Relato: Volando





Relato: Volando

Desde que recuerdo, sent� una atracci�n especial por el sexo
masculino. Mi padre nos hab�a abandonado siendo yo apenas un beb�, y no tengo
ning�n recuerdo de �l, ni bueno ni malo. Tal vez por eso siempre me sent�
atra�do por hombres mayores. Los chicos de mi edad no me gustaban, pod�a notar
que eran guapos tal vez, pero no sent�a nada especial, en cambio los hombres
mayores pod�an realmente volverme loco.



La situaci�n econ�mica en casa no era muy buena. Mi madre
hac�a lo posible por sacarme adelante junto a todos mis hermanos, trabajaba duro
y pasaba poco tiempo en casa, por lo que desde ni�o fui bastante vago. La calle
me atra�a tanto como los hombres que all� pod�a conocer.



Necesit� muy poco tiempo para descubrir que hab�a montones de
hombres a los cuales un ni�o de 13 a�os puede atraer. Fue tan f�cil y tan
extraordinario darme cuenta de eso, que tengo un v�vido recuerdo de la primera
vez que descubr� esa especie de poder que te da sentirte deseado por alguien.
Alguien que por conseguirte esta dispuesto a hacer peque�os regalos, concesiones
o favores.



La primera vez que tuve sexo, fue obviamente con uno de estos
tipos mayores que tanto me atra�an. De la relaci�n en s�, no recuerdo detalles,
pero esa sensaci�n de que en mi mano estaba el seguir o no adelante, se me qued�
muy grabada. Me sent�a fuerte y confiado, en mi juventud y en poseer algo que
otros quer�an.



Despu�s de conocer a un par de tipos m�s, uno de ellos, me
ofreci� un peque�o regalo a cambio de que accediera a tener sexo con �l. A
partir de all�, siempre trat� de sacar partido de esos encuentros. No es que
cobrara ni tuviera una cuota, ni nada de eso. Me conformaba con que me llevaran
a cenar a alg�n sitio que ansiaba conocer y al cual no pod�a ir por falta de
dinero. O ped�a una bonita camisa que me hab�a gustado, un disco que deseara
tener o cosas por el estilo. Nunca sent� que me prostituyera, se me hac�a de lo
m�s natural recibir algo a cambio de lo que daba, y los hombres que conoc� nunca
me lo negaron.



Asi transcurri� mi adolescencia y me acostumbr� a tener todas
esas cosas materiales que siempre hab�a deseado. Cuando cumpl� los 18 y termin�
la preparatoria decid� que ya no estudiar�a y me dedicar�a a trabajar. Mi
preparaci�n no era suficiente, por lo que fue imposible encontrar un trabajo que
me permitiera seguir disfrutando de las cosas que me gustaban. Segu� confiando
en que alg�n hombre me ayudara a salir adelante.



As� conoc� a David.



Un d�a estaba en el aeropuerto. Volv�a de una semana de
vacaciones en la playa. El viaje me lo hab�a pagado otro hombre, abogado de 45
a�os, casado, que me hab�a invitado a acompa�arlo en un viaje de negocios. Yo me
tiraba el d�a entero en la playa y �l atend�a sus negocios. La noche la
pas�bamos juntos y yo desquitaba la invitaci�n. Despu�s de 3 d�as de esto, el
abogado recibe una llamada de su despacho y debe volver. Me da a elegir entre
regresar con �l o terminar mi semana all� solo, que ya estaba pagada. Puse cara
de consternaci�n y le dije que no pod�a volver tan pronto o mi familia
sospechar�a. Me permiti� quedarme, me dio un beso y algo de dinero, y pas� una
de las mejores semanas de mi vida.



Pues de regreso, en el aeropuerto y con ganas de orinar entr�
al ba�o. Ven�a con un hermoso bronceado y muchas ganas de tener acci�n. Como
respuesta a mis sue�os entr� casi detr�s de m� un hombre alto, bastante
atractivo, como de 40 a�os y con uniforme de la l�nea a�rea. Me mir� brevemente
y trat� de entrar a uno de los tres cub�culos del ba�o. Dos estaban ocupados y
el tercero estaba fuera de servicio. Ambos nos miramos y sonre�mos, esperando
que alguno se desocupara. Yo brincaba de un pie a otro y �l estaba casi en la
misma situaci�n. Finalmente se desocup� un cub�culo. Ambos hicimos el intento de
entrar al mismo tiempo y nos dio risa la situaci�n.




Entre usted primero, -le dije.


No, - contest� -, t� llegaste primero, te corresponde a ti
usarlo.


Por favor, yo todav�a puedo esperar � dije apretando para
aguantar.


No creo, - dijo �l sonriendo mientras me ve�a haciendo
caras -, Ok, entramos los dos y asunto terminado.




Se me hizo divertida esa soluci�n y entramos juntos al
cub�culo. Era peque�o y apenas si cab�amos los dos. Nos abrimos las braguetas y
comenzamos a orinar al mismo tiempo, mirando el techo y las paredes, mientras
me�bamos hombro con hombro. Trat� de resistir, pero la tentaci�n de echar una
ojeada fue demasiado. Baj� la vista discretamente y me encant� lo que v�. Su
miembro grueso y cabez�n soltaba un potente chorro de orina que se mezclaba con
la m�a. El se dio cuenta de que lo estaba mirando y tambi�n mir� mi verga, que
sin ser tan gorda como la suya tambi�n es de muy buen tama�o. Despu�s de mirarme
la pija me sonri� y yo sent� una fuerte atracci�n por este apuesto hombre
uniformado que meaba junto a m�. La verga se me endureci� y �l se dio cuenta.
Nos sacudimos las vergas sin dejar de mirarnos y salimos del ba�o antes de que
alguien se diera cuenta que est�bamos juntos all�.



Ya fuera del ba�o me pregunt� mi nombre y dijo que acababa de
llegar y se llamaba David. Piloteaba un avi�n comercial de pasajeros y ten�a dos
d�as de descanso antes de volver a su ciudad. Me coment� que iba camino a su
hotel y que le encantar�a que lo acompa�ara a comer, porque no le gustaba
hacerlo solo. Acept� con gusto su invitaci�n.



La comida la cancelamos en la recepci�n del hotel, y pedimos
mejor algo r�pido del servicio a cuartos. Para cuando abri� la puerta de su
habitaci�n yo ya lo deseaba con pasi�n. No necesit� mucho para desnudarme y
dejarlo descubrir donde terminaba el bronceado y d�nde estaba la parte p�lida
que no hab�a alcanzado a quemar el sol.



El era bastante alto, me sacaba m�s de una cabeza, y me hizo
sentir protegido y especial. Cuando se quit� el uniforme descubr� que ten�a buen
cuerpo, con una ligera pancita que lo hac�a a�n mas atractivo. Era uno de esos
hombres que siempre han hecho ejercicio y que al llegar a la madurez lo dejan,
manteniendo la buena forma, pero acumulando algunos kilos de m�s en la cintura y
cierta robustez que a mi me encant�.



Su pene era lo mejor de todo. Lo hab�a visto en el ba�o y
sab�a que era grueso, pero cuando me arrodill� en la cama entre sus piernas para
mam�rselo, se agrand� y estir�, llenando toda mi boca. Lam� su glande,
ligeramente rosado y gordo. Met� la punta de la lengua en el peque�o ojito de la
punta, saboreando esa mezcla de l�quido seminal transparente con cierto dejo de
acre orina. El me acariciaba el pelo, con los ojos cerrados y entregado por
completo a mi boca. Me gust� su abandono, me gust� que me dejara mamarlo sin
prisas, que me dejara descubrir ese cuerpo nuevo para m� con calma. Muchos
hombres que hab�a conocido se pierden estos detalles, la calentura los domina y
quieren seguir adelante, penetrar, coger, venirse. El no. Pas� una hora y yo
lam�a ahora el tronco, aprendiendo el camino serpenteante de sus venas hinchadas
y el sabor de sus huevos. Me dej� abrirle las piernas para olerlo all� donde sus
huevos descansaban, a unos cent�metros de su culo. Lam� esa peque�a zona
cubierta de suave vello oscuro. Levant� los huevos con una mano para tener
acceso a ese peque�o para�so. Su ano, apretado y rosado lat�a suavemente con
cada lamida. Se puso suave y h�medo con mis besos. Sus piernas bajaron y yo
volv� a recorrer el camino de regreso. El glande llen� mi boca nuevamente y
ascend� el caminito de vellos hasta su ombligo y su pancita. El abanico de
vellos negros se abr�a por su pecho hasta cubrir sus tetillas erectas. Tom� una
entre los labios y lo escuch� gemir. Muchos hombres se pierden de esta
maravillosa caricia. Pas� varios minutos alternando entre una y otra, mientras
su mano reptaba entre mis piernas hasta mi culo. Sent� sus dedos acariciando
primero, y presionando despu�s. Me abr� a ese maravilloso piloto y dej� que
volara por mi cuerpo como se le antojara. Estaba agradecido por haber sabido
esperar y cuando se incorpor� y cambiamos la posici�n lo dej� hacerme todo lo
que quisiera.



Pas� mas de una hora explor�ndome, abri�ndome como si fuera
un regalo, besando todo mi cuerpo, y aunque sent�a la urgencia, no pude sino
esperar como �l me hab�a esperado. Cuando me volte� boca abajo y sent� sus
manos, lengua y dedos en mi culo, yo ya lo ansiaba dentro de m�. Estaba tan
preparado para �l, que la penetraci�n fue la m�s placentera que yo hab�a tenido
hasta entonces, y vaya que hab�a tenido otras.



El orgasmo, cuando lleg�, fue lo menos importante de la
jornada. Todo lo anterior hab�a sido tan especial, que me vine entre una mezcla
de sue�o y realidad que me dej� abatido y blando como un mu�eco sin cuerda.



Comimos un poco y nos dormimos toda la tarde. Al despertar
volvimos a tener sexo y David estaba ya dentro de mi vida.



Pas� esos dos d�as con �l, pr�cticamente sin salir de la
habitaci�n. Me enter� que estaba divorciado desde hac�a 5 a�os y que conmigo era
la tercera vez que ten�a relaciones con otro hombre, pero la primera en la que
se sintiera as� de feliz. Yo le cont� mi vida, disminuyendo bastante el n�mero
de hombres que hab�a conocido, y �l me escuch� sin hacer ning�n comentario.



Cuando tuvo que marcharse, me regal� un tel�fono celular.
Dijo que no sab�a cuando regresar�a, porque el plan de vuelos no depend�a de �l,
pero que estuviera seguro de que en cuanto volviera me llamar�a.



Pasaron tres semanas y yo recargaba la pila del celular todas
las noches para tenerlo encendido todo el d�a, a la espera de su llamada. Esta
nunca lleg� y yo volv� a las andadas, conociendo hombres y teniendo aventuras
con quien se me antojara, aunque segu�a pensando en David y siempre cargaba el
celular a todos lados.



Un mes despu�s me llam� y yo corr� a su hotel. La historia
continu� donde la hab�amos dejado y �l me confes� que pensaba todos los d�as en
m� y me deseaba, porque no hab�a tenido relaciones con nadie m�s. Yo le dije que
estaba en la misma situaci�n y me call� las aventuras. Esta vez se qued� 5 d�as
y al marcharse de nuevo prometi� buscarme.



Asi pasamos varios meses de idas y venidas, venidas en avi�n
y venidas en la cama. Yo estaba contento con la situaci�n y �l se estaba
clavando bastante conmigo. En su �ltima visita me dijo que hab�a hecho algunos
cambios y que se mudar�a a la misma ciudad donde yo viv�a. Pensaba poner un
departamento para los dos y me propuso vivir con �l. Al principio me asust� el
cambio, nunca hab�a vivido con nadie y estaba muy acostumbrado a mis aventuras y
escapadas. Por otro lado, �l cada vez era m�s espl�ndido conmigo, me compraba
cuanta cosa yo deseara porque ganaba bastante bien y estaba en muy buena
posici�n econ�mica. Cuando me dio las llaves de un coche nuevecito, acept�
inmediatamente la propuesta y me mud� al nuevo apartamento.



S�, en mi vida era m�s importante el bienestar y la seguridad
econ�mica que el amor y la honestidad, y sab�a que tarde o temprano deber�a
pagar un precio por esto. Pero por el momento, con 19 a�os y ese hombre apuesto
y complaciente dispuesto a hacerse cargo de todo, no me importaba nada m�s.



Lo �nico que me pidi�, o mejor dicho me advirti�, fue que me
dedicara exclusivamente a �l. Dijo que era extremadamente celoso y que no ten�a
ninguna experiencia sobre vivir con otro hombre. Que me quer�a a su manera y que
tratara de entenderlo. Yo le promet� todo, mientras recorr�a la ciudad en mi
bonito coche nuevo y estrenaba costosa ropa cada semana. Ten�a la firme
intenci�n de cumplir mi promesa, pero en la primera vez que sali� de trabajo
dej�ndome solo por una semana, me top� con un tipo en el banco mientras hac�amos
fila, y para cuando acord�, ya estaba a gatas en su oficina y recibiendo por el
culo su verga delgada y dura, mientras me jalaba del pelo y me dec�a lo ricas
que estaban mis nalgas.



Cuando el coche necesit� afinaci�n, el mec�nico, sucio y
manchado de grasa, explic�ndome la forma correcta de medir el aceite, me ense��
tambi�n la forma correcta de medirle la verga, que asomaba firme y dura fuera
del mono de trabajo. Cuando volv� a recoger el coche la factura se pag� con una
ligera inclinaci�n sobre el cofre mientras el mec�nico se afanaba en bajarme los
calzones y meterme la verga hasta el tope.



Cuando David volvi� e hicimos el amor, lo sucedido en su
ausencia lo olvid�. El era quien realmente me importaba y lo que hab�a hecho
antes de su llegada para mi no contaba. Aprend� mucho en ese entonces sobre
fingir y mentir, y era tan bueno en esto que hasta yo mismo me lo cre�a.



En el siguiente vuelo largo, de casi dos semanas de ausencia,
tuve un r�pido encuentro con un tipo que conoc� comprando libros y otro m�s con
un antiguo conocido que me top� en la calle. Cuando el administrador del
edificio donde viv�amos me mir� de esa forma especial que te hace sentir
calambres en la piel, pens� que ya era demasiado, y que el riesgo de que David
se enterara era muy alto, as� que puse cara digna y me negu�. Era promiscuo pero
no est�pido.



Dos meses despu�s, empec� a aburrirme de no hacer nada. David
me propuso que entrara a trabajar en la l�nea a�rea y me ayud� pag�ndome los
estudios que me hac�an falta para desempe�arme como asistente de vuelo, o lo que
es lo mismo, como azafata masculina. Al principio no cre� que sirviera para eso,
pero termin� gust�ndome la idea y me esforc� en conseguirlo. Cuando obtuve el
puesto me sent� �til por primera vez en mi vida, y m�s endeudado que nunca con
David, por todo lo bueno que me hab�a dado.



Nuestra relaci�n segu�a siendo muy buena, pero mis ganas de
sexo an�nimo y sin complicaciones segu�an como siempre. En cuanto ten�a
oportunidad de acostarme con alguien que me gustara lo hac�a, aunque los celos
de David eran cada vez peores.



Un d�a me descubri� coqueteando con un tipo en un restaurante
mientras cen�bamos. El hombre este era un apuesto tipo con traje oscuro y
pobladas cejas rubias. Las cejas me hicieron pensar en el color de su vello
p�bico y la verga se me par� con estos pensamientos. Para mi suerte, el tipo me
miraba insistentemente y me dej� llevar por su juego. David estaba molesto
conmigo porque me descubri� mir�ndolo, y comet� la torpeza de pararme al ba�o
segundos despu�s de que el tipo de las cejas hiciera lo mismo, creyendo que
David no se dar�a cuenta.



Para mi sorpresa, en cuanto entr� al ba�o y me par� junto al
rubio para mirar su verga asomando por los pantalones, David entr� tras de m� y
casi me descubre agarr�ndole la verga al otro. Me jal� hacia la salida y me sac�
a empellones del ba�o. Pag� la cuenta y nos fuimos. En el coche no me dirigi� la
palabra, y en cuanto llegamos a la casa, me propin� una bofetada tan fuerte que
me tir� al piso. Estaba tan sorprendido, que en vez de pedir disculpas me qued�
mir�ndolo sin decirle nada. Me tom� de los cabellos y me grit� en la cara que
era un puto y que me odiaba. Sin pensarlo siquiera me solt� llorando, cosa que
nunca hab�a hecho. Mis lagrimas no eran de arrepentimiento, sino de rabia por
haber sido tan est�pido de dejarme sorprender de esa forma. Por supuesto, David
crey� que lloraba por su maltrato, y de inmediato se disculp�, jur�ndome que no
hab�a querido hacerme da�o, y dici�ndome que lo hab�a hecho porque estaba celoso
y hab�a pensado que pod�a perderme. Yo no lo saqu� de su error, y promet� que
nunca m�s volver�a a suceder.



En vez de enmendarme, lo sucedido me volvi� aun m�s cuidadoso
con mis escapadas. No estaba dispuesto a echar a perder la situaci�n tan c�moda
en la que viv�a y el maravilloso empleo que acababa de conseguir.



La primera vez que vol� como parte de mi trabajo fue algo
memorable para m�. Coincidi� con mi cumplea�os n�mero 21 y David me regal� un
precioso Rolex para festejar los dos acontecimientos. Pronto me di cuenta que
trabajando, adem�s de ganar mi propio dinero, que no era tanto como el que
recib�a de David, tambi�n contaba con m�s tiempo y excusas para mis aventuras.
Nuestros vuelos y fechas de descanso rara vez coincid�an, por lo que muchas
veces est�bamos en ciudades distintas y s�lo por tel�fono pod�a David
controlarme. Conoc� much�simos bares, sitios de ligue, y hombres de todas formas
y colores. Siempre volv�a a los brazos de David y me sent�a muy unido a �l,
independientemente de que pr�cticamente me acabara de acostar con otro apenas
unas horas antes.



Lo que yo no sab�a en esos momentos, era que una de las
azafatas, una tal M�nica, con la que me tocaba volar bastante seguido, hab�a
tenido una aventura en el pasado con mi querido David, y que de alguna forma
segu�a teniendo una estrecha relaci�n de amistad con �l.



En un vuelo a Toronto, hubo un pasajero que caus� revuelo. Se
trataba de un actor no muy famoso, pero si bastante conocido por su programa de
TV y comerciales. Era guap�simo. Todas las azafatas quer�an atenderlo, pero la
primera clase nos tocaba a M�nica y a m�, as� que ante la envidia general, s�lo
ella y yo tuvimos la oportunidad de tenerlo cerca. Pronto empezamos a competir
ambos por llamar su atenci�n y result� que el conocido actor bateaba de ambos
lados, y a los dos nos daba entrada. M�nica hizo todo lo posible, pero no hay
nada que hacer cuando me esfuerzo realmente por algo. En cuanto el tipo entr� al
ba�o pregunt�ndome no se que tonter�a, aprovech� la ocasi�n y le di al tipo la
mamada m�s espectacular a 15000 pies de altura. Para cuando llegamos a Toronto,
el tipo era m�o y me encargu� que M�nica se diera cuenta perfectamente de que la
hab�a vencido y que me llevaba el premio frente a sus narices.



All� empezaron mis problemas. Nunca me enter� que m�s tarde
M�nica le contar�a todo a David, y que �ste, totalmente humillado y encabronado
planeara vengarse y deshacerse de m�.



Todav�a pasaron unos meses m�s. David cambi� un poco. Se
volvi� algo retra�do conmigo, un poco menos espl�ndido, pero jam�s pens� que
fuera por el tipo de Toronto, porque yo ya ni me acordaba de �l.



Finalmente, sin poder explicarme c�mo hab�a sucedido, David y
yo coincidimos en un vuelo, y no era cualquier vuelo. Me hab�an asignado por
primera vez en un viaje a Africa y yo estaba fascinado. El vuelo pasaba por
Madrid, y de all� a Marruecos. Estaba muy emocionado, la etapa a Madrid era como
de 9 horas y ser�a la primera vez que podr�a visitar esos lugares, y ya so�aba
con los hombres �rabes que podr�a conocer.



Cuando David me dijo que �l pilotear�a, mi emoci�n disminuy�
un poquito, pero despu�s pens� que ser�a una estupenda posibilidad de solucionar
su mal humor y tal vez ganarme alg�n buen obsequio.



Al salir del aeropuerto, David y yo casi no hablamos, ante
los dem�s siempre manten�amos la distancia y salvo una que otra indicaci�n cada
qui�n se dedic� a lo suyo. En la secci�n de primera clase, que me tocaba
atender, hab�a un pasajero que me llam� mucho la atenci�n. Me miraba con unos
hermosos y profundos ojos negros. Era todo lo que yo hab�a so�ado. Maduro,
moreno, con una barba negra perfectamente recortada y un grueso reloj de oro
haciendo juego con sus mancuernillas, en el traje Armani m�s perfecto que
hubiera visto jam�s. Dinero, dinero, y m�s dinero. Todo �l exhalaba la seguridad
que s�lo el dinero y el poder da a algunos elegidos.



Por si fuera poco, s�lo quer�a ser atendido por m� y yo no
cab�a en el estrecho pasillo de lo orgulloso que esto me hac�a sentir. En un
vuelo tan largo, hubo miles de excusas para acercarme a �l, rozar su mano morena
y velluda con mi muslo al pasar, o acercarme para oler su masculina colonia al
acomodarle el coj�n para que durmiera un rato.



Cuando me ped�a champagne me aseguraba que fuera el mejor y
el m�s helado. Si quer�a una cobija, la m�s c�moda y me apresuraba a arroparlo,
pasando mis manos sobre sus piernas mientras alisaba la cobija. El me miraba, y
a medio vuelo hasta se atrevi� a pedirme que le diera un masaje en los hombros,
porque estaba cansado de ir sentado tanto tiempo. Aprovech� esos momentos para
decirme que estaba en el negocio del petr�leo y que viajaba a Marruecos para una
junta importante con l�deres de esa industria en el pa�s. Dijo que era liban�s y
me pareci� el hombre m�s sensual que yo hab�a conocido.



Me cuid� mucho de que alguien viera que atend�a tan
sol�citamente a ese pasajero. La cercan�a de David me ten�a casi tan nervioso
como la cercan�a de Aman, que era el nombre del apuesto �rabe. Cuando me pidi�
que le buscara alg�n medicamento para el mareo me apresur� a traerlo, y me
indic� que se lo llevara al ba�o, porque se sent�a un poco mal. Esta vez me
asegur� que nadie me viera entrar y encontr� a Aman perfectamente, y el mareado
fui yo al descubrirlo sentado en la taza del ba�o mir�ndome fijamente mientras
con una se�a me indicaba que me arrodillara entre sus piernas. Lo hice. El me
acarici� la cabeza como si fuera un perrito en espera de sus caricias. Se baj�
el cierre de los pantalones y me indic� que continuara.



Met� la mano, esperando el contacto con su ropa interior,
pero no hab�a tal. Bajo el costoso Armani s�lo encontr� su c�lido miembro y
muchos pelos. Lo saqu� en un segundo, a�n no ten�a una erecci�n completa, pero
ya me llenaba la mano con su grosor. Un pene negro, grande y espl�ndido. La
cabeza ligeramente mas clara y el glande hinch�ndose con el contacto. Lo lam�
despacio y �l me tom� por la nuca y me impuls� a trag�rmelo completo. Este no
era de los que esperaban. Me lo met� y apenas si cupo en mi boca. Empez� a
crecer y tuve que dejar salir un poco porque amenazaba con ahogarme. Unas
cuantas chupadas m�s y hab�a alcanzado su total longitud. Grande, grande, por
donde lo vieras. Y no lo vi mucho tiempo.



Aman me puso de pie, y en el reducido espacio apenas si
cupimos los dos. Me acord� de David y el ba�o del aeropuerto, pero este era otro
ba�o y tambi�n otro hombre. Apenas hice la distinci�n cuando ya Aman me hab�a
bajado los pantalones y estaba listo para penetrarme. Ni crema, ni saliva, ni la
espera angustiosa que tanto disfrutaba. La cabeza de su verga entr� en mi cuerpo
raspando mi ano y haci�ndome aguantar un grito que casi se me escapa. Yo no me
escap�. Am�n me introdujo su negro miembro en tres empellones, solo tres y ya me
ten�a ensartado. Mir� mi reflejo en el espejo y lo empa�� con mi aliento, porque
Am�n hab�a empezado a moverse y yo apenas si hab�a digerido su dolorosa
introducci�n. Trat� de pensar en otra cosa, en David, en los dem�s pasajeros que
pod�an necesitarme en esos momentos, pero nadie parec�a necesitarme mas que
Am�n. Mis nalgas estaban abiertas por sus manos morenas y velludas y mi culo
empezaba a aceptarlo a pesar del dolor y la incomodidad del peque�o ba�o. El no
parec�a pensar en nada m�s que en su pene grueso abri�ndose paso en mi cuerpo.
Resoplaba a mis espaldas quedamente, hablaba algo que yo no entend�a en breves y
cortos susurros. Quise pensar que dec�a algo bonito, pero no lo s�, sonaba duro,
de alguna forma cruel, y supe que no eran frases cari�osas por la forma en que
empujaba su verga, como si quisiera romperme el culo, como si �ste fuera una
cosa que pudiera usar y desgarrar sin importar que se trataba de una persona y
no un agujero cualquiera.



A pesar de todo, mi verga estaba dura y Am�n ni siquiera la
hab�a tocado. La toqu� yo y un rayo excitado recorri� mi cuerpo. Apret� las
nalgas pensando en el disfrute de Am�n, pero no pareci� notarlo, s�lo empuj� mas
fuerte, y dos sacudidas despu�s vaciaba su leche caliente dentro de m�.



Sac� su pene y se lo limpi� con los faldones de mi camisa.
Pens� reclamarle que me ensuciara el uniforme, pero era una tonter�a. En cuanto
su verga qued� limpia desapareci� dentro del Armani y escuch� el cierre de sus
pantalones subir casi al mismo tiempo que la puerta se abr�a y el �rabe volv�a a
su asiento. Permanec� en el ba�o s�lo el tiempo suficiente para asearme un poco
y volver a mis ocupaciones, y a mis preocupaciones, o sea David, y la
posibilidad de que se diera cuenta de mi ausencia. Afortunadamente nadie hab�a
notado nada y volv� m�s sol�cito que nunca a recorrer el pasillo para checar que
todo mundo estuviera bien. Menos yo. Yo no estaba bien. Am�n hab�a quedado
satisfecho, o al menos eso esperaba, pero yo no. Mi excitaci�n flotaba dentro.
No me hab�a querido masturbar tras su salida por no perder mas tiempo en el
ba�o. Ahora vagaba por el pasillo con mi erecci�n contenida y un fr�o sudor
bajando por mi espalda, para mezclarse con el semen de Aman que mojaba mi
camisa. Parec�a sentir el olor de ese semen y hasta pens� que todo el avi�n
pod�a notarlo. Pero no, solo eran ideas m�as y trat� de calmarme.



Mas tarde, Am�n pidi� mas bebidas y lo atend� como si nada.
El hombre segu�a provoc�ndome. Me tocaba discretamente, me miraba con esos ojos
negros que parec�an estar conectados a mi verga, porque se me enderezaba de
nuevo con s�lo mirarlos. Si nadie escuchaba, me dec�a, - putito, te gust� lo que
te hice? -, y yo callaba mirando a ambos lados del pasillo para verificar que
nadie lo hab�a o�do. Me preguntaba despu�s � quieres mas verga, putito? � yo
maldec�a su boca sucia y ansiaba tenerla al mismo tiempo en mi cuerpo - , te
gustar�a ser mi esclava toda la noche? � yo dec�a que no y mi verga opinaba que
s�. Am�n me dejaba en paz y cuando lo ve�a dormir me acercaba a olerlo. Ol�a a
sexo aunque solo yo lo notara, y �l, con los ojos aun cerrados murmuraba, -si,
putito, te mueres por tenerla dentro otra vez, lo s� � y me alejaba de nuevo.



El copiloto me pidi� que les llevara un refrigerio y vi a
David cuando se los llev�. Sent� que David pod�a leer en mis ojos y me sent� m�s
nervioso todav�a. Pero David parec�a ignorarme, y eso me hizo sentirme seguro.



Casi para aterrizar en Madrid, donde tendr�amos una espera de
casi una hora para cargar combustible, Am�n me dijo que al bajar lo buscara en
el restaurante. No dije que lo har�a, pero si supe que lo har�a.



Como si supiera algo, lo cual era imposible, David me pidi�
que comiera con �l. Le dije que deb�a volver al avi�n, que no era conveniente
que nos vieran juntos, pero �l insisti�. Yo miraba a Am�n en otra mesa en el
extremo opuesto del restaurante, mientras David me hablaba de otras cosas. La
verga me dol�a bajo los pantalones y cuando David me propuso que hici�ramos algo
de sexo en alguna de las habitaciones destinadas para el descanso del personal
me negu�, inventando mil pretextos. No me cre� capaz de coger con David con el
olor de Am�n en mi cuerpo y teni�ndolo tan cerca. David me mir� con cierto
recelo y hasta un dejo de tristeza. Me dijo que lo pensara bien y se me hizo
extra�o, pero la calentura por Am�n era m�s fuerte y me mantuve en mi decisi�n.
David me dej� marchar y unos minutos despu�s Am�n sali� y me indic� con se�as
que lo siguiera.



Recorrimos pasillos llenos de gente, esperando vuelos,
comiendo, platicando y yo s�lo pod�a mirar las espaldas de aquel �rabe que me
ten�a sorbido el seso. Prob� la cerradura de varias puertas hasta encontrar una
abierta. Era un almac�n de art�culos de limpieza y estaba vac�o. Tras entrar,
Am�n cerr� la puerta y puso el seguro. Lo mir�, mi respiraci�n agitada y mi
cuerpo tenso como un cable. Lo deseaba, como nunca a nadie. Am�n me dijo que me
arrodillara junto a �l, y supuse que querr�a otra mamada. Feliz de complacerlo
empec� a bajar la cremallera de su pantal�n y recib� una bofetada como
agradecimiento. Lo mir� at�nito, pero incapaz de reclamar.




No te he dado permiso para que agarres mi verga, putito.
Debes aprender a esperar.




Me doli� que hiciera eso, y sin embargo no sal� de all� como
hubiera sido lo correcto. El no era mi due�o, ni tampoco era David, que tanto
hab�a hecho por m�. Era un extra�o, muy atractivo y muy rico, seg�n sospechaba.
No se cual de esas dos cualidades me hizo permanecer all� arrodillado, pero all�
me qued�.



Am�n tom� mi cara con una mano y la levant� hacia �l.




Eres muy lindo, me gustas, - dijo - , podr�as ser m�o, si
te portas bien y obedeces.




Yo asent�, perdi�ndome en sus profundos ojos negros. Am�n
recorri� mi rostro con su mano grande y fuerte. Sus dedos delinearon mis labios.
Uno de los dedos empuj� en mi boca para entrar, y yo la abr�, lamiendo su dedo
medio, tal como lo hubiera hecho con su pene. Mientras lam�a, Am�n me dio
permiso para acariciar su verga, pero me advirti� que no pod�a sacarla fuera del
pantal�n.



Yo recorr� con mi mano su entrepierna. Encontr� el c�lido
bulto bajo sus pantalones. La ten�a dura y gorda. Desee poder sac�rsela para
mamarla, para chuparla y morderla, pero hab�a prometido obedecer y me contuve.



Despu�s de tener un dedo en la boca, Am�n introdujo otro m�s,
y un tercero. Cuando estuvieron h�medos, coment�, - as� como te caben en la boca
pueden caberte en ese culo trag�n que tienes - , yo asent� sin dejar de lamerlos
� quieres tenerlos dentro? - , volv� a asentir.



Am�n me puso de pie y yo r�pidamente me baj� los pantalones y
los calzones. Mi pene, mas duro que nunca no recibi� ni una mirada. Am�n me
volte� de espaldas y yo apoy� las manos en la pared. Mis nalgas, blancas y
listas lo esperaron. Los dedos que acababan de salir de mi boca entraron en mi
culo sin m�s pre�mbulo. Contuve el aliento. No eran una verga, lo sab�a, pero
estaba tan excitado que no me import�, finalmente eran sus dedos y s�lo eso
necesitaba saber. Empec� a gemir con cada embestida suya y el parec�a en
realidad querer hacerme da�o mas que causarme placer, pero yo disfrutaba igual.



Tras varios minutos, sac� los dedos y se limpi� la mano con
mi rostro. El olor de mi cuerpo llen� mis fosas nasales. Una mezcla de
excitaci�n y verg�enza me asalt�. � L�vate la cara, - dijo secamente - , hueles
a culo.



Abri� la puerta aun antes de que pudiera arreglar mi ropa. Un
empleado de mantenimiento estaba casi enfrente y se nos qued� mirando sin dar
cr�dito a lo que ve�a. All� estaba yo, con una tremenda erecci�n y los
pantalones en los tobillos. Am�n parec�a estar disfrutando tremendamente con mi
verg�enza, y el tipo de la limpieza s�lo me miraba mientras yo trataba de
subirme el pantal�n apresuradamente.




Te gusta mi putito? � le pregunt� Am�n al tipo de la
limpieza, que no contest� -, porque si es as�, c�getelo, est� muy caliente y
no ha hecho m�ritos para merecer mi verga.




Ante mi total sorpresa, el tipo le agradeci� el gesto y ambos
entraron al cuarto nuevamente. Pens� en negarme, pero Am�n me mir� advirti�ndome
y no hice nada. Me apoy� en la pared y dej� que mis pantalones resbalaran hacia
abajo nuevamente. El tipo de la limpieza comenz� a acariciarme las nalgas y
r�pido se abri� la bragueta, sacando su miembro. Era mediano y recto como una
flecha, con una bulbosa cabeza roja que pronto busc� la entrada de mi culo. Mi
ano se distendi� al presionar y entr� hasta la mitad con el primer empuj�n. El
tipo empez� a moverse como un conejo, r�pido y eficaz. Sent�a los empujes de su
cadera contra mi espalda baja y nalgas. Su verga entraba con decisi�n y rapidez.
Mir� de soslayo a Am�n. Se acariciaba su verga gorda y dura bajo los pantalones
mientras miraba como era cogido por ese extra�o.



Cuando despu�s de algunos minutos los jadeos del tipo
indicaban su pronto orgasmo, Am�n se puso entre la pared y yo, abraz�ndome y
dejando que me racargara en �l mientras el otro me pose�a. Me prend� a su
cuello, aspirando su perfume y sintiendo el calor de su cuerpo. El tipo explot�
finalmente, llenando mi culo con su leche y Am�n sonre�a complacido. Cuando
termin� de cogerme, el tipo se sacudi� el miembro y se abroch� los pantalones.
Am�n me orden� que me arrodillara y sin dejar que yo lo tocara se abri� la
bragueta y se sac� la verga frente a mi rostro. Vi ese enorme pito oscuro a
escasos cent�metros y desee poder tenerlo. Am�n se lo sacudi� unas cuantas veces
y se vino en mi rostro. Su semen caliente y lechoso escurr�a por mis ojos, nariz
y barbilla. Como si fuera un privilegio comenc� a atrapar el que escurr�a por
mis labios y me lo tragu�. Am�n se limpi� los restos de semen en su pene con mi
pelo y sali� nuevamente.



El otro tipo me miraba, pero para mi �l no exist�a. Me
arregl� la ropa lo m�s r�pido que pude y sal� tras Am�n, pero ya no estaba. Sin
llamar la atenci�n entr� a un ba�o y me limpi� lo mejor que pude, lavando mi
pelo y mi cara. Ya era tarde y el vuelo casi estaba listo para cumplir su
segunda etapa. Llegu� corriendo al avi�n. David me mir� pasar. Si mi pelo mojado
se le hizo extra�o, no me dijo nada. Tom� mi puesto y me hice cargo de mis
obligaciones. Am�n ya estaba en su asiento y me ignoraba ol�mpicamente. Cuando
pas� a su lado, y sin mirarme siquiera, me extendi� unos billetes. � Por las
molestias � fue lo �nico que dijo. Eran 500 d�lares que me hicieron sentir como
una puta, y que por supuesto guard� en mi cartera antes que alguien se diera
cuenta. El avi�n despeg� hacia Marruecos.



Cuando aterrizamos en Rabat yo era un manojo de nervios. Am�n
no hab�a vuelto a dirigirme la palabra, y David, en las dos ocasiones que entr�
a la cabina tambi�n me ignor� como si fuera invisible. Cuando el avi�n recorr�a
la pista, buscando ya la puerta donde desembarcar�an los pasajeros, vi la luz
que me avisaba que un pasajero me necesitaba y era Am�n. Me dio una tarjeta y la
indicaci�n de que le llamara en la noche. El coraz�n me dio un vuelco al saber
que volver�a a verlo y todav�a estaba interesado en m�. No sab�a como iba a
zafarme de David para poder verlo, pero ya tendr�a tiempo de pensar en eso.



Despu�s del papeleo de ingreso y dem�s tr�mites, David y yo
quedamos finalmente libres para irnos a registrar a un hotel y pasar toda una
semana juntos antes del vuelo de regreso. Todav�a le daba vueltas al pretexto
que inventar�a para ver a Am�n, cuando David recibi� una llamada telef�nica y me
inform� que deber�a volver esa misma tarde. El piloto que deb�a volar de regreso
hab�a ca�do enfermo y �l deb�a suplirlo. Ni siquiera se me ocurri� pensar en lo
ins�lito de esa situaci�n. La compa��a por norma no permit�a que en vuelos
largos un piloto trabajara sin tener por lo menos dos d�as intermedios de
descanso, seg�n las reglas de seguridad, pero yo estaba tan feliz de estar libre
para ver a Am�n que ni cuestion� lo que David me dijo. Puse cara contrita y
hasta le reclam� que me dejara solo, en aquel pa�s desconocido. Cuando David
dijo que intentar�a negarse y que la l�nea solucionara su problema con otro
piloto, rectifiqu� r�pidamente, record�ndole el excelente bono que se ganar�a, y
que ya nosotros tendr�amos tiempo de volver a Marruecos despu�s para
desquitarnos. Volv� a notar la extra�a mirada en David, entre desilusi�n y
coraje, pero ya mis pensamientos estaban en el oscuro pene de Am�n y el deseo
feroz de tenerlo toda una noche para m�.



Comimos r�pidamente y una hora despu�s David se march�. Sal�
al balc�n, a mirar como se oscurec�a en esa extra�a ciudad y esperar a que
llegara la hora de llamarle a Am�n. Cuando le llam�, el solo hecho de tener su
tarjeta en la mano y marcar el n�mero hizo cosquillas en mi est�mago y sent� el
deseo hinchando mi verga. Contest� despu�s de varios timbrazos y su voz profunda
termin� de excitarme. Me dijo que enviar�a un chofer al hotel a recogerme y que
estuviera listo a las 10 de la noche en la entrada.



Me di un largo ba�o y escog� la mejor ropa. Quer�a que me
viera sin el uniforme y quer�a gustarle. El chofer lleg� puntual. Trat� de
conversar con �l, para averiguar algo m�s de Am�n, pero el hombre s�lo hablaba
�rabe y bereber, y unas cuantas palabras en ingl�s. Lo dej� en paz y mir� por la
ventanilla el ex�tico paisaje de la ciudad.



Llegamos a una enorme mansi�n con altos y fuertes portones.
Una c�mara nos enfoc� mientras el portero autom�tico nos permit�a entrar. El
camino a la casa estaba a oscuras y solo la mansi�n, levemente iluminada se ve�a
al fondo. Yo estaba francamente impresionado. Pens� encontrar una fila de
empleados para recibirme, pero el chofer me hizo pasar en una silenciosa y
oscura sala sin nadie a la vista y desapareci�.



Esper� varios minutos. Nadie ven�a, no hab�a ning�n ruido. No
me atrev� a salir, ni a encender las luces. Segu� esperando. Despu�s de casi una
hora all�, me sent�a totalmente perdido. No sab�a como regresar al hotel. No
hablaba el idioma y Am�n no aparec�a. Estaba por dejarme dominar por la
impaciencia y el temor cuando apareci�. Con una se�a me dijo que lo siguiera, y
pens� que quer�a seguir con su juego de dominaci�n, por lo que obedientemente lo
segu� sin hacerle ninguna pregunta ni reclamarle la hora de espera.



Subimos una larga escalinata de m�rmol y entramos en otra
habitaci�n, iluminada con velas y bastante lujosa. All� Am�n me abraz� y yo me
sent� en el cielo, totalmente agradecido sin saber de qu�. Sus brazos fuertes me
rodeaban y sent�a su barba poblada junto a mi cuello. Un atisbo de su lengua me
lami� discretamente y empec� a arder de deseo. Am�n me orden� que me desnudara.
La habitaci�n no era su rec�mara, mas bien era como un sal�n, con sillones,
hermosos cuadros en las paredes, l�mparas y diversos adornos. Sent� algo raro al
desnudarme all�, pero lo hice, permaneciendo de pie bajo la atenta mirada de
Am�n, que dio un par de vueltas a mi alrededor sin tocarme.



Am�n abri� un enorme armario y sac� un par de esposas. Me
coloc� una en cada mu�eca, sin cerrar el otro extremo, y yo no me resist�. Me
llev� hacia el amplio sill�n y me arrodill� sobre �l, d�ndole la espalda. Tom�
mis manos, rodeando el respaldo del sill�n y trab� las esposas abiertas a una
barra tras del sill�n. Eso me dejaba incapaz de voltearme y totalmente a su
merced. La situaci�n me excit� completamente. Mi verga, erecta como nunca, se
restregaba contra el rugoso respaldo del sill�n llen�ndome de sensaciones.



Am�n me acarici� la espalda, bajando hasta mis nalgas. Las
abri� con sus manos y sent� el aire en el ojo del culo, h�medo ya con el calor
de mi cuerpo. Desee sentir su lengua en el ano, como a David tanto le gustaba
hacerme, pero Am�n no lo hizo. Se limit� a mirar mi culo abierto y casi pod�a
sentir su mirada en cada pliegue de mi carne.



Como hab�a hecho hasta el momento, Am�n me sorprendi�
nuevamente con un par de nalgadas que me hicieron gemir de dolor. Necesitaba su
caricia y recib�a su maltrato. Mis nalgas bailaron por la fuerza de sus manazos
y eso pareci� gustarle. Me dio unas cuantas m�s y sobre mi hombro pude verlo
desnudarse. All� estaba su grueso y oscuro pene, tan oscuro como el deseo que me
consum�a, y el ansia de tenerlo dentro.



Am�n, r�pido me ensart�. Lo sent� presionar y empujar. Lo
sent� abrirse paso en mi carne. Lo sent� invadirme por completo y cerr� los ojos
para no perder ninguna de esas sensaciones. Me sent� como una cosa, yo no
importaba all�, yo no estaba para exigir placer, solo para complacer, para dejar
de ser y solo estar.



El �rabe me pose�a y no hab�a nadie all� para negarle ese
derecho. Los empujes de su cuerpo se volvieron m�s violentos. Si el sill�n no me
hubiera sostenido hubiera acabado en el piso, en la pared, estampado como el
hermoso papel tapiz de aquella habitaci�n. Pero estaba encadenado, no pod�a
moverme, no pod�a sino aguantar los empujes furiosos de esa verga que parec�a
llegar hasta lo m�s profundo de mi cuerpo. Mis piernas estaban dolorosamente
abiertas, aguantando el peso de Am�n y sus feroces empujones.



Cuando el deseo estaba en su punto culminante, cuando cre� no
poder aguantar un minuto m�s sin gritar de placer, cuando la maravilla que era
Am�n me pose�a con inusitada violencia, la puerta de la habitaci�n se abri� y vi
a David, con una copa en la mano y una sonrisa perversa que nunca hab�a visto en
su rostro.



Con la sorpresa, el aire abandon� mis pulmones, y la verga de
Am�n abandon� mi culo, y no supe cual de las dos cosas me doli� m�s.



Am�n sali� al encuentro de David y lo abraz� cari�osamente.
Vi el hermoso y fuerte cuerpo de Am�n totalmente desnudo por primera vez. Moreno
y fuerte, cubierto de oscuro vello y hermosamente masculino. Vi ese cuerpo
desnudo fundirse en un abrazo con David. Vi sus bocas entrelazarse en un h�medo
beso. Un beso que yo no hab�a conocido en Am�n, y que sab�a de memoria en David.
Las manos de mi querido David bajaron por la espalda de mi adorado Am�n,
sopesaron sus recias y fuertes nalgas, acariciando su velluda consistencia y
perdi�ndose en el negro rinc�n de ano. Sus dedos exploraron la carne sudorosa de
Am�n. La contuvieron, la amasaron, y finalmente la abrieron, para dejarme
observar por un segundo su ano, peludo y misterioso, que se abri� a los amorosos
dedos de mi David.



Despu�s de cachondearse un rato, Am�n desnud� a David, y
delante de m�, sin que les importara mi presencia comenzaron a hacer el amor,
totalmente ajenos a m�, como si yo fuera solo un mueble m�s en aquella
habitaci�n.



Yo estaba al borde del orgasmo, con unas inmensas ganas de
participar, de que me jodieran, de mamar algo y sentir las caricias de
cualquiera de los dos. Y por encima de eso, estaba ansioso de saber. Saber que
hab�a pasado, como se conoc�an, de que iba ese extra�o juego, porque me
enga�aban de esa forma.



Los interrump�, les hice preguntas, me ignoraron, segu�an
fundidos en aquel abrazo y sus piernas entrelazadas al igual que sus lenguas me
hicieron da�o. Comenc� a gritar, a exigir ser liberado. Am�n se solt� del abrazo
y avanz� hacia m�. Cre� que me liberar�a, pero se limit� a ponerme un bozal en
la boca que me oblig� a quedarme callado, sin poder hacer m�s que mirar a ese
par de hombres y el contraste entre la morena masculinidad de Am�n y el satinado
cuerpo de David. No cre� poder soportarlo.



El deseo me dol�a. Mi verga ansiosa parec�a quemarme y tuve
que soportar el largo y apasionado juego de ellos dos. David se cogi� a Am�n y
al ver su verga blanca entrar en el oscuro agujero de Am�n, separando su carne
cubierta de vello hasta que sus huevos toparon con sus hermosas nalgas, pens�
que morir�a de envidia. Pero ver despu�s el maravilloso fierro negro, en total
erecci�n, grande y poderoso, entrar en David, que jam�s hab�a permitido que yo
me lo cogiera, de verdad me hizo sentirme miserable.



David acog�a la verga negra como si se hubiera dedicado a eso
toda su vida. Estaba sentado sobre ella. Am�n lo dejaba subir y bajar sobre su
palo enhiesto, y David lo hac�a como hac�a todas sus cosas, lenta y
dedicadamente, absolutamente concentrado en la placentera sensaci�n de resbalar
alrededor del falo, cubri�ndolo, acarici�ndolo con su hueco profundo y abierto
para recibir cada pedazo de carne, cada mil�metro de verga, y asegurarse que
Am�n sintiera su cavidad de forma amorosa y complaciente.



Me vine, sin tocarme, sin la caricia de nadie, con la sola
vista de los hombres que deseaba y que estaban tan cerca y tan lejos al mismo
tiempo. Ellos ni lo notaron. No escucharon mis gemidos contenidos en el bozal,
ni mis desesperados esfuerzos de aliviar un poco la molestia de las esposas en
mis mu�ecas y la posici�n de mi cuerpo, que ya llevaba m�s de una hora reclinado
en el sill�n.



Cuando terminaron, todav�a siguieron entrelazados en su
abrazo, y sus miradas me dolieron tanto como el sexo que acababan de tener.



Todav�a se dieron el lujo de salir y dejarme all�, para
volver en alguna hora de la madrugada para despertarme de forma violenta, con
una sacudida que hizo que millones de calambres martirizaran aun m�s mi cuerpo.
Las esposas me aprisionaron ambas mu�ecas y una cadena en mi cuello fue a�adida.
Como un perro, maniatado y encadenado del cuello, me sacaron de esa habitaci�n y
me llevaron a un ba�o. All�, con agua helada me obligaron a ba�arme y sin mas
vestimenta que las esposas y el collar me ataron en un rinc�n, donde desnudo y
muerto de fr�o pas� el resto de la noche.



Por la ma�ana, ambos vestidos con trajes de lino blanco y
sandalias me sacaron de la casa y subimos los tres a un coche. Me mor�a por
hacerles preguntas, por rebelarme, por sacudirme esas cadenas que ya estaban
volvi�ndome loco y arrancarme el bozal de cuero que tapaba mi boca. Ellos me
encadenaron en la parte trasera del coche, y con Am�n conduciendo partimos
cuando el sol pintaba de colores el camino.



Despu�s de un tiempo, el azul del mar apareci� en la
ventanilla. El hermoso Mediterr�neo que hab�a pensado que conocer�a bajo otras
circunstancias, y que ahora deb�a conformarme con s�lo mirarlo, atado y desnudo,
desde la parte trasera de un coche. Llegamos a un muelle, privado, lejos del
resto de embarcaciones y su ajetreada tripulaci�n. Descendimos frente a un
enorme yate, y tontamente pens� que cuando la tripulaci�n del barco me viera
bajar, desnudo y amarrado, se armar�a un revuelo y ser�a liberado. Ninguno de
los marineros con los que me top� hizo el menor gesto de que mi presencia fuera
algo extra�o y nunca visto. Continuaron sus labores y yo continu� caminando tras
Am�n y David. Ni siquiera me ataron fuera, donde pudiera disfrutar del sol y el
aire salino, sino en un peque�o y oscuro camarote dentro del yate, con una
peque�a y redonda ventanita que solo me permiti� vislumbrar el cielo azul.



El yate se puso en movimiento y yo me mor�a de hambre y sed.
Vino mas tarde uno de los marineros. Rubio y seco, afloj� el bozal y me ofreci�
un vaso de agua, que beb� desesperadamente de sus manos. Mientras me daba de
beber con una mano, con la otra recorri� mi cuerpo. Yo no estaba en posici�n de
reclamar y nada mas me interesaba seguir bebiendo. Cuando su dedo, seco y duro,
entr� en mi ano sin ninguna lubricaci�n, apret� los dientes y segu� bebiendo. El
marinero me solt� el vaso y lo tom� con ambas manos, dej�ndole las suyas libres.
Se abri� la bragueta y se sac� la verga, grande y rosada. Comenz� a masturbarse
mientras segu�a meti�ndome los dedos en el culo. Su orgasmo lleg� r�pidamente, y
me quit� el vaso de las manos para vaciar su leche dentro de �l. Rellen� el vaso
con mas agua y volvi� a ofrec�rmelo. El semen bailaba en el agua, flotando y sin
mezclarse. Sent� asco, pero me mor�a de sed. Lo volv� a tomar con mis manos y
apur� el liquido antes de que el asco me obligara a volver el agua que tanta
falta me hac�a. Cuando lo termin�, tom� el vaso, coloc� el bozal nuevamente y se
march�.



Finalmente el yate se detuvo y minutos despu�s Am�n baj� al
camarote a recogerme. Camin� tras �l, m�s d�cil y vencido que nunca. Cruzamos el
muelle de lo que parec�a una peque�a isla y un jeep conducido por un negro
impresionante nos recogi� a los tres, para llevarnos a una casa que despuntaba
en la colina.



Al llegar, no �ramos los �nicos. En el enorme jard�n de la
casa hab�a varios hombres, charlando en grupitos, y que al llegar nosotros
dejaron de hablar para mirarme. Sus ojos mostraron deseo, inter�s, pero no
sorpresa. El negro me condujo por un costado de la casa mientras David y Am�n
tomaban una copa y se integraban con los otros hombres que deambulaban en el
jard�n.



Finalmente, una hora despu�s el negro me llev� al jard�n y me
ataron en una tarima de madera alta, frente a todos. No era el �nico. Hab�a
otros 4 j�venes en iguales condiciones, desnudos y atados. Nos mir�bamos unos a
otros y hab�a miedo en sus ojos. Comprend� entonces de qu� iba todo aquel
asunto. La subasta comenz� y aquellos hombres ricos procedieron a pujar por
nosotros. Me perd� gran parte del proceso, no ten�a cabeza para pensar, ni para
tratar de adivinar cual ser�a mi suerte a partir de aquel momento. Hacia el
final, vi a David estrechar la mano de un hombre alto, entre gordo y corpulento,
cuyo traje apenas pod�a ocultar su poderosa anatom�a, y que me miraba con ojos
decididamente lujuriosos. Supe que hab�a sido vendido a �l, y vi la sonrisa de
David al recuperar lo invertido hasta entonces en mi manutenci�n.



No volvi� a mirarme. Tom� a Am�n de la mano, y como viejos
amigos circularon por el jard�n, mientras yo era conducido por el negro hasta
otro yate y otra vida, sin David para protegerme. Tal vez hab�a volado demasiado
lejos y ahora no sab�a como aterrizar.



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