Relato: El Estero (16 - Final)





Relato: El Estero (16 - Final)

El Estero 16


Cap�tulo final


En ocasiones simplemente voy al estero a descansar. Busco un
espacio apartado, solitario y all� me tiendo en busca de paz. El sitio est�
lleno de lugares as�, tranquilos y alejados del mundanal ruido, especialmente en
primavera, en que durante los d�as de semana la mayor parte de la gente se
encuentra trabajando y los chicos en sus colegios.


Era uno de esos d�as de primavera, precisamente, en que me
encontraba descansando y reflexionando acerca de la importancia de los pelitos
del ombligo, cuando me vi interrumpido en mis profundas cavilaciones filos�ficas
destinadas a cambiar al mundo.


Estaba en uno de esos refugios naturales que me brinda el
estero cada temporada, rodeado de abundante y frondosa vegetaci�n. El lugar se
ubicaba en las orillas de un poz�n de agua algo profundo, pero de peque�a
superficie, quiz�s unos tres metros de ancho por unos cinco de largo, donde el
agua penetraba abundante y limpia por un extremo.


En una de sus riberas un grueso tronco sobresal�a semi
horizontal a unos 50 cms. del agua, permitiendo zambullirse espl�ndidamente
desde all�, ya que la profundidad ser�a de unos tres metros f�cilmente; es
decir, era una piscina natural, de aguas transparentes y recorrida por grandes
carpas (peces) que se lograban distinguir en el fondo.


Al parecer el sitio ya hab�a sido descubierto, puesto que al
llegar por la ma�ana advert� muchas huellas descalzas de pies en la seca arena
de la orilla. Ya hab�an transcurrido muchas horas desde mi llegada y el sol se
encontraba m�s all� de la l�nea del mediod�a. Como �nica prenda, vest�a mi
sugestiva soutien de lycra con dise�o tropical, que me permit�a lograr un
bronceado sensual al dejarme una clara marca en mi piel.


Como el d�a era perfecto, sin nubes, con una suave brisa
fresca y los cantos de los p�jaros en las cercan�as, el sue�o me invadi� despu�s
de almorzar y refrescarme un poco en las c�lidas aguas.




�Aqu� est�! �me despert� una voz juvenil atr�s de m�.


Est� s�per bonita la poza locos


�D�nde est�n chiquillos? � se escuch� una voz algo m�s
lejana


�Ven por ac�! �respondi� un mocoso que a�n no distingu�a


Yo me voy a ba�ar al tiro � dijo alguien y un chico
apareci� tras unos arbustos algo sorprendido por mi presencia




Ambos nos miramos y balbuceamos algunas palabras de saludo.
El chico se sac� la camiseta que vest�a, liber� sus pies y se lanz� con alegr�a
a las aguas. Pronto comenzaron a aparecer sus amigos, todos entre sorprendidos y
molestos con mi presencia, pero igualmente deseosos de disfrutar de una tarde de
esparcimiento en el precioso lugar.


Era un grupo de cinco mocositos de alrededor de quince a
diecis�is a�os, en la plenitud de su adolescencia, que no dejaban de lanzar
miradas furtivas hacia mi, quien permanec�a aparentemente indiferente a su
presencia, aunque entre mis piernas mi sexo estaba ansioso por mostrar sus
atributos.


Luego de algunos minutos que se me hicieron eternos, los
chicos dejaron de jugar en el agua y se dispusieron a descansar en la arena
justo en la ribera opuesta. All� se hizo evidente que mi presencia no les
parec�a en absoluto desagradable, ya que dos de ellos se empezaron a entretener
en acariciar sus sexos por dentro de su pantal�n. All� me pareci� reconocer a un
morenito que hab�a divisado desde el puente algunos d�as atr�s.


Pronto los chiquillos ya me miraban directamente y me
sonre�an con cierto descaro. El morenito decidi� romper el hielo que a�n
subsist�a.




Hola amigo �me dijo mientras alzaba su mano y me saludaba
sonriendo p�caramente


Hola �respond� como con desgano


�Se acuerda de nosotros? El otro d�a en el puente...
�hice como que no me acordaba


Eh, no me acuerdo �respond� mintiendo


El otro d�a cuando estaba con el Gonzalo y el Manolo �No
se acuerda? �insisti� alegremente


�Ah! Si, si me acuerdo �le respond� � �Y ellos no vienen
hoy d�a?


No, se quedaron jugando a la pelota. Esp�rese, voy a
cruzar para all� mejor �y el chico se lanz� al agua, siendo seguido por dos
de sus amigos, cada cual m�s hermoso


�Hola! �me volvi� a saludar extendiendo su mano. Yo le
respond� estrech�ndosela y rasc�ndole al mismo tiempo su palma con mi dedo
�ndice, lo que en mi pa�s es un gesto de invitaci�n sexual.


Anda con ganas parece �y solt� una sonora carcajada �
H�gaselo a los chiquillos tambi�n �me pidi�, mientras sus amigos me
extend�an sus manos y yo repet�a el gesto.


�Cabros vengan! �invit� a los dos ni�os que a�n
permanec�an en la ribera opuesta, los cuales atravesaron a nado el peque�o
charco y pronto estuvieron alrededor de m�, sonriendo maliciosamente


�C�mo se llama usted? �pregunt� un reci�n llegado


Manuel �y le tend� la mano repitiendo el gesto anterior
sobre las palmas.


�Y porqu� no nos hace lo que le hizo a los chiquillos el
otro d�a? �pregunt� Ismael, el moreno que dijo conocerme


�Qu� cosa?


�Ah, si usted sabe! �insisti� el chico tomando sus
genitales con la mano y apret�ndolos sensualmente




Los dem�s chicos se miraron entre ellos, luego se revolcaron
sobre la arena como avergonzados, para regresar enseguida:




A ver, d�se vuelta para verle el poto �pidi� Dante
atrevidamente


Si, si, dese la vuelta �clamaron los otros con entusiasmo
y con evidentes signos de excitaci�n en sus pantalones y calzoncillos, lo
cual me mostraba que no eran ningunos inocentes en sus intenciones


�Y para que quieren que me de vuelta �inquir� en tono
aparentemente inocente.


Para que el Aroldo te muestre el pico �y los chicos
rieron




Ante tan maravilloso panorama que se me abr�a y viendo que el
sol continuaba su peregrinaje al horizonte, me puse de pie al tiempo que me
alejaba unos pasos de ellos.


Todos los muchachitos se pusieron de pie, detr�s de m� y
comenzaron a elogiar lo que ve�an. Yo comprim� repetidamente mis nalgas,
brindando un espect�culo sexy que consigui� sacar sonidos de exclamaci�n por
parte de los ni�os, al tiempo que erecciones evidentes en cada uno de ellos.


Luego, siempre manteniendo cierta distancia, baj� mi diminuta
prenda hasta mis muslos seg�n me pidieron, lo que les permiti� apreciar la
notoria marca de mi traje de ba�o y no pudo evitar que un pecoso rubio se
acercara y me diera un apret�n en un cachete.


Las condiciones ya estaban dadas. Cinco hermosos efebos con
deseos de gozar del sexo sin tapujos se encontraban ahora frente a mi. Yo les
sonre�a al tiempo que acariciaba mi pene con delicadeza. Lentamente los chicos,
siempre riendo, se despojaron de sus respectivas prendas, permiti�ndome
disfrutar de sus excitantes cuerpos en desarrollo.


Como es habitual entre ni�os del campo, ninguno mostraba
se�ales de pilosidad excesiva en sus cuerpos; a lo m�s, unos pelos oscuros m�s
abundantes en su sexo y pantorrillas, pero el resto del cuerpo luc�a el
espectacular aspecto moreno propio de mi tierra, con la excepci�n de Aroldo, el
pecoso que ya se�al�.


Ante la sugerencia de Ismael, los mocosos comenzaron a
masturbarse alegremente, pero alej�ndose con cierta timidez cuando me acercaba a
ellos. Finalmente fue Milton quien no se movi� de su sitio cuando yo hice adem�n
de ponerme a su alcance. Nos miramos un momento a los ojos, el solt� su precioso
falo y se acerc� a mi, en una evidente invitaci�n.


Mi mano se apoder� enseguida de su carne, la cual encontr�
ardiendo y palpitante. Era un miembro robusto, brillante, de unos 16 cms. de
largo y unos 10 cms. de grueso. Arqueado hacia el lado, dejaba ver una cabeza
algo peque�a pero apetitosa. Pronto los cuatro peque�os estaban alrededor
nuestro maniobrando sus enhiestas vergas y ansiosos porque le hiciera un mam�n a
su amigo.


Con cierta aparente reticencia, masturb� al chicuelo unas
cuantas veces y luego me puse de rodillas frente a �l. Ante mi vista ten�a un
pene duro como el hierro y con unos pocos granos de arena que retir� con mis
dedos.




L�mpielo con la boca mejor �me sugiri� Milton, colocando
su mano en mi nuca y empuj�ndome hacia su garfio.


Si, si, ch�peselo �exclamaron los dem�s chicos.




Mi respuesta fue inmediata, aproxim� mis labios a la rojiza
carne del ni�o y le di repetidos besos en diversas partes. Los chicos
alucinaban. Luego separ� mis labios y me entretuve largo rato en saborear el
extremo brillante del sexo, el cual dej� escapar enseguida una gota de placer,
que cog� en la punta de mi lengua y luego extend� por largos cent�metros
alej�ndome del mocoso. La luz del sol hizo brillar la deliciosa hebra de plata,
la cual luego fui recogiendo hasta nuevamente alcanzar al ariete de mis sue�os.


Genaro no puedo desaprovechar la oportunidad que se le
presentaba. Se coloc� detr�s de mi y me pregunt� casi en un susurro "�Se lo
meto?". Hice un gesto de aprobaci�n con mi mano y enseguida sent� como el
extremo de un aparente palo intentaba encontrar mi agujero. Me asust�, pero
pronto advert� que efectivamente era el falo del chico el que trataba de
encontrar la escurridiza entrada.


Genaro era un morenito encantador. De cabello largo casi
hasta los hombros, ten�a unos dientes perfectos. Medir�a 1,60 y pesar�a 50
kilos. Delgado como todos los chicos, s�lo se le divisaba su oscura mata de
pelos en la base de su polla, la cual se ergu�a orgullosa en un arco hacia
arriba que formaba un �ngulo de 45�. El chico era un maravilloso exponente de la
raza chilena.


Mis labios no dejaban de trabajar en la zona que m�s me
gusta, que es el glande. Los dem�s chicos observaban curiosos y excitados cada
uno de mis movimientos, pero incapaces de aguantar mucho tiempo m�s una escena
como la que se les ofrec�a. As� fue como el aparentemente m�s fr�gil de todos,
Dante, se fue cortado en uno de mis hombros, ante las risas de los presentes,
quienes se rieron de �l, ante la incapacidad de resistir la paja que se
brindaba.


Aunque quise saborear el semen que se deslizaba por mi
hombro, no abandon� la tarea en que estaba afanado. Sin embargo, ante lo que
hab�a acontecido, estir� ambas manos y me apoder� de sendos penes en cada una de
ellas, mientras Dante, el chico de catorce a�os, 1,55 de estatura y un pene
derecho de unos 13 cms. y delgado, comenzaba una nueva paja mientras nos
observaba sonriente.


Por detr�s Genaro ya hab�a encontrado la entrada de mi culo y
empujaba con ansiedad sobre el, sin conseguir avanzar un cent�metro, dado que
a�n estaba seco, quiz� por la inexperiencia y el nerviosismo.


Solt� un momento el falo de Milton y los arietes que manten�a
apresados. Ya con las manos libres, humedec� mi ano con saliva, inclin�ndome un
poco para permitir que el chico lograra penetrar mi anhelante agujero. Poco a
poco el chico logr� ingresar la cabeza y cuando hubo vencido la resistencia de
mi esf�nter, le dej� proseguir por su cuenta.


Nuevamente con el pico de Milton en mi boca, fui bajando
lentamente mi cuerpo, hasta que estuve sentado entre las piernas de Genaro,
consiguiendo una penetraci�n total por parte del mocoso. All� el muchachito
empez� a taladrarme con cierta maestr�a, sac�ndome quejidos que provocaron las
risas nerviosas del resto, que no se perd�a detalle de la enculada.


Milton mostraba evidentes signos de un inminente orgasmo.
Abraz� a los amigos que ten�a a ambos costados y los acerc� hacia el, con lo que
ahora ten�a frente a mi rostro dos vergas m�s, palpitantes, que soltaban d�biles
gotas de un lubricante que ten�a otro destino, pero que yo no estaba dispuesto a
perder.


Genaro pas� sus brazos y me cogi� de los hombros. All�
comenz� un en�rgico mete y saca que me produjo extraordinarias sensaciones ya
conocidas. Pero como el chico parec�a primerizo, no solo no me avis� su
descarga, sino que esta fue tan repentina, que no me dio tiempo para apretar mi
esf�nter como acostumbro hacerlo.


En este trance, primero Aroldo y luego Ismael, dejaron salir
sus tiernos jugos encima de mi cara; esto excit� otro poco m�s a Milton, quien
alz�ndose en sus pies, empuj� su cuerpo contra mi mientras me afirmaba la nuca
con ambas manos. Ah� sent� que mi boca se llenaba de sus jugos seminales. Pero
para no quedarse atr�s de sus amigos, sac� su verga de mi boca y envi� los
�ltimos chorros de su esperma a mi rostro, ocasionando una explosi�n de risas
que me hizo sentir en la gloria, dada la desvergonzada respuesta de todos.


El silencio se apoder� durante algunos instantes del lugar,
siendo Dante el primero en romper la quietud. El chiquito estaba con su modesto
ariete en posici�n firme y me pidi� que se lo mamara igual que a los dem�s. Yo
suger� que se recostara en la arena, en donde me acost� sobre su lampi�a barriga
y acarici� con ternura sus suaves piernas.


Los dem�s muchachos se acercaron a observar el espect�culo y
los miembros comenzaron otra vez a erguirse.


Mis labios se abrieron y otra vez me dediqu� a saborear la
delicada carne que me hace perder el control. Pronto el chicuelo me acompa�aba
en mis intentos por sacarle sus juveniles jugos. Pero mi desguarnecida
retaguardia pronto llam� la atenci�n de los mozalbetes, siendo Aroldo el primero
que aprovech� la oportunidad para poner en pr�ctica su tiro al blanco. El chico
tendr�a unos diecis�is a�os, un pene proporcional a su cuerpo de 16 cms.
arqueado hacia arriba, con una sonrosada cabeza de forma puntiaguda. Medir�a
1.70 y ten�a el cuerpo cubierto por una suave pelusa, la cual se engrosaba entre
sus muslos y pantorrillas.


El muchacho comenz� primeramente a acariciar mis caderas y
gl�teos, en tanto su pene se apoyaba suavemente en mi baja espalda. Luego de
pasar sus �speras manos una y otra vez por mis nalgas, me hizo separar levemente
las piernas y con una mano cogiendo su falo, empez� a buscar la escurridiza
entrada.


Cuando hall� lo que buscaba, presion� con fuerza contra mi,
consiguiendo alojar su ardiente carne en mi ansioso ano, el cual contraje
gustoso para deleite de mi amante.


Dante ya hab�a soltado una peque�a descarga de semen, que yo
engull� goloso, pero que no anunci�, dada la mirada suplicante del peque�o, que
me se�al� que siguiera mam�ndole. Dedicado como estaba a extraer una segunda
eyaculaci�n del mocoso, dej� que Aroldo me penetrara con absoluta libertad, ante
la mirada expectante de sus amigos, que manifestaban abiertas intenciones de
reemplazar a su amigo.


Empalado como estaba y ocupado en conseguir una nueva
descarga del peque��n que me ofrec�a su verga, no hab�a advertido que dos nuevos
muchachos se hab�an agregado al grupo. Eran Hern�n y Agust�n, dos chiquillos de
unos diecisiete a�os, que observaban atentamente lo que ocurr�a, escuchando las
explicaciones de los otros chicos. Pronto tambi�n se desprendieron de la poca
ropa que vest�an y se acercaron hasta donde me encontraba, para exhibir
orgullosos sus erectas pollas.


Deseoso de saborear y sentir m�s experiencias en mi cuerpo,
apret� repetidamente mi esf�nter anal, al tiempo que ayudaba con mi mano a
Dante, quien no tard� en repetir su orgasmo y caer abandonado sobre la arena,
anunciando alegremente su victoria.


Aroldo estaba ensimismado en su tarea. Me taladraba con
fuerza el ano, pero sus manos me acariciaban con aparente ternura, como para
obtener un placer mayor que la simple eyaculaci�n. Llev� una mano hacia atr�s
comenzando un masaje a sus piernas que aument� la excitaci�n y la potencia del
muchacho.


Cuando me di cuenta que la eyaculaci�n era inminente, saqu�
su pene de mi agujero, le puse de espaldas en el suelo y engull� goloso toda su
carne, ante la atenta mirada de los reci�n llegados, que sin masturbarse,
exhib�an unas vergas que deseaba hacer m�as cuanto antes.


En el poco tiempo de que dispuse, sub� y baj� mi boca
repetidamente, al tiempo que apretaba suavemente las pelotas del lolito. No
anunci� su descarga, pero su mano apoyada en mi nuca me indic� que me preparara
a recibir su caliente leche.


Gritos de triunfo fueron los que acompa�aron la eyaculaci�n
del chico, como para hacer notar a sus amigos quien era el que mandaba en ese
momento. La reacci�n no se dej� esperar:




Ya po loco, d�janos seguir a nosotros ahora �exigi�
Hern�n, un lolo de 1,70, moreno en todo su cuerpo, con una preciosa verga de
unos 18 cms. que se bamboleaba mientras se aprestaba a ponerse en posici�n.


Oye nano, ponte de espaldas mejor, que el loco se te
siente �cierto? �sugiri� Agust�n, propuesta que acept� enseguida.


Hecho. Ya loquito, ahora te vamos a dar de la buena. Oye,
pero p�gale una chupadita antes �ya?




Mir� a Agust�n, como pidi�ndole permiso. �l respondi�
acost�ndose al lado de su amigo, mientras los cinco peque�os se agolpaban
sonrientes a nuestro alrededor a observar la nueva batalla.


Me puse entre ambos muchachos, lo cual me permit�a chupar a
uno y a otro sin dejar de acariciarlos sucesivamente. Las manos de los
adolescentes no permanec�an ociosas, ambos se entreten�an en apretar mis gl�teos
y explorar mi humedecido ano. Sus penes, de tama�o muy apetecible, mostraban la
plenitud de su erecci�n, recorridas por venas azulosas y frenillos sosteniendo
su prepucio. Les pasaba la lengua en toda su longitud, caricias que ellos me
correspond�an con sendas caricias a mis gl�teos y entrepiernas.


Pronto los observadores exigieron que los adolescentes me
penetraran por turnos, exigencia que yo acept� gustoso, modificando mi posici�n
y sent�ndome �gilmente en la erguida carne de Agust�n. Hern�n se puso de
inmediato de pie, acercando su p�a a mi boca, que la recibi� ansiosa en casi
toda su extensi�n.


Comenc� a subir y bajar, hasta sentir que todo mi recto se
llenaba de la carne del lolo, el que me acompa�aba con movimientos p�lvicos de
cierta habilidad. Sent� un cierto dolor al fondo de mi recto cuando el chico
empujaba con fuerza, pero no quise decir nada para no interrumpir la magia del
momento. Pero lleg� un momento en que, igual que en una ocasi�n anterior, un
aparente obst�culo cedi� dentro de m�, y esa peque�a molestia di� paso a un
placer que imagino otros tambi�n han sentido.


Fue como si un anillo estrecho se hubiera abierto, dejando
pasar toda la envergadura del falo del muchacho. Fue una segunda abertura que
cede, similar a cuando se abre la entrada al ano y una sensaci�n de placer le
invade a uno, despu�s de un dolor que resulta inevitable en los primeros
instantes.


A partir de all� aprend� a distender mis m�sculos anales con
mucha habilidad, evitando que los penes m�s grandes resultaran prohibitivos como
me hab�a ocurrido en ocasiones anteriores, en que una penetraci�n dio paso a una
mamada para evitar incomodidades.


Y all� segu�a yo, brind�ndole el espect�culo de sus vidas a
ese grupo de mozalbetes imberbes, mientras dos adolescentes casi adultos me
daban una culiada de antolog�a a las orillas del estero de mis sue�os.


Aparentemente los lolos se pusieron de acuerdo para eyacular
casi al un�sono, ocasi�n que yo no desaprovech�, para junto con recibir los
jugos en mi boca y la leche en mi recto, lanzar una descarga espectacular, que
debe haber llegado f�cilmente a los cuatro metros de distancia, para admiraci�n
de los j�venes observadores.


El resto de la tarde chup� los penes de los siete chicos
algunas veces m�s y me penetraron otras tantas, hasta que tanto ellos como yo
decidimos retirarnos dado lo avanzada de la hora. Esta vez les di mi n�mero
telef�nico a todos los chiquillos y acept� seguir viniendo cuando llegaran las
vacaciones.


Creo que ese verano y los siguientes durante diez a�os,
adem�s de algunas visitas furtivas en otras �pocas del a�o, me hicieron conocer
por lo menos a unos cien adolescentes, sin que nunca nadie haya puesto en riesgo
lo maravillosa de la aventura.


As� es como doy por concluida esta serie de aventuras, reales
en la mayor parte y s�lo resumida para hacer m�s excitante el relato.




Ep�logo



Actualmente resido en Ecuador y espero ansioso el momento de
regresar a mi tierra, ya que aqu� jam�s he encontrado lo que me dio mi pa�s de
nacimiento. De hecho recomiendo a todos los amantes de adolescentes que ni
siquiera se acerquen a Ecuador, dado lo hom�foba de su cultura. El riesgo de
morir acuchillado es verdadera.


Ojal� que todos nosotros fu�ramos m�s unidos, para darnos
cuenta que no estamos solos en la tierra y que habemos muchos m�s de los que la
gente se imagina.


Veo, a trav�s de los relatos, que el aut�ntico teen lover
cuida y protege a sus chiquillos, muy diferente a lo que dan a conocer la
prensa, que nos hace aparecer como violadores, psic�patas y otras aberraciones.


Espero que todo este conjunto de relatos les haya estimulado
y tambi�n les haga luchar junto conmigo, para que los teen lover tengamos un
espacio en este hip�crita y prejuicioso mundo.


Y para los que piensen en viajar a Chile a buscar el estero
en cuesti�n, no se los recomiendo. La situaci�n de mi pa�s ha cambiado much�simo
desde el a�o 2002. Ahora existe una legislaci�n muy rigurosa respecto a sexo con
menores de 12 a�os. En todo caso igual me parece l�gico, ya que los ni�os
menores de esa edad, casi siempre son inmaduros sexualmente, y si son menores de
12 a�os, francamente ni siquiera est�n produciendo hormonas sexuales. Pero si
a�n as� deciden visitarnos, les advierto que el estero ya est� pr�cticamente
habitado, a�n cuando los adolescente siguen igual de calientes como antes. S�lo
es cuesti�n de paciencia, prudencia y ternura, mucha ternura.


Que tengan mucha suerte y ...cu�dense.




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