Relato: Mi primer examen ginecol�gico



Relato: Mi primer examen ginecol�gico

Mi primer examen ginecol�gico



Las mujeres tenemos una relaci�n especial con nuestro cuerpo,
especialmente con nuestro sexo. Desde peque�as se nos educa en el pudor. "Eso"
que tenemos entre las piernas, y que no podemos ver, no se puede mostrar. Como
es algo sobre lo que mucho no se habla, nuestra genitalidad es un misterio para
nosotras mismas. Sabemos que tenemos un canal, un "agujerito", que al no poder
observar, acrecienta su misterio.


Tambi�n aprendemos que la seducci�n consiste en no mostrar,
solo sugerir. Solo muestran las mujerzuelas, las mujeres de baja condici�n.


Esta breve introducci�n, que no le dice nada nuevo a ninguna
mujer, es para que los hombres puedan tener una idea del tremendo impacto
emocional que tiene para una el examen ginecol�gico.


Yo puedo contar mi propia historia, aunque creo que es com�n
a todas o a la mayor�a de las mujeres.


Mi primera visita al ginec�logo fue cuando ten�a 20 a�os,
unos meses despu�s de haber perdido mi virginidad con quien hoy es mi esposo
(ahora tengo 25 y dos de casada).


Aunque no soy particularmente pacata, ante el debut sexual me
atacaron, como nos sucede a todas las mujeres en general, miles de fantasmas;
miedo al dolor, miedo al embarazo, verg�enza de mostrarse desnuda frente a un
hombre, miedo a que se enteren nuestros padres, y otras cuestiones por el
estilo. Con todo esto encima, acced� al sexo, pero a oscuras. Me daba mucho
pudor que mi novio me viera desnuda. Y no es porque tenga alg�n defecto. Aunque
no soy una super diosa, tampoco soy fea. Todav�a mantengo cuerpo y cara de
adolescente. Soy diminuta de cuerpo, mido 1.63, y soy bastante delgada
(84�58�90). A fuerza de ser sincera, debo decir que no estoy muy conforme con
mis "lolas"; me gustar�a tener mas pechos. Pero tampoco estoy dispuesta a pasar
por el quir�fano para eso. Soy rubia natural, de cabello lacio, ojos marrones
oscuros. En s�ntesis, lo que dije antes: no soy una super diosa, pero tengo lo
m�o.


Volviendo a lo que les quer�a contar, una de las cosas que
m�s me angustiaban era quedar embarazada siendo soltera. Para colmo a Mart�n, mi
novio (hoy mi esposo), le molestaba usar preservativos. As� que a los pocos
meses de haber debutado en el sexo, y despu�s de haber pasado por un susto
enorme (un cond�n se rompi�), decid� que lo mejor era tomar p�ldoras.


As� fue como por primera vez me vi ante la necesidad real de
acudir a un m�dico especializado. Pese a que una sabe que eso en alg�n momento
ocurrir�, mientras no es imprescindible, se lo evita.


Mi primer idea fue ir a una doctora. Que me revisara un
hombre era algo que ni se me cruzaba por la cabeza. Pero, para estas cosas, una
no va a cualquiera. Como es algo tan �ntimo, lo mejor es pedir referencias. Y
ese fue el primer problema. Mis amigas mas cercanas no hab�an ido nunca y no
pod�an recomendarme a ninguna. Con mi madre no lo quer�a hablar directamente,
as� que distra�damente le coment� que ten�a un poco de picaz�n en esa zona. Tal
como pensaba, naci� de ella la propuesta de que viera a un m�dico. Entonces le
dije que podr�a ser que fuera, pero que quer�a que fuera una doctora. Ella me
desaconsej� enf�ticamente eso. Que las doctoras son mas brutales, que los
m�dicos saben mas y miles de tonter�as por el estilo, excepto una que me qued�
vibrando en la cabeza: que si una mujer elige esa profesi�n, es muy probable que
sea lesbiana.


No se si eso es cierto o no, pero la verdad, me son�
razonable. Yo jam�s me pondr�a a husmear en una vagina. La idea me repugna. Y
empec� a dudar. Me imaginaba las dos situaciones: con una mujer me daba repulsa,
con un hombre me morir�a de verg�enza. En realidad, lo que me decidi� fue una
charla con una amiga, a la que le cont� mi dilema, y me dijo, "no te hagas
problemas, busc� un m�dico de confianza, que para recetarte p�ldoras ni te va a
revisar". Eso me tranquiliz�.


As� que me decid� y le pregunt� a mi madre por un m�dico. Fue
una tonter�a, pero no ten�a a quien recurrir. Digo que fue una tonter�a porque,
como era obvio, me dijo que fuera a su m�dico. Pero dado el motivo real de mi
consulta, era al �ltimo que quer�a ir. Finalmente, y sin poder esgrimir un
argumento de peso, deb� aceptar. Despu�s me enter� que mis dos t�as y mis cuatro
primas (con quienes tengo poca relaci�n) tambi�n van al mismo; es decir que
conoce todas las vaginas de la familia.


Por supuesto, dado que se trata de un asunto exclusivamente
femenino, no le dije nada a mi novio. En realidad, hasta el d�a de hoy no hablo
del tema con mi esposo. Si bien lo sabe, me parece de muy mal gusto hablar de
eso. Es cuesti�n de mujeres.


Mi mam� me concert� la cita. El por suerte la convenc� que me
dejara ir sola.


El d�a que me tocaba ir estaba super ansiosa. Me duch� y di
mil vueltas, no sab�a qu� ponerme. Eso, que para un hombre es un tr�mite, para
una mujer puede transformarse en un problema casi filos�fico: pantalones no
porque son muy ajustados y muestran las formas; falda, no muy larga, para no
parecer una monja, ni muy corta, para no estar provocativa. Ropa interior (�me
revisar�? Espero que no, pero� No, no, supongo que no, seguro que no), esta no,
es muy transparente, esta tampoco, parece de vieja, esta es inc�moda, y as�.


Finalmente me puse un vestidito entallado, con breteles (era
verano), zapatos con taco no muy alto (todos mis zapatos son con tacos, dado que
no soy muy alta), medias, para quedar m�s prolija, y un conjunto �ntimo blanco,
de sost�n y bombacha de algod�n.


Recuerdo que cuando iba me fui convenciendo de que solo se
tratar�a de una entrevista, me recetar�a unas p�ldoras y listo. Necesitaba
convencerme de eso, porque no soportaba la idea de que me examinara, adem�s, no
encontraba un motivo claro para que lo hiciera.


Cuando llegu� hab�a una mujer delante de m�, y otra en la
consulta. Estaba bastante nerviosa, agarr� una revista, la hoje� y la dej� de
nuevo. Despu�s la volv� a agarrar, y la volv� a dejar. Me cruc� varias veces de
piernas de uno y otro lado.


Cuando sali� la mujer que estaba en la consulta, con un
embarazo bastante avanzado, entr� la otra mujer. Sent� que empezaba mi cuenta
regresiva. Pens� en irme. Me qued� porque si me iba mi madre se iba a enterar,
adem�s necesitaba las p�ldoras. Pero juro que me cost� hacerlo.


Despu�s de un rato sali� la otra mujer y el m�dico me llam�.
Sent� que me temblaban el est�mago y las piernas. El doctor era un hombre mayor,
de mas de 50 a�os, ya cercano a los 60. Eso me dio un poco de temor. Aunque era
l�gico que se tratara de alguien mayor, ya que atend�a desde hac�a muchos a�os a
mi madre, me lo hab�a figurado un poco mas joven, tal vez porque alguien tan
mayor me inhib�a mas.


Me dio la mano, amable, y me invit� a sentarme. Se dio cuenta
de mi nerviosidad, as� que me dijo que me quedara tranquila, que �l nos atend�a
a todas (ah� fue que me enter�), y que hasta ahora no hab�a tenido quejas (esto
en tono de broma, claro).


Me pregunt� si iba a hacerme un chequeo, y le dije que no era
el motivo, que en realidad quer�a que me recetara unas p�ldoras anticonceptivas,
pero que por favor no le dijera nada a mi madre. Se ri�.


�Lo que hablemos o pase aqu� queda entre nosotros. Nadie se
entera de nada� me tranquiliz�. A continuaci�n comenz� a hacerme preguntas que
poco hicieron para calmarme. Me pregunt� por enfermedades, operaciones, y, lo
peor, por mi vida sexual. No pod�a mentirle y le dije que desde hac�a tres meses
que era sexualmente activa.


�Muy bien. Tengo que hacerte un chequeo f�sico. Ser�a bueno
aprovechar y hacerte un papanicolau�


��Me tiene que revisar doctor?� pregunt� con ingenuidad.


�Por supuesto, no puedo recetar sin examinarte antes� fue su
respuesta, que me cay� como un balde de agua helada. Aunque es cierto que yo no
estaba totalmente segura de que no ocurriera, hab�a hecho todo lo necesario para
convencerme de que no ocurrir�a.


�Vamos al cuarto� escuch�, absorta en mi perplejidad, que
r�pidamente se transformaba en desesperaci�n.


�Vamos, vamos, que no es nada� insisti�.


Sin poder negarme, consternada, me levant� y fui donde me
indicaba. Pasamos a un cuarto contiguo, donde estaba en el centro una camilla,
un taburete, un reflector, una mesita con instrumentos y una vitrina con m�s
instrumental. Del lado derecho hab�a otra puerta.


�Bien, all� est�n las batas�se�al�, indic�ndome con un adem�n
esa puerta �Sacate toda la ropa y ponete una� me dijo.


��La ropa interior�?� balbuce�.


�Todo�


Entr� a ese cuartito, un peque�o vestidor con un ba�o
contiguo a �l. Sobre un costado, al lado de una silla, una peque�a mesa con una
pila de batas blancas, prolijamente dobladas. "Ay, ay, ay, �qu� hago ac�?" me
preguntaba. Descorazonada por mi suerte, me abr� el cierre trasero del vestido,
y lo deslic� por los hombros hasta quit�rmelo totalmente. Lo colgu� en un
perchero y me sent� para sacarme los zapatos. Las manos me temblaban. Despu�s de
descalzarme me saqu� las medias (pantys), las estir� y dobl�, dej�ndolas
prolijamente sobre la silla. Cuando me desabroch� el corpi�o y me corr� los
breteles, para quit�rmelo, sent� la desnudez. Es algo extra�o de explicar, pero
me sent� indefensa, sent� que me invad�a la inseguridad. Lo dej� sobre el
respaldo de la silla, cubri�ndome tontamente los pechos. Fue instintivo, porque
estaba sola. El m�dico estaba del otro lado y la puerta estaba cerrada.


R�pidamente tom� una bata y me la puse. Es una bata corta,
abierta por atr�s, que se cierra con un lazo. Solo cuando la tuve puesta me pude
quitar la bombacha. Necesitaba esa cobertura m�nima. Igual, sent� el aire
golpeando mi intimidad desnuda. Por supuesto era psicol�gico, ya que era una
tarde de verano.


Tom� aliento y sal� de all�.


El m�dico me pes�, me midi� y luego me hizo sentar en la
camilla para tomarme la tensi�n arterial. Se mov�a con naturalidad y aplomo. Eso
hizo que mi coraz�n bajara un poco su ritmo. Cuando termin� con eso, me pidi�
que descubriera los pechos y que me acostara en la camilla. Fue terrible para
m�. Suspir� y me desat� el lazo, descalzando la bata de los hombros y
baj�ndomela, dejando mis pechos desnudos, aunque cubri�ndome con el brazo
derecho, mientras con el izquierdo me apoy� para poder recostarme.


�Las manos detr�s de la cabeza� me indic�. Me ruboric� al
instante. Mientras pon�a mis brazos detr�s de la cabeza, sosteni�ndola a modo de
almohada, sent� c�mo los colores estallaban en mi rostro.


Con parsimonia me comenz� a palpar el pecho derecho; la yema
de sus dedos recorri� toda la superficie de mi seno en b�squeda de durezas. Con
id�ntica minuciosidad me palp� el pecho izquierdo. Mi rostro, en tanto, segu�
acalor�ndose. Lo peor para mi era cuando me rozaba la aureola del pez�n, pues me
sent�a mas invadida. Despu�s de su detallada exploraci�n se alej� un poco de m�
y me dijo que me pod�a cubrir. R�pidamente me sub� la bata, ocultando mis senos
con pudor.


Pero ven�a lo peor. Lo vi calzarse un guante de l�tex en su
mano derecha y tomar un pote, al que le quit� la tapa. Me pidi� que calzara mis
pies en los estribos met�licos que estaban en los costados de la camilla, y que
me deslizara hasta poner mis nalgas sobre el borde de la misma. Al hacer ese
movimiento, mis piernas quedaban irremediablemente abiertas. Con esfuerzo cerr�
mis rodillas, manteniendo los pies en los estribos.


El m�dico se sent� en el taburete, encendi� el reflector que
apuntaba directamente a mi intimidad, me levant� un poco la bata y me separ� las
rodillas. Ahora s� estaba totalmente expuesta. �C�mo explicar lo que se siente
en ese momento? Nunca en mi vida me hab�a sentido tan avergonzada, tan
vulnerable y expuesta. Mi intimidad exhibida, a plena luz, �y a un extra�o! Un
mont�n de sentimientos me atravesaban. Miedo, pudor, odio, impotencia. El m�dico
me hablaba pero no pod�a escucharlo, encerrada en esas sensaciones.


El primer contacto me sobresalt�. Una crema fr�a en la
entrada a mi canal �ntimo fue el preludio. El m�dico se puso se pie y sent� c�mo
sus dedos se deslizaban dentro m�o, sin poder reprimir un apagado gemido de
dolor, tens�ndome completa. Fue exasperaste, como si me faltara el aire. Me
sent�a despojada de mi dignidad, vejada, violentada. Cerr� los ojos al tiempo
que me aferraba con apenas contenida desesperaci�n a los lados de la camilla.
Con los dedos profundamente insertos en m� comenz� a maniobrar, hurgando por
todo mi interior, mientras con la otra mano me presionaba el abdomen. Nunca me
hab�a sentido tan humillada, tan mancillada. Respiraba agitada, al borde del
llanto. El m�dico repet�a "Calma, calma, ya termino", sin dejar de mover sus
dedos en mi canal secreto. Recuerdo que pensaba que no resistir�a mas ex�menes
como ese, y por otra parte sab�a perfectamente que no podr�a evitarlos. Eso me
hizo sentir muy desgraciada.


Cuando finalmente me quit� sus dedos pude respirar m�s
tranquila. Abr� los ojos y creo que se me escap� una l�grima. Lo vi quit�ndose
el guante y tomando un aparato met�lico.


�Ahora te voy a hacer un papanicolau, que es para prevenir el
c�ncer uterino� me explic� �No duele nada, as� que quedate tranquila, relajate�


Se sent� en el taburete, entre mis piernas, con su cara
frente a mi sexo. Not� que una cosa fr�a, met�lica, se apoyaba sobre mi entrada
y me presionaba. Me invadi� un sentimiento extra�o, nuevo para m�: por un
momento me sent� desdichada por ser mujer; porque nuestra anatom�a cede, aunque
hiera nuestro orgullo. �C�mo impedir que ese aparato met�lico invadiera mi lugar
m�s �ntimo? �C�mo escapar a una situaci�n tan desagradable, tan odiosa?
Imposible. Mucho menos en esa posici�n, tan desventajosa para una, de tanta
indefensi�n.


El r�gido aparato de acero ingres� impetuoso en mi tibia
femineidad, avasallando mi pudor, mi dignidad, mi autoestima. Lo sent�
profundamente inserto en mis entra�as, irrumpiendo mi zona mas oculta, mas
secreta y preciada. Pero mas angustiante fue percibir c�mo me comenz� a abrir,
separ�ndome las paredes de la vagina, estir�ndolas, dej�ndome un enorme vac�o
interno. Solo una mujer sabe que al menos en esa primera experiencia, ese vac�o
una lo siente como un vac�o existencial. El aparato tira de las paredes al
abrirse, las tensa; paredes que desde siempre estuvieron estrechamente cerradas
y solo se abren por amor, para alojar al ser amado. Pero en esta situaci�n �stas
se abren por obligaci�n, con prepotencia, haci�ndonos sentir impotentes,
incapaces de impedirlo, reduci�ndonos a poco menos que un cuerpo inerte.


Consternada clav� mi mirada en el techo mientras el m�dico
trabajaba en m�. Con una esp�tula de madera tom� las muestras necesarias para el
examen en el laboratorio, tras lo cual cerr� el esp�culo y me lo sac�.


Concluido esto dio por terminado el examen y me indic� que
pod�a vestirme. �l mismo me ayud� a destrabarme los pies de los estribos.
R�pidamente baj� de la camilla y fui al cuarto a cambiarme. Me quit� la bata y
me vest� con ansiedad. Necesitaba cubrirme, sentirme otra vez protegida, segura.
Con rapidez me puse la ropa interior, las medias y el vestido. Luego me calc� y
me acomod� la ropa lo mejor que pude, aunque sin demasiado detalle.


Sal� de all� y pas� a la sala de consulta, donde el m�dico
estaba nuevamente tras el escritorio. Enfrentarlo otra vez me produjo un choque.
Aunque manteniendo, como pude, la apariencia de tranquilidad, no pude evitar
sentir verg�enza. Trataba de hacer como que nada hab�a pasado, pero no pod�a
borrar de mi mente que un momento antes ese hombre que ahora estaba all�
sentado, me hab�a tenido a su merced, tendida con las piernas abiertas,
totalmente expuesta. Por mas que se tratase de un procedimiento normal y
habitual, yo sent�a que no era igual ahora que antes de entrar all�.


El m�dico me dio la receta para comprar anticonceptivos y me
cit� para la semana siguiente para buscar el resultado del Pap. Habiendo
advertido mi estado, me aclar� que solo me dar�a los resultados, sin un nuevo
examen f�sico.


Sal� de all� medio atontada, casi huyendo. Cre�a que toda la
gente me miraba sabiendo de donde sal�a y lo que hab�a pasado. Trat� de alejarme
r�pidamente de all�, como escapando de esas miradas (que solo estaban en mi
cabeza), y de esa situaci�n.


Despu�s me invadi� la culpa. Creo que esa noche me la pas�
llorando porque sent�a que lo hab�a traicionado a Mart�n, al permitir que otro
hombre invadiera mi vagina. Y m�s a�n por haberlo hecho sin que se enterase,
cuesti�n que yo viv�a como un enga�o.


Bueno. Esa fue mi primera experiencia, traum�tica, con el ginec�logo. Hoy
sigo atendi�ndome con el mismo m�dico (como ya dije, el �nico hombre que conoce
todas las vaginas de la familia). Y, aunque mi esposo sabe que me atiendo con
�l, trato de no hablar del tema. Muchas veces ni se entera que voy.


No porque tenga nada que ocultar; es algo normal y habitual, pero es algo que
me parece de mal gusto de ventilar con mi marido. El ginec�logo es un asunto de
mujeres, y los hombres no tienen porqu� enterarse de los que nos hacen all�.




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Relato: Mi primer examen ginecol�gico
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