Relato: Franela en mi





Relato: Franela en mi


1




Cualquier calle, infinita avenida o reducido callej�n, en
esta, mi ciudad, alberga humanos describibles, otros, no tanto. Creo que en mi
papel de relator, debo de atender a la verdad, a convidar capullos, de esos, de
los que dan mariposas, llenos de ideas y formas para que tu imaginaci�n crezca.


�D�nde estacionar el coche?


No es la primera vez que ando por aqu�, calle muy concurrida,
pre�mbulo de hordas y de sensaciones. Hoy he amanecido sensitivo, erecto y
dig�moslo, cachondo. No quiero desperdiciar la oportunidad de acudir a un
mercado callejero, sin exponerme, solo mi camiseta vieja, nada de oro, mis jeans
muy usados, calcetas c�modas y mis tenis azules. No he desayunado nada, est�mago
vac�o. Mente muy abierta, ojos cansados de dormir de m�s. Opciones, el
aparcadero lleno de hombres con urgencia, no, mejor la acostumbrada sombrilla en
la calle, grupo de j�venes, regenteados por una matrona. Toneladas de
mercanc�as, curiosidad de encontrar un reloj al gusto.


Fijo el espacio y una mano morena clara me indica que ah�
est� mi lugar, el de siempre. Brazo fuerte, camisa abierta, pelo en pecho, nada
escandaloso. Claridad de mirada, no se intoxica y si lo hace, que bien lo
disimula. Otros pantalones de total mezclilla, que envuelven gratos rellenos,
insisto, nada del otro mundo, pero como quisiera gravarlo en mi mente, sin
ofender o rallar en la obviedad.


Salgo del coche, cierro todo perfectamente, acciono el bot�n
y un sonido me indica que no estoy so�ando, junto a m�, est� un chavo gal�n, con
franela en mano, sonriente, saludante.




�se lo lavo?. Indica mi sonriente conocido, como que queriendo agradar y
dobleteando las palabras.


Vas. Mi respuesta a sus ojos.


�Cu�nto tarda, jefe?. Nuevamente sonr�e, como que queriendo darse a
entender.


Lo que necesites. Mis labios sonr�en, mi lujuria y pertinaz
conscupisencia, le advierten.




Camino hacia la multitud, pensando en las m�ltiples ideas que difieren de lo
que quisiera yo que me hubiera dicho. Puedes lavarme lo que sea, contigo a mi
lado, duro lo que sea necesario, para el placer tuyo.


Que ideas, caliente me siento y camino entre los cientos de puestos que uno
tras otro muestran todo, desde lo m�s com�n, hasta lo m�s pervertido.




2




Un llavero con un mini vitral, dizque italiano, quince pesos,
una loci�n sin marca famosa, pero de olor a tabaco, cien pesos. Me dirijo a los
relojes, quiero reponer los regalados o truequeados. Filas de gente que van o
vienen, valores entendidos, el roce sin discusi�n, no la hagamos de pedo, aqu�
te avientan si no te adaptas al ritmo multitudinario.


Independientemente que te acostumbres al contacto cercano, no
es lo mismo que alguien se ponga sobre de ti, cuando te detienes ante algo que
te interesa.


Eres perspicaz, no es lo mismo la se�ora gorda que te avent�
y que entre sus senos y abdomen enorme, tu espalda se perdi�, como el individuo
que te dio un llegue, con algo duro y que no era, ni su celular o su cartera. El
dinero est� en una bolsa peque�a de tu pantal�n, no hay mayor preocupaci�n.
Pero, este cabr�n no se aleja, no pasa, sigue atr�s de ti, al igual que el
sonido estridente del puesto de discos.


Otros dos cabrones se ubican a tu lado. Ya me la se, quieren
rodearme y f�cilmente aviento al de atr�s, camino r�pido y llego a una
intersecci�n de m�s puestos, sin voltear, recuerdo que no estaba mal, pero mi
sensibilidad fue rota por la pretendida agresi�n.




3




No estoy lejos del auto, que ser� una cuadra, ya con mis dos
relojes y con pel�culas que no se han estrenado. Mi tesoro resguardado en bolsas
negras que no permiten presumir el hallazgo.


Detengo el paso y compro mangos cortados, chile en polvo
riqu�simo y una saliva que se sale de mi boca.


Entre los puestos uno no advierte que aqu� hay casas, caminos
angostos que se pierden en paredes, ventanas abiertas con cortinas saboreadas de
olores a comida.


Detengo el paso en un dintel, Saboreo y disfruto el placer de
comer.




Que pedo jefe, ya se cans�. Una voz familiar a mi
izquierda me recuerda una figura.




Volteo y veo a mi chico franelero, sonriente, vi�ndome sin
detenerse en mis ojos, mirada, quiz� triste o quiz� anhelante.




Aqu�, mi chavo, d�ndole al mango. �gustas?. Mi educaci�n
ante todo, se que lo com�n ser�a no aceptar, pero mi voz quiere confianza.




Una mano se adelanta y me quita el tenedor blanco de
pl�stico. Internamente, me muero de la pena, externamente, solo sonr�o,
anhelante de que lo haga y rompa toda la barrera. Cualquier persona que te quite
un tenedor, no lo har�a como �l, envuelve mi mano, sintiendo su mano fr�a en mi
cuerpo caliente.



Toma el tenedor y me encanta su manera de tomar un pedazo de
mango, lleno de chile rojo, lim�n y sal. La grabadora mental est� prendida, alta
fidelidad en lo que hace. Dirige hacia su boca, hacia su cara perfecta, hacia su
lengua roja saliente y urgente. Introduce el bocado.



Sabe que esto es un acto, el de meterse algo que es m�o y de
saborearlo, al igual que yo saboreo cada instante de su degluci�n. Sus labios se
cierran y semejan un beso, que siento que le ha dado al tenedor.



Devuelve el tenedor como no me hubiera imaginado, con el lado
correcto para que yo lo tome.


Mi mente de dobles palabras surge.





�Quieres m�s?, mando la idea y r�pidamente sin pensarlo,
sin recato, sin pena, me la revierte.


Todo, cabr�n.





Me r�o y �l tambi�n. Se da vuelta hac�a la puerta peque�a,
volteando y sabiendo que su mirada me ordena, me indica que lo siga.



Yo, voy detr�s de �l, mir�ndolo y dej�ndome conducir.




4




Un pasillo, una escalera, unos ni�os con ropas limpias
jugando, sabor de miedo, sabor de mango con chile que recorre mis labios, que
humedecidos por mi lengua y mi aliento que atraviesa.



Puertas de metal y rejas por todos lados. Mini departamentos
o mini bodegas, cajas con letreros en ingles y con s�mbolos chinos que aparecen
en varios de ellos.



Abre la puerta met�lica, blanca y la verdad, sucia.



Entro a su mundo, una mesa de cubierta blanca, dos sillas, un
sill�n de material verde ra�do. Una televisi�n y un aparato sintonizador de
televisi�n satelital. Ropa de hombre y olor a ese sudor que te recuerda. Lugar
de no mucha luz, ventana con cortinas prendidas a dos clavos. Cierra la puerta,
prende la luz, acude al refrigerador y saca dos cervezas claras, que
inmediatamente se escarchan con la humedad.



Me siento en una silla y lo �nico que se me ocurre es no
dejar de admirarlo, cuando deja las dos cervezas en la mesa, como sus b�ceps,
m�s grandes de lo normal, se curvan ante el peque�o esfuerzo. Toma el control,
de la tele y de m�.



Prende el aparato y mis sentidos.





Pinche calor. Dice, como disculp�ndose.





Toma el tenedor de mi mano nuevamente y toma dos pedazotes,
sensualmente los mete a su boca. Tiene ese tipo de mirada, de ojos casi
cerrados, cuando est� disfrutando el alimento.



Abre las cervezas, me invita a tomar una, yo sin negarme, la
toco, fr�a, l�quido que me cae fuerte en la boca, con mis labios cerrando, casi,
el pico de la botella.




5




Ya se ha abierto la camisa y cambia de canales.


Su pecho joven, con el vello suficiente y sin excesos, sobre
de una piel sin un solo grano, sin un ara�azo. Pecho de los naturales, sin
grasa, sin grandes vol�menes, solo y �l conmigo.



Una mano con la chela, otra mano acariciando sus pelitos
negros en el ombligo, cont�ndolos sin saber cuantos son.



Yo por mi parte estoy sintiendo el calor y comienzo a sudar.
No he soltado mi bolsa negra con mis tesoros. Subo un poco mi camiseta limpia y
muy usada. Le doy con su misma medida.



�l sigue tomando de la cerveza y de mi mango. Sonriente,
dientes alegres y casi perfectos, en vez de entregar a su boca el mango, me hace
el honor y hace que abra la boca, deposita el manjar y a la vez, sabedor que
todo lo veo, abre sus piernas y las cierra. Yo he sacado la lengua y me entrego
a que me alimente. Cuando siento el mango en m�, cierro los ojos.



Vuelve a tomar �l otra rebanada y ahora la muerde,
descaradamente, atrevidamente. De su mordida viaja a mi boca. No solo ahora se
ha compartido, sino para poder alcanzarme, detiene su otra mano en mi pierna.



Con el toque de su mano en mi pierna, fugazmente siento que
su energ�a me recorre, m�s entre mis piernas, por mi espalda. Las palabras no
han mediado, no ha habido convencimiento, no hubo necesidad.




6




El calor y mi calor, hurgan en su cuerpo, eleva una mano y en
un movimiento extra�o, por su espalda, retira su camisa de mangas cortas. Su
musculatura madreadora es exhibida. Se levanta y permito que me quite la playera
ajada.



Sus pies evacuan sus zapatos, sin calcetines sus pies huelen
a piel, nada amargo prevalece.



�l lo hace todo, desatornilla el cintur�n y abre el pantal�n.
De pie, se acerca a mi cara. Saco la lengua y palpito en su ombligo. Peino esa
zona y enjuago mi humedad en su piel tersa y desesperante. Sus abdominales se
contraen y toma mi cabeza, la junta a su piel y me est� abrazando. El abrazo es
apretado, como queriendo fundirme. Me suelta y comienza a darse vuelta. Avanzo
en mi camino, hasta que me ubica en la parte baja de su espalda.



Un resorte de colores rojos, adherido a su piel que saboreo.
Meto la lengua entre el resorte y su piel, para las nalgas, preciosas, peque�as
y embriagantes se pegan a mi pecho. Lo abrazo y con mis manos abro el cierre,
dejando caer sus pantalones. Boxers pintorescos que se muestran.



Hace los movimientos correctos para abandonarse en m�,
abandonar su ropa.



Inclinado para adelante me muestra el objetivo. Un par de
sabrosas nalgas peludas que requieren de humedad. Complazco sus intenciones y
con mis manos abro y mi nariz, mi boca y mis ideas, palpan ese ano rojo. Recorro
mi lengua de abajo, al lado, al otro lado, arriba de ese placer. Cuanto m�s meto
mi lengua en sus bordes, advierto que se frunce. Mi lengua ataca al ind�mito
lugar. No ha habido rechazo por alg�n olor escatol�gico. Al contrario, su olor a
piel y a leve sudor permanece en mis memorias.




7




Me duele ya el frenillo de mi lengua, por lo que me ayudo con
mi dedo pulgar, a la vez que la humedad ayuda.



Yo sentado, �l de piernas abiertas y confianzudas. Se inclina
mucho m�s, mostr�ndome el comienzo peludo de un perineo y unos huevos que quiere
que lama. Abro la boca e introduzco un �pice de sus test�culos. Sus piernas se
han cansado, porqu� se incorpora lentamente y cierra sus puertas.



Voltea el cuerpo, poco a poco el m�stil moreno que apunta al
cielo, donde yo ya estoy, aparece poco a poco.



Yo ya se que hacer, abro mis fauces, redondeo mi boca para
introducirme todo, si es que puedo. Saco la lengua y me mete la verga en mi
boca. No quiero medir ni comparar, pero ya no puedo abrir la boca m�s, ni
respirar. Su cabeza est� en lo m�s profundo de mi garganta. Existe una especie
de tend�n en la parte de debajo de su pene, que entre m�s excitado, m�s se
advierte. Sus venas y su calor act�an en mis manos, que prestas, quieren conocer
sus piernas, acarici�ndolas.



Movimientos varios acuden, uno, el de su falo en mi boca,
otro, el de sus manos acariciando mi cabeza, adem�s el de mis manos que recorren
sus nalgas, sus piernas, su pecho.




8




Se retira y regresa, tomando mi mano e indic�ndome que quiere
que me pierda en �l y �l en m�.



Caminamos poco, perdiendo las pocas ropas que yo ten�a. La
rec�mara y la cama sin arreglar. Me deposita en ella, boca arriba. Veo un foco
sin prender, pendiente de un cable negro.



Arriba de m� se pone. Abro mis piernas y besa mis mejillas,
mis ojos, mis o�dos. Beso su boca, acaricio su lengua, abro mis piernas y las
subo a su espalda. Debajo de su almohada, busca con su mano y encuentra un
paquetito, lo abre y toma el pl�stico. Precavido y me gusta. Se pone de lado y
se lo coloca. Busca nuevamente algo y un peque�o recipiente, como de shampoo
sale, lo abre y deposita el l�quido en su mano y recubre su dureza.



Ahora sube mis piernas y las pone en sus hombros. Me besa y
me acaricia, me ensarta en un solo movimiento. Dolor y perdici�n recorren mi
cara. Tapa mi boca con sus besos, pidiendo perd�n. Siento en mis nalgas todo su
poder, en mis piernas, su pecho ruega y complazco.



La m�sica del canal de videos da el ritmo, penetra y jadeo.
Sale y respira en mi cara. Me taladra. Saca la verga y poco a poco la vuelve a
meter, buscando algo, creo que lo ha encontrado, porqu� no penetra m�s, sino ah�
se detiene y vuelve a sacar.



El placer personal es intenso, es como si algo se fuera a
romper y a la vez provoca que mis ojos se humedezcan, las l�grimas ruedan en mi
cara. C�jeme con esa verga dura, sin palabras, anhelo.



Vaivenes y el calor sube. Sale de m�. Me pone en posici�n
fetal. Yo de lado, �l sabe que de lado, penetra y abre m�s. Mete y saca sin
medida, en espacios de tiempo distintos, permanece mucho a veces, como tomando
aliento y en otros, con pasi�n se mueve rapid�simo. Toma mi picha y la llena del
mismo l�quido que uso antes. Su mano recorre mi r�gida amiga y al un�sono de su
movimiento me est� haciendo ver estrellas y abrirme m�s a lo que me hace.



La cama cruje ante sus embestidas, pega en la pared. De lado,
su camotote es apretado m�s por mis adentros. No puedo evitar hablar.




C�jeme todo cabr�n.




No contesta, solo asiente con la cara. Ese sudor ex�tico del
sexo, nos est� cubriendo y su cara est� llena de esas otrora gotas, ahora r�os.
M�s, m�s mete, saca y vuelve a hacer. Dureza extrema en m�, dura verga en su
mano y preludio del estallido, sale de m� y diestro entra, perfecto. Suelta un
grito, vuelve a sacar y en ese momento, al meter nuevamente, yo me estoy
viniendo, impactando su mano, creo que hasta fuera de la cama fue a dar.
L�quidos que viajan en el espacio y el tiempo ha pasado. Cae sobre de m�, sin
sac�rmela.



9




No se explicar que me dio confianza de entrar en su vida y
dejarlo entrar en m�. No se que lenguaje sexual uso, que hizo que yo rompiera
todos mis antecedentes y escribiera un nuevo libro. Solo se expresar que su
cuerpo es perfecto, cada uno de sus rincones exquisitos y yo feliz de haber
dejado ah� mi coche, de comprar mi mango con chile y de la chela fabulosa que me
revente. Pero entre todo, lo que m�s me pervirti� fue su semen, que despu�s
prob�, as� como sus ricas nalgas y pues tengo historia para contar despu�s.
Gracias fabuloso franelero.


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Relato: Franela en mi
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