Relato: Alicia, la pajeadora implacable







Relato: Alicia, la pajeadora implacable


Alicia, la pajeadora implacable. Por Lado Oscuro 4 (POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO)




Cap�tulo 1. Alicita descubre las "palancas" de los hombres.



Cuando Alicita ten�a seis a�os era una ni�ita entusiasta y
juguetona. Le encantaba retozar con sus primitos y parientes. Uno de ellos era
su t�o Guillermo, a cuyo cuidado sol�an dejarla sus padres. Guillermo ten�a
veinticuatro a�os y le encantaba jugar con la ni�a. Ocurri� un jueves por la
tarde. Alicita estaba sentada en la falda de su t�o, que le estaba leyendo un
cuento. El culito de la ni�a estaba directamente sobre el bulto de su t�o, y
ella se acomodaba y reacomodaba durante la narraci�n, hasta que imprevistamente
el muchacho tuvo una erecci�n. El bulto le creci� enormemente y, aunque el trat�
de disimularlo, la ni�a lo not�. Y con su manita fue derecho a la punta de ese
bulto. "�T�o: ten�s una palanca aqu�!", y le agarr� con fuerza la cabeza del
nabo. El muchacho no sab�a como reaccionar. Y la nena le mov�a el duro miembro
como si fuera una palanca, de un lado al otro del pantal�n. "�Tengo un t�o con
palanca! �Tengo un t�o con palanca!" canturreaba mientras le daba a la
"palanca". Su manita apretaba y apretaba, y la piel que cubr�a el glande se
corr�a un poquito hacia adelante, con cada apret�n. Y ella segu�a apretando y
apretando, lo cual result� en una especie de orde�e. "Pa-par�, Alicita..."
intent� el muchacho que sab�a lo que estaba ocurriendo y se preocupaba por la
inocencia de la nena. Pero ella cre�a que �l lo dec�a por jugar, y entre risitas
y carcajadas de su vocecita infantil, sigui� dale que dale a la palanca de su
t�o. Este, dominado por el deleite, fue dejando de oponer resistencia y dej� que
la nena siguiera, hasta que ocurri� lo inevitable. Su pija comenz� a sacudirse y
el pobre t�o se corri� a borbotones en medio de los apretones de la nena.
Alicita no entendi� muy bien lo que hab�a ocurrido, pero le pareci� muy
divertido.


El recuerdo de la situaci�n volvi� muchas veces a la cabeza
de la nena, produci�ndole vagas e imprecisas sensaciones deleitosas por todo el
cuerpo. No fue raro entonces que jugando con su primito Jorgito, de ocho a�os,
quisiera averiguar algo m�s sobre la palanca de los hombres. Jorgito se dej�
bajar los pantalones por su primita, ya que todo esto le parec�a un juego
excitante.


El pitito de Jorgito no estaba parado, as� que Alicita pudo
tocarlo y examinarlo con tranquila curiosidad. Claro, tanto tocamiento de sus
manitas calientes fueron produciendo su efecto, y el pitito comenz� a
enderezarse y crecer. Pronto pareci� un peque�o obelisco rozado, y la nena se
entusiasm�: "�Qu� linda palanquita que ten�s, Jorgito!" Y comenz� a mov�rsela de
un lado a otro. A Jorgito no le hab�a ocurrido nunca algo as�, pero como le
gustaban mucho las sensaciones en su pito, se dej� hacer. Y su primita se lo
segu�a moviendo entusiastamente. En eso, Jorgito se puso muy colorado, y el pito
se tens� al m�ximo, y se movi� como pulsando en el aire. El chiquito se hab�a
corrido, sin expulsar semen, pero se hab�a corrido intensamente. Lo cual fue una
sorpresa para los dos. Alicita quiso repetir el juego, y recomenz� los
tocamientos. A esa edad las energ�as se reponen muy r�pidamente, y pronto el
pitito estuvo nuevamente paradito. Y la nena repiti� el tratamiento anterior, y
al ratito obtuvo id�ntico resultado. El primito qued� despatarrado en el suelo.
Alicita entusiasmada quiso probar otra vez, pero el nene muchas ganas no ten�a.
Pero ya sabemos cu�n insistentes pueden ser las nenas. As� que al ratito la nena
se impuso y sigui� jugando con el pitito de su primito, con todas sus ganas.
Esta vez tard� m�s el jueguito, pero con el mismo resultado final. Esta vez
Jorgito se qued� panza arriba, agotado. Por lo cual no pudo poner resistencia
cuando su primita reanud� el manoseo. El pito tard� un ratito un poco m�s largo
en pararse, pero ante la entusiasta insistencia de Alicita, la carne infantil
respondi�. Y respondi� y respondi�. Ocho veces. Cuando los llamaron para
merendar, la nenita fue saltando con paso alegre, y el nene se arrastr� como
pudo fuera de la pieza, hasta el comedor. "�Qu� cara, Jorgito!" dijo la mam� de
Alicita. "�Te sent�s bien?" "S�, mami, es que estuvimos jugando a que Jorgito
era un auto y yo le daba a la palanca, y Jorgito se cans� mucho" explic� la nena
mientras se com�a una tostada con mermelada.




Cap�tulo 2. Alicita va creciendo.




A medida que Alicita iba cumpliendo a�itos, le fue llegando
m�s informaci�n sobre la cuesti�n que tanto le interesaba. Se enter� que su
jueguito se llamaba "hacerle la paja a un chico". Y Alicita lo jugaba siempre
que pod�a. Y lo jug� con todos los chicos de su clase. Siempre encontraba el
momento de acorralar a alg�n ni�o y jugar con �l su jueguito. Descubri� que a
los chicos tambi�n les gustaba mucho lo que ella les hac�a con su mano. A los
once a�os le hac�a pajitas a su compa�ero de banco, que no pod�a �ni quer�a-
resistirse. El problema era disimular ante la maestra, por lo que suspend�a las
pajitas cuando la maestra miraba hacia su lado, y la reiniciaba apenas se daba
vuelta. Aunque en m�s de una ocasi�n sigui� con la pajita por debajo del pupitre
a�n cuando la maestra no se hab�a volteado. Con aire amable miraba a la maestra,
mientras la manito segu�a trabajando. As� entre recreo y recreo, en cada hora de
clase. Produciendo al menos un orgasmo por hora y a veces m�s, en su compa�ero
de turno. Al llegar la �ltima hora, el chico ya no sab�a ni quien era. Y se iba
con paso incierto. Y Alicia sab�a que hab�a hecho un buen trabajo. Al d�a
siguiente vendr�a otro chico al banco de al lado, o ella se cambiar�a de banco,
al lado de otro chico.


Pese a todo esto, Alicia era una buena alumna, siempre atenta
y obten�a muy buenas notas. No as� sus compa�eros de banco que sufr�an problemas
cr�nicos de desconcentraci�n en clase. Problemas que no pod�an subsanar en sus
casas, ya que tambi�n all� segu�an con la mente difusa y poco atenta.


Cuando se reun�an en alguna casa para estudiar, la cosa era
infernalmente divertida para Alicia que, con su mano debajo de la mesa
desabrochaba la bragueta de su compa�erito y le hac�a varias pajas mientras �al
menos ella- estudiaban.




Cap�tulo 3. El profesor de lengua descubre a Alicia en plena
acci�n.




Alicia hab�a cumplido ya los doce a�os, y su h�bito se
acentuaba cada vez m�s. Sus compa�eros compet�an por sentarse al lado de ella. Y
las cosas iban como miel sobre hojuelas para la ni�a. Hasta que una ma�ana una
sombra oscureci� su panorama. Era la sombra de su profesor de Lengua, que desde
hac�a un ratito los ven�a observando desde atr�s, y ahora se hab�a acercado para
ver las acciones m�s de cerca. "Se�orita Fern�ndez, qu�dese despu�s de hora". Y
sin m�s comentarios sigui� hacia el frente de la clase.


Era la �ltima hora, sus compa�eros se fueron, y Alicia se
qued� sola, con el profesor, en el aula cerrada. Ella no sab�a muy bien a que
atenerse.


"Por lo que pude ver, a usted le gusta manosear a sus
compa�eritos..." dijo el hombre, par�ndose frente a la chica. Pese a la
intimidaci�n que sent�a, ella no pudo menos que notar el bulto de una erecci�n
en el pantal�n del traje del profesor. Rodr�guez era un hombret�n de algo m�s de
cuarenta, con recios bigotes negros en su rostro. Parec�a regodearse con la
situaci�n. "Vi lo que le estaba haciendo a L�pez... y parec�a muy entretenida,
�es la primera vez que hace algo as�?" "N-no, no" consigui� pronunciar Alicia..
El bulto del hombre se puso m�s r�gido, "es lo que supon�a" afirm�
sentenciosamente, con voz grave. "Tendr� que dar parte al director, y llamar a
sus padres..." Alicia pens�, por un momento, que el mundo se le ven�a abajo.
Pero al observar la rigidez en el pantal�n del profesor, supo que la cosa podr�a
tener soluci�n. "S�" continu� el hombre, "tendr� que llamar a sus padres... a
menos..." Y sus palabras quedaron suspendidas en el aire. La mirada de Alicia
fija en la erecci�n. El hombre dio un paso hacia delante, de modo que su
tremendo bulto qued� a la altura de sus ojos. Sabiendo lo que el profesor
esperaba, las manos de Alicia, fueron hacia la bragueta y la desabrocharon. Y
luego, con su mano derecha rescat� el miembro gordo y duro de su encierro. El
profe se dejaba hacer. Alicia examin� el tremendo nabo oscuro que ten�a en sus
manos, y se tranquiliz� porque sab�a qu� hacer con �l. Y comenz� una paja lenta
y suave al principio, sintiendo el placer de las pieles en contacto. El hombre
gimi�. "�Nena... � �Qu� puta que sos... �" Y Alicia supo que ten�a al hombre en
sus manos. Estaba mojad�sima as� que en casa se tendr�a que hacer varias buenas
pajas. Pero ahora le tocaba a ese maravilloso choto. Y sigui� toc�ndolo,
apret�ndolo, amas�ndolo y paje�ndolo con amoroso cuidado y pasi�n. El hombre
segu�a gimiendo, y Alicia supo que pronto lo har�a llegar, as� que alarg� el
momento lo m�s que pudo, haciendo m�s lentas las caricias y la pajeada que le
estaba propinando. Pero era demasiado buena en esto y finalmente el miembro
comenz� a saltar y de la cabeza cubierta por el prepucio comenz� a chorrear el
semen como de una canilla abierta. Contenta por el resultado de su trabajo,
Alicia se corri� un poquito hacia atr�s para no mancharse la falda, y sigui�
d�ndole apretones hasta que dej� completamente de chorrear. Luego, ya segura de
si misma, se levant� y se dirigi� hacia la puerta, dejando al hombre con su nabo
fuera del pantal�n. "Pu-pue-do verte ma�a-na?" alcanz� a decir antes de que ella
saliera. Alicia lo mir�, sin decir nada, y sali�.


Afuera la espera su compa�ero, al que hab�a estado pajeando
cuando los pescaron. "�Qu� pas�, que pas�?" dijo el chico ansioso, "�Te
castig�?" "No" dijo Alicia con aire de suficiencia, "Estuvo comprensivo. Debe
ser porque le hice flor de paja." Carlos se qued� parado viendo irse a su
compa�era con paso seguro.




Cap�tulo 4. Las andanzas de Alicia apenas hab�an comenzado.




Al egresar de la escuela primaria Alicia todav�a continuaba
virgen, pero era la chica m�s putona que hab�a salido de ese colegio. Y de
cualquier otro.


El arte de pajear a los hombres se hab�a extendido como un
reguero de p�lvora por todos los �mbitos que ella frecuentaba. Le encantaba
agarrar esas pollas, enardecerlas, y con masajes y apretones, hacerles pajas que
terminaban abland�ndolas, y dejarlas chorreando.


Su experiencia con el profesor de lengua le hab�a ense�ado
que los hombres siempre estaban deseando una buena paja. Cosa que comprob�
tambi�n con el portero de la escuela y con el jefe de celadores. Todos los d�as
pajeaba a uno de esos adultos, o a todos.


Con ellos hab�a aprendido tambi�n a hacerse lamer la
conchita. Cuando estaba en situaci�n, le bastaba recostarse en el sof�, o
subirse a la mesa, y mostrando su conchita "Lameme aqu�". Era una orden
sencilla, pero a la que ning�n hombre se negaba. Reci�n despu�s les hac�a la
paja.


Aprendi�, entonces, que pod�a dominar a los hombres.


Un modo de iniciar una amistad era acercarse a un chico de su
gusto (lo que no era muy dif�cil, ya que si ten�an polla a ella le gustaban) y
despu�s de un poco de charla, decirle "�Me dej�s que te haga una paja?" Era un
modo infalible de relacionarse con los chicos y muchachos, y tambi�n con los
hombres. Y a�n con los hombres maduros, ya que tampoco los abuelitos de setenta
se resist�an a su proc�s propuesta. Y tambi�n ellos estaban dispuestos a lamerle
la conchita cada vez que ella lo exig�a.


En los bailes utilizaba esa t�cnica, pero tambi�n la m�s
directa de meterle mano a la polla de su pareja, e irlo pajeando durante el
baile. Le bastaban unos pocos minutos para dejar otro pantal�n m�s enchastrado
con semen.


Hab�a desarrollado varias t�cnicas para hacer pajas. Una de
ellas era la de la caricia insistente, siempre en la misma direcci�n, sin
presionar, hasta que la poronga se derramaba. Otra era la de los pellizcones en
la cabeza del pene, hasta pon�rselo bien duro, y seguir pellizc�ndole la cabeza,
hasta que el pene en cuesti�n sucumb�a, en medio de una catarata de leche. Otra
era la de los apretones en la mitad del miembro que, cuando este estaba hinchado
y duro, obraba como una suerte de orde�e. Con cualquiera de esas t�cnicas lo
esencial era mantenerse con paciencia aplic�ndola. El resultado era seguro. Otra
t�cnica, que ella denominaba para si misma "la del molino" consist�a en, con la
palma de su mano contra el miembro masculino, hacerlo girar en c�rculos, como
las aspas de un molino, aplast�ndolo contra el vientre del hombre. Esta t�cnica
requer�a de pantalones muy amplios en su v�ctima. Y produc�a verdaderos accesos
de desesperaci�n en aquel a quien se la ejecutaba, que terminaba acabando en
actitud bastante descalabrada. Alicia sent�a cierto tipo de perverso placer
cuando culminaba su obra en otro pantal�n encastrado. Y tambi�n cuando en su
mente anticipaba ese resultado, cosa que la excitaba mucho. Pero, con pantal�n o
sin �l, lo que m�s la excitaba era su poder sobre las pollas.




Cap�tulo 5. Alicia suelta en los colectivos.




En los viajes en colectivo Alicia encontr� una nueva fuente
de diversiones. Proced�a por impulso, pero no carente de m�todo. Comenzaba
evaluando los bultos de los pasajeros. A sus diecisiete a�os ya ten�a una
considerable experiencia para hacer esas evaluaciones. Le gustaba "trabajar" en
las horas pico, ya que los apelotonamientos de gente facilitaban su tarea.
Elegido el candidato, se colocaba delante y llevando la mano atr�s comenzaba el
pajeado del candidato. El muchacho, hombre, ni�o o anciano, sorprendido al
principio, enseguida se dejaba. Y Alicia pon�a su mejor atenci�n en el asunto, y
ya que no sab�a donde se bajar�a el candidato, deb�a apurar el tr�mite. �Y c�mo
lo apuraba! Verdaderamente bat�a records. Dos o tres minutos le alcanzaban, para
dejar la gran mancha en el pantal�n. Su mejor tiempo fue un minuto y treinta y
dos segundo, en dejar derrengado a un cincuent�n que no se esperaba semejante
regalo.


Cierta perversidad la llevaba hacia las parejas de esposos o
de novios. Se colocaba adelante, o a un costado, de su desprevenida v�ctima, y
pronto comenzaba con los frotamientos, roces y luego probases manoseos, cada vez
m�s animados. Los tipos no sab�an como disimular la situaci�n ante su pareja,
pero se dejaban meter mano. A medida que avanzaba, pod�a escuchar como se les
entrecortaba la voz, o se distra�an de la conversaci�n con sus parejas. Alicia
se empe�aba en acelerar el tr�mite, y con r�pidos apretones y orde�es llevaba a
los tipos hasta su culminaci�n. Ella se aseguraba de que la descarga le
enchastrara bien los pantalones, y a trav�s de la tela retiraba con la palma de
su mano una buen cantidad de semen, que mientras se bajaba del colectivo iba
lamiendo.


La excitaban en particular los grandes bultos de los se�ores
mayores. As� que se les arrimaba y comenzaba a apretarlos con ganas y mucha
insistencia. Pod�a sentirlos crecer mientras ve�a enrojecer la cara del anciano
caballero. Si iba con la esposa o con una nietita, mejor. A medida que aceleraba
la masturbaci�n escuchaba como la respiraci�n del se�or se iba acelerando, hasta
que llegaban las convulsiones, y el derrame de pringoso semen que Alicia, a
trav�s de la tela retiraba con la palma de su hambrienta mano. Dej� a su paso un
tendal de hombres sorprendidos, pantalones encastrados y un reguero de semen
como para dar dos veces la vuelta al pueblo.





Cap�tulo 6. Alicia consigue un novio.




Alicia ten�a sus sentimientos y cuando conoci� a Marcelo, un
par de a�os mayor que ella, se enamor� de la dulzura del muchacho. Y lo
convirti� en su v�ctima favorita. Enamorada del muchacho le hizo todos los
honores a su poronga. Le hac�a un par de pajas en la ma�ana, tres o cuatro por
la tarde y dos o tres por la noche. Eso adem�s de hacerse coger por el muchacho,
ya que a �l decidi� entregar su virginidad. Pero hab�a muchos lugares donde no
hab�a una cama en la que retozar juntos. Por ejemplo en el cine, donde Alicia le
met�a mano desde el principio mismo de la pel�cula, de modo que al llegar lo
t�tulos finales lo hab�a hecho acabar tres o cuatro veces. Lo mismo en el
teatro, en los conciertos de rock, en el taxi o en los colectivos. Y por
supuesto en el zagu�n, a la noche, cuando no pod�an dormir juntos y, mientras la
madre la llamaba adentro, ella aceleraba la paja para dejar a su novio "bien
acabadito". Y la verdad es que estaba acabando con el muchacho. Marcelo hab�a
adelgazado m�s de quince quilos en los primeros seis meses de noviazgo. Y segu�a
enflaqueciendo. Pero esto no iba a detener a Alicia, que arreciaba en sus
pajeados.


El pobre comenz� a tener problemas en los estudios, faltar al
trabajo y andar disperso todo el d�a.


Alicia sigui� con las pajas, aunque ve�a que, aunque la polla
de su novio estaba cada d�a m�s gorda y dura, el propio novio andaba tembloroso
y con paso vacilante. En la casa del novio sus padres estaban alarmados por el
evidente deterioro del muchacho, pero Marcelo no soltaba prenda. Lo enviaron al
m�dico, y en el an�lisis de sangre sali� una gran deficiencia de gl�bulos rojos.
Y un principio de insuficiencia coronaria. Pero el pobre llegaba a las citas con
su novia con cara de carnero degollado, de v�ctima propiciatoria.


Podemos comprender a la chica. Con Marcelo conoci� el placer
de arrodillarse frente a una pija fuera de la bragueta, hacerla parar hasta que
se pusiera bien gorda y dura, olerla y lamerla, y pajearla hasta ver como sal�a
el semen a chorros. A veces culminaba la paja con el glande dentro de su c�lida
boca, que lam�a y lam�a, succionando, mientras con su mano lo iba pajeando, y
llegada la erupci�n la tragaba, saboreando cada entrega de espeso semen. Alicia
le hab�a tomado h�bito al nabo de su novio. Y tambi�n al placer que le
propinaba. Por eso quiz� no advirti�, o no quiso advertir, el deterioro de
Marcelo. Y sigui� brind�ndole toda su ternura, su apasionada ternura en su nabo.
Cuando lo internaron en la cl�nica, ella se ofreci� a cuidarlo por las noches. Y
prosigui� haci�ndole varias p�ginas por noche. El chico se iba poniendo cada vez
m�s mustio, pero ella segu�a sac�ndole tanta leche como pod�a. Los m�dicos le
aplicaban todos los tratamientos que conoc�an, pero no consegu�an detener su
empeoramiento. Finalmente, en medio de su �ltima gran paja, el muchacho,
mientras acababa, exhal� su �ltimo suspiro. Alicia acompa�� el caj�n con ojos
llorosos, y Eduardo, el hermano mayor de Marcelo trat� de consolarla. Y Alicia
le hizo la mejor paja de su vida, eso s�: sin dejar de sollozar.


Los primeros tiempos Alicia iba muy seguido a la casa de sus
suegros para estar cerca de los seres queridos de Marcelo. Eduardo no coment�
nada, y sigui� disfrutando de sus pajas. Tambi�n Julio, el menorcito. Y como
todos guardaban silencio, el padre cay� incautamente en las h�biles manos de su
casi ex nuera. Fue siempre en momentos de congoja, en los que el desolado
aspecto de la muchacha acercaba a los varones de la familia para confortarla. Y
mientras la abrazaban ella comenzaba t�midamente su trabajo manual que siempre
culminaba en el �xito. Como cada uno de los varones se sent�a avergonzado, nunca
comentaron entre ellos las pajas que les hac�a su querida Alicia. Y la madre
nunca sospech� nada.




Cap�tulo 7. Alicia avanza en la vida.




A todo esto Alicia hab�a alcanzado la plenitud de sus
veintid�s a�itos. Su cuerpo esbelto ten�a sus redondeses en los lugares
convenientes, pero la causa de su �xito hab�a que encontrarla en su cabeza.
Alicia hab�a comprendido que pod�a dominar a los hombres. Y procedi� a disfrutar
de su innegable poder.


La muerte de su novio, de la cual nunca se sinti� ni siquiera
vagamente responsable, hab�a dejado una honda huella en su coraz�n. Nunca m�s,
decidi�, amar�a tanto a alguien, ya que la gente al final se muere y te dejan
sola. Pero eso no quiere decir que dejar�a de divertirse.


Ya que pod�a dominar a los hombres, los dominaba.


Generalmente desde el principio mismo. La actitud de su
porte, el porte de su mirada, el tono de su voz, no dejaban lugar a dudas, y los
hombre aceptaban que ser�an dominados por esa mujer. Si la llevaban a sus casas,
apenas entraban Alicia comenzaba a ejercer su dominio. "Lameme ac�" dec�a con
voz dominante se�alando su concha. Y el tipo de turno se bajaba y comenzaba a
lamer. Cuando no lo hac�a bien, Alicia se enojaba: "�Si no sab�s lamerla bien,
por lo menos chup�mela con ganas!" y les refregaba la concha por la cara. Se
hac�a chupar el cl�toris hasta que les acababa en la cara. Y sent�a una especie
de perverso placer en no dejarlos correrse. Se hac�a chupar el culo, y se los
remov�a por la cara. Se hac�a chupar las ricas tetitas, frotaba su cuerpo contra
el de ellos. Y no tard� en observar que, pese a su ausencia de trabajo manual y,
a�n de penetraci�n, de pronto los tipos se corr�an. Hab�a descubierto un nuevo
tipo de paja. Y comenz� a ejercerlo despiadadamente.


Por ejemplo, con un muchachito varios a�os menor que ella,
apenas entr� en la pieza de �l, empuj� al muchacho sent�ndolo en la cama, y
levant�ndose la falda puso ante sus ojos su co�o depilado. "�Pon� la boca ac�!"
y el muchacho, con la boca en "o", atrap� su cl�toris erecto. Y con este estuvo
cogi�ndole la boca todo el rato que quiso, hasta que se corri� en su cara. El
chico la miraba con la lujuria, la sumisi�n y la pasi�n en sus emocionados ojos.
"�Ahora vas a lamerme el culo!" y agarrando la cabeza del candidato la restreg�
contra sus nalgas. El muchacho sinti� la suavidad y la tersura de la piel
perfumada de esas nalgas y se perdi� en ellas. Y Alicia le hablaba en un estilo
banal, superficial de cosas convencionales.


"Es muy importante ser una persona responsable en la vida..."
mientras sent�a la lengua de �l tent�ndole el ojete, que ella abr�a
oferentemente. "...Porque el estudio es muy bueno para formar la mente..." dec�a
Alicia, como si estuviera hablando frente a un auditorio ansioso por devorar sus
palabras. Y efectivamente el muchacho estaba devorando su culo, lamiendo el
interior de los cachetes y entrando en su agujero. Y as�, haci�ndose la
desentendida de lo que le estaba obligando a hacerle, continuaba hablando como
si cualquier cosa. Cuando el chico estaba m�s enchufado lami�ndole el orto, se
lo sac� y, d�ndose vuelta observ� con desapegado inter�s el rostro del muchacho,
en el cual se ve�an los signos de la desesperaci�n, la sumisi�n y la lujuria.
Examinaba la enfebrecida mirada, de ojos brillantes y turbios. Y la piel del
rostro, enrojecida y h�meda. Pareci� agradada por lo que ve�a. "Tirate en la
cama que voy a sentar mi culo en tu cara" Y llevando sus palabras a los hechos
tap� la cara del muchacho con su culo y baj� la falda. Desde esa c�moda postura
dominante ve�a la carpa que se hab�a formado en su tirante pantal�n. Y se sonri�
divertida. "Avisame si necesit�s respirar" dijo removiendo el culo. El chico la
aferraba de las caderas para poder chupar su culo con pasi�n. "�C�mo te prend�s
a mi culo, chiquito...!" "�Te gusta mucho que te lo remueva en la cara?" Y de
abajo sal�an unos murmullos de apasionado asentimiento, completamente
ininteligibles dado el sofocamiento del sonido, pero evidentemente apasionados.
Y sigui� habl�ndole sucio, "�Qu� dir�a tu mam� si entrara ahora y te viera
chup�ndome el culo... !" "�Dale, met� esa lengua m�s profundo!" "�Asiii, ...
as�...! �Y ahora entrala y sacala r�pido, cogeme el culo con tu leng�ita,
coraz�n...!" Y le apretaba el ojete contra la lengua, aplast�ndole a�n m�s la
cara. Y el chico segu�a aferrado a sus caderas con ambas manos, para chuparle
mejor el culo. "�Ni esperes que te la vaya a tocar!" "�Yo no hago esas
asquerosidades!" "�No esperes que te deje correrte! �Aqu� la �nica que se corre
soy yo!" "�Y ya estos cerquitaaa, muy cerquita... mi nenitoooo... !" Y vio como
la carpa del chico se empinaba cada vez m�s y comenzaba a temblar. "�Ahhh...
ahhh... qu� polvo me estoy echando con tu lengua en mi orto...! �Ahhh... ahhh...
mi ne-ne... !" Y vio como una mancha de semen brotaba espesa de la c�spide de la
carpa que se conmov�a en el pantal�n de su v�ctima. Cuando se levant� pudo ver
al chico completamente derrengado en la cama, con la gran mancha en sus
pantalones. "�Ah, pero que barbaridad, te corriste, pese a que te lo
prohib�...!" "�Eso merece un castigo!" "�Ya que te gusta correrte voy a darte el
gusto!" "�Y tantas veces que vas a terminar pidi�ndome por favor que pare!" Y
arrodill�ndose arriba del cuerpo del muchacho de modo que su cara estaba cerca
de su polla y su concha cerca de la cara del muchacho, comenz� a manosearle el
nabo a trav�s del pringoso pantal�n. "�Ahh, cu�nta leche, qu� gusto... !" A
medida que le amasaba el miembro este iba creciendo y endureci�ndose. Pronto lo
puso completamente al palo. "�Te gusta la vista de mi concha?" y se la acercaba
m�s a la cara, mientras segu�a d�ndole apretones en la gruesa poronga. Pronto el
muchachito comenz� a gemir y ella rode� con su concha la boca del chico.
"�Chupame la concha, nene, date el gusto... !" Pero no le dio tiempo, arreciando
en la paja que le estaba propinando, lo llev� otra vez, entre gemidos, al punto
de correrse, nuevamente dentro del pantal�n. Ella le sigui� amasando el nabo
hasta que este dej� de manar semen, y volvi� a la flacidez. "�Ahh, que asco!
�mir� c�mo has puesto tu pantal�n, totalmente pringoso con tu leche!" "�Tenemos
que sacarte ese pantal�n... !" Y se los baj�, junto con el slip dej�ndole el
vencido miembro, todav�a algo gordo, al aire. "Ahh, est� todo pringoso... �" "Te
lo voy a tener que limpiar con la lengua..." Y poni�ndoselo en la boca se fue
tragando todos los restos de semen. "�Usa la lengua ah� abajo! �No seas tan
comod�n!" Y le removi� la concha contra la cara, hasta que sinti� que la lengua
del muchacho comenzaba a lamer. El nabo se hab�a puesto nuevamente duro y ella
continu� limpi�ndolo por los costados con la lengua. Pronto le tuvo el miembro
completamente erecto, apuntando al techo. Cuando estuvo completamente limpio por
los costados, le meti� la lengua dentro del todav�a pringoso prepucio,
limpi�ndoselo y de paso lami�ndole la punta del glande, justo en la raya. Las
lamidas del chico se aceleraron. Una vez que se lo tuvo bien limpio, comenz� a
correrle muy despacito la piel, hasta dejarle el glande descubierto. El chico
hab�a enterrado la cara en su concha y lam�a con entusiasmo. Y ella comenz� a
pajearlo lenta y suavemente, ejerciendo un poco de presi�n con la mano sobre la
parte media del miembro. Y fue acentuando la paja. "�Verdad que te gusta el
sabor de mi concha? Lindo olor, �no?" Y lo iba pajeando cada vez m�s
fren�ticamente, mientras le refregaba cada vez con m�s entusiasmo la concha en
la cara, aproxim�ndose a su propio orgasmo. Controlaba la llegada del orgasmo
del chico para que no se adelantara al suyo. Y cuando este lleg�, aceler�
brutalmente la paja, haci�ndose que el chico volviera a correrse, con largos
chorros que llegaban casi hasta el techo. "Te har�a una paja m�s, para que
aprendas, pero me das l�stima" dijo visti�ndose, y desde la puerta se dio vuelta
para mirar al chico derrengado en la cama, con expresi�n de inconciencia en sus
ojos turbios. Y sali� de la pieza muy satisfecha. �Ese chico hab�a aprendido su
lecci�n!




Cap�tulo 8. Alicia, a sus veintisiete, comienza a noviar con
un se�or mayor.




Era un abogado, de m�s de sesenta a�os. Robusto, tirando a
gordito, canoso, y barba blanca recortada. Ella hab�a concurrido a su estudio
cumpliendo con un encargo de trabajo. Y cuando le vio decidi� que ese era el
tipo que le conven�a para casarse. No lo amaba ni amar�a, pero pod�a hacer un
buen esclavo de �l, y de paso encontrar la seguridad econ�mica que puede brindar
un buen matrimonio.


No tuvo problemas en seducirlo. Alicia, con sus veintisiete
a�os, era un bocadito muy apetecible para los sesenta y tantos del hombre. Y
ella se ocup� en acentuar esa atracci�n con sus ademanes, miradas y posturas de
su incitante cuerpo. De modo que pronto tuvo empaquetado al viejo y una vez que
hubo hecho un lindo mo�o en el paquete, comenz� la etapa de construir una
categ�rica dominaci�n. No le dejaba cogerla, pero con su enorme experiencia iba
haci�ndole una paja psicol�gica, llev�ndolo poco a poco a entregarse en sus
manos. No faltaron los suaves rozones ni las suaves caricias inocentes. Y
siguieron los pedidos mimosos, de regalitos, y de caprichitos, para asegurarse
de la sumisi�n del hombre. Lleg� el momento en que lo tuvo en sus manos.
Entonces comenz� la siguiente etapa. "Tengo que comentarte una cosa horrible:
una vez masturb� a un hombre en un colectivo." Y le cont� una de sus tantas
andanzas p�caras como si hubiera sido la �nica. Pero se la cont� detalladamente,
demor�ndose en los calientes detalles para observar sus reacciones. Vio que el
tipo se calentaba, y sigui� cont�ndole los detalles morbosos, hasta que not� que
al viejo se le hab�a parado. "�Qu� pensar�s de m�, me da una verg�enza... !"
"Pero noo, mi nenita, �ese fue s�lo un peque�o desliz... �" dijo el viejo
procurando tranquilizarla. "�No, gracias por tu consuelo, pero estuve mal... !"
"Pero si fue por una �nica vez..." "Es que no fue por una �nica vez, �antes hubo
otra!" y le cont� de su primer juego con su primito cuando ten�a seis a�os. Otra
vez con mucho detalle, observando que la cara del viejo iba ruboriz�ndose y su
respiraci�n se agitaba. "�Y lo peor es que a mi me gustaba mucho hacer eso con
mi primito!" se culp� bajando la cabeza en un sollozo, mientras que con una
mirada oculta bajo su pelo, ve�a con malicia el impacto que sus revelaciones
iban haciendo en el bulto tenso de su novio. Este trago saliva "Pe-pero eras muy
chiquita... a esa edad las nenas no son muy concientes de lo que hacen..." Ella
se abraz� a �l, d�ndole un buen rozon "casual" en el bulto. Enseguida lo solt�,
antes de que se entusiasmara. "Es cierto..., pero yo repet� muchas veces ese
jueguito, y tambi�n con mis otros primos..." "Hab�a uno de doce que me hac�a
masturbarlo varias veces cada vez que iba de visita a su casa con mi mam�..."�Y
me echaba leche cada una de las veces!" Y le cont� con lujo de detalles como
pajeaba una y otra vez a su primo de doce El viejo estaba completamente
subyugado. Se le estaba haciendo agua la boca y su respiraci�n era un suave
jadeo. Ella cambi� de postura con una suave ondulaci�n que atrajo la mirada del
viejo sobre su atractivo culito. "�Al final termin� haci�ndoselo a todos mis
primitos!" dijo con voz de aparente angustia. "Pero por hoy no quiero contarte
m�s, porque no quiero que pienses mal del m�..."


Y dej� al hombre caliente y con sus historias d�ndole vueltas
por la cabeza durante d�as. Ella buscaba que �l se fuera obsesionando cada vez
m�s.




Cap�tulo 9. La presa hab�a ca�do en la trampa. Ahora s�lo
hab�a que ajustar los hilos...




Efectivamente, Ram�n durante los d�as �y las noches- que
siguieron a los relatos de su juvenil noviecita, no paraba de pensar en eso.
Ten�a sentimientos contradictorios. Por un lado se compadec�a de la ni�a y su
terrible pasado, por otro lado su parte moral encontraba recriminable lo que le
hab�a contado, tambi�n estaba su sentido compasivo de bonhom�a, tendiente a
perdonar todo, y por �ltimo estaba el oscuro deseo que esos relatos tan
calientes y transgresores le produc�an. Todo eso en un confuso revuelto en su
mente que iba agitadamente entre los primeros tres pensamientos, tratando de
soslayar el cuarto que, por lo tanto presid�a toda su deliberaci�n, que estaba,
entonces, te�ida de deseo.


El hombre se iba derrumbando bajo las deliberadas e
insidiosas confesiones de la chica. Y esperaba con mal disimuladas ansias que
estas se reanudaran.


Alicia no se apuraba, sab�a que el tiempo obraba a su favor y
que la cabeza del hombre estar�a convertida en un verdadero l�o, pensando en
ella d�a y noche. Mientras tanto paseaban, iban al cine, a cenar y a todas esas
cosas que hacen los novios, si prescindimos del sexo, claro. Ella estaba usando
el sexo exclusivamente con la palabra y con el objeto de hacerle la cabeza a su
pobre novio mayor.


Cuando volvi� a hablar del tema dio varios fuertes pasos en
la direcci�n del ablandamiento de la cabeza del hombre. Le cont� lo que le hac�a
por debajo del banco a su compa�erito de colegio. Y luego a otro compa�erito, y
a otro m�s. Despu�s de un rato el hombre comprendi� que la manito inquieta de su
novia hab�a pasado por todas las braguetitas de su clase. Ella contaba cada una
de sus calientes historias con diab�lica intenci�n, introduciendo cada vez m�s
deseo y perversi�n en la cabeza de su novio. Gradualmente una parte de �l iba
comprendiendo con que clase de puta se hab�a ligado, y como se hab�a ido
pervirtiendo la imagen que �l pretend�a tener de ella. La deseaba cada vez m�s y
al mismo tiempo, sus "rectos" pensamientos no le permit�an reconocer la
perversi�n que estaba dominando su moral desde las profundidades. Pero el hombre
estaba viviendo con la pija parada, casi permanentemente.


"Hice muchas cosas malas, Roberto, chico que se me cruzaba,
chico al que le hac�a una paja. Era como un vicio para mi..." "Desde los seis
a�os que me aficion� a hacerles pajas a los hombres" "Me gustaba aprovecharme de
ellos, rozarlos en el colectivo hasta que se les paraban las pollas, y me
gustaba agarrar esas pollas grandes y duras..." "�No te imagin�s la cantidad de
pollas que acarici� y apret� y orde��... �" "�Me encantaba orde�ar a los
hombres! �Y les he hecho descargar cientos de litros de leche... !" El pobre
hombre estaba por caer a sus pies.


"Lo que pas� fue que despu�s descubr� que pod�a hacer que me
chuparan la conchita..." "Les daba una orden y all� los ten�a lami�ndome y
lami�ndome" "Por esa �poca descubr� que gozaba no dej�ndoles acabar, y los
obligaba a hacerme de todo, sin tocarles la pija ni dejar que me la metieran."
"Me hac�a tocar las tetas y los ten�a manose�ndome largo rato, sin dejarlos
hacerme nada m�s. �Pero ocurri� que algunos se me corr�an durante el proceso!"
"�Apretar mis meloncitos durante mucho rato llegaba a ser demasiado para
algunos, y no aguantaban m�s y se corr�an!" "�Y eso me produc�a placer tambi�n!"
"�Lo mismo pasaba cuando los hac�a pajearme sin tocarlos!" "�Se corr�an como
pajaritos... !


"Con otros prob� mi habilidad para hacerme chupar la conchita
a voluntad, de entrada nom�s". "�Era muy excitante! Sin habernos siquiera dado
un beso los hac�a arrodillarse y darme besos en la concha. Y los pod�a tener as�
por horas..." "�Pero tambi�n as� se me corr�an... !" A esta altura, Roberto
ten�a una erecci�n desesperada y tambi�n estaba a punto de correrse. Alicia lo
sab�a y continu� con su s�dica historia. "Tambi�n los hac�a acostarse boca
arriba, cuando apenas hab�amos cambiado un par de palabras, y me sub�a sobre sus
caras y les ordenaba que me chuparan la conchita. Siempre sin tocarlos, ni en lo
m�s m�nimo. Pero cuando empezaba ha hacer giros rotativos sobre sus caras,
cuando comenzaba a frotarles mi concha en sus rostros con un vaiv�n fren�tico,
�z�s! �se me corr�an! �Yo ve�a como sus pollas duras estiraban el pantal�n y
cuando se corr�an pod�a ver como en la cumbre de la carpita, sal�a primero un
got�n de semen a trav�s de la tela del pantal�n, y despu�s segu�an borbotones
que se derramaban por los costados de la carpita, y en su abundancia terminaban
dejando una enorme mancha pringosa en el pantal�n!" "�Ah� comprend� que hab�a
descubierto una nueva forma de paja! �Calentarlos sin tocarlos hasta que se
corr�an en seco de tanta calentura!" "�Te parece mal lo m�o, papito?" Roberto
hab�a ca�do de rodillas. "�Eh, nene, �qu� me quer�s hacer que te pusiste ah�
abajo?" "�Te cont� que me enloquece sentarles el culo en la cara y hacerme
chupar el ojete?" "�Ay, qu� pensar�s de m�!" dec�a ri�ndose por dentro al ver
all� abajo la cara desencajada de Roberto ador�ndola a la altura de su concha.
"Bueno, te cuento, apenas de habernos conocido les sentaba el culo en la cara, y
se lo remov�a mientras los tipos desesperados besaban y lam�an la suave piel del
interior de mis nalgas y se desesperaban por meterme la lengua en el ojete" "�Me
encantaba dominarlos!" "�Y descubr� que pod�a hacerlos correrse de cualquier
manera!" "�Como ahora est�s por correrte vos con s�lo mis palabras... !" "�Te
falta mucho, papito... ?" Pero ya no le faltaba nada. Y Roberto se corri� en
medio de gemidos y jadeos.




Capitulo 10. Ya estaba listo. Y Alicia se cas� con Roberto.




"S�, ya est� listo" pens� Alicia mirando a Roberto derrengado
a sus pies, con tremenda mancha en el pantal�n. "�Qui�n te va a calentar como
yo, mi vida?" "Me parece que no ten�s otra alternativa que casarnos..." "Prometo
que seguir� abusando de vos" "No me pidas que deje de abusar de los otros
hombres, o de los ni�os (a prop�sito: �te cont� las pajas que les hice a los
hijitos de tu hermanita menor?), no me pidas que deje de pajear a cuanto hombre
se me antoje, incluidos tus compa�eros de trabajo. Pero te prometo que del que
m�s me abusar� ser� de ti, porque tu ser�s mi esposo." "Porque para m� el
matrimonio es sagrado. Tendr�s mi culo sobre tu cara, y beber�s los jugos de mi
concha, y te correr�s sin que te toque. Y te contar� mis andanzas porque no te
enga�ar� nunca y te contar� todo lo que ande haciendo por ah�, incluso a los
miembros varones de tu familia, y amigos y colegas. Y vos te vas a correr con
mis relatos" "Pero eso s�, ten� en cuenta que en cualquier momento puedo
pajearte todo lo que se me antoje, as� te mueras."


Y Roberto se cas� con ella y fueron felices hasta la muerte,
que ocurri� bastante pronto, a decir verdad, porque el coraz�n de Roberto no
resisti� tanta felicidad ni tantas acabadas y muri� entre estertores de gozo,
dej�ndole toda su herencia. Y Alicia comprendi� que Dios premiaba a las personas
honestas. Y, aunque extra�aba a su fallecido c�nyuge, Alic�a sab�a como
encontrar qui�n la consolara, y qu� favor hacerle a cambio.



Soy un var�n heterosexual y vivo en la ciudad de Buenos
Aires. Si te gust� este relato escribime a

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Relato: Alicia, la pajeadora implacable
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