su falda qued� en el suelo y sus bragas, h�medas fueron olidas por �l,
llev�ndoselas al rostro. Todo eso excit� a Midori, casi se ven�a en los dedos de
�l, pero quer�a disfrutar un poco m�s, quer�a ver hasta donde llegaba su primer
orgasmo, quer�a hacerlo estallar despu�s de caricias que llevar�an al �xtasis
irremediable.


El cuerpo desnudo del Profesor fue besado y acariciado sin
cesar por Midori. Gem�an y cog�an como animales, descargando aquellas ansias y
anhelos que ten�a el uno con el otro. Se separaron por un momento para poder
recobrar el aliento y poderse mirar a los ojos, saliendo de esa serie de
caricias de ojos cerrados. Midori tom� la cara de su amado entre sus dos manos y
prob� nuevamente sus labios, jugando con cada uno de ellos. Prob� ese rinc�n que
tanto hab�a deseado, metiendo y sacando su lengua, pas�ndola por los dientes de
�l y mordiendo sus labios. Midori no pod�a estar m�s excitada. Nunca hab�a
estado as�. Era como descubrir que hab�a algo nuevo en ella, un fulgor que hab�a
explotado despu�s de tanto delirio.


Y el delirio en esas circunstancias no era la excepci�n.
Desnudos, oscilaron en las paredes, haciendo gemir a Midori, qui�n fue tomada en
los brazos de su amado y sentada en el lavabo del ba�o, donde fue penetrada
dulce y lujuriosamente, una y otra vez, sintiendo y viendo ese gran pedazo de
carne dura que entraba y sal�a en ella, rozando sus labios, su cl�toris,
sensaciones que la hicieron apretar y estallar en un alocado orgasmo, rasgando y
mordiendo las orejas de �l, cruzando las piernas en su espalda. Todo era tan
r�pido, desde el primer beso hasta �l encima de ella bombeando como desesperado,
pero para Midori eran lo segundos m�s largos y maravillosos de su vida. Sent�a
ese poder que la invad�a, esa sensaci�n que recorr�a su vagina, h�meda y
contray�ndose en ese miembro que oscilaba en ella. Midori rasg� las paredes,
mordi� sus labios, el placer que la invad�a era casi incre�ble. Sus gemidos se
escapaban de su boca en sonidos casi ensordecedores y resonaban en el
departamento, que por su cualidad de callado, s�lo se escuchaban los gemidos y
chasquidos de ellos dos. Midori se apart� para mirar a su hombre, mirarlo a los
ojos y decirle:


----Te amo.


----Eres hermosa ---le bes� un hombro, pasando las manos por
su espalda hasta su trasero, bello y grande. Midori sinti� algo electrizante,
sobre todo cuando �l tent� y acarici� sus senos, cuando sinti� aquella tibia
bocaza en sus pezones, y con el animal que entraba y sal�a de ella, Midori se
retorc�a del placer. Al fin su cuerpo, hermoso y virgen hab�a perdido esa
cualidad, excepto la bellaza innata que pose�a.


----No pares, soy tan feliz, podr�a estar as� por siempre.
Soy tan feliz ----gimi� la peque�a.


----Yo tambi�n te amo ---suspir� el hombre mientras penetraba
y suspiraba en los hombros de ella.


----Seremos felices.


Pronto, Midori goz� de dos, tres, cuatro y un quinto orgasmo.
Aunque se ven�a r�pido, no paraba de elevar el vientre y hacerse para adelante
para poder disfrutar del manjar que le ofrec�a el profesor, que parec�a no tener
fin, y aunque Midori no quer�a acabar, quer�a sentir ese l�quido tibio y blanco
que escond�a su hombre.


----Por detr�s ---dijo Midori en un o�do, casi sin aliento
por el placer que estallaba en su interior.


----�Qu�? ---el profesor apenas y pod�a escuchar, estaba
dedicado en lo suyo, disfrutando de esa hermosa adolescente que se le hab�a
entregado. Y la verdad es que �l tambi�n estaba sumamente excitado. Nunca hab�a
visto algo como Midori, le llam� la atenci�n desde la primera vez que la vio, su
cualidad de hombre conquistador no pudo evit�rselo. Tambi�n ten�a esa fantas�a
cumplida. Ambos.


----Dame por detr�s ---suplic� Midori, alzando el cuello para
que su hombre pasara su lengua por ah�, cerrando los ojos, disfrutando ---dame
por detr�s ---replic�.


Dando la espalda y recargada sobre el lavabo, Midori una vez
m�s se le hab�a entregado a su profesor. Y eso era lo �nico que deseaba en esos
momentos. Meneando sus caderas, roz� el trozo del profesor, rojo, ancho largo,
la delicia que la hab�a hecho ver las estrellas. Mientras el profesor besaba la
espalda desnuda de Midori, ol�a su cabello y mord�a sus orejas, con sus manos
separaba y un�a las dos enormes y ricas nalgas de Midori, las que se entregaban
a �l sin resistencia alguna, m�s s� con anhelo y lujuria.


----Por favor ---Midori gem�a sintiendo las caricias de su
hombre por detr�s, haci�ndola aferrarse al lavabo y apoyarse en la pared,
mir�ndolo de soslayo, sintiendo como sus pieles se juntaban. ---Es todo tuyo
---Midori se hizo hacia atr�s ---no sabes cuando te he deseado ----una lengua
recorri� su espalda de arriba abajo, llegando a su culito ---Es todo tuyo,
r�mpemelo ----suplic�.


El Profesor estaba tan excitado. Y jam�s se hubiera imaginado
tener aquellas delicias. Acarici� a Midori hasta sacearse, bes� su espalda, sus
hombros, sus brazos, por detr�s de ella molde� sus caderas, pasando las manos
por su vientre plano, subiendo hasta llegar a sus senos, tibios y con esos
dulces pezones erectos. Humedeciendo ese oscuro y tibio rinc�n que escond�a su
enorme y hermoso trasero, Midori sinti� uno, dos dedos dentro de ella que la
hicieron sentir dolor pero un inmenso placer. Sinti� la h�meda lengua de �l
dentro de ella como un gusano que trataba de saciarse de ella, que violaba ese
virgen agujero del cual el Profesor hab�a so�ado poseer. Midori gem�a de dolor y
placer, esa mezcla que la hac�a humedecerse y morirse del placer, apretando los
dientes, frunciendo el ce�o y aferrarse m�s y m�s al lavabo y recargando sus
mejillas en la pared del ba�o, esperando lo que tanto hab�a so�ado, pero lo que
jampas hubiera imaginado que pasar�a.


De repente, sinti� algo muy caliente y grande que rozaba por
en medio de sus dos nalgas. Era h�medo, los l�quidos que hab�a desprendido
Midori cuando �l bombeaba dentro de ella. Y era el miembro tan querido de su
hombre, que hac�a presi�n en ella, rasgando aquel agujero que lentamente era
desvirgado y que esas sensaciones hac�an gemir y gritar a Midori, Empujando
hacia atr�s para poder sentir la hombr�a de su Profesor, que se aferraba m�s a
las caderas de Midori empuj�ndola hacia s� sintiendo ese rinc�n tibio y
delicioso que le ofrec�a ella, gimiendo y suspirando en su cuello. Midori solt�
un grito de dolor cuando �l por fin entr� por completo en ella. Midori hab�a
cumplido su sue�o, ten�a a su hombre dentro de ella y desvirgando lo �nico que
tantos deseaban desvirgar, pero lo �nico que ella estaba decidida a entregar a
su hombre, ese cuerpo que hac�a so�ar a tantos hombres, s�lo uno gozaba de sus
delicias.


�l empez� en un movimiento exquisito a entrar y a salir
dentro de ella. La sensaci�n que Midori experimentaba era nueva, extra�a pero
m�s que eso, deliciosa. Midori gem�a sin parar, parec�a que no parar�a de gemir.
Los dos culeaban como animales en celo, con una gata maullando desconsolada y
una bestia carnalmente excitada, montado encima de ella, bombeando y cogiendo,
exuberante como un cogedor de ensue�os. El sudor y losa alientos tibios
escurr�an por sus cuerpos. Midori mordi� un coj�n, tratando de resistir a la
bestia indomable que entraba y sal�a dentro de ella, haciendo que su delicioso
trasero sufriera las inclemencias de su amado profesor.


Tal vez, pens�, �l estaba tan sediento de ella, como cuando
Midori conoci� por primera vez al profesor, ese musculoso rom�ntico que hab�a
hecho suspirar a m�s de una docena. Pero qu� hombre cuerdo no se dejar�a llevar
por un monumento a la belleza como lo era Midori. Alta, esbelta, ojos hermosos,
cabello casta�o largo, una rica piel blanca, carne fresca, tierna, un manjar
puberto. Su cualidad de adolescente junto con su cuerpo apenas reci�n formado
hac�an una er�tica conjunci�n de deseos sexuales. Jam�s el profesor se hubiera
perdonado el rechazo ante la entregue total de Midori. Cada cent�metro que �l
recorr�a, cada pedazo de carne que tocaba y conoc�a, cada labio besado, cada
humedad, cada placer, los hac�an estallar.


Midori mir� a los ojos a su hombre, qui�n con un gesto
sonrosado miraba a su bella entregada, y sus miradas se contemplaron por un
tiempo. Y estas lo dec�an todo. Los dientes apretados de �l, su frente roja y su
sudor empalmando su cabello, daban a relucir el inmenso placer que lo recorr�a.
Las manos que apretaban su cadera, la lujuria que lo pose�a. Y ella, esa hermosa
carita de �ngel que volteaba los ojos y respiraba con gran dificultad, devorando
con su enorme y hermoso culo esa gran porci�n de carne que la hac�a gemir. Sus
ojos, entrecerrados, mordi�ndose los labios, movi�ndose como un animal, de atr�s
hacia delante al igual que �l, la llevaron a una singular cadena de orgasmos que
la volvieron loca. Con �l dentro, Midori se retorci� una y otra vez, no pod�a
soportar el placer que la recorr�a, que la quemaba de arriba abajo, ser�a
imposible no gritar, no gozar, no gemir tan desesperadamente. Midori no pudo
estar de pie y cay� al suelo, de rodillas, sollozando de placer y dolor. Todo
eso creaba un remolino en ella que la hac�a gemir y gritar pidiendo m�s y m�s, y
�l parec�a no saciarse de aquella hermosa adolescente.


Cuando por fin la liber�, Midori sinti� un dolor exquisito
detr�s de ella, y la cadena de orgasmos no paraba. Llev�ndole cargada, el
profesor, aquella bestia ahora irreconocible, llev� a Midori a la estancia,
donde las ventanas templadas dejaban ver la nieve que ca�a, el fr�o insoportable
que all� afuera se libraba. Midori abri� las piernas postrada en el sof� de la
estancia mientras �l la montaba y empezaba a subir y a bajar, con la misma
intensidad cuando la posell� en el ba�o. Midori casi pon�a los ojos en blanco,
mirando el g�lido clima que hab�a y el calor inmenso que la pose�a, no pudo
resistirse a su cualidad de ni�a caliente y empez� a menear las caderas para as�
poder sentir de una manera agraciada el poder�o de su hombre, esa gran trozo que
la humedec�a por completo, que la hac�a ara�ar la piel que forraba los muebles y
morder el hombro de �l, apretar su espalda, moverse como un hurac�n en plena
tormenta. Midori dej� escapar l�grimas de felicidad, de alegr�a, de placer, de
triunfo. Aquel la hac�a sentir tantas cosas. Pero esa radiante de conjuntos de
sentimientos ten�a que ser s�lo para ella, pens�, al tal grado, que ten�a que
ser un secreto. Despu�s de tanto tiempo cogiendo, Midori parec�a haber perdido
la raz�n, ahora con m�s salvajismo cog�a y se dejaba ser cogida.


Hab�a perdido la visi�n, solo ve�a estrellas, aves m�sticas
que la rodeaban mientras en ella se encontraba la hombr�a hecha carne, aquella
que la hac�a estallar como una bomba, esa sensaci�n que se libraba en medio de
sus piernas. Midori se retorci� el cabello, mov�a el cuello, era una bestia
tratando de ser domada. Se pregunt�, llena de la psicodel�a que la invad�a, que
pensar�a la escuela si la ver�an en tales circunstancias. Le importaba un bledo.
Ahora ya nada parec�a ser una amenaza, ni siquiera la escuela, sus padres, tal
vez �l. No, no pod�a. Estaba tan segura que �l le amaba como lo estaba segura de
que ella estaba sumamente enamorada de �l. Aquel caliente suceso fuera mostrado
a la luz p�blica, la culpa ser�a de Midori, pens�, entonces ser�a solo su
secreto.


Sintiendo el calor y el sudor de su hombre, mir�ndolo subir y
bajar, gemir, embestir bruscamente hacia delante, hacia la tibia y h�meda
cuevita de Midori, ella se dej� llevar por el l�quido que su hombre dejaba en
ella mientras �l gritaba y se revolcaba como un animal. Midori curve� la espalda
mientras ella abastecida de aquel blancuzco n�ctar. No pod�a pedir m�s, pens�
que ya estaba sin vida, muerta, sin alma alguna, pues se sent�a en el para�so.
Con todo, el infierno tambi�n hubiera sido un factor de placer: un calor y fuego
indomable. Cuando �l termino y la dej� alucinante, se miraron a los ojos,
toc�ndose sus rostros, sudorosos, pasmados y movi�ndose lentamente, temblando.
Fue ah� cuando Midori pens� que el capricho o los sue�os que hab�a tenido desde
que lo conoci�, hab�an sido un resumen de su alma enamorada. Un sue�o cumplido.
Un secreto si no lo compartes es solo un burdo secreto, un secreto compartido es
un maravilloso secreto, pens� Midori.



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Relato: El Secreto de Midori
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