Relato: Mis amores fraternales (04: Ortigueira)



Relato: Mis amores fraternales (04: Ortigueira)

MIS AMORES FRATERNALES (04 Ortigueira)


El autob�s fue lento, casi tres horas tardamos en llegar al
Concello de Ortigueira desde Santiago. Nada m�s pisar tierra comprobamos si
nuestros padres hab�an cumplido su promesa de ingresarnos dinero.
Afortunadamente s�. Dispon�amos de fondos, y menos mal porque llev�bamos ya unas
cuantas horas sin comer. Para celebrarlo Elena y yo nos regalamos un copioso
desayuno en una cafeter�a de Ortigueira. En aquel mismo establecimiento nos
informaron de donde coger los autobuses que transportaban al recinto donde se
iba a celebrar el festival.


No tuvimos que esperar mucho, los buses part�an cada media
hora y el trayecto era corto. Una vez all� descubrimos el fenomenal ambiente del
festival celta. Hab�a gente de todo tipo, condici�n y edad, j�venes, algo m�s
mayores, mujeres, hombres, hasta alg�n ni�o e incluso perros andaban por ah�.
Nuestro aspecto no es que fuera muy cuidado. La ropa que nos hab�amos tra�do al
viaje era m�s bien escasa con el objetivo de que las mochilas no nos pesaran
durante el camino peregrino. Afortunadamente pudimos lavar nuestras prendas en
el seminario de Santiago. A�n as� s�lo dispon�amos de unas tres camisetas ro�das
cada uno. Pero no desenton�bamos, el ambiente era sano y nadie se fijaba en el
aspecto de la gente. Adem�s los asistentes iban ataviados con ropa informal,
hippy o campista. As� que tampoco d�bamos el cante, m�s bien �bamos como todo el
mundo.


Una vez all� nos guiaron hasta la zona campista. Estaba
repleta. La parte de las tiendas alquiladas estaba bien situada, no muy alejada
de los escenarios. La tienda que har�a las funciones de hogar en los pr�ximos
tres d�as era un igl�, peque�o pero nos era suficiente. Una vez instalados lo
primero que hicimos fue irnos a duchar, que ya tocaba despu�s de tanto traj�n y
de, entre otras cosas, haber pasado la noche en una estaci�n de autobuses.


Las actuaciones en el escenario principal no comenzar�an
hasta la tarde pero todo el festival estaba salpicado de peque�os conciertos de
modestas bandas gallegas o asturianas que alegraban al personal. Nos dedicamos
por tanto a recorrer todo aquel peque�o mundo celta. Mi hermana y yo est�bamos
de tan buen humor y con esp�ritu sociable que enseguida hicimos amigos. Unos
asturianos treinta�eros nos invitaron a sidra. Luego estuvimos comiendo con dos
parejas madrile�as que deb�an tener unos 20 a�os. Y m�s tarde nos juntamos con
un grupo de locos gallegos de nuestra edad que compartieron ribeiro y cerveza
con nosotros. No es que fu�ramos de aprovechados por la vida pero la gente iba
muy preparada al festival cargados de provisiones para aquellos tres d�as y
nosotros, al haberlo improvisado todo, no hab�amos tenido tiempo de
abastecernos. A�n as�, en las caras tiendas de suministros instaladas en el
recinto compramos cerveza y vino para agradecer la generosidad de nuestros
amigos gallegos.


Pero lo mejor fue cuando comenzaron los conciertos. Actu� una
banda asturiana, una gaitera gallega, un grupo irland�s, otro gal�s y termin�
con el plato fuerte de Milladoiro una reputada banda de la terri�a. Yo me lo
pas� fenomenal, y estuve muy animado pero Elena estaba mucho m�s exultante.
Influy� en su estado el alcohol ingerido durante el d�a pero creo tambi�n que
aquella sensaci�n de estar viviendo una aventura improvisada lejos de los padres
le provocaba una dosis extra de alegr�a desbordada. No par� de saltar, bailar y
cantar en todos los conciertos, donde por cierto coincidimos otra vez con el
grupo de asturianos. Estos tomaron a mi hermana como mascota y no pararon de
subirla a hombros, voltearla y bailar con ella. A m� tambi�n me hicieron caso,
pero menos.


Los conciertos acabaron bien entrada la noche pero la fiesta
no se terminaba. Estuvimos un buen rato bebiendo con los asturianos en la carpa
instalada para tal funci�n. Luego, cuando nos �bamos ya para la tienda nos
encontramos con los gallegos de nuestra edad que nos invitaron a ir a la zona
donde estaban ellos acampados para quedarnos hablando y fumando un rato m�s.


Yo me lo pas� estupendamente pero tengo que reconocer que
cuando, a eso de las seis de la ma�ana, lleg� la hora de irnos a dormir fue el
momento m�s esperado por m�. Deseaba pasar la noche con mi hermana a solas. Los
dos �bamos bastante borrachos pero seguramente no pasar�a nada. Yo desde luego
no me atrever�a ni siquiera a tocarla pero, aun as�, no pude evitar alegrarme de
irnos a la tienda. Por cierto, que dado nuestro estado nos cost� bastante
encontrarla.


Una vez hallada la tienda y dentro de ella, mi hermana se
desnud� sin ning�n complejo. Yo evit� fijarme directamente en Elena pero alguna
mirada furtiva dediqu� a contemplar aquel cuerpo que me volv�a loco. Los dos nos
pusimos los pijamas y nos dispusimos a meternos en el saco, pero antes mi
hermana volvi� a sorprenderme. Se acerc� a m� gateando de rodillas y me dijo:


- Qu� gran idea tuviste cuando se te ocurri� venir aqu�. Eres
lo mejor que hay en el mundo.


Y dicho esto me agarr� la cara con las dos manos y me dio un
beso en la boca, labio con labio. Cuando me solt� estaba empalmado e impactado.
Aquel beso no fue como el de Cullera, del verano anterior, fue mucho m�s
sentido. Para adornar todav�a m�s aquel momento mi hermana exclam�:


- Cu�nto te quiero hermanito.


Sin m�s se meti� en el saco y se qued� dormida casi de
inmediato, dej�ndome en un estado donde la excitaci�n superaba a la borrachera.
Al final, tras unos minutos parado reflexionado sobre lo bonito de aquel momento
que acababa de vivir, me met� yo tambi�n el saco. En circunstancias normales
aquella noche, despu�s del beso, no habr�a dormido nada pero el cansancio
acumulado y el estado ebrio de mi cerebro ayud� a que finalmente pudiera
abandonarme al sue�o.


Despert� de la manera m�s dulce posible. Todav�a en sue�os
escuchaba una voz a lo lejos que se introduc�a en mi letargo pero que me fue
llevando al reino de lo vivos poco a poco. Ya en un estado de semiinconsciencia
not� perfectamente como me besaban la mejilla, abr� los ojos y all� estaba ella.
Elena me miraba con una sonrisa y me dec�a...


- Son las tres de la tarde, lev�ntate ya, hombre, que llevo
dos horas despierta y sola esper�ndote.


Qu� mejor forma de levantarse que con la voz melodiosa de mi
hermana y con sus caricias y besos. Me sent�a en el para�so.


La segunda jornada del festival de Ortigueira transcurri�
parecida a la primera. Mi hermana y yo comimos tarde, creo que como casi todos
los asistentes. Hicimos nuevos amigos y continuamos divirti�ndonos con los del
d�a anterior. Tambi�n bebimos mucho y nos sumamos a las diferentes fiestas de
los grupos de conocidos.


El concierto, quiz� no fuera tan intenso como el del d�a
anterior. La m�sica era bastante m�s tranquila pero estuvo bien. Al finalizar,
eso s�, seguimos la fiesta en la carpa que serv�a de bar y en las tiendas de
campa�a de la pandilla de los gallegos.


Alcanzamos nuestro igl� sobre las cinco de la ma�ana. Yo
esperaba con ansia aquel momento, el de ver otra vez a Elena desnuda y el de
recibir, por lo menos, otro beso tan dulce como el de la noche anterior. El
primer deseo se cumpli�. Mi hermana exhibi� sin ninguna verg�enza sus tetillas
adolescentes y su precioso culete. Tambi�n pude ver aquella noche y por primera
vez, al menos desde que nuestros cuerpos se hab�an desarrollado, el monte de
venus de Elena. Como se ha venido narrando, yo ya hab�a podido disfrutar de la
visi�n de sus pechos, de sus nalgas y de su cuerpo en general, la hab�a visto
incluso siendo lamida por un chico, pero hasta entonces su vulva era un misterio
para m�. A�n as� cuando la pude admirar me di cuenta de que era tal y como lo
imaginaba, con pelitos muy cortos que dejaban entrever su carnosa hendidura. No
quise, sin embargo, fijar demasiado la mirada en ella, aunque aun as� debi� de
darse cuenta de hacia donde apuntaban mis ojos.


Yo tambi�n me desnud� delante de ella y tambi�n percib� su
mirada en mi pene no del todo fl�cido. Ella no dijo nada al verlo pero yo me
avergonc� un poco mostrando mi desnudez ante ella, y m�s en aquel estado
semierecto.


Lo que no tuvo lugar aquella noche fue el beso que yo
esperaba. Elena se acost� dese�ndome con una sonrisa en la boca que durmiera
bien. Pero me supo a poco. Hubiera dado mi mano entera porque se hubiera
repetido aquel contacto entre nuestros labios.


Aquella noche metido en el saco me plante� si, a pesar de lo
bien que lo est�bamos pasando, el viaje a Ortigueira hab�a sido una correcta
decisi�n. Me estaba dando cuenta que el deseo me consum�a, aquel sentimiento
hacia Elena se me estaba escapando de las manos. Se estaba haciendo
incontrolable.


Mi despertar tampoco fue tan dulce como el del d�a anterior,
entre otras cosas, porque fui yo quien abri� los ojos antes. Cuando me incorpor�
Elena yac�a todav�a durmiendo profundamente con su cara de �ngel malo. Me fui a
duchar y cuando regres� ya estaba levantada.


Era el �ltimo d�a de festival as� que nuestros amigos
gallegos se hab�an gastado todas sus provisiones. Tuvimos todos que comer en el
bar, y la verdad es que fue divertido aquello. La cerveza corri� a raudales y en
mucha m�s cantidad que los alimentos s�lidos. Tambi�n andaban por ah� la panda
de treinta�eros asturianos. Hab�an cogido un especial cari�o a Elena. Supongo
que estaban embelesados por la belleza de mi hermana, aunque la vieran como una
cr�a, pero creo que, adem�s de eso, ella les ca�a bastante bien, les gustaba
re�rse con su locuacidad y de sus agudas ocurrencias y bromas. Y es que, por si
no lo he dicho nunca, mi hermana adem�s de preciosa sabe ganarse a la gente con
su femenino sentido del humor.


Total que pasamos la tarde bebiendo, ora con gallegos ora con
asturianos, lo cual, nueve de cada diez m�dicos lo desaconsejan. El �nico de la
decena de doctores que no secund� esa recomendaci�n muri� de cirrosis.


Al comenzar el concierto mi hermana y yo est�bamos bastante
alegres ya. Sin duda fue el mejor de los d�as en cuanto a m�sica se refiere.
Cantamos con gaiteros gallegos, bailamos con los escoceses y al final vino la
traca final: Carlos N��ez y sus gaitas y flautas que nos hicieron vibrar a los
miles de personas del p�blico.


Acabamos el concierto bastante destrozados f�sicamente. Aun
as�, como era la �ltima noche y a pesar de que deb�amos abandonar antes del
mediod�a el camping nos tomamos otras cuentas cervezas con gallegos y
asturianos. Yo me lo estaba pasando bastante bien pero fue Elena quien pasadas
las tres de la ma�ana me dijo:


- Estoy que me caigo �Nos vamos a acostar? O s� quieres
qu�date t� y me voy yo a dormir.


Por supuesto yo le dije que me iba con ella. Nos despedimos
por tanto de aquellos juerguistas amigos que hab�amos hecho en estos tres d�as
no sin antes darnos tel�fonos y direcciones.


En la tienda de campa�a se repiti� el ritual del pijama de
aquellas noches. Elena se volvi� a desnudar con total normalidad delante de m�.
Yo en cambio ese d�a, quiz� porque el nivel de alcohol era menor, ten�a un
empalme m�s acentuado que otras noches por ver el cuerpo de mi hermana. Ante esa
situaci�n decid� darme la vuelta para ponerme el pantal�n del pijama.


Era una noche calurosa as� que nos quedamos los dos fuera de
los sacos hablando. Hicimos balance del viaje y, desde luego, las conclusiones
eran muy positivas. Empezamos por lo �ltimo y los dos coincidimos en que el
festival hab�a sido una experiencia inolvidable. Luego recordamos los momentos
vividos con Mar�a y Ana durante el Camino de Santiago y nuestras aventuras en la
capital compostelana. Y claro, el tema no tard� en surgir. Elena se acord� de
cuando nos pill� a Mar�a y a m� terminando aquel glorioso polvo.


- Qu� verg�enza me dio. Cre� que me mor�a.


- Pues para m� tambi�n fue un corte, no te creas.


- Adem�s es que...- y Elena interrumpi� la frase que se
dispon�a a pronunciar.


- �Adem�s qu�?


- No, nada.


- No, d�melo �Qu� ibas a decir?


- Nada, nada.


- �C�mo que nada? Ibas a decir algo.


- Me da verg�enza dec�rtelo- dijo con un susurro de voz.


- Pues ahora me lo dices. No se puede tirar la piedra y
esconder la mano.


- Bueno... pues que...- pero segu�a sin decidirse a terminar
la frase.


- �Pues qu�? Venga, no seas pesada, dilo.


- Pues que me puso s�per cachonda veros as�- dijo por fin
apartando su mirada de la m�a.


Yo no supe que decir. Me qued� callado unos segundos y al
final me decid� a preguntar.


- Pero exactamente... �Qu� te puso cachonda?


- Pues �qu� va a ser? Verte a ti follando con Mar�a y ella a
cuatro patas, creo adem�s que os pill� cuando estabais en pleno orgasmo.


- Pues s�, la verdad es que fue justo en ese momento.


Se hizo un tenso silencio entre los dos. Yo me hab�a quedado
un tanto impactado tras la confesi�n de Elena de que se hab�a excitado al verme.
Decid� abrirme yo tambi�n con ella.


- Bueno, yo reconozco que tambi�n me puse cachondo cuando te
lo montaste con Adri�n en aquel albergue.


- Pero si est�bamos a oscuras �C�mo nos pudiste ver?


- Bueno, m�s que veros os escuch� y adem�s yo estaba muy
cerca y algo se intu�a. Pude ver perfectamente como te chupaba tus partes bajas.


- Qu� verg�enza


Y ya puestos a sincerarnos dije algo m�s.


- Me excit� vi�ndoos pero tambi�n sent� algo de celos.


- �Celos por m�? �Te da celos qu� un t�o se lo monte con tu
hermana?


Quiz� me hab�a excedido en mi sinceridad y me vi obligado a
matizar mi afirmaci�n.


- Bueno, celos no es la palabra, m�s que nada preocupaci�n.
Ya sabes que soy tu hermano mayor y no me gusta que los t�os se aprovechen de ti


- Si no se aprovech�. Me lami� mi cosita muy bien, me volvi�
loca, vamos. Si llego a estar sola habr�a gritado del gusto que me dio.


Aquella expresividad de mi hermana contando lo que sinti�
mientras le com�an el co�o me puso ya completamente caliente. Ella, mientras,
sigui� hablando...


- Vaya, vaya, mi hermano celoso. No me extra�a �Con los
empalmes que te coges cuando me ves desnuda!


Ahora enrojec� pero no del calent�n sino de la verg�enza que
me dio comprobar que mi hermana era consciente de mis erecciones con ella.


- No... yo...


- T� nada. Recon�celo, te empalmas con tu hermanita- dijo
mientras se acercaba a m�.


Me puso la mano en la cabeza haci�ndome leves caricias. Yo la
miraba sin poder decir nada. Aquella conversaci�n no s� a d�nde nos iba a llevar
pero pronto se desvelar�a.


- Yo reconozco que el otro d�a me agrad� mucho el beso que
nos dimos- me dijo.


- �Qu� nos dimos? Si me lo diste t�- afirm� para intentar
defenderme.


- Bueno, pues eso. Mi intenci�n era la de darte un beso de
hermana, pero se me fue la mano y me calent� un poco.


- Ya me hab�as besado as�. Fue en Cullera, pero quiz� no te
acuerdes porque llevabas un buen pedo aquella noche.


- S� que me acuerdo, tonto. Tambi�n me gust� aquel beso.


O sea, que ahora me enteraba de que mi hermana tambi�n ten�a
atisbos de excitaci�n conmigo y que adem�s recordaba todos aquello momentos que
para m� se hab�an convertido en inolvidables.


Se qued� junto a m� mir�ndome. Las manos que acariciaban mi
pelo las puso en la frente. Las sigui� bajando y me acarici� los labios mientras
me miraba sonriente. Aquello era demasiado, si fuera un animal irracional
hubiera saltado sobre ella pero, no s� ni c�mo, me contuve. Ella segu�a
acariciando mis labios introduciendo un poquito la punta del dedo en mi boca, me
miraba fijamente sin dejar de apagar su media sonrisa. Al final yo le dije...


- Con esta conversaci�n, tu mirada y estas caricias en mi
boca, si no fueras mi hermana, pensar�a que te quieres enrollar conmigo.


Ella mantuvo la sonrisa mir�ndome a los ojos pero no contest�
a mi reflexi�n. Y entonces ocurri� aquello con lo que tanto he so�ado, mis
anhelos prohibidos, el gran pecado de conciencia se hizo realidad, se
materializ�...


Elena acerc� su boca a la m�a y me introdujo su lengua. Qu�
sabor. Aquella ansiada lengua estaba ahora en mi boca. Era dulce, blanda,
jugosa. Nos dimos un beso eterno, y nuestras salivas de hermanos se
intercambiaron por primera vez.


Cuando aquel beso termin� ella despeg� su cara y me mir� otra
vez pero ya sin su sonrisa en los labios, m�s bien, con una expresi�n
preocupada. Quiz� se estaba arrepintiendo de lo que hab�a hecho. No la dej�
pens�rselo m�s. Me abalanc� sobre su boca, ella se dej� caer y yo encima de ella
la volv� a besar devolvi�ndole lo que antes me hab�a dado.


Estuvimos bes�ndonos y revolc�ndonos mucho tiempo.
Disfrutando el uno del otro. Fue Elena quien detuvo unos instantes aquello para
preguntarme:


- �Est� seguro de lo que estamos haciendo, David?


- No, pero prefiero disfrutarlo. Hazlo t� tambi�n- y volv� a
besarla sin que ella me rechazara. M�s bien lo contrario.


Cuando termin� aquel beso me deslic� hacia su vientre.
Levant� su camiseta y bes� su ombligo. Por primera vez llev� la mano hacia su
monte. Se lo acaricie por encima del pijama. Ella dej� caer la cabeza hacia
atr�s y cerr� los ojos. Se estaba dejando llevar. Baj� sus pantalones y me
encontr� de cara con aquella deseada cueva. Dirig� mis labios hacia su entrada,
la bes�, saqu� mi lengua y la recorr� humedeciendo su ya mojada zanja. Lam�
delicadamente sus pliegues hasta que sub� por instinto hacia su cl�toris. Fue
entonces cuando ella comenz� a removerse y a jadear. Estaba definitivamente
entregada a m�.


Estuve un buen rato regal�ndola dosis de placer. Pero detuve
aquella lamida para preguntar:


- Elena �Quieres que lo hagamos?


- No me preguntes eso- me dijo jadeante.


Y quiz� tuviera raz�n. Era mejor dejarse llevar sin hablarlo.
Segu� masajeando su vagina pero esta vez con la mano. Mientras, con la otra
busqu� en la mochila los preservativos. Afortunadamente los encontr� con
facilidad. Volv� a bajar mi cabeza hacia su cl�toris para lamerlo y al tiempo me
colocaba el cond�n. Cuando estuvo listo me incorpor�, me puse sobre ella en la
cl�sica misionera. Bes� su boca. Ella sac� su lengua para introducirla en m�. Y
entonces ocurri�...


Mi pene entr� sin dilaci�n en aquella abertura fraternal. Fue
la sensaci�n m�s intensa de mi vida. La foll� con ansia, con pasi�n y con amor.
Ella levant� sus piernas en un gesto de placer, presionando mis nalgas con
ellas. No dur� mucho, ella empez� a jadear, casi a gritar. Seguramente alguien
nos escuchar�a en el camping. Espero que los posibles oyentes no supieran que
�ramos hermanos.


Ella vibraba debajo de m�, not� sus convulsiones y jadeos
hist�ricos, y no pude m�s. Llevaba demasiado esperando aquello como para
aguantar mucho tiempo m�s. Me corr� en el que estoy seguro que ser� el mejor
orgasmo de mi vida por muchos polvos que eche. Y mientras el placer alcanzaba su
m�xima expresi�n la bes� con todas mis ganas.


Me deje caer hacia su lado. As� nos quedamos, los dos
callados.


Apenas transcurri� un minuto cuando ella se volvi� hacia a m�
abraz�ndome con su brazo derecho. Volv� la cabeza hacia ella y le di un peque�o
piquito en la boca. Ella me correspondi� con otro y estuvimos un buen rato
bes�ndonos despacio en la boca. Aquellos besos en los labios tornaron en
sentidos y lentos morreos y acabaron en apasionados y voraces cruces de lengua,
mezclando nuestros fluidos de fluidos. No hab�an pasado m�s de 10 minutos y ya
sent�a de nuevo crecer la excitaci�n en mi cuerpo. Pero ella se detuvo.


- �T� crees que nos arrepentiremos de lo que hemos hecho esta
noche?


- Yo creo que somos hermanos, nos queremos, sentimos amor el
uno hacia el otro, y hoy, eso es lo que hemos hecho, el amor. No creo que seamos
ni los primeros ni los �ltimos hermanos que hacen esto.


Mi sentencia era impecable desde el punto de vista de la
l�gica aristot�lica, pero no me la cre�a ni yo... o s�, no s�.


- Quiz� tengas raz�n porque yo te quiero mucho- me dijo con
una tierna sonrisa.


- Y yo a ti.


Ella me dio otro beso en la boca sin evitar que su lengua se
tocara levemente otra vez con la m�a. Luego me propuso:


- De todas formas creo que lo de esta noche no debe
repetirse.


- Quiz� sea lo mejor- asent� aunque mi pene no estuviera
conforme.


Nos quedamos otra vez en silencio. Ella recostada sobre mi
pecho y yo abraz�ndola y acariciando su espalda. No estuvimos as� mucho tiempo.
Elena no tard� en incorporarse y mir�ndome p�caramente susurr�...


- Lo de esta anoche no debe repetirse... pero la noche
todav�a no ha terminado.


Sus palabras terminaron por revitalizar a mi pene. Elena se
fue directa hacia �l. Le dio unos besitos en el glande y luego extrajo su lengua
y rode� con ella mi verga. Lami� tambi�n la base y bajo hasta mis test�culos. Mi
cuerpo volv�a a temblar por el placer que me daba mi hermana. Tras dejar
empapados todos mis genitales se meti� el pene entero en su boca. Dio as� inicio
a una mamada incre�ble, cambiando de ritmos, de lento a r�pido, del rom�ntico al
fren�tico. Mi hermana hab�a logrado aumentar el calentamiento previo al nivel de
la lava. Si no me hubiera corrido solamente minutos antes ya hab�a llegado al
borde del orgasmo con aquella chupada.


Pero me dej� con ganas de m�s. Apart� su boca y se coloc�
encima de m�. Montada sobre mi pene pero d�ndome la espalda. No ve�a su carita
ni sus pechos, pero a cambio me ofreci� una contemplaci�n privilegiada de sus
nalgas. Ella misma se meti� la verga en su co�o y empez� a cabalgarme a lenta
velocidad pero aument�ndola progresivamente. Aquella postura, in�dita para m�
hasta entonces, me gustaba. No s�lo por el placer que me daba sino tambi�n
porque la imagen de su trasero aumentaba mi excitaci�n.


Ella se mov�a h�bilmente apoyando sus manos en mis piernas.
Yo sujetaba el tal�n de un pie con una mano y con la otra alcanc� una nalga y la
acarici�. Elena no dejaba de moverse con mi pene en su interior. Hasta que
volvi� a cambiar. Estaba claro que a mi hermana no le gustaban los polvos de una
sola postura.


Dej�, por tanto, mi polla erecta al aire libre otra vez y se
coloc� a cuatro patas.


- Quiero que me folles en la misma posici�n en la que os
pille a Mar�a y a ti en Santiago- me dijo sin ni siquiera mirarme.


Por supuesto yo acept� encantado su petici�n. Me incorpor� y
poni�ndome de rodillas me situ� en el lugar adecuado para penetrarla en esa
postura. La met� el pene lentamente y ella pareci� disfrutar con todo el proceso
de inmersi�n.


- mmmmm- musit�.


Ella no tard� en llevarse la mano hacia su cl�toris y
masturbarse al tiempo que yo la penetraba. Seguramente hab�a aprendido ese truco
de Mar�a, de la tarde en la que nos pill� a ella y a m� follando en Santiago.
Desde luego a Elena tambi�n le gust� porque era evidente que estaban aumentaron
sus jadeos y sus temblores.


- Aaaah... ay, David me est�s dando mucho placer.


Y yo que me alegraba.


- Eres muy bueno conmigo hermanito.


Aquella forma de llamarme hermanito era un exceso para m�.
Ca� entonces en la cuenta de que no llevaba cond�n puesto. Si ya es un riesgo
con cualquier chica, con mi hermana no quer�a ni pensarlo. Pero deb�a controlar
mi eyaculaci�n porque no era cuesti�n de apartarse a ponerme un preservativo
ahora que Elena estaba en tal estado de lujuria.


Acort� mis embestidas. Las suavic�, pero a�n as� tuve que
hacer enormes esfuerzos cerebrales por retasar mi orgasmo. Ella, ajena a mis
esfuerzos por contenerme, segu�a gimiendo y lade�ndose de un lado a otro.


Pero era in�til. Aquello era demasiado arriesgado. Estaba a
punto de correrme. Decid� sacar mi polla del agujero de Elena, pero sin darla
tiempo a reaccionar puse mi boca en su chochete, sin dejarla cambiar de postura.
Lo lam� con hambre de �l. Ella segu�a toc�ndose tambi�n. Dada su postura de
cuatro patas, su ano estaba muy cerca de mi boca. Decid� ir a por �l para
com�rmelo tambi�n. Chupe aquel peque�o orificio mientras mi mano se un�a a la
suya en la masturbaci�n. Debi� de excitarle much�simo aquello porque grit�:


- S�, s�... sigue...


Ella apart� su mano y se reclin� hacia abajo posando la
cabeza en la colchoneta. Yo segu�a chupando el co�o y el culo alternativamente
mientras mi mano no dejaba tampoco de manosearla. Cuando sus temblores eran ya
m�s que evidentes, intercambi� las caricias. Mi lengua se concentr� en su
cl�toris y con la mano masajeaba su ano llegando a introducirle un dedo en aquel
secreto agujero. Para ella fue el �xtasis. Gimi� como una posesa, sus jadeos
eran continuos y al final se corri� en mi boca mientras yo me tragaba gustoso
todo su jugo.


Cuando termin� dej� caer su cuerpo y se qued� tumbada boca
abajo.


- Hermanito te han dicho alguna vez lo bien que lo haces- me
dijo desde esa misma posici�n.


- No como t� me lo dices.


Elena se dio la vuelta y me mir� con una sonrisa que a m� me
pareci� de agradecimiento. Se incorpor� hacia m� y me empuj� oblig�ndome a caer
de espaldas sobre la colchoneta. Directamente se fue a por mi polla. Volvi� a
lamerla con ganas. Se la meti� hasta el fondo la sac� y repiti� la operaci�n
varias veces. Se puede decir que mi hermana me estaba follando con su boca.


Yo no dejaba de mirar como mi propia hermana me estaba
practicando aquella memorable felaci�n. Lo hab�a deseado tanto. Enseguida me
llev� a donde quiso. El semen se acercaba a su objetivo. Not� como el placer
recorri� todos mis genitales hasta que al final sali� con fuerza de mi pene.
Ella sigui� chupando sin importarle que aquel l�quido fuera directamente a su
garganta, a su boca o a su lengua. Yo me revolv�a de placer. Era demasiado. Ella
mantuvo sus lamidas y cuando vio que ya no sal�a nada, tampoco se detuvo.
Delicadamente continu� chupando hasta limpiar todo el semen.


Ella misma dio por terminada la mamada cuando consider� que
era suficiente. Me mir�. Ten�a las comisuras de sus labios mojada de mi l�quido,
pero no le importaba. Se acerc� a m� y me dio un nuevo beso en los labios,
moj�ndome con mi propio semen. Luego se recost� sobre m�, regres� a la posici�n
inicial, ella sobre mi pecho y yo abraz�ndola. Si la felicidad fuera una imagen
de mi vida, habr�a elegido aquella.


Dormimos los dos abrazos el uno al otro, sin meternos en los
sacos. Aquel acto de amor fraternal debi� de ser una descarga emocional para m�
porque aquella noche tuve un sue�o muy profundo. Descans� como nunca junto a mi
hermana.


Cuando despert� me encontr� con su mirada. Estaba seria y con
sus ojos clavados en los m�os. Pero su gesto cambi�. Recibi� mi amanecer con una
de sus sonrisas y con un beso en los labios primero y su lengua en mi boca
despu�s. Luego se levant� y me dijo:


- Creo que nos van a echar ya del camping as� que m�s vale
que nos duchemos y recojamos para irnos.


Segu�a desnuda, exponiendo su bello cuerpo, su natural
hermosura. Me dio pena cuando se coloc� una camiseta y un pantal�n y cogi� la
bolsa de aseo para irse a duchar. Antes se volvi� a acercar a m� y me dio otro
besito en los morros. Luego desapareci� dej�ndome all� desnudo y todav�a en
estado de shock por lo ocurrido.


Cuando me toc� ir a las duchas evit� cruzarme con las miradas
de la gente. No percib� que llamara especialmente la atenci�n pero pensar que
alguien pudo o�rnos me daba mucha verg�enza. Cuando regres�, Elena pr�cticamente
hab�a preparado las dos mochilas y recogido todo, as� que directamente nos
fuimos a coger el transporte p�blico que deb�a llevarnos a la estaci�n de
autobuses de Ortigueria.


Hablamos poco, pero tiempo tendr�amos. Nuestra ruta pasaba
por llegar en autob�s a La Coru�a y de ah� coger un tren a Madrid. Nos esperaban
muchas horas de viaje y espera.


La verdad es que el c�mulo de sensaciones y pensamientos que
hab�a en mi cerebro estaban a punto de provocar un colapso circulatorio de mis
neuronas. Era todo muy contradictorio. Lo de anoche para m� fue maravilloso. Se
hab�a cumplido mi gran sue�o. Adem�s estaba content�simo de que Elena tuviera
sentimientos parecidos a los que yo durante tanto tiempo hab�a mantenido
escondidos.


Por otro lado estaba claro que nos hab�amos metido en un buen
l�o. Un polvo entre hermanos no es cualquier cosa. Ahora se abr�a un periodo de
incertidumbre �Qu� pasar�a entre nosotros? �Nos comportar�amos como si nada
hubiera ocurrido? �Se estropear�a nuestra relaci�n de hermanos? �Follar�amos
como leones siempre que surgiera la oportunidad? Demasiadas preguntas para
nuestros inexpertos cerebros. Y si yo manten�a tantas dudas, Elena, que es mujer
y por tanto un ser m�s complejo �C�mo estar�a? Sin duda con muchos m�s
quebraderos de cabeza.


Cost� que saliera el tema. En el trayecto a Coru�a intent�
hacer alguna broma al respecto. Ella se ri� pero tampoco dio para m�s. En la
estaci�n de trenes aprovechamos para comer algo, comprar revistas y distraernos
ley�ndolas. No hablamos mucho ni de ese ni de otros asuntos.


Una vez en el tren todav�a nos aguardaban unas siete horas de
viaje. Notaba a Elena cada vez m�s seria y preocupada. Sin duda se estaba
comiendo mucho la cabeza.


- �Qu� piensas? Pregunt�.


- Nada- dijo escuetamente.


- Claro que s�. Le est�s dando vueltas a lo de anoche.


- Bueno, un poco.


Ella no me miraba y sus respuestas eran claramente esquivas.
Decid� acabar con aquello y plantarle cara a la situaci�n.


- Mira, creo que esto no debe afectarnos para mal. Te
propongo un trato.


Yo estaba dispuesto a todo con tal de que Elena no se
fustigara. Ella me mir� para escuchar mi propuesta pero sigui� seria.


- Mira Elena, hacemos una cosa. Nunca volveremos a dejar que
pase lo que de anoche. Pero a cambio tenemos que prometer una cosa: Nunca nos
arrepentiremos de haberlo hecho y adem�s guardaremos un buen recuerdo. Porque
�lo pasamos bien no?


Ella por fin esboz� una leve sonrisa.


- Lo pasamos muy bien.


- Entonces est�s de acuerdo con mi propuesta y zanjamos el
tema.


- Si estoy de acuerdo- me dijo.


Por fin hab�a logrado que Elena sonriera. Ella se qued� un
buen rato mir�ndome, luego acerc� su boca a mi mejilla y dej� pegados sus labios
en ella. Aquel beso fue tambi�n de amor aunque no fuera con lengua o en la boca.
Finalmente repos� su cabeza en mi hombro y pasados los minutos se qued� dormida.


Me sent�a bien por haber aliviado la carga de Elena. Tambi�n
yo descargu� tensi�n, en cierto modo, despu�s de aquel pacto. Por otro lado
segu�a deseando a Elena tanto o m�s que antes. Pero por ella estaba dispuesto a
sacrificarme y a aguantarme mis ganas de tenerla. Deb�a acostumbrarme. Al menos
siempre tendr�a ya el recuerdo de la noche de Ortigueira.


En cualquier caso, en mi interior, aunque fuera de forma
inconsciente, continuaba encendida la llama de la esperanza y del deseo. Nos
quedaba mucho por vivir todav�a como para que nuestros retozos no volvieran a
repetirse...



Continuar�...


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Relato: Mis amores fraternales (04: Ortigueira)
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