Relato: Viejo verde: 3 maduros viciosos y...



Relato: Viejo verde: 3 maduros viciosos y...

He de confesar, cobardemente escondido tras el anonimato de
Internet, que �ltimamente han ocurrido cosas de las que... bueno, digamos que no
me siento especialmente orgulloso. Y en momentos como este, en que me siento a
escribir, en esos raros momentos en que estoy sobrio y relajado, el recuerdo de
tales acontecimientos me provoca remordimientos e incluso cierto asco y
desprecio hacia m� mismo.


Pero, si me lo permiten, antes de nada me gustar�a
presentarme. Me llamo Manuel, tengo 57 a�os, soy viudo y sin hijos. Me jubil�
anticipadamente hace pocos meses y vivo en un barrio de la periferia de Madrid.


Uno de esos barrios populares que surgieron de la nada
durante los a�os sesenta para dar cobijo a las numerosas familias obreras, de
escaso poder adquisitivo y bajo nivel cultural, que acudieron a la capital en
busca de trabajo, y que presenta un mon�tono paisaje urbano compuesto por
edificios casi id�nticos los unos a los otros, carentes de personalidad y de
aspecto miserable.


Y tambi�n de miserable se puede calificar mi propio aspecto.
A mis poco agraciadas caracter�sticas f�sicas, como mi baja estatura, tan solo
1m58, la calvicie y el sobrepeso, se unen los efectos de la edad y de los
excesos cometidos a lo largo de los a�os, sobre todo con el alcohol, que me han
convertido en un hombre carente de atractivo alguno. Les confieso que cuando
observo mi grasiento, fl�cido y velludo cuerpo desnudo en el espejo, me veo
obligado a desviar la mirada al cabo de unos segundos. Adem�s, a todo lo
anterior viene a a�adirse, desde que dej� de trabajar, la poca atenci�n que
dedico a asuntos tan importantes como la alimentaci�n, la higiene personal o el
cuidado y lavado de mi ropa.


Pero hay algo de m� de lo que s� que me siento, todav�a hoy,
muy orgulloso. Se trata, aunque les pueda parecer una vulgaridad, de mi
realmente excepcional miembro viril. Tengo, como vulgarmente se dice, un pedazo
de polla, un rabo monstruoso. Un pene enorme, pesado y gordo, muy gordo, y de 20
cent�metros de longitud en estado de reposo. En mis mejores a�os, hace ya
bastante tiempo, cuando experimentaba fuertes erecciones y se me pon�a bien
tieso, llegaba a alcanzar m�s de 30 cent�metros. Dada mi obsesiva afici�n por el
sexo desde siempre, eso ocurr�a con frecuencia, y muchas fueron las mujeres (eso
si, la mayor�a prostitutas) que gozaron con mi extraordinaria verga. Y la que
m�s lo hizo, por supuesto, fue mi difunta esposa, mi Carmen, con la que estuve
casado m�s de 30 a�os. Una santa mujer que, gracias a su severa educaci�n
cat�lica y tambi�n a las tremendas folladas que le met�a y que la hac�an gritar
de gusto como una gorrina, siempre me perdon� las juergas y borracheras con los
amigos, las infidelidades cometidas (que imagino sospechaba) con las fulanas
implicadas en dichas juergas, e incluso alguna que otra bofetada que le pude
soltar durante alguna de nuestras frecuentes disputas y en momentos de tensi�n
cargados de vapores et�licos.


Actualmente mi vida transcurre de una manera gris y mon�tona.
Dedico las ma�anas a ver la televisi�n, sumergido en un let�rgico estado
resacoso, y a deambular despu�s sin rumbo por las calles del barrio hasta la
hora de comer. Y las tardes las suelo pasar con mis entra�ables amigos Paco y
Anselmo, ocup�ndonos, un d�a s� y otro tambi�n, en jugar a las cartas y beber
hasta emborracharnos, en mi casa o en alguno de los muchos baretos del barrio.


En lo que se refiere a mi vida sexual, aparte de las pajas
que me casco mirando revistas o videos porno, acostumbro a ir de putas dos o
tres veces al mes. Me gusta bajar a Madrid y buscarme alguna guarra por la zona
de Montera. Me excitan esas zorras, sobre todo las m�s j�venes, cuanto m�s
j�venes mejor. Mis preferidas son las peque�as asi�ticas, con aspecto de ni�as,
y las mulatas procedentes de lejanos pa�ses de habla hispana. Me da un morbo
tremendo el ambiente barriobajero de la zona y los pat�ticos cuartuchos
apestosos en los que las rameras realizan sus servicios. En general les pido que
me hagan una mamada, por supuesto sin cond�n, y me excita verlas abrir las
boquitas lo m�s que pueden para intentar engullir mi morcillona verga (rara vez
se me pone realmente erecta, y menos cuando ya voy medio borracho) y verlas
atragantarse cuando empujo fuerte mi poll�n en su boca hasta introducir parte de
�ste. Me encanta agarrarles el pelo de un pu�ado y follarles la boca, sentir el
roce de sus dientes en mi polla con el vaiv�n y la cara de asco que ponen
cuando, sin avisar, les mando al correrme el primer chorro de mi pastoso esperma
directamente a la garganta. Cuando eso ocurre, suelen echarse bruscamente atr�s,
como asqueadas, intentando escapar y evitar tener que tragar el resto de mi
leche, y termino de correrme frotando fuerte mi rabo contra sus tiernas caritas,
que les mantengo pegadas a m� sin soltarles el pelo y dejo chorreantes de semen.


Tambi�n les contar�, volviendo a mi rutina diaria, que me he
ganado en el barrio, muy a mi pesar, la reputaci�n de ser un "viejo verde". Es
verdad que durante mis paseos por las calles y plazas no puedo evitar mirar,
admirar y desnudar con mi mirada a las mujeres que van y vienen de la compra, a
las j�venes mam�s que pasean a sus hijitos y las tiernas jovencitas que asisten
a las clases del cercano instituto. Pero, �c�mo no voy a hacerlo? �Las muy
zorras van todas provocando descaradamente! Con esas falditas cortas y rajadas
hasta casi dejar ver las bragas. O con ajustados pantalones de cintura baja,
dejando al descubierto las ricas barriguitas, marc�ndoles el culo y esos
min�sculos tanguitas de furcias. �Si es que parece que vayan pidiendo a gritos
una polla, joder!


Suele ocurrir que les diga alg�n piropo, aunque, dependiendo
de la hora del d�a y de la cantidad de vino y co�ac que lleve en el cuerpo, el
piropo puede en ocasiones ser algo subidito de tono, incluso, lo reconozco, un
poquito de mal gusto� Rubiaaaaa �Qu� buena que est�s! �Guapaaaaa, te lamer�a la
raja hasta hacerte subir a las estrellas! �Ven nena, que te voy a comer el culo
y hundir la lengua en la almeja hasta tocarte el h�gado!


La respuesta a mis piropos suele ser siempre la misma:
dedicarme una mirada mezcla de temor, asco y desprecio, y acelerar el paso para
alejarse de m�. E incluso a veces algunas deslenguadas me sueltan alg�n insulto�
�Ser� grosero el viejo gordo asqueroso! �Cerdo seboso, repugnante calvo de
mierda! En fin, cosillas as�.


Bueno, ahora que ya me conocen un poco quiero hablarles de
uno de esos sucesos de los que dec�a antes no sentirme nada orgulloso. Se trata
del �ltimo ocurrido, aunque no del m�s inconfesable, y que deseo contar para
intentar liberar un poco el peso de conciencia que siento desde que ocurri� hace
una semana.


Desde que enviud� hace dos a�os, hago venir una vez por
semana a casa una mujer para que haga un poco de limpieza y me planche la ropa.
Han habido varias y la actual, o al menos la que ven�a hasta la semana pasada,
es Maite, una joven de 23 a�os que vive con el in�til de su marido, Serapio, en
el n�mero 15 de mi calle desde que se casaron hace apenas un a�o. Serapio, alias
"El Sera" y de unos 30 a�os, es transportista aut�nomo, aunque es tan mierda que
apenas consigue encontrar faena unos pocos d�as al mes y consiente que su joven
esposa se vea obligada a buscar escaleras y pisos que limpiar para poder aportar
a casa el dinero necesario para ir saliendo adelante.


Maite est� muy buena. Cada vez que viene a casa me recreo
mir�ndola mientras trabaja. Observo de reojo como se le marcan los pechos en la
tela de la camiseta al levantar los brazos para limpiar el polvo de los muebles,
y le miro las piernas y los muslos que se descubren al agacharse a fregar el
suelo. Me vuelve loco verla, me hace babear de deseo y me da gusto frotarme la
polla con la palma de la mano sobre la tela del pantal�n mientras le clavo mi
viciosa mirada. Confieso que en un par de ocasiones me ha costado horrores
reprimir las ganas de tirarme sobre ella, arrancarle la ropa y follarla ah�
mismo, tirada en el suelo de la cocina o del ba�o. Sospecho que ella se da
cuenta y estoy seguro de que percibe en mi viciosa mirada, y sobre todo en el
imponente bulto de mi entrepierna, que es imposible que no haya notado nunca, el
deseo que me inspira. Pero ella siempre se escabulle con alguna banalidad y
evita h�bilmente quedar cerca de m�, y a�n m�s todo roce y contacto f�sico
conmigo. Cuando termina su tarea siempre rechaza mi invitaci�n a tomar alg�n
refresco, alegando tener mucha prisa, guarda en su bolsito los 30 � que le pago
y se marcha r�pidamente.


El pasado martes por la tarde me encontraba con Paco y
Anselmo en casa cuando, inesperadamente, se present� Maite. Ven�a muy acalorada,
ya que acababa de fregar de arriba abajo la escalera del edificio, y me dijo que
esa semana iba a estar muy liada y que no podr�a pasar por mi casa, pero que si
quer�a pod�a dar un repaso r�pido durante una hora o dos esa tarde. Acept� la
proposici�n y la hice pasar al sal�n, donde estaban mis amigos. Le propuse que
se sentara un poco a descansar antes de comenzar a limpiar, y que tomara una
cerveza para refrescarse. Ella acept�, aunque un poco dudosa y dedicando una
fugaz mirada t�mida y desconfiada a mis amigos, a los que present�. Nosotros ya
hac�a rato que est�bamos jugando a las cartas y bebiendo cerveza para combatir
el calor. No se puede decir que estuvi�ramos borrachos pero s� que and�bamos ya
un poco tocados, e imagino que ofrec�amos un cuadro poco inspirador de
confianza.


Anselmo, un guardia civil jubilado de 60 a�os y tan gordo y
poco agraciado como yo, estaba tirado en el sof�. Con su porcina cara enrojecida
y sudorosa por el calor y la bebida, y sus peque�os ojillos viciosos clavados en
las tetas de Maite, cuyos pezoncitos apuntaban contra la tela amarilla de la
camiseta. Ofrec�a una imagen obscena, recostado y tensando la tela del pantal�n
(uno de esos de tergal baratos comprado en el mercadillo que ponen en el barrio
los jueves) con la prieta masa de grasa de la barriga, y sus �rganos genitales
que se insinuaban en un bulto complementario por la parte baja, hacia el cual el
bueno de Anselmo dirig�a su rechoncha mano de vez en cuando para darse una
intensa y poco elegante rascada.


A su lado estaba Paco, mi mejor amigo y antiguo compa�ero de
la f�brica de ladrillos, donde trabajamos juntos durante 15 a�os. Paco no pudo
beneficiar, por sus 52 a�os, del plan de jubilaciones anticipadas al cierre de
la empresa y est� actualmente en paro. Es flaco y nudoso, puro m�sculo y nervio
debajo una piel morena, reseca y arrugada, en la que luce multitud de burdos
tatuajes, legado de su poco gloriosa carrera militar en el seno de la Legi�n,
primer Tercio "Gran Capit�n" de Melilla, d�nde no pas� de cabo en los 10 a�os
que permaneci�. Tiene una voz muy desagradable, profunda y rota, completamente
cascada por el tabaco, el alcohol y los a�os de gritos dados a los reclutas que
tuvieron la desgracia de caer en sus manos durante el periodo de instrucci�n.


Paco es buena gente pero, cuando est� bebido, es
impredecible, enfurece por cualquier tonter�a y se pone en un estado que les
aseguro que acojona al m�s pintado, que da aut�ntico pavor. Muchos cojones hay
que tener para plantarle cara cuando se transforma as�. Yo, personalmente, nunca
he visto a nadie, por joven o fuerte que fuera, que se haya atrevido a hacerlo y
acabado sin necesitar asistencia m�dica.


Maite se sent�, juntando pudorosamente las piernas y tirando
hacia abajo de su cortita falda de tela vaquera, en una silla situada frente al
sof�, delante de la mesita del sal�n. Fui a la cocina a por unos botes de
cerveza para todos y al regresar pude notar lo tensa que estaba Maite ante las
miradas y l�bricas insinuaciones del par de salidos de mis compadres. Puse las
latas en la mesita, junto a uno de los ceniceros desbordantes de colillas, y
abr� una de ellas para Maite. Ella se volvi� hacia m� y tendi� la mano para
coger la cerveza que le ofrec�a. Al hacer ese gesto y desde mi posici�n, pude
admirar sus j�venes tetas de oscuros pezones que se dejaban ver por el hueco de
la ancha manga de la camiseta.


Entonces todo se desencaden� muy r�pido. Fue como si acabara
de recibir una descarga el�ctrica. Sencillamente, creo que perd� la cabeza, y
mis recuerdos a partir de ese momento son un tanto confusos.


Coloc�ndome detr�s de Maite y desde arriba, bruscamente,
cegado por un s�bito deseo animal, le introduje una mano por el escote de la
camiseta y le agarr� uno de sus pechos, que comenc� a apretujar con fuerza. Al
mismo tiempo me agach� sobre ella y comenc� a lamerle el cuello, la cara, la
oreja, el pelo, con largos y h�medos leng�etazos, excitado como un animal en
celo, gru�endo como una bestia, gozando del sabor y olor a hembra que desped�a.
Ella se debat�a como una fiera intentando escapar, gritando e insult�ndome, pero
mi brazo la reten�a fuerte contra el respaldo de la silla, mientras mi mano le
pasaba de una teta a la otra, apret�ndoselas fuerte y pellizc�ndole y
retorci�ndole los pezones.


-�Pero que hace, guarro?! D�jeme, cabr�n, me hace da�o, viejo
puerco asqueroso, noooo... �gritaba junto a mi o�do mientras lam�a su cuello.


Ces� de darle lametones y al levantar la vista vi las caras
de salidos que pon�an mis amigos. Sentados enfrente observaban con infinito
vicio en la mirada esa joven hembra asustada que en su descontrolado intento por
escapar de m� adelantaba la parte baja de su cuerpo, queriendo abandonar la
silla en la que la reten�a, haciendo remontar la faldita y dejando desnudos sus
magn�ficos muslos, morenos y duros, y mostr�ndoles la blancura de sus bragas.


- �Qu� buena que est�, la hija de puta! -exclam� babeando de
excitaci�n y con cara de demente el gordo de Anselmo, al tiempo que comenzaba a
levantar su pesado cuerpo del sof�.


Maite aprovech� ese segundo de distracci�n que pas�
observando las reacciones de mis amigos y consigui� zafarse y levantarse de la
silla. Furiosa, se dio la vuelta y qued� plantada frente a mi, encar�ndome, y
comenz� a gritarme medio hist�rica una larga serie de insultos. No pudo ver como
detr�s de ella se ergu�a la afilada figura de Paco, que se hab�a puesto en pie y
alargaba una mano para empu�arla del pelo y tirar de ella bruscamente hacia
atr�s, haci�ndola caer y dej�ndola tumbada boca arriba sobre la mesita, de la
que cayeron al suelo ceniceros, naipes, vasos y botes de cerveza.


Inmediatamente, evitando sus patadas y coloc�ndome entre sus
piernas, le agarr� con las dos manos la falda y las bragas y se las saqu� con
fuertes tirones. Quedo despatarrada, con su delicioso co�o abierto al borde de
la mesita que yo, agach�ndome, coloc�ndome delante y abri�ndolo con los dedos,
comenc� a lamer golosamente y a hundirle la lengua dentro con ansia.


Paco le rodeaba el cuello con un brazo, impidi�ndole todo
movimiento, con la otra mano le tapaba la boca para ahogar sus gritos y le
croaba obscenas palabras al o�do con su quebrada voz, con la boca fija en una
mueca indefinible y alternando sus cortas frases con leng�etazos por toda la
cara.


Anselmo le desgarr� la camiseta a tirones y comenz� a mamarle
sonoramente las tetas, con un ruido de succi�n y de baboso chupeteo. Al mismo
tiempo se baj� el pantal�n y el calzoncillo hasta liberar su fl�cida verga, que
comenz� a pajear con rabia, sin cesar de comerle las tetas a Maite.


La excitaci�n era tal que sent�a mi pene manifestarse de
manera inusual, endureciendo y apretando duro dentro del pantal�n, como hac�a
mucho tiempo que no lo sent�a.


Cada vez lam�a con m�s ganas ese jugoso co�o. Alternaba los
largos leng�etazos desde el culo y por toda la raja con una intensa chupada de
cl�toris, para seguidamente hundir en �l la lengua lo m�s profundamente que
pod�a y agitarla dentro. S� que estaba fuera de mi y en un estado que no era
normal pero jurar�a que Maite era receptiva a la intensa comida de co�o que
estaba recibiendo y que comenzaba a gozar con ella, puesto que ya ni siquiera me
hac�a falta mantenerle las piernas separadas con las manos. Las ten�a ocupadas
en intentar quitarme los pantalones, algo complicado dada la postura y lo
voluminoso de mi cuerpo. Mientras, los muslos de Maite se manten�an ellos solos
abiertos, muy abiertos, la mano de Paco ya no le tapaba la boca y un suave
gemido hab�a venido a sustituir a los gritos.


Anselmo ten�a la polla medio tiesa y le pidi� a Paco echarse
a un lado para met�rsela en la boca a la chica. Se coloc� detr�s de ella y,
levantando con las manos la gelatinosa y sudada masa de grasa de la barriga, se
agach� hasta colocar los huevos y la verga sobre la boca de �sta. Paco,
arrodillado a su lado, le dio una bofetada y le grit� con un desagradable
graznido:


- �M�male la polla a mi amigo! �Vamos puta, c�metela!


Ella obedeci� sin rechistar. Agarr� la verga de Anselmo con
una mano, se la meti� en la boca y comenz� a chuparla, mientras sobaba con la
mano los gordos huevos del obeso, que colgaban roz�ndole la cara. De nuevo me
llam� la atenci�n su comportamiento. A pesar de que su primera reacci�n ante la
forzada felaci�n fue de rechazo (incluso tuvo un par de fuertes arcadas, supongo
que por el desagradable olor a sudor y orina rancia que desped�a la peluda
entrepierna de Anselmo) al cabo de un minuto no solo chupaba esa polla, como se
le hab�a ordenado, sino que se puede decir que la estaba follando con la boca,
con r�tmicos movimientos de cabeza, mam�ndola fuerte y meti�ndosela bien
profunda, hasta casi tocarle los huevos con los labios.


- �Est� disfrutando, la guarra! �solt� Paco con un grito de
triunfo- Te gusta �verdad, furcia? Ese mierda del Sera no sabe darte lo que
necesitas, �a que no?


Ella no contestaba y segu�a chupando y dej�ndose lamer. Not�
como su cuerpo sufr�a una leve sacudida y mi boca, que segu�a incrustada en su
co�o, se empapaba de una repentina y abundante secreci�n de fluidos vaginales.
�Se habr� corrido? me pregunt�


Cansado por la prolongada posici�n y harto de intentar y no
conseguir quitarme los pantalones as� agachado, me levant� y retroced� unos
pasos. Paco, que se hab�a desnudado mientras tanto, aprovech� para venir a
ocupar mi posici�n entre las abiertas piernas de Maite. La agarr� de los
tobillos y le levant� y separ� las piernas para seguidamente clavarle la pija y
comenzar a bombearle el co�o con violentos movimientos de cadera. Mientras me
desnudaba a su lado observ� como con cada una de las embestidas de Paco las
tetas de la chica se sacud�an como flanes y la polla de Anselmo ven�a a
incrustarse m�s profundamente en la garganta de Maite. Tras varias de estas
fuertes sacudidas, el gordo comenz� a gemir y gru�ir como un cerdo, era evidente
que se iba a correr. Maite se sac� la polla de la boca justo en el momento en
que los chorros de semen comenzaban a brotar y lade� la cabeza para evitar
recibirlos directamente sobre la cara, aunque no dej� de pelar fuerte la verga
del gordo con la mano mientras este gru��a y vaciaba sus cojones sobre ella. Con
la cabeza as� ladeada su vista vino a clavarse sobre mi erecta e impresionante
polla, que yo pajeaba mientras observaba como mis amigos la gozaban. Al ver mi
enorme verga no pudo retener una breve y apenas audible exclamaci�n, no s� muy
bien si admirativa o temerosa.


- �Jodeeeer! �dijo en un susurro.


Me acerqu� a ella y le coloqu� la polla a pocos cent�metros
de la cara, por la que resbalaba el esperma de Anselmo, pel�ndomela y dej�ndole
admirar el enorme rollo de carne que pronto tendr�a incrustado en el co�o.


- Mira que pollazo te voy a meter, furcia. Esto si que es un
rabo y no lo que tiene el maric�n de mierda de tu marido. Seguro que nunca te
foll� ninguna como esta, �verdad, peque�a ramera?


Ella permanec�a muda y Paco segu�a foll�ndola, embisti�ndola
como un poseso, gimiendo y d�ndole fuertes pollazos con su alargada verga hasta
que, emitiendo un penoso grito cascado, se corri� dentro del co�o de la chica.
Yo no aguantaba m�s, ped� a Paco retirarse y vine a colocarme de nuevo entre las
piernas de la mujer.


Mis amigos se situaron uno a cada lado de ella. Quer�an ver
en primera fila la follada que le iba a meter y cada uno le agarr� de una
pierna, manteni�ndolas bien separadas. Observ� por unos segundos a Maite, all�
tirada sobre la mesita, con la cara todav�a ladeada y chorreante de semen, los
ojos entornados, la boca entreabierta, las piernas mantenidas por mis compinches
obscenamente separadas y el co�o, del que le sal�an algunas gotas de esperma
resbalando y cayendo al suelo, totalmente entregado e indefenso ante el
inminente ataque de mi tranca. Sin demorarme m�s, completamente pose�do por el
deseo como un animal, me agarr� el rabo con una mano y apoy� el hinchado glande
(en ese momento del tama�o de una pelota de tenis) sobre los babeantes labios de
su sexo y comenc� a empujar. Gracias a la posici�n y lo lubricado que estaba por
la anterior follada y corrida de Paco, pude introducir la cabeza de mi polla
entera con unos pocos empujones, arranc�ndole a Maite una serie de profundos
quejidos. Segu� embistiendo e introduciendo cada vez m�s cent�metros de carne
caliente y dura en su tierna cavidad. Ella emit�a un suave gemido, como un
t�mido lamento, mientras mi gorda polla le dilataba y penetraba el co�o,
llen�ndoselo como seguramente nunca se lo hab�an llenado antes, y cada vez m�s
profundamente puesto que, cegado por el intenso placer que sent�a y el vicio que
me pose�a, la embest�a cada vez m�s fuerte, con m�s rabia, hasta llegar a
met�rsela casi por completo chocando contra el fondo de su joven vagina.


- �Dale Manolo! As�, siiiiiii, p�rtele el co�o a esta puta
�me animaban mis amigos- Dale fuerte, m�rala como le gusta, como est� gozando,
�la muy cerda!


La verdad es que, seg�n creo recordar, ella gem�a m�s y m�s
fuerte conforme la intensidad de mi follada se acentuaba, conforme mi polla
endurec�a con el bombeo dentro de su completamente entregado y lubricado co�o.
Incluso me pareci� sentirla temblar de placer en un par de ocasiones y la vi
colocarse el pu�o en la boca, que mordi� intentando ahogar el sonido de sus
intensos gemidos.


Segu� foll�ndola un buen rato ante la atenta mirada, los
v�tores y obscenos comentarios de mis amigos. Las gotas de sudor resbalaban por
mi cara, por mi espalda, entre los brazos y los costados desde las axilas, y las
ve�a caer sobre mi peluda barriga y el cuerpo de Maite. Aceler� la cadencia de
mi follada hasta alcanzar un ritmo fren�tico, hasta que sent� una avalancha de
intenso placer y supe que me corr�a. Hubiera querido hacerlo, como tanto me
gusta, sobre la carita de la chica, pero he de reconocer que perd� el control y,
gritando mi placer como un animal, gru�endo como un puerco sin poder retenerme,
comenc� a verter los intensos chorros de mi leche dentro del co�o de Maite.


Fue una corrida larga e incre�blemente placentera, como no
recordaba haber vivido hac�a muchos a�os. Las piernas me temblaban y, sacando mi
a�n semierecta verga del grotescamente dilatado y chorreante co�o de la mujer,
me dej� caer rendido sobre el sof� mientras mis amigos, riendo divertidos y
satisfechos, comenzaban a recuperar sus ropas esparcidas por el suelo y a
vestirse. Tambi�n Maite se incorpor� y levant� de la mesa, y comenz� a recuperar
su ropa ante la burlona mirada y alg�n que otro comentario de mis socios.


- Has gozado como una perra �verdad putita? �No lo niegues!
Ya sabes donde estamos para servirte, zorrita, y no dudes en venir cada vez que
ese imb�cil de Serapio te deje con ganas de macho.


Ella se retir� sin hablar contra la pared opuesta. Apoy�ndose
en ella, se limpi� con la falda los chorros de esperma que resbalaban por sus
piernas antes de pon�rsela y se visti� apresuradamente. Cuando hubo terminado,
sin decir ni una palabra y con la cabeza agachada, quiz�s para disimular las
l�grimas que resbalaban por su cara, se dirigi� hacia la puerta y se march�
corriendo.


No he vuelto a saber de Maite desde entonces. Ayer la vi por
la calle pero cruz� apresuradamente a la acera opuesta antes de llegar a mi
altura y se march� en direcci�n contraria. Sospecho que ya no va a venir m�s a
limpiar a mi casa. No s� que pensar. Como dec�a al principio, a veces me pesa un
poco la conciencia y me pregunto...


�Estuvo mal lo que hicimos? �Abusamos de Maite contra su
voluntad? �Fue una violaci�n?


Ante la duda y dado lo mucho que me he excitado rememorando y
relat�ndoles este episodio, creo que esta tarde ir� a tomar unos vinos y dar una
vuelta por la zona de Montera.




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