Relato: Verde y Azul





Relato: Verde y Azul

Verde y Azul



Mario se despert� sobresaltado, al sentir en su piel una
repentina r�faga de aire caliente, probablemente procedente de la ventana, que
cre�a entreabierta. Retir� la s�bana, y se dirigi�, lentamente, tambale�ndose,
hacia la pared, con la intenci�n de cerrar el vano. Confundido y somnoliento,
advirti� que ya estaba cerrado. Probablemente Alonso, que yac�a a su lado en la
cama, respirando entrecortadamente, hab�a cerrado la ventana, antes de que por
all� se fuera el dinero que cada mes les costaba aquel nicho, el piso que ambos
compart�an en una elitista urbanizaci�n de Barcelona.


Mario no le dio importancia, y se incorpor�, mirando a la
Luna, con sus ojos a�n pegados por el sue�o. Dirigi� su vista hacia la mesita,
para comprobar que apenas hab�a dormido tres horas, y al volver la vista hacia
el cielo azul plateado de aquella noche de verano, algo llam� su atenci�n abajo,
m�s all� del jard�n, en la piscina. Sobre la superficie del agua flotaba algo de
gran tama�o que parec�a un cuerpo humano. Era un cuerpo humano. Era su propio
cuerpo.


Horrorizado, Mario apart� la vista, y cuando volvi� a mirar,
ya no hab�a nada. Una terrible sensaci�n de agobio le invadi�. Fue al ba�o, a
punto de vomitar, y cay� de rodillas frente al retrete. Se incorpor� como pudo,
con los brazos y las piernas temblando por el miedo, y se movi� hasta el lavabo,
quedando su rostro claramente reflejado en el espejo. Abri� con delicadeza el
agua fr�a, y se moj� la cara tres o cuatro veces con las manos. A cada caricia,
cerraba los ojos, intentado borrar de su mente lo que acababa de ver, intentando
convencerse de que nada de eso podr�a pasarle, intentando creer que el peligro
quedaba ya muy lejos de su vida.


S�bitamente, sinti� una fuerza que tiraba de �l hacia atr�s,
lo que hizo que gritara y gritara como un loco, haciendo que algunos vecinos
encendieran las luces de sus viviendas.


-�Est�s loco?�Qu� haces despierto a estas horas?-pregunt�
Alonso, sorprendido, y casi tan asustado como �l.


-Perdona, Alonso. Me despert� y ten�a mucho calor, y vine al
ba�o a refrescarme un poco.-dijo Mario, con el coraz�n en la garganta,
suspirando.


-Podr�as haber bajado a la piscina. El agua estar� estupenda
a estas horas.-propuso inocentemente Alonso.


-Muy gracioso...�seguro que est� helada!-repuso Mario,
ocultando el verdadero motivo de su desconcierto.


-Anda, d�jate de chorradas y vuelve a la cama, a�n tenemos
tiempo hasta que amanezca.-dijo Alonso, dibujando una leve sonrisa en su rostro.


-�Tiempo para qu�?-espet� Mario, confuso-.En respuesta,
Alonso se levant� de la cama, y se dirigi� de nuevo hacia �l, con la mirada
p�cara que tanto encandilaba a Mario, para despu�s decirle, mientras le abrazaba
por la espalda, bes�ndole tras la oreja:


-Tiempo para pasar una noche salvaje.


Mario cerr� los ojos y se entreg� a las caricias de su
amante, y no volvi� a hacer referencia a lo que crey� haber visto esa noche.


Mario era un joven muy extra�o. F�sicamente era casi
perfecto. Ten�a un cuerpo atl�tico, musculoso, al igual que sus miembros, y en
su rostro brillaban dos grandes ojos de color casta�o claro. Su pelo era rubio
oscuro, pajizo, y nunca iba colocado de forma decente. El desorden en su
vestimenta hac�a el resto. A pesar de sus evidentes encantos, a Mario lo que m�s
le gustaba era pasar desapercibido.


Alonso, por el contrario, era la persona m�s coqueta y
arrogante que hab�a conocido jam�s. Su excelente tacto para combinar su
vestuario, sus ojos azules, su pelo negro, todo era espl�ndido. Adem�s, aquella
voz tan profunda no hac�a sino derretir y derretir corazones en la empresa
editorial donde trabajaba. �Una pena que el chico fuera gay�, como dec�an todas
sus compa�eras de profesi�n. Y es que un escultural cuerpo como el de Alonso no
se ve�a todos los d�as.


Ambos se conocieron hac�a poco, en la Facultad de Periodismo.
Mario deseaba por encima de todo ser un escritor de �xito, y dejar atr�s su dura
infancia y su terrible vida familiar.


Alonso querr�a haber sido un periodista musical memorable,
pero sus notas no dieron para tanto, y se tuvo que conformar con escribir sobre
eventos culturales en peri�dicos de relativo prestigio e intereses menos
espec�ficos.


Comenzaron a vivir juntos poco despu�s de conocerse en clase.
Alonso hab�a conseguido que sus padres le pagaran el alquiler de un piso en una
prestigiosa urbanizaci�n barcelonesa, y mientras encontraba un compa�ero, se
dedicaba a contestar llamadas por las tardes en el peri�dico donde ahora era uno
de los mayores responsables. Y buscaba un compa�ero, un compa�ero que fuera gay,
adem�s. Estaba harto de rodearse de gente con la que se sent�a incomprendido,
frustrado, infeliz. Cuando vio a Mario en clase, un deprimente lunes por la
ma�ana, y esa misma noche le recibi� para conocerle, como a los otros candidatos
a vivir con �l, supo que su b�squeda hab�a terminado.


Al d�a siguiente, Mario, que ven�a de C�diz, se instal� en la
peque�a habitaci�n de invitados del �tico de Alonso. Con �l llevaba varias
maletas con ropa, sus libros y dem�s material period�stico, y pocas cosas m�s.
Quer�a huir muy lejos de su vida anterior. Y Barcelona, por aquel entonces,
parec�a ser el lugar id�neo.


Y es que la vida de Mario hasta que lleg� a Barcelona, fue,
cuanto menos, desastrosa. Sus notas en el colegio eran excelentes, pero todos
los chicos, incluso algunas chicas, se cebaban con �l al verle tan sensible, tan
guapo, tan d�bil. La cosa fue a peor en el instituto, cuando decidi� vivir
abiertamente su homosexualidad, y ganarse por ello tantas enemistades que
hicieron que la noticia, en aquel pueblo de C�diz, apenas tardara en difundirse,
como el humo en el bosque seco en pleno incendio...


Cuando ten�a diecis�is a�os, y consciente de que su madre
conoc�a y aceptaba respetuosamente su condici�n, se fue a ba�ar a una laguna del
pueblo con un amigo. Y adem�s de ba�arse, hicieron muchas otras cosas. Y Ram�n,
su padrastro, el analfabeto de su padrastro, casualmente, pasaba por all�. No se
lo pens� dos veces. Corri� gritando hist�rico hacia Mario, le agarr� el cuello
con sus manazas, e intent� aplastarle el cr�neo contra el lecho rocoso del
pantano, ante la mirada at�nita de Javier, el chico con el que Mario hab�a
compartido aquella velada campestre, tan brutalmente interrumpida.


Lo que m�s le doli� a Mario no fue la herida que su padrastro
le hizo en la cabeza, sino el que su madre no hiciera nada por alejarse de aquel
hombre. Y es que Manuela, su madre, era parcialmente ciega, y no pod�a valerse
por s� misma hasta que conoci� a Ram�n.


Aquel d�a, Mario decidi�, con l�grimas en los ojos y su
coraz�n escocido por el dolor, que no volver�a a verles jam�s. Hizo un precario
equipaje y se fue a vivir con los padres de Javier, sin m�s motivo que la
verdad.


A los pocos meses, se enter� de que su madre hab�a muerto
atropellada por Ram�n, sin que �ste se diera cuenta, cuando sacaba el coche del
garaje. Y tambi�n supo que despu�s de eso, su padrastro se suicid�.


Durante un tiempo, no comi�, no durmi�, y apenas vivi�.
Simplemente esperaba el momento de poder alejarse de all�, y rehacer su vida,
curando las heridas que a�n sangraban violentamente dentro de �l.


La vida, para Alonso, fue mucho m�s f�cil. Siempre hab�a
llevado su homosexualidad con cautela, esperando impaciente el momento de
entregarse a alguien que le hiciera plenamente feliz. Y a las pocas semanas de
compartir su vida con Mario, supo que �l era el m�s adecuado. Algo menor que �l
(Mario ten�a apenas dieciocho a�os y �l veintid�s cuando empezaron a vivir
juntos), guapo, inteligente, y vulnerable, era lo que siempre hab�a estado
buscando. Alguien que contrarrestara y equilibrara la fama y el �xito para los
que �l hab�a nacido, y parad�jicamente, a�n no hab�a alcanzado.


Durante meses, se entregaron el uno al otro, conoci�ndose a
fondo, a todos los niveles, asegur�ndose cada vez que un�an sus cuerpos y sus
almas, de que ambos eran perfectos, el uno para el otro, y con ese
convencimiento hab�an transcurrido por ellos cuatro de los cinco a�os que la
Facultad de Periodismo les exig�a. Los dos patitos hab�an cambiado de due�o, y
unos excelentes veintis�is a�os adornaban el resplandeciente aura de Alonso.
Hab�an pasado de ser compa�eros de estudios, a ser compa�eros de muchas cosas,
mucho m�s profundas e interesantes que aquello que inicialmente les uni�. Y
ambos parec�an orgullosos y satisfechos con su elecci�n.


Pero Mario guardaba en su coraz�n ensangrentado el dolor por
su terrible infancia, y el trauma que le caus� aquella experiencia en el
pantano.


Nunca se lo hab�a comentado a Alonso, pero esa era la
principal raz�n por la que Mario no se ba�aba en la piscina de la urbanizaci�n,
ni iba a la playa, ni ten�a en su armario ni una sola prenda de ba�o. Alonso,
muy ocupado con el trabajo, nunca se pregunt� el porqu�. Y lo cierto es que no
era algo muy importante, aunque s� algo extra�o, teniendo en cuenta la
procedencia de Mario, y la ciudad donde ahora viv�a...


Desde que estaban juntos, Alonso nunca le pregunt� a Mario
nada relativo a c�mo se dio cuenta de que era homosexual, o c�mo lo vivi� en su
peque�o pueblo gaditano. Mario incluso dudaba que su novio supiera que no era de
C�diz capital, sino de un peque�o pueblo muy pr�ximo a Gibraltar. Pero no le
importaba demasiado. Alonso le hab�a dado un hogar, y el cari�o que tanto hab�a
buscado desde que sali� de su lugar de origen.


�ltimamente, Mario lo pasaba bastante mal para dormir, pues
ten�a recurrentes pesadillas y alucinaciones semejantes a lo acaecido aquella
tarde con Javier, en el pantano. Y pensaba en �l, en lo lejos que seguramente
estaban el uno del otro, y en lo mal que Javier lo pas� aquel d�a, al no poder
ayudarle, como le cont� cuando se fue a vivir con �l a casa. Lo �ltimo que supo
de Javi fue que se ir�a a estudiar a Sevilla, donde era por todos conocido el
suceso que tuvo lugar en su pueblo. All�, un gran grupo de gays se hab�a puesto
en contacto con �l para darle apoyo e informaci�n sobre el tema. Javi siempre
hab�a sido muy ignorante en eso; ten�a claro que �l jam�s podr�a enamorarse de
una mujer, pero m�s de una vez se lo pensaba a la hora de irse a la cama con
Mario o con cualquiera de sus otros vecinos mejor encubiertos. Hasta los
veintid�s a�os que ahora ten�a, no hab�a vuelto a acostarse con ning�n otro
chico, tras el tr�gico episodio del pantano. Y ya le iba apeteciendo algo de
acci�n. Ese era otro de los motivos que lo hab�an impulsado a irse a Sevilla.
Poco importaba c�mo iba a ganarse la vida, si era feliz all�, lejos de los
problemas de un pueblo inculto e intolerante al que nada le ataba.


Pensando en Javier, Mario cerr� los ojos, habiendo terminado
la rutinaria sesi�n de sexo con Alonso, y se durmi�. A la ma�ana siguiente no
ir�a a clase. Estaba estudiando en casa, y no iba a perder el tiempo en ir a la
biblioteca. Alonso no ten�a otra opci�n, la oficina le esperaba a las ocho en
punto.


Alonso se despert� sin hacer ruido, se dio una ducha r�pida y
se visti�. En la cocina, encendi� el microondas y calent� leche para hacerse un
caf�, mientras la sandwichera empezaba a fundir el queso cheddar con el jam�n.
Alonso comi� sin gana, mirando por la ventana hacia la piscina, y se tom� el
caf� r�pidamente. Eran las ocho menos diez. Llegaba tarde.


No se despidi� de Mario, que se retorc�a bajo las s�banas,
sudando, intentado escapar del despertador. Suavemente, sac� un brazo y lo
apag�, para despu�s darse la vuelta y continuar durmiendo, con la mirada verde y
todav�a ani�ada de Javier, pos�ndose sobre sus p�rpados entrecerrados.


Mario no se despert� hasta el mediod�a. En su cabeza, segu�a
la imagen de adolescente horrorizado de Javier. Una de las �ltimas im�genes que
tuvo de �l. No pensaba en �l como su pareja, o al menos no todav�a. Alonso era
alguien muy importante en su vida, y a Javier seguramente ya ni siquiera le
reconocer�a. Hab�an pasado seis o siete a�os. Mucho tiempo. Demasiado quiz�,
para mantener una relaci�n amorosa. Pero, �y una amistad? �Bah! Mario agit� la
cabeza, como vaci�ndola de esas chorradas. Al fin y al cabo, al hacerse adulta,
la gente pierde amistades de su infancia. Es algo inherente al crecimiento de
uno mismo. Con esos pensamientos Mario trataba de convencerse de algo que en
realidad no ten�a nada claro.


En un momento, record� que hab�a tra�do consigo un �lbum de
fotos de aquellos d�as en el pueblo, y corri� hacia el estante en la habitaci�n
de invitados donde lo hab�a dejado la primera noche que pas� en casa de Alonso,
que ahora tambi�n era su casa. Hoje� algunas p�ginas, viendo fotos de su padre,
muerto en el mar un peligroso d�a de faena, su madre, muerta por culpa de su
odiado padrastro, y al final del �lbum, le encontr�. Javier. Su pelo tan negro,
sus ojos tan verdes, sus dientes tan blancos, su tez morena, por el trabajo con
su padre en el campo los fines de semana. Y detr�s de la foto, un n�mero de
tel�fono: 956......; no le hizo falta mucho tiempo para saber que era el
tel�fono de su casa. Y tampoco le hizo falta mucho tiempo para marcarlo.



-D�game.-se oy� una voz femenina, madura, muy probablemente
la madre de Javi.


-Hola, �es usted Fina? Soy Mario, �me recuerda? El amigo de
Javier.-comenz� Mario, decidido a saber de su amante de la adolescencia.


-�Mario?�Vaya, qu� sorpresa! Claro que me acuerdo de ti,
�C�mo est�s, cari�o?-pregunt� Fina, dulcemente, como era caracter�stico en ella.


-Muy bien, muchas gracias. Estoy viviendo en Barcelona.
Estudio Periodismo.-dijo Mario, orgulloso, ocultando a toda costa su vida
sentimental en la Ciudad Condal, y el verdadero motivo de su llamada.


-�Barcelona? �Vaya! �Esto s� es una casualidad!-dijo
sorprendida Fina, para despu�s a�adir: -�Sabes que Javier vive all�? Te lo digo
porque imagino que llamar�s para saber de �l. Desde aquel d�a en el pantano no
volvimos a saber nada de ti. Y �l se fue en tu busca. Dej� Sevilla, toda su
vida, sus sue�os, por encontrarte, y por lo que veo, ha hecho bien en dejar de
intentarlo. �Pobre hijo m�o! �ahora que todo comenzaba a irle bien!


Mario no pudo evitar sentirse mal por las palabras de aquella
mujer. Javier estaba en Barcelona para encontrarle, y no hab�a dado con �l, a�n
sabiendo que iba a estudiar Periodismo. Ahora Mario no podr�a volver atr�s.
Hab�a rehecho su vida con Alonso, y quer�a mucho a Javier, pero tanto tiempo
lejos el uno del otro hab�a ayudado a suavizar sentimientos por ambos lados.


-�Todo le iba bien, se�ora? �Qu� hace Javier aqu�?-pregunt�
Mario, curioso.


-Mario, Javier se ha casado, y tiene una ni�a. Vive cerca del
Paseo De Gracia. Yo estuve all� hace poco. Es una pena que no te haya
localizado.-dijo Fina, entre l�grimas.-y a�adi�-: Me hubiera encantado que
acabaseis juntos, jovencito, pero Javier nunca estuvo convencido de lo que
sent�a por ti, cuando en la Facultad conoci� a Judith, pens� que al fin hab�a
encontrado lo que buscaba...


Mario colg�. No pudo seguir escuchando las palabras de
aquella mujer. Se sent�a muy mal. Por culpa de Fina, y por su propia culpa. Es
lo que pasa cuando dejas un sitio sin dar explicaciones. Es como si nada ni
nadie te importara. Y lo cierto es que cuando Mario dej� C�diz, lo �nico que
buscaba era su propia felicidad, con o sin Javier. Y ahora que la monoton�a y
los miedos se apoderaban de �l, deseaba poder volver atr�s. Desgraciadamente,
eso ya no era posible. Se ech� en la cama, llorando, cuando, s�bitamente, el
tel�fono comenz� a sonar.


Con desgana, se acerc� a la mesa y elev� el auricular.
Escuch� la voz de Fina:


-Mario, no te apures. Ll�male cuando quieras. �l te quiere y
estar� encantado de volver a ser tu amigo, pero ya no puedes pedirle m�s.-dijo
la encantadora mujer.


-Creo que tiene raz�n, Fina, algo es algo.-dijo Mario,
conforme, aunque por dentro su sensaci�n era bien distinta.


-617321744 es su m�vil. Espero no haberme equivocado. De
todas formas, ya tengo tu n�mero memorizado en el tel�fono, cari�o, ll�mame
cuando me necesites, para lo que sea. Sabes que en casa te queremos mucho.


-Muchas gracias, se�ora Fina, de coraz�n. Gracias y
adi�s.-dijo Mario, sollozando.


-De nada cari�o, gracias a ti por llamarnos. Un beso.-dijo
Fina, antes de que Mario colgase, preparado para hablar, despu�s de siete a�os,
con Javier.


Cuando se dispon�a a marcar el n�mero de Javier, Alonso lleg�
a casa, y le bes� en los labios, notando a trav�s de ellos la amargura y la
frialdad que remov�an las entra�as de Mario. Sin embargo, como siempre, lo pas�
por alto, y se fue a la ducha, dispuesto a seguir trabajando en casa. Ten�a la
tarde libre y no quer�a perder el tiempo.


Al salir de la ducha, fue a encontrarse con Mario al sal�n,
pero no estaba. Encima de la mesa hab�a una nota:



"No me esperes despierto, necesito pensar. Un beso. Mario"



Alonso no le dio mucha importancia, y se puso a trabajar con
el ordenador port�til en el sal�n, mirando la televisi�n de vez en cuando.





Al llegar a la calle, Mario corri� hacia una cabina, con el
tel�fono m�vil de Javier apuntado en un papel, y marc� el n�mero r�pidamente,
temblando, deseando hablar con �l de una vez por todas.


-�Si?-una voz melodiosa y juvenil descolg� el auricular.
Evidentemente, era Javier. A pesar de estar casado y con una ni�a, s�lo era unos
meses mayor que Mario, y eso se notaba.


-Hola Javier.-dijo t�midamente Mario. Tampoco Javier tuvo que
pensar mucho para saber qui�n era su interlocutor.


-Hola Mario.-contest� con disimulado entusiasmo.


-Necesito verte ahora, Javi. Creo que tenemos que
hablar.-expuso firmemente Mario.


-Estoy de acuerdo, Mario, �ya est� bien que des se�ales de
vida! �llevo busc�ndote casi seis a�os!-repuso Javier, con vehemencia.


-Pues mira que suerte has tenido. Al fin y al cabo, Barcelona
no es tan grande.-repuso al fin, confiado y satisfecho, Mario.


-Creo que me cans� demasiado pronto de buscar, �no
crees?-pregunt� Javier, en un desafiante tono de burla.


-Puede, pero igual tu espera ha merecido la pena.-a�adi�
Mario, no menos desafiante.


-Podemos comprobarlo cuando quieras.-finaliz� Javier,
ambiguo.


-�Qu� tal ahora?-pregunt� Mario, deseoso.


-Me parece perfecto. Estoy solo en casa. Resultar�a violento
que mi pareja conociera a mi novio de la adolescencia, �no?-dijo Javier,
confuso.


-S�, ciertamente. Pero dime una cosa, Javi, �Por qu� lo has
hecho?-pregunt� dolido Mario.


-Sinceramente, Mario, no tengo la menor idea. Supongo que me
cans� de esperar.-repuso Javier, intentando convencerse de lo que dec�a.


-�Y por eso te casaste?-repuso completamente hundido Mario.


-�Casarme? �Jajajaja!-ri� Javier.-y a�adi�-: Has hablado con
mi madre, �verdad?


-S�, y no s� de qu� te r�es. No tiene gracia.-repuso Mario,
frunciendo el ce�o.


-�Mario! Mont� el numerito con la vecina y su hija para que
mi madre estuviera contenta. No quiero darle disgustos. Est� muy enferma, y no
le queda mucho tiempo.-explic� Javier, con cierta nostalgia.


-Tan noble como siempre.-repuso Mario, y agreg�-: entonces,
�sigues soltero?


-No, �crees que s�lo ligas t�? Tengo pareja hace unos
meses.-afirm� Javier.


-Yo tengo novio ya varios a�os, desde que llegu� y me
instal�. Fue llegar y besar y santo.-dijo feliz y sonriente, aunque Javier no
pudiera verle por el auricular, y luego a�adi�-:


-�C�mo se llama tu novio? Sabes que siempre he sido muy
curioso.


-Siempre has sido un cotilla.-apostill� Javier, y a
continuaci�n dijo:


-�Sabes que la curiosidad mat� al gato? Mi novio se llama
Alonso.


Mario no pudo reprimir una mueca absurda de sorpresa en su
rostro al o�r aquello. Por un momento dese� que no fuese su Alonso, aunque poco
le import� despu�s, ya que su relaci�n �ltimamente no sal�a de la mera rutina.


Como pudo, Mario dijo:


-Javi, mi novio tambi�n se llama Alonso.


-�Anda ya! Ya es casualidad, jaja...pero, �a que el tuyo no
es periodista?


-Alonso es periodista, le conoc� en primero en la Facultad,
Javi.-a�adi� Mario, mec�nicamente.-y continu�-: es moreno, tiene veintis�is
a�os, los ojos azules, viste muy bien y tiene una voz grave y masculina.


-Mario, Alonso no es tu novio, �es un hijo de puta!-a�adi�
sollozando Javier.


-Estoy completamente de acuerdo.-concluy� Mario.


-Pues las va a pagar todas juntas-dijo enfadado Javier, con
el rojo llenando de ira sus ojos.


-Har� lo que pueda por ayudarte, Javi. Al fin y al cabo,
ahora nos va fatal.-se�al� Mario.


-A m� tampoco me va nada bien. Y ahora lo entiendo
todo.-a�adi�, y continu�-: En fin, Mario, �quedamos?


-Dime d�nde vives y llegar� en cuanto pueda.-repuso
convencido Mario.


As�, los j�venes, anta�o amantes, y ahora enga�ados, se
citaron en casa de Javier para hablar m�s tranquilamente del tema, y poder hacer
algo por sus vidas amorosas, que en un instante, se hab�an despedazado como el
cr�neo de Mario cuando su padrastro lo intent� matar en el pantano.


Mario lleg� muy pronto. Javier acababa de salir de su
hidromasaje. Se saludaron con un fuerte y sincero abrazo, y un t�mido beso en
los labios.


-Est�s muy bien.-fue todo lo que pudo decir Mario al ver
aquel morenazo de ojos verdes frente a �l


-T� tampoco est�s nada mal.-le dijo Javier, al tiempo que le
daba una palmada en el pecho, duro como una tabla.


-Alonso es un cerdo.-dijo Mario, para entrar en materia, al
tiempo que se sentaba en el c�modo sof� de cuero blanco.


-Y que lo digas, ni�o, �no s� c�mo puede haber gente as�!
�les das tu confianza y a cambio te dan la pu�alada!-dijo Javier.


-Yo s�lo s� que no volver� a ese piso de momento.-dijo Mario,
intentando alejarse lo antes posible de Alonso, para ganar terreno con Javier.


-Puedes quedarte aqu� el tiempo que necesites, Mario, yo no
pienso quedar con ese capullo en una larga temporada.-a�adi� Javier,
benevolente, y despu�s a�adi�:


-Voy a darme un ba�o a la piscina, tanto hidromasaje me ha
relajado de m�s. �Me acompa�as? �Quiero hacer un poco deporte, para estar
preparado contra Alonso!


-Salgo contigo al patio, pero no me ba�ar�, no me apetece.
Adem�s, no tengo ba�ador.-se excusaba Mario.


-�Patio? Jajaja...La piscina es s�lo m�a, de este
piso.-afirm� Javier, y a�adi� convincente, gui��ndole un ojo-: puedes ba�arte
desnudo, �nadie te ver�!


-Est� bien, hace mucho que no hago unos largos, y me vendr�
bien quitarme los miedos de una vez. Bastante tendr� ahora con Alonso...-acept�
amablemente Mario.



Cuando Mario entr� en la piscina, Javier estaba nadando
lentamente. Mario buce� t�midamente, y Javier aprovech� para nadar hacia �l a
gran velocidad, atrap�ndole por el cuello. Mario se volte�, y vio, a trav�s del
espejo cristalino de las aguas, el odio en la cara de Javier, su amante de la
adolescencia, el mismo que hab�a visto con horror c�mo Ram�n casi mataba a
Mario. Ahora era �l quien apretaba su cuello y su cabeza contra el fondo azul de
baldosas de la piscina, y Mario sent�a que las fuerzas le abandonaban. No pod�a
entender por qu� Javier le hab�a enga�ado de esa forma.


Pero en un instante de lucidez, comprendi� todo. Comenzaba a
entender el extra�o comportamiento de Javier al tel�fono, su confianza despu�s
de tanto tiempo, y, por otra parte, la monoton�a que, curiosamente, hab�a en su
vida y en la de �l, desde que en Barcelona, conocieron a Alonso. Y por si a�n le
quedaba alguna duda, mientras exhalaba su �ltimo aliento, vio como Alonso se
acercaba por un lado de la piscina, y met�a los pies en el agua, chapoteando
como un adolescente, mientras el l�quido elemento llenaba todos y cada uno de
los recodos de su cuerpo y su alma. Mientras Javier le sujetaba, mor�a asfixiado
junto a las dos personas a quienes m�s hab�a amado.


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