Relato: Adulterio en la CTM



Relato: Adulterio en la CTM

ADULTERIO EN LA UNIDAD CTM

Soy un hombre de edad avanzada a�n casado y desde hace largo tiempo he tenido el deseo de contar la experiencia que tuve al ser testigo de una infidelidad de mi mujer, algo que ocurri� hace muchos a�os, una experiencia que marc� fuertemente mi vida modificando mi modo de pensar y que despu�s necesariamente tuvo su efecto en nuestro matrimonio. Todo lo que escribo ocurri� realmente en la unidad CTM al norte de la Ciudad de M�xico en donde viv�amos mi esposa y yo con tres a�os de casados, ella de 22 y yo de 24.

No quiero describir c�mo �ramos f�sicamente en aquel tiempo, no quiero pretender que yo era un adonis ni que mi esposa era una super belleza. Eramos de lo m�s com�n, no �ramos ricos, yo trabajaba y estudiaba, mi mujer solo trabajaba.

Sin m�s pre�mbulo, he aqu� mi relato.


Ya listo, tom� mi peque�a maleta para salir supuestamente rumbo a la central de autobuses. Pero en realidad, lo que hice fu� dar inicio al plan que me hab�a trazado y que deb�a permitirme comprobar que mi esposa estaba poni�ndome los cuernos con otro hombre. Plan que deber�a permitirme verlo personalmente.

Todo hab�a iniciado unos cuatro meses atr�s, cuando Elisa empez� con ciertas llegadas en la madrugada de los viernes en la noche. Los viernes sal�a del trabajo en la tarde. La primera vez no puse mucha atenci�n, pero la segunda vez que lleg� a eso de la 1:30 o 2:00 de la ma�ana, tomada, me asalt� la duda. Dej� que se quedara completamente dormida, lo cual hizo de inmediato debido a las copas de m�s que tra�a. Como ocurr�a en tales casos, llegaba, y sin encender la luz, se desnudaba dej�ndose solamente los calzones, y a roncar.

Esper� un rato y empec� a tentar. Ella estaba boca abajo y yo estir� la mano hasta tocar las nalgas y luego la deslic� entre las piernas y sobre la tela de nylon. Inmediatamente sent� la pegajosa humedad. Estaba toda mojada. Todav�a met� mis dedos bajo el el�stico lateral y los hund� con cuidado entre los labios vaginales a trav�s de los chorreantes pelos. Estaba totalmente encharcada. No cab�a duda de que no hac�a mucho m�s de una hora mi esposa hab�a tenido actividad sexual. Retir� la mano y sent� el l�quido pegajoso al frotar mis dedos, y al acercarlos a mi nariz...�de inmediato reconoc� el olor de la esperma!.

Durante varios d�as estuve intentando que me confesara lo que hab�a hecho. Pero, a pesar de las evidencias, se obstinaba en negarlo. As� que me d� a la tarea de planear algunas idas secretas, en horas de trabajo, por el rumbo del Pasaje Prado que era donde estaba la sucursal de Bonos del Ahorro Nacional donde trabajaba Elisa. Despu�s de varios intentos logr� verlos salir a comer.

Fu� el d�a que por primera vez conoc� a H�ctor Carso. Del nombre me enter� despu�s en conversaciones con mi esposa sobre su trabajo. Era moreno, m�s claro que yo y algo m�s alto, como de 1.75 de estatura y aparentaba unos 37 a�os. Iba vestido m�s o menos elegantemente, aunque no en forma exagerada. Sent� un ligero dolorcillo en el est�mago, pues sab�a que estaba viendo al hombre que hab�a logrado seducir a mi mujer y llevarla a la cama, el hombre de qui�n eran los mecos que yo hab�a descubierto en la vulva de mi se�ora.

Caminaron abrazados hasta un peque�o resturante de comida vegetariana. Alcanc� a ver que se daban varios besos. De regreso a su trabajo, se deten�an a menudo y se besaban intensamente en la boca. Mi esposa con su novio y compa�ero de trabajo.

Vi�ndolos, me puse a recordar mis relaciones con Elisa. En realidad solo al principio de nuestro matrimonio hab�amos disfrutado el sexo. Eramos bastante inexpertos. Me resulta dif�cil decir si yo era o no bueno para eso. Reconozco que no estaba bien equipado, mi pene med�a apenas cinco pulgadas (actualmente y a mi edad ya no me lo mido). Debido a ello, cuando me le sub�a a mi mujer, no pod�a moverme mucho pues a menudo se sal�a, lo que la enfurec�a y nos enfriaba a ambos. Cuando ve�a el pene de un hombre en las revistas o en las pel�culas porno, me daba envidia, pues ve�a claramente lo bien que pod�an meterla y lo bien que su tama�o les permit�a moverse dentro de la hembra.

Y vi�ndolos me pregunt�: �qu� tan grande la tendr�? �c�mo la tendr�? �qu� le har� a Elisa en la cama? �que sentir� Elisa cuando se la est� metiendo?. Y record� tambi�n que el d�a anterior hab�a esculcado la bolsa de ella cuando se estaba ba�ando y v� que tra�a una tira, ya empezada, de pastillas anticonceptivas. Las pocas veces que lleg�bamos a tener relaciones ella siempre exig�a el uso del cond�n, ella misma los compraba y los ten�a guardados en el closet. Sin embargo, con H�ctor s� recib�a el s�men, a �l si lo recib�a piel con piel. Por eso tambi�n me pregunt�: �por qu� le gustar� que H�ctor le inyecte sus mecos?

Los p�rrafos anteriores expresan solamente la situaci�n sexual entre Elisa y yo en ese tiempo y desde mi punto de vista. En los restantes aspectos nuestra relaci�n era bastante armoniosa.

Durante las siguientes semanas, Elisa lleg� un par de veces de madrugada. En viernes y, por supuesto, bien cogida. La primera de esas veces, despu�s de comprobar que tra�a el sexo escurriendo, me percat� que para oler el s�men no necesitaba oler mis dedos. Estando bajo la s�bana percib�a f�cilmente el olor. Ol�a a sexo, a esperma, a macho. Los mecos de H�ctor ten�an un olor bien fuerte, totalmente viril.

Fu� cuando decid� que ten�a que planear cuidadosamente la manera de sorprender a mi esposa y su novio en plena c�pula. Ya me hab�a dado cuenta que de vez en cuando H�ctor iba a dejar a Elisa a la casa en su auto. Se deten�an unas cuantas casas antes, ya de noche, se besaban durante unos diez o quince minutos, y luego ella se bajaba y caminaba a casa. Por eso desde la semana pasada le hab�a dicho que se hab�a organizado un evento acad�mico en Manzanillo y que iba a tener que asistir por parte de la escuela donde yo daba clases. Dije que el evento ser�a jueves y viernes y que deber�a partir el jueves en la ma�ana.

Ese era el pretexto y por supuesto que no hab�a tal evento. Yo quer�a dar la oportunidad de que ellos lo supieran con tiempo para darles la tentaci�n de que planearan tener un encuentro en nuestra casa. No hab�a duda de que hasta entonces hab�an cogido en un hotel. Era un tentaci�n irresistible que se les presentara la oportunidad de coger con toda calma en la casa de Elisa, nuestra casa.

Eran las 6:30 de la ma�ana de un jueves de Mayo de 1983. Con una peque�a maleta en la mano entr� a la rec�mara a despedirme de Elisa.

-Ya me voy le dije. Regreso el s�bado.

-Bueno. Que te vaya bien- Contest�.

Ella se levantaba m�s tarde, pues entraba a trabajar hasta las 9:00. Por eso siempre se quedaba en cama cuando yo sal�a para la escuela donde estudiaba ya que mi primera clase era a las 7:00. Aunque �sta vez se supon�a que me iba igual de temprano para tomar el autob�s en la central y alcanzar a llegar en la tarde a Manzanillo al inicio del evento. No lo hice as�. Me fu� de la manera acostumbrada a mi primera clase.

A mediod�a, despu�s de mi �ltima clase, regres� a la CTM. Este era uno de los pasos m�s peligrosos del plan. Si por cualquier causa Elisa hab�a decidido no ir a trabajar o si se hab�a regresado del trabajo, al llegar yo el plan se vendr�a abajo, pues tendr�a que dar alg�n pretexto para justificar el regreso y desde luego ya no habr�a raz�n para que reemprendiera el viaje.

Abr� la puerta con aprehensi�n, pero la casa estaba sola. La primera parte del plan hab�a funcionado. Ahora deb�a preparar el cuarto de servicio de la azotea. La casa ten�a cochera, que no us�bamos. All� estaba el port�n, que casi nunca abr�amos, y una puerta met�lica integrada que era nuestro acceso principal. Luego se entraba a la casa desde la cochera por una puerta, tamb�en met�lica, que daba a la sala y a un pasillo. En el lado izquierdo del pasillo estaba la cocina y la puerta del ba�o. En el lado derecho hab�a una rec�mara que us�bamos como cuarto de servicio y al fondo a la derecha estaba la rec�mara donde dorm�amos normalmente, la rec�mara matrimonial. La rec�mara ten�a ventana que daba a un peque�o patio en la parte trasera. Era donde se lavaba y se tend�a la ropa.

Al fondo del pasillo y a la izquierda, frente a la rec�mara matrimonial, hab�a otra rec�mara que yo usaba como biblioteca. Aqu� era donde estudiaba y donde revisaba las tareas y ex�menes de mis alumnos. Este cuarto ten�a una puerta, met�lica como todas las que daban al exterior, con cristal y que daba al patio posterior. All� estaba el lavadero y sobre el lavadero pasaba una escalera de fierro para subir a la azotea.

En la azotea, sobre la rec�mara matrimonial, estaba en realidad el verdadero cuarto de servicio. No lo us�bamos, pues para nosotros dos eran mas que suficientes las otras piezas de la casa. En �l hab�a una gran cantidad de bultos de peri�dicos que ya estaban all� cuando ocupamos la casa, y all� segu�an.

Lo primero que hice fu� arreglar el cuarto de la azotea. Remov� y reacomod� los bultos de peri�dicos para que fuera c�modo instalarme all� y poder dormir. Les quit� a los bultos los peri�dicos de encima, que estaban muy empolvados y me improvis� una cama. Hab�a material suficiente para ello. All� dej� mi maleta. Luego baj�, deb�a arreglar el escondite desde donde yo quer�a atisbar la consumaci�n del adulterio de mi esposa con su novio. Entr� por la puerta del patio. Esta puerta ensamblaba en el marco un poco ajustada, hab�a que hacer un poco de presi�n para que cerrara. La cerradura no funcionaba. Para asegurarla, se deslizaba el pasador manualmente y luego se apretaba el tornillo. Se necesitaba mirar con atenci�n para saber si estaba o no asegurada.

Era el closet de la rec�mara matrimonial el puesto de observaci�n que yo quer�a prepararme. El closet estaba al lado de la puerta. Ten�a primero, en columna, un nicho donde se guardaban lociones, talcos, alg�n equipo de belleza de Elisa, alhajero y condones, all� guardaba mi mujer los condones que me compraba, y m�s abajo varios cajones para la ropa interior y las toallas. Al lado estaba el espacio para colgar la ropa y arriba un compartimento independiente para cobijas y s�banas.

Las puertas del closet eran corredizas y como ocurre a menudo, estaban descompuestas. De hecho, la primera puerta s� funcionaba. Era la segunda la que ten�a da�ados los herrajes y estaba atorada. Era muy dif�cil recorrerla y no cerraba totalmente. Quedaba sin cubrir un espacio de unos quince cent�metros al lado opuesto a los cajones. Por ello, acostumbr�bamos almacenar la ropa sucia en el piso del closet, lanz�ndola al fondo desde la puerta abierta que s� funcionaba. Esta puerta generalmente estaba abierta lo suficiente para tener siempre acceso a los cajones y alcanzaba a verse la ropa limpia colgada.

Distribu� cuidadosamente en el piso la ropa sucia para que fuera c�modo permanecer all� un largo per�odo de tiempo. Me acomod� dentro y me asegur� que pudiera tener buena vista a trav�s de la ranura. Cambi� alguna de la ropa colgada para despu�s poder ocultarme. Ajust� la otra puerta para que �se lado tambi�n me sirviera para atisbar. La vista era buena. La cama estaba en el centro de la rec�mara con el respaldo pegado a la pared del lado norte, frente al closet. El closet quedaba a los pies de la cama, a unos setenta cent�metros. Los focos de la rec�mara eran dos y estaban ambos en la pared del lado oriente, frente a la ventana. La atalaya qued� lista.

Busqu� algo de comer en la cocina, lo menos posible para que no se notara. A�n no ten�a mucha hambre pues hab�a comido en la escuela, pero como ya no tendr�a oportunidad de probar alimento hasta el d�a siguiente me d� un bocadillo. Luego descans� hasta las 7:00 pm.

Ya estaba oscureciendo cuando sub� a la azotea. Abr� el cuarto de servicio y empalm� la puerta dej�ndola sin llave. Luego baj� y entr� a la casa dejando descorrido el pasador de la puerta de la biblioteca. Posteriormente me sent� en el sof� de la sala. El sof� estaba pegado a la ventana que d� a la calle y desde all� pod�a vigilar pacientemente. Ten�a buena vista de la calle, solo era un poco inc�modo tratar de ver el �rea cercana a la puerta de acceso que daba a la calle. Si Elisa llegaba sola, la ver�a solo hasta cuando ya estuviera en esa puerta para entrar a la cochera. Confiaba en que necesariamente escuchar�a el ruido de la cerradura que resonaba en el port�n y adem�s para esa eventualidad hab�a dejado sin pasador la biblioteca.

Pero esa noche no ocurri� nada interesante. Elisa lleg� sola. Me d� cuenta cuando escuch� que estaba habriendo el port�n, la v�, y de inmediato me sal� al patio volviendo a dejar bien empalmada la puerta. Cuando entr� a la sala, yo ya estaba subiendo a la azotea. Esper� arriba un rato y volv� a bajar cuando escuch�, a trav�s de la l�mina de fibra de vidrio que cubr�a la cocina, que se estaba ba�ando. Entr� en silencio y en la rec�mara, sobre la cama, estaba su ropa como siempre: falda, blusa, su�ter, brasier, pantimedias y pantaletas. Las pantimedias y las pantaletas no tra�an ning�n residuo sospechoso. As� que regres� a la azotea, la escuch� que trajinaba en la cocina y m�s tarde tambi�n escuch� el televisor. Me tir� a dormir entre los peri�dicos limpios cubri�ndome con mi chamarra y me qued� dormido.

Aunque nada interesante pas� esa vez, a mi me sirvi� para comprobar que todas mis maniobras subrepticias pasaban desapercibidas para ella. Lo peor que pod�a pasar, era que ella saliera por alguna raz�n al patio y que al volver a entrar asegurara el cerrojo. Pero yo siempre podr�a descolgarme luego hasta la cochera y entrar con mi llave por la sala.

Despert� el viernes en la ma�ana a eso de las 6:00. Estaba acostumbrado a despertar a esa hora. All� arriba se sent�a bastante fr�o. Me arrebuj� bien con mi chamarra y me hice un ovillo esperando y dando tiempo a que ella se levantara mas tarde y saliera al trabajo. Creo que me qued� dormido mas de hora y media. A�n as� tuve que esperar otro buen rato hasta que escuch� que sal�a. Ya eran casi las 8:30. Baj� para ba�arme y cambiarme y me fu� a la escuela a tomar mis cursos. Desayun� tarde y de salida compr� comida para llevar.

Regres� a la casa como el d�a anterior. Otra vez estaba el peligro de que me encontrara all� a Elisa. De nuevo no fu� as�.

Por supuesto que hab�a avisado en mi trabajo que necesitaba los dos d�as jueves y viernes. Por eso no me iba al trabajo desde la escuela donde estudiaba.

Esta vez, al llegar me puse a estudiar toda la tarde. Com� a las seis y me cuid� bien de no dejar ninguna se�a ni residuo. Otra vez prepar� las puertas de la biblioteca y del cuarto de servicio, donde volv� a dejar mis libros y mi maleta. Y de nuevo a vigilar desde la ventana de la sala con la casa a oscuras.

Reconoc� el carro de H�ctor cuando lleg�, ya lo hab�a visto otras veces. Ahora se estacion� descaradamente frente a la casa.

R�pido me fu� a la rec�mara, me met� al closet y dej� descorrida la puerta que s� funcionaba lo suficiente para que me dejara mirar por ese lado. Los escuch� entrar a la sala cuando yo me estaba acomodando para esperar en mi colch�n de ropa sucia. Estaba realmente c�modo.

Not� que se entreten�an algo en la sala en silencio, luego estuvieron un poco en la cocina, Elisa entr� al ba�o y despu�s �l le pidi� permiso para entrar tambi�n y pude inclusive escuchar el chorro de orines. Volvieron a la sala y se sentaron a platicar en el sill�n. Yo escuchaba las voces pero muy pocas palabras pod�a entender. Lo �nico de inter�s fu� que a menudo cesaba la pl�tica y pod�a distinguir que se estaban besando. Tambi�n pude deducir que Elisa quer�a que pasaran juntos la noche pero H�ctor ten�a un compromiso con su familia y deb�a retirarse temprano.

A eso de las nueve y media escuch� que se levantaban del sof� y que caminaban hacia...�la rec�mara!.

Me puse involuntariamente tenso cuando entraron. Encendieron la luz y as� de pi� empezaron a besarse. Yo me encontraba atisbando por la abertura de la primera puerta del closet porque ellos estaban en ese lado, el lado de la pared oriente de la rec�mara. Y se me agit� la repiraci�n al ver a mi esposa besarse apasionadamente con H�ctor, a ver c�mo se daban la lengua al tener unidas las bocas. Y casi me sobresalt� cuando descubr� que la mano de ella empezaba a sobarle la entrepierna del pantal�n y not� que se le formaba un claro bulto. Mientras tanto �l no se qued� atr�s y empez� a desabrocharle la blusa a mi mujer. Se despegaron un poco y ella se sac� las faldas de la blusa y se la quit� lanz�ndola sobre la silla que estaba a su lado. H�ctor se arrim� por atr�s, la rode� con sus brazos y empez� a masajearle los pechos sobre el brasier mientras la besaba en el cuello, tras los o�dos y de vez en cuando en la boca cuando ella se volv�a ofreci�ndole sus labios.

Yo miraba boquiabierto. No me esperaba una demostraci�n tan detallada. Creo que en el fondo me figuraba que �l simplemente la tumbar�a en la cama para hacerle el amor. Pero tuve que reconocer que estaba acarici�ndola con mucho cari�o y pasi�n y que lo hac�a con la clara intenci�n de excitarla, lo que se notaba a todas luces en los suspiros y peque�os jadeos que se le escapaban a Elisa. Era un hombre que sab�a muy bien c�mo poner cachonda a una mujer antes de poseerla.

Sent� un peque�o hueco en la boca del est�mago cu�ndo vi que H�ctor le arrimaba su pubis, que ten�a formado un gran bulto. Mi esposa vest�a pantal�n y al sentir el roce abri� las piernas, y ya con las piernas abiertas levant� las nalgas para que su amante pudiera colocarle exactamente el bulto que formaba su sexo. V� c�mo mi esposa se puso a disfrutar la sensaci�n de la erecci�n en su culito parado que meneaba ligeramente con deleite.

Aquello dur� un momento y entonces �l se retir� un poco y le desabroch� el brasier. Me di cuenta que, despu�s de quitarse la blusa, ella le hab�a dado la espalda precisamente para eso, pero �l hab�a aprovechado para cachondearla de manera muy atinada. Mi mujer qued� con los pechos descubiertos, se quit� el broche del pantal�n y se baj� el cierre mientras �l se quitaba la camisa. Pude ver que tra�a pantaletas color celeste antes de que apagara la luz.

Por un momento solo pude distinguir sus siluetas y darme cuenta de que H�ctor se sentaba en la cama para quitarse los zapatos en tanto que ella se quitaba, de pi�, el pantal�n. No tard� en acostumbrarme al ambiente m�s oscuro, pues a trav�s de la cortina de la ventana entraba luz de las casas vecinas de atr�s. Desde luego ahora no ve�a cada detalle ni colores. Estaban sentados en la cama, �l del lado del closet, por lo que estaba m�s cerca de mi, ella al otro lado. Otra vez se estaban besando con furor, mi mujer le estaba sobando el sexo sobre el pantal�n, luego le baj� la bragueta y le extrajo el miembro. Aunque la claridad no era total, pues estaban de espaldas a la ventana, nuevamente se me agit� la respiraci�n y sent� un peque�o sofoco, pues pude ver que la ten�a bien parada y tambi�n que la ten�a grande, claramente m�s grande que la m�a.

Con la boca abierta, v� que mi esposa...�se la pel�!. Se la pel� varias veces, se la pelaba toda restirando totalmente hacia abajo el cuerito y luego se lo sub�a de nuevo hasta que desaparec�a la punta del glande. Hasta que definitivamente se puso a hacerle la pu�eta a su novio. �Mi esposa le estaba haciendo la pu�eta a H�ctor! Yo estaba muy agitado, not� que empezaba a tener una ligera erecci�n viendo a mi esposa hacer aquello y pensando que a mi nunca me hab�a hecho nada semejante. Era obvio que le gustaba la verga de H�ctor. En tanto, �l estaba sob�ndole la panocha sobre la pantaleta. Fu� en aquel instante cuando algo empez� a rebullir en mi mente, algo que chocaba fuertemente con mi modo de pensar, con mis prejuicios mas arraigados. Lo recuerdo perfectamente.

Permanecieron haciendo aquello durante unos cinco o diez minutos. Luego H�ctor se levant� para terminar de desvestirse mientras Elisa se acostaba en la cama. Se quit� el pantal�n y la trusa, qued� completamente desnudo y se subi� a la cama al lado de mi esposa. Yo no pude dejar de sentir una poca de envidia cuando lo vi dirigirse desnudo hacia ella con su poderosa verga totalmente erecta y pelada.

Ya estaban juntos en la cama. Ella estaba del lado de la ventana y para tener mejor vista me traslad� con cuidado a ese lado del closet, donde estaba la abertura que dejaba la puerta descompuesta. Me di cuenta de que hab�a llegado el momento crucial, estaba a punto de lograr el objetivo que me hab�a propuesto. Iba a ser testigo del adulterio que se iba a cometer en mi matrimonio. �Mi esposa iba a darle las nalgas a otro hombre en nuestra propia cama matrimonial!.

Elisa lo recibi� a su lado y empezaron a besarse mientras se acariciaban los sexos. H�ctor tambi�n le acariciaba las chiches. Jadeaban, se dec�an un mont�n de cosas entre suspiros y murmullos. Solo pude distinguir algunas palabras: �...pacito, la tienes bien parada...� �...st�s escurriendo...� �...as�...que rico...� �...te gusta..ghh..l...verghhg..?�. Luego H�ctor se enderez� y metiendo los dedos bajo el el�stico empez� a bajarle las pantaletas. De nuevo aument� mi agitaci�n, se me aceleraron mis latidos al ver c�mo le estaban bajando los calzones a mi mujer. Desliz� la prenda a todo lo largo de las piernas y las dej� all� mismo al lado, sobre la cama. �H�ctor le baj� los calzones a mi esposa!.

Otra vez se trenzaron acostados de lado. Primero v� que �l llevaba su mano al sexo de ella, la estaba dedeando. Luego se abrazaron bes�ndose, �l la atra�a hacia s� asi�ndola de las nalgas mientras le chupaba las chiches. Aunque desde d�nde me encontraba no pod�a mirar entre sus cuerpos, era evidente que con la erecci�n que ten�a H�ctor, le estaba picoteando el pubis a Elisa, o cuando menos el vientre y el ombligo ... �Se estaban fajando a mi vieja!

Aquello era totalmente distinto a lo que yo me esperaba. Todo. El acto del que estaba siendo testigo y mis sensaciones y reacciones ante eso. �Porqu� se me estaba parando?

Un sofoco y unas peque�as contracciones del ano fu� lo que sent� cuando v� que H�ctor la hac�a girar y se le montaba coloc�ndose encima de ella. Lo abraz� por el cuello y �l empez� a hacer r�tmicos movimientos con su pelvis. Los jadeos y suspiros aumentaron de vol�men. Yo ten�a la respiraci�n bien agitada y abr� la boca tratando de no hacer ruido que llamase su atenci�n, aunque creo que era muy dif�cil que ellos pudieran escucharme envueltos en su propia voluptuosidad. Estaban totalmente concentrados en lo que estaban haciendo, l�bricos y lujuriosos. Me d� cuenta de que yo tambi�n estaba excitado, la ten�a bien parada, me hab�a calentado aqu�l espect�culo. Estaba viendo c�mo se agitaban en la cama y pod�a notar lo calientes que estaban los dos. Yo quer�a ver lo que estaba sucediendo entre sus piernas, pero la luz de la ventana entraba por un lado y dejaba en penumbras aquella parte de sus cuerpos. Y solo por un momento pas� por mi mente la idea de que, como esposo, tal vez deber�a impedir y detener lo que estaba ocurriendo en la cama. Estaba en posici�n de hacerlo, con solo salir del closet aquello quedar�a autom�ticamente interrumpido. Pero mi subconciente mismo lo rechaz� de inmediato, era muy fuerte la emoci�n que estaba experimentando al ver aquel espect�culo tan caliente, nunca hab�a tenido la oportunidad de ver, en vivo, a una pareja cogiendo. Y estaba ansioso por ver, aunque fuera mi esposa la que estuviera siendo montada.

Nunca olvidar� lo que ocurri� en aquel instante. Al escribir lo recuerdo n�tidamente. H�ctor dej� de moverse de improviso y levant� las nalgas encorv�ndose un poco sobre mi mujer, que ten�a las piernas algo separadas. Casi de manera autom�tica Elisa abri� totalmente las piernas, las levant� con las rodillas dobladas y coloc� sus talones sobre las nalgas de su novio. Fu� un movimiento inusitado y de improviso, se me aceleraron los latidos del coraz�n, sent� un gran hueco en el est�mago y un ligero dolorcillo en el ano que me provoc� fuertes contracciones del esf�nter. Me d� cuenta, en forma relampagueante, de que hasta entonces solo hab�an estado frot�ndose uno encima de la otra. Ahora �l hab�a retirado sus caderas para apuntarle con su erecta virilidad, listo para clav�rsela...y...�mi esposa abri� las piernas para presentarle ansiosamente la vulva!. Estaba siendo testigo del momento y la forma exacta en que iban a cometer el adulterio...�Elisa iba a ser copulada por su novio!.

Empez� a dar peque�as estocadas busc�ndole la panocha, tratando de localizarla. Cuando mi mujer lanz� un fuerte gemido, supe que la hab�a localizado y seguramente le hab�a dado un buen piquete. A mi tambi�n se me escap� un peque�o gemido involuntario que se confundi� con el de ella. Y cuando v� que empezaba a darle r�pidos y peque�os piquetes para abrirle la pucha, mientras ella segu�a lanzando fuertes gemidos yo sent�a ligeras punzadas en el ano que hac�an que el esf�nter me palpitara y me hac�an estar apretando involuntariamente el culo al ritmo de los piquetes. Luego, despu�s de otro piquetazo, se detuvo moment�neamente sin retirar las caderas. Mi mujer lo apret� fuertemente con sus brazos y hundi� los talones en sus gl�teos. �H�ctor le hab�a abierto la vulva a mi se�ora!. Y por lo visto tambi�n le hab�a metido la cabeza y se la hab�a dejado adentro. �H�ctor ya estaba ganchado de los genitales de mi esposa!

Dos o tres empujones y ...�pa�dentro!. Escuch� el pujido de Elisa cuando se le fu� toda. Yo por mi parte, al darme cuenta que ya se la estaban metiendo, sent� unas fuertes punzadas en la cola la cual apret� convulsivamente y me llev� una mano al est�mago debido al vac�o y ansiedad que sent�a. Alcanc� a escuchar que casi en un susurro mi mujer dec�a �...ya...toda...� en el momento en que se sinti� completamente penetrada.�H�ctor le meti� toda la verga bien parada a mi esposa!

Ya para ese momento mi manera de pensar y mis deseos hab�an cambiado radicalmente, aqu�l odio y coraje por la infidelidad de mi esposa hab�a desaparecido completamente. Aquel odio y coraje contra H�ctor Carso por haber llevado a la cama a m mujer hac�a varios meses hab�a desaparecido y se hab�a trocado en admiraci�n.

��Que b�rbaro!�, pens� al observar c�mo el novio de mi se�ora se quedaba completamente clavado dentro de ella, ��ya se la meti� toda!...qu� bien lo hizo...�ya es mi sancho!...�.

S�, aunque H�ctor ya era mi sancho pues desde antes se hab�a cogido a mi esposa, esta era la primera vez que yo lo ve�a como mi sancho. Para entonces yo estaba bien caliente, estaba goteando, el culo me segu�a palpitando tembloroso, y me d� cuenta de que era agradable la sensaci�n al ver al novio de mi mujer encima de ella, bien clavado, copul�ndola. Aquel cuadro me daba la clara impresi�n de que estaba viendo a un macho cubriendo a la hembra, un gara�on montando a la yegua, un gallo pisando a la gallina. Y entonces tuve que aceptar para mis adentros que lo que le estaban haciendo a Elisa se lo estaban haciendo muy bien, que en ese momento su novio la estaba doblegando como macho. Me convenc� de que H�ctor se ve�a poderoso encima de mi mujer, se ve�a bien macho, se ve�a muy viril encima de ella. Definitivamente, me gustaba ver a H�ctor meti�ndosela a mi esposa. Me daba cuenta de que estaba viendo a mi sancho haci�ndole sentir su virilidad a mi compa�era y empec� a pensar con satisfacci�n �...me gusta lo que hacen....me gusta lo que le hace ....�qu� estar� sintiendo Elisa?...�

Las emociones continuaban. Estuvieron as�, pegados, unos cinco o seis minutos durante los cuales H�ctor tuvo a Elisa bien prendida de las verijas con su verga. Luego empezo a moverse. Primero con un suave movimiento hacia arriba y hacia abajo, despu�s acelerando el movimiento y haciendo mas violentas las embestidas mientras resurg�an los gemidos, pujidos y jadeos de ambos ... ��H�ctor se estaba cogiendo a mi esposa!�. Estaba presenciando la forma en que mi sancho se estaba chingando a mi mujer y estaba viendo c�mo la estaba haciendo gozar, c�mo le estaba dando placer con su verga.

Casi se me ca�a la baba al ver, con envidia, que �l s� pod�a hacer unos movimientos excelentes de meter y sacar, movimientos que yo no pod�a hacer por lo corto de mi pene. Y, sin querer, involuntariamente, se me volvi� a agitar la respiraci�n, se me aceleraron los latidos, volv� a sentir un dolorcillo en la boca del est�mago y empec� a apretar fuertemente las nalgas cada vez que, depu�s de sacarla, H�ctor volv�a a meterle toda la verga a mi esposa, sincroniz�ndome con el ritmo, como si fuera a mi a quien estuvieran cogiendo. Y es que mi esf�nter se estaba contrayendo espasm�dicamente con violencia inusitada, se me apretaba fuertemente cuando H�ctor se la dejaba ir a Elisa y se me aflojaba y abr�a cuando se la sacaba. Tanta era la emoci�n que me estaba produciendo ver a mi mujer dar las nalgas.

En ese frenes�, mirando hacia la cama con la boca abierta, jadeando y pas�ndome la lengua por los labios, yo los animaba en silencio sin poder evitarlo ... �...�eso es!...�as�...as�!...�m�tesela toda!...�as� papacito!...�c�getela!...�h�chate a mi vieja!...�c�chala...c�chatela bien!...�c�getela bien cogida!...�.

Poco despu�s los pujidos, gemidos y jadeos de Elisa se transformaron en gritos. Se estaba moviendo fren�ticamente debajo de su novio, estaba bien l�brica y caliente. Se apret� desesperadamente a �l, lo rode� con fuerza con sus piernas y empez� a venirse gritando ... �...ya... �yaaa! ... H�ctooor... �que ricooo!...�m�temela toda! ... �meeetemmeelaa papacito lindooo! ... �ch�ngame! ... �ch�ngame bien! ... �chh��iiinnnggaaammeeee! ... �H�ctor. H�ctor!...�quiero verga!...�d�me verga!...�verga...daammee maas veerggaaa!...�H���cctooor!...�.

Ahora se escuchaba claramente el sonido de los l�quidos en la vagina con el fren�tico bombeo del falo. Elisa estaba fuertemente tomada de los hombros por su novio quien hac�a chocar ruidosamente su pelvis contra las ingles de ella haciendo que sus piernas al aire se sacudieran violentamente. Parec�a mu�eca de trapo bajo sus embates. Se ve�a sexualmente poderoso. Y de pronto cambi� su ritmo, empez� a dar profundas estocadas y su jadeo se transform� en un ronquido. Una...dos...tres...cuatro estocadas...y se la meti� con fuerza, hasta los huevos, haciendo chocar con un fuerte sonido sus pelos p�bicos contra los de ella.

Tuve, nuevamente, que llevarme las manos a mi est�mago por el dolor que sent� al darme cuenta de que en ese momento H�ctor estaba eyaculando dentro Elisa, se le estaba entregando, sus test�culos estaban rindiendo tributo a los organos reproductores de mi mujer...�H�ctor le dej� ir los mecos a mi esposa!

�Se la cogi�!, �H�ctor Carso acababa de cogerse a mi esposa!, �Yo estuve viendo c�mo se la coch�!.

Se qued� tendido encima de mi mujer apoy�ndose en los codos mientras ella lo reten�a todav�a rode�ndolo con sus piernas. Estuvieron unidos unos diez minutos bes�ndose con mucha delicadeza. Luego H�ctor empez� a levantarse, Elisa de inmediato desenlaz� las piernas de alrededor de �l y las abri� completamente manteniendolas dobladas para permitirle retirarse. Al fin se la sac� y ella inmediatamente estir� las piernas y las junt�, seguramente para cerrar la vulva, evitar que los mecos le escurrieran y as� retenerlos dentro de ella. �El adulterio se hab�a consumado!

Solo stuvieron un poco en esa posici�n. Elisa se enderez�, tom� sus calzones que estaban a los pies de la cama, se los coloc� entre las piernas y se levant� por el rollo de papel que estaba en el nicho del closet. Volvi� a la cama y se puso a limpiarle la verga a H�ctor con mucho cuidado y delicadeza. Esto era algo que tampoco hab�a hecho conmigo. Cuando qued� limpio, se agach� y le di� un beso en los huevos. H�ctor se levant� y empez� a vestirse. Elisa se puso las pantaletas y se levant� tambi�n para ponerse la blusa y encender la luz. Yo volv� a desplazarme con cuidado hacia el otro lado del closet.

En cuanto �l qued� vestido, mi mujer se le colg� del cuello, lo bes� apasionadamente y le dijo:

- Yo quer�a que te quedaras conmigo ahora que no est� mi esposo, pero ni modo...Yo quiero estar toda una noche contigo, �necesito que me cojas toda la noche!. �quiero que me la est�s metiendo toda una noche!.


Salieron de la rec�mara y escuch� que se desped�an. Elisa regres� a la rec�mara, se quit� los calzones, se sent� en la orilla de la cama, levant� el pi� derecho y lo apoy� en el borde y abriendo las piernas se puso a examinarse la vagina. Desde donde yo estaba pod�a verle la pucha. Se separ� los pelos y se abri� la raja. Los pelos estaban totalmente mojados y viscosos, la vulva estaba totalmente enrojecida, un poco inchada y escurriendo de semen. Meti� y removi� un poco los dedos, los extrajo y los frot� entre s� observ�ndolos de cerca, viendo c�mo al separarlos se formaban hilillos de baba, luego los oli� aspirando profundamente varias veces y finalmente prob� la esperma con la lengua y se chup� los dedos para limpi�rselos. Volvi� a revisarse la vulva abri�ndosela con los dedos. Por lo visto qued� satisfecha, pues mordi�ndose el labio inferior, finaliz� su inspecci�n pegando sus codos a sus costados, levant� un poco los brazos y, con las palmas vueltas hacia arriba, cerr� las manos dejando separados los pulgares para luego dar hacia s� dos jalones de brazos en una clara se�al obscena. Se levant�, separ� las piernas y doblando un poco las rodillas se coloc� los calzones bajo la vulva, se limpi� un poco y luego lanz� descuidadamente las pantaletas hechas bola dentro del closet para salir de la rec�mara y entrar al ba�o.

Como cerr� la puerta del ba�o, yo me puse a revisar sus calzones. Los desenvolv� y de inmediato me di� el olor de mecos. Era el olor de los mecos de H�ctor que yo ya conoc�a, pero ahora estaban m�s frescos pues acababa de eyacularlos en mi esposa. En eso escuch� el chorro de la regadera. Elisa se estaba ba�ando. Sal� del closet, era el momento para irme a la azotea. Por cierto que al salir de la rec�mara y aspirar aire fresco, inmedianamente not� la diferencia. La rec�mara ol�a a cogimiento.

Al salir cerr� cuidadosamente la puerta de la biblioteca, sub� a la azotea, entr� al cuarto de servicio, me acomod� en mi improvisada cama de peri�dicos y al poco rato me qued� dormido. Mientras Elisa dorm�a c�modamente en la cama con los mecos de H�ctor en su vientre, yo dorm�a acurrucado entre peri�dicos y con fr�o.

Lo que empez� como un plan para comprobar algo que deber�a ser feo y bochornoso, termin� siendo una experiencia maravillosa. V� a mi esposa funcionando estupendamente como toda una mujer en la cama con otro hombre. V� a otro hombre, a H�ctor Carso, a mi sancho, copulando a mi esposa, cogi�ndola como todo un macho, haci�ndola mujer en la cama, dej�ndola sexualmente bien satisfecha y dej�ndole en su vientre el producto de sus test�culos, su semilla, sus espermatozoides, su semen, su esperma, sus mecos, la prueba de su virilidad. Y todo ello �en nuestra propia cama matrimonial!

Despu�s de ese d�a, dej� de acosar a mi mujer para que me confesase su infidelidad. Mi cambio de actitud fu� tan brusco que ella por fuerza lo not�. A veces la sorprend�a mir�ndome inquisitivamente, a la defensiva, como esperando una ofensiva desagradable de mi parte. Inclusive por bastante tiempo no lleg� tarde los viernes.

Al transcurrir de los meses ella reanud� sus relaciones sexuales con su novio, porque segu�an siendo novios, y volvieron las llegadas en la madrugada del s�bado aunque muy espor�dicamente. Aunque ahora al llegar no se dorm�a de inmediato, despu�s de desvestirse se ba�aba y ya no se dejaba puestos los calzones que usaba en la cogida.

Pero entonces yo dej� de hacerme el dormido cuando llegaba. En cuanto la escuchaba entrar a la rec�mara la recib�a y la hac�a que se acostase as� como ven�a. A veces hasta yo mismo empezaba a desvestirla mientras ella me miraba azorada. Ni que decir tiene que en esas ocasiones nos trenz�bamos en tremendo coito, parece que a ella se le quitaba lo cansado.

Claro que mi esposa termin� por darse cuenta que yo sab�a que ella segu�a d�ndole las nalgas a H�ctor. Pero mi reacci�n a ello ya no le incomodaba. Inclusive not� que mostraba m�s entusiasmo que antes al coger conmigo, tal vez porque yo algo hab�a aprendido de la lecci�n y me esmeraba m�s en el acto sexual. Dej� de parecerme mucha desventaja el tama�o de mi pene.

De esa manera se fu� estableciendo un acuerdo t�cito entre Elisa y yo. Nunca le pregunt� si ten�a relaciones sexuales con otro hombre y ella nunca me lo dijo ni lo insinu� ni lo coment�. Pero ambos sab�amos que ambos sab�amos.

La relaci�n de mi esposa con H�ctor Carso dur� casi tres a�os. Cuando ella consigui� un mejor trabajo el noviazgo fu� extingi�ndose poco a poco hasta desaparecer. Tuvo relaciones sexuales con otros tres hombres en los siguientes veinticinco a�os, relaciones muy espor�dicas y, debo reconocerlo, muy discretas por parte de ella. Todas las veces lo supe, ella nunca ocult� las evidencias, seguimos con nuestro acuerdo t�cito. Pero eso s�, aquella fu� la �nica vez que fu� testigo visual de su acoplanmiento con otro hombre, incluido H�ctor.

Despu�s de sus cincuenta a�os nunca m�s volvi� a tener un amante. Desde entonces solamente nos tenemos a nosotros, porque los hijos que tuvimos despu�s de los treinta a�os ya viven por su cuenta.



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Relato: Adulterio en la CTM
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