Relato: Historia de una guarra





Relato: Historia de una guarra

Soy una guarra. Y no �nicamente en el sentido de put�n, mujerzuela, golfa, mujer f�cil� que tambi�n, y mucho, por cierto, sino en el de sucia. Guarra, marrana, cerda, puerca� pod�is llamarme como prefir�is. Lo soy, me gusta serlo, mostrarlo y que me lo digan. Me encanta.

Enumerar mis vicios y perversiones ser�a dif�cil. M�s sencillo, mucho m�s, resultar�a citar aquellos que se me escapan. Soy una ninf�mana insaciable. Me gustan los hombres, las mujeres, los ni�os, las ni�as� tr�os, org�as, bukkakes� zoofilia, sadomasoquismo, humillaci�n� supongo que ya vais haci�ndoos una idea.

Soy mujer bella, si bien con mis particularidades, que ya ir�is conociendo. 170 de altura; 60 kg de peso; pelo rubio natural, liso y cortado en una corta melenita que no llega a mis hombros; ojos azules; labios carnosos� Soy muy guapa de cara, bastante m�s de lo que acostumbran las cerdas espa�olas que ten�is por aqu�. Porque yo no lo soy, claro. Nac� en Aalst, B�lgica, hace m�s de veinteavos ya y bastantes menos de treinta. En mi pa�s hay hombres y mujeres semejantes a los dioses de nuestra antigua mitolog�a. Si por eso hubiera sido, me hubiera quedado all� sin duda, pero decid� bajarme para ac� a vivir atra�da por el clima mediterr�neo. Adem�s, son estos lares muy cosmopolitas y se puede encontrar de todo, desde rubios como los de mi tierra natal, a negros africanos y hasta amerindios. Muy colorido. Me gusta.

Tengo las tetas grandes. Bastante grandes y algo ca�das. Busque expresamente que as� fuera. Ya en mi temprana adolescencia, desee unos buenos melones con que poder putear y zorrear, pase�ndolos con escotes de v�rtigo y transparencias ante los ojos de babosos, viejos verdes, salidos, etc. Cost� convencer a papi para que me pagase el tratamiento hormonal necesario �los quer�a naturales, de silicona ni hablar-, y m�s aun encontrar aprobaci�n m�dica, pero siendo su favorita y ni�a de familia adinerada hay muchas cosas que se pueden conseguir.

Consegu� as� las tetas que quer�a. Luego fue cosa de entregarlas a manoseos m�ltiples y frecuentes y prescindir del uso de sujetador habitualmente, para dejarlas caer y ablandarlas.

El culo ven�a de f�brica, pero a�n lo consegu� hacer m�s voluminoso a base de sentadillas, prensa y otros ejercicios de gym. Los preparadores flipaban conmigo cuando les ped�a consejo para hacer mis gl�teos m�s grandes. No miento cuando digo que ya ten�a un verdadero culazo, pero siempre quer�a m�s.

Mis piernas son preciosas, una verdadera provocaci�n carnal. Unos muslazos que, claro, tambi�n se vieron realzados por aquellos ejercicios. Mi cintura estrecha por naturaleza. He tenido que trabajarla bien a base de ingerir grasas animales, az�car y dem�s alimentos hipercal�ricos para conseguir algo de tripita y alg�n michel�n.

�se es mi cuerpo. El cuerpo que quiero. No el de una s�lfide de pasarela, sino el de una aut�ntica guarra provocativa y obscena. Obscena mi actitud, mis formas, mi filosof�a de vida� Algo que apele directamente al morbo y se la ponga dura a los hombres con s�lo verlo.

Pero claro, as� aun hay muchas y yo, se�ores, soy �nica. Una aut�ntica joya del vicio y la m�s absoluta degeneraci�n sexual. Como dije al principio, soy una guarra. Hasta extremos que har�an repugnar a muchos que afirmar�an considerarse lo propio. Me encanta sudar, por ejemplo. Viene ac� precisamente buscando su clima, ya les expliqu�, sinti�ndome defraudada al comprobar que no hac�a en su mediocre pa�s tanto calor como hab�a supuesto. Bueno, tampoco pasa nada. Con un buen sistema de calefacci�n arreglado. Nunca baja la temperatura de los 30� en mi casa y en verano estoy en la Gloria. Me paso el a�o sudando y sudando, llegando a transcurrir meses enteros a veces sin ducharme. S�lo lo hago cuando no me queda m�s remedio, limit�ndome a lavarme el pelo a diario, que �ste s� me gusta mantenerlo suelto, limpio y brillante.

Me encanta la sensaci�n de sentir mi cuerpo pringoso a causa del sudor seco; el fuerte olor de mis sobacos y, muy especialmente, el fort�simo tufo que suelta mi potorro, el cual aun lavo menos que el resto de mi anatom�a. �Me encanta! Si hay algo que me guste m�s que el olor procedente de mi falta de higiene corporal, es el de la procedente de otros cuerpos. Me gusta que mis amantes sean tan guarros o m�s que yo, aunque no son f�ciles de encontrar as�.

Igualmente me encanta la sensaci�n de ponerme una limpia y muy blanca camisa �blusas y camisas abotonadas son, de lejos, mis prendas favoritas- sobre mi pringosa piel. Porque, he de decir, la ropa s� me gusta mantenerla muy limpia y pulcra. Siempre compro modelitos muy caros y exclusivos. Me importa que sean favorecedores, claro, pero m�s aun que sean caros. Muy caros. Car�simos. Mi papi es heredero de una riqu�sima familia de banqueros. Mi mami de una de pudientes empresarios relojeros. Mi hermano peque�o y yo somos las ovejas negras de la familia. Cansados y resignados a no poder sacar punta de nosotros, nos mandaron lejos a unas permanentes vacaciones pagadas. �l acab� en Grecia, foll�ndose a todas las putas del Pireo, y yo ac� en Espa�a, ambos beneficiarios de sendas n�minas mensuales que, cada una por s� sola, bastar�an para solventar la dif�cil situaci�n de muchas familias o cumplir nobles fines sociales, y que nosotros gastamos alegremente en drogas, alcohol y vicios. Y con mucho placer por mi parte. Me gusta pensar en la necesidad y problemas de otros mientras yo despilfarro sin medida.

En fin, como les iba diciendo, mi ropa superlimpia, salvo la interior. Cuando la uso, claro. Y tampoco es que tenga demasiada. Cuatro tanguitas que nunca he lavado y hace a�os que compr�, un par de ellos limpios para las ocasiones en que se impone su uso y vale. Lo mismo m�s o menos para mis sujetadores. Si alguna vez decido usarlos, invariablemente son bras y del tipo para realzar mis espectaculares tetas.

En cuanto a mi casa, es una extensi�n de mi misma, de mis rarezas y peculiaridades. Me gusta tener la pila llena de platos con restos de comida y sin fregar. El inodoro sucio. Suelo pasar d�as enteros sin tirar de la cadena y cagarme de vez en cuando en el suelo, encima de alg�n mueble, etc. Me gusta.

Mis animales de compa��a favoritos son las moscas y las cucarachas. En realidad son los �nicos animales que me gustan. Ni me gustan los animales ni los ni�os, en el sentido maternal y tierno entendido, claro. Para mis degeneradas y desviadas pr�cticas sexuales claro que me gustan, y mucho. Pero para hacerme compa��a, s�lo quiero moscas y cucarachas. Moscas, moscardas, moscas verdes, azules� las adoro. Las dejo revolotear libremente y posarse sobre mi comida. Son las due�as de mi casa. Tambi�n sobre mi cuerpo, claro, que permanece desnudo siempre que estoy en casa. Incluso me gusta jugar sexualmente con ellas, embadurnando de dulce mi potorro, especialmente mi cl�toris, para que se posen masivamente sobre �l. Es algo delicioso sentir sus patitas correteando sobre ellos. He intentado desde hace mucho alcanza el orgasmo sin m�s est�mulo que �se, pero sin �xito. Es algo delirante que recomiendo a cualquier mujer �al menos cualquiera con aficiones similares a las m�as-. Esos adorables bichitos te mantienen en una sensaci�n de excitaci�n que ni decae, ni alcanza el nivel necesario para hacerte correr, con lo cual quedas en permanente estado de excitaci�n. Por haceros una idea gr�fica, es similar al agobio que se siente cuando sientes la sensaci�n de ir a estornudar pero no llegas a hacerlo, manteni�ndose aqu�lla siempre al l�mite. �Me vuelve loca!

M�s o menos lo mismo vale para las cucarachas. Fomento su entrada a casa usando poco los grifos, para que as� puedan entrar por las ca�er�as. Viviendo en un chalet a las afueras de una ciudad tur�stica, los vecinos y el Ayuntamiento mantienen la zona bastante limpia y no hay demasiadas por la calle. Cuando encuentro alguna, la cojo con las manos y meto �sta entre el canalillo de mis tetas para dejarla caer junto a mi barriga, solt�ndola luego libre en casa. Debo tener cientos, miles all�. Las adoro, sobre todo a las rojas. Las negras tambi�n, pero sobre todo a las rojas. Grandes, vistosas�

Llegados a estas alturas de mi historia, quiz� alguien se pregunte por el origen de mi afici�n. Pregunta est�pida. �Se pregunta alguien por qu� le gustan las mujeres rubias o con las tetas gordas? O los hombres rubios y con la polla grande, que lo mismo me da, que me da lo mismo. Si me refiero a las mujeres, es porque los lectores de la web son mayoritariamente varones.

En fin, no habr�a que preguntarse acerca de esas cosas, pero ya que se hace, tampoco tengo empacho en responderlas. No hubo un principio propiamente dicho, como no suele haberlo para cualquier otra preferencia sexual. Siemplemente est� en tu naturaleza. Desde muy peque�ita me excitaba con pensamientos y actos sadomasoquistas, si bien entonces no relacionaba tal excitaci�n con algo sexual conscientemente, pues siquiera ten�a consciencia todav�a de lo que era el sexo. Y la sexualidad. Simplemente hab�a ocasiones en que me excitaba autolastim�ndome con pellizcos, tir�ndome yo sola del pelo� pensaba aposta que val�a menos que las dem�s chicas y sent�a que eso me excitaba. Otras veces reviv�a en mi mente los castigos de mis profesoras ante mis compa�eros, preferentemente los m�s humillantes. Me sent�a excitar mucho con eso.

Con la preadolescencia lleg� la consciencia de lo que era el sexo y la sexualidad. Result� una chiquita muy inquieta y precoz. Me encantaba que me manosearan y metieran mano mis compa�eros de clase y m�s aun los chicos m�s mayores. En alg�n momento comenc� una escalada de perversi�n, intentando seducir a varones cada vez m�s adultos. El sexo es como una droga. En las primeras experiencias, contemplas las dosis que te parecen elevadas como algo exagerado y carente de atractivo, pero a medida que tu cuerpo se va acostumbrando a las que tomas, cada vez te pide mayores. Igual pasa con esto. Al principio los chicos de seis o siete a�os m�s que yo, ya me parec�an demasiado mayores. Los hombres de treintaitantos o cuarenta, aut�nticos viejos. M�s all�, ni os cuento.

Pero a medida que avanzaba en mi perversi�n, iba superando l�mites y lo que antes me parec�a demasiado, llegados a un punto quedaba como normal y superado. Llegu� a hacer aut�nticas locuras en aquella �poca, como irme a casa de un cincuent�n largo que conoc� en plena calle. Yo iba contone�ndome como una puta y �l se qued� mirando mis bonitas piernas. Me excit� y tras dar unos cuantos paseos frente a �l, me sent� a su lado en el banco del parque. Hablamos, me invit� a ir a su casa y acept� sin dudarlo. Un tanto asustada quiz� por la comprensi�n de la insensatez que estaba cometiendo, pero demasiado excitada como para hacer caso a aquella vocecita interior que me aconsejaba prudencia. Incluso le segu� el rollo cuando me propuso ir hasta su coche por separado para evitar que nos vieran juntos. Sab�a que si quer�a violarme y/o matarme, aqu�l ser�a precisamente su mayor inter�s, pero me excitaba la sensaci�n de peligro y riesgo. Al final acab� mam�ndosela como una desesperada en su apartamento all� en Aalst, y hasta hube de ser yo la que le insistiera y reinsistiera para que me follara, ya que el muy idiota deb�a temer que me acabara yendo de la boca o algo as�.

Otras veces qued� con contactos del chat a los que de nada conoc�a y con los cuales no hab�a chateado nunca antes. Buscaba a los m�s degenerados y pervertidos. Ellos flipaban conmigo y yo sent�a con ello la inigualable excitaci�n de flirtear con el Diablo tentando a la suerte. Fue una �poca de locuras juveniles. Me encantaba exhibirme desnuda para ellos y que me grabaran as� en v�deo. Me resultaba superexcitante la idea de que lo hicieran y mis im�genes acabaran circulando por Internet, con el riesgo de fuesen a parar a la pantalla de alg�n conocido. �Me encantaba la idea! Siempre sol�a vestir con la camisa muy desabrochada para lucir un escandaloso escote o muy ce�ida. Aparec�a as� ante la c�mara de buenas a primeras, buscando sus reacciones de excitaci�n y pasmo. Luego sonre�a y me esforzaba por lucirlas hasta que consegu�a que me pidieran que se las ense�ara desnudas, a lo cual me ofrec�a encantada, por supuesto. Las veces que resultaban demasiado pavos y no lo consegu�a, acababa muy frustrada y cortaba con ellos para siempre. No me serv�a ofrecerme yo misma a ense��rselas. Quer�a aut�nticos degenerados y viejos verdes que abusaran de m�, no timoratos e indecisos.

Llegada a la edad en que la pared de tu cuarto luce empapelada con los p�sters de tus �dolos juveniles y las chicas empiezan a ir m�s all� en sus experiencias con los chicos, yo ya ten�a una roca experiencia sexual y comenzaba a bucear profundamente en el negro abismo depravaci�n, de aguas profundas y tenebrosas, y en el cual jam�s se atisba a vislumbrar el fondo. La �nica frustraci�n que ello me deparaba, era el no haber encontrado todav�a ning�n compa�ero �o compa�era, que para aqu�l entonces ya ten�a claro que no hac�a ascos a los co�os tampoco- con el que recrearme en nuestra perversi�n, debiendo entregarme a ello en pr�cticas solitarias.

Fue entonces cuando comenc� a interesarme por el sexo m�s sucio y guarro. Desde muy pronto hab�a comenzado a tragarme las corridas de mis amantes. Es uno de los primeros pasos en la escalada de perversi�n. Me gustaba que se corrieran en mi cara, restreg�rmelo todo en ella y chupar mis dedos pringosos. En particular, lo que me gustaba era buscar la propia humillaci�n haci�ndolo. A partir de ah�, comenc� a fantasear con el semen, buscando experiencias cada vez m�s guarras y humillantes.

Fue de esa manera que acab�, ya de muy jovencita, en los descampados a que acud�an los j�venes amantes en sus coches para desfogar su pasi�n. Buscaba como una verdadera adicta all� sus preservativos usados y abandonados en el suelo. Los cog�a con mis manos desnudas, toc�ndolos y palp�ndolos, recre�ndome en su tacto suave y de inseparables connotaciones sucio-sexuales. Tras haberlos palpado as� bien y pringado mis manos, les hac�a un nudo para evitar que se perdiera la yeta que con ten�an, ya transparente y blanca por el paso de las horas y me los guardaba en el bolsillo. Siempre volv�a a casa con siete, ocho, diez� incluso quince o veinte pringosos condones si era fin ma�ana de s�bado o domingo. Una vez all�, me masturbaba furiosamente mirando los p�sters de mis �dolos o chateando con mis contactos m�s degenerados, mientras met�a los preservativos, ya desanudados de muevo, en mi boca. Los chupaba y rechinaba entonces como si se tratase de deliciosos caramelos, sintiendo el semen escurrir en ella y trag�ndolo con sumo deleite. O bien me vert�a directamente el contenido de otros sobre la lengua. �Deliciosa perversi�n! Acababa con la barriga llena de yeta y supersatisfecha, alcanzando orgasmos realmente bestiales.

Al principio, mucho antes, en mi prepubertad, me sent�a mal y sucia tras el momento del orgasmo en mis solitarias experiencias, despreci�ndome a m� misma, pero poco a poco fui superando la mental autoflagelaci�n y aprend�a disfrutar plenamente y sin remordimientos posteriores.

Tambi�n recorr� por entonces lavabos p�blicos mil. En cines, bares, pubs� Buscaba la forma de colarme en el de caballeros y, una vez all�, echaba el pestillo ala puerta y lam�a con fruici�n los meados del borde de la taza e incluso los del suelo. Cuanto m�s sucio estuviera y m�s fuerte fuera el sabor de los orines, mejor. Adoraba aquello. Luego comenc� a hacerlo tambi�n en los de las chicas. Porque, pese a lo que se pueda pensar, tambi�n nosotras nos meamos fuera a menudo. Muchas suelen mear de pie, abiertas de piernas sobre el inodoro, para no sentarse sobre �l. A m� ni me da asco hacerlo, ni lamer sus sabrosas meadas.

Bordeando ya la mayor�a de edad, comenc� a salir con un chico. Bueno, un hombre. Ten�a �l treinta y cuatro o treinta y cinco a�os por aquel entonces y a mi me encantaba. Moreno �suelo preferirlos rubios, salvo que sean negros o moros, los cuales tambi�n me apasionan-, y muy, pero que muy macho. Era turco y muy machista. Muy guapo, musulm�n de religi�n, casado con tres mujeres y con varias manantes y novias m�s adem�s. Me trataba como algo de su propiedad y a mi me encantaba, al igual que saber que s�lo era una m�s para �l y adem�s segundo plato de sus principales hembras.

Era bastante ordinario y poco educado. La primera vez que se tir� un cuesco fue en el coche, mientras nos dirig�amos a una discoteca. Hacia poco m�s de una semana que sal�amos y ya comenzaba a coger confianza. Yo re� divertida. Me gust� aquel gesto de desverg�enza. No fue una excitaci�n por la guarrer�a de su acto, sino por su falta de respeto. Encontr� aquello muy divertido y re� con ganas. �l sonri� y a partir de ah�, comenz� a tirarse peos cu�ndo y donde quisiera. A m� me encantaba. Si bien la primera vez no lo relacion� directamente con algo excitante por su suciedad, pronto comenc� a hacerlo. Le ped�a a menudo que se los tirara y ahora era �l el que re�a y encontraba aquello divertido. A veces se los tiraba justo al ir a bajar �l del coche y despu�s me dejaba sola dentro, con las puertas cerradas y las ventanillas bajadas. Sol�an ser muy olorosos sus pedos, convirtiendo aquello en una verdadera c�mara de gas, y yo aspiraba profundamente extasiada, deleit�ndome en el olor de sus gases intestinales.

Y, claro, estaba cantado, un d�a fue a tirarse uno de ellos mientras le lam�a el ojete del culo �me encantaba hac�rselo- intentando introducir en �l mi lengua lo m�s profundamente posible �mentira lo que dicen muchos relatos de que la introducen enteramente en �l. La lengua no tiene la suficiente rigidez como para penetrar m�s all� de la punta. �Ojal� se pudiera m�s!-. Yo re� encantada con su gesto. �l no dijo nada, pero a partir de entonces comenz� a tirarse muchos peos en mi cara. Y no s�lo cuando foll�bamos. A veces me dec�a que me pusiera en posici�n cuan do �bamos en el coche, por ejemplo, y lo hac�a all�. O colocaba su culo junto ala ventanilla y yo bajaba el cristal, abr�a la boca y la posaba en su raja en espera de mi delicioso aperitivo. Cosas as�.

Un buen d�a me dijo que quer�a cagarse en mis tetas mientras nos fum�bamos un cigarro tras echar un polvo en la cama. Era el siguiente paso natural. Me lo dijo no como orden, sino proponi�ndomelo. Yo simplemente le sonre�. Dej� el cigarro en el cenicero en la mesita de noche y, permaneciendo tumbada boca arriba, me arrastr� hasta el centro del lecho y tom� aqu�llas en mis manos para ofrec�rselas. El se coloc� en cuclillas sobre ellas y apret�. Primero sonaron algunos sonoros y olorosos pedos, yendo a salpicarme de mierda la cara cual deliciosa metralla proyectada desde sus intestinos. Fue una ligera lluvia marr�n, apenas una salpicadura, pero me encant�. Luego vino el plato principal. Un largo y consistente zurullo marr�n claro. Sonre� extasiada en su contemplaci�n y aroma. �Me encantaba aquello! Hubiera deseado atraparlo con la boca, no s� si en esa primera experiencia coprof�lica me hubiera atrevido a masticarlo y/o tragarlo, pero �l estaba disfrutando mucho. Su deseo hab�a sido cagarse en mis tetas nada m�s y quiz� rompiera el hechizo del momento un movimiento m�o inesperado. Decid� pues permanecer tal cual. Ya habr�a tiempo para comer mierda en lo sucesivo. Se habr�a una ilusionante ventana de inmediato futuro ante m�.

Sin embargo no fue as�. A los pocos d�as hubo de volver a Turqu�a por motivos familiares. No volv�a saber de �l y mi debut copr�fago hubo de quedar aplazado en espera de otra ocasi�n.

Si quer�is insultarme, despreciarme, criticar mi relato� vuestros comentarios ser�n muy bien recibidos y agradecidos en Los insultos son aun mejor recibidos que los halagos. Besos muy sucios.

Continuar�.

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