Relato: Coctel de Frutas





Relato: Coctel de Frutas

COCEL DE FRUTAS


Mi mujer, al contrario de muchas mujeres hoy en d�a, decidi�
casi desde que nos casamos dedicarse exclusivamente al cuidado del hogar y los
hijos. Apoy� su decisi�n y desde un principio cada cual asumi� el rol
correspondiente, yo como proveedor y ella como reina absoluta de la casa, lo que
termin� haciendo de m� un completo in�til para cualquier tipo de labor
dom�stica, como descubr� penosamente algunos a�os despu�s cuando tuvimos que
separarnos por un par de meses.



Hab�amos decidido pasar las vacaciones de verano en la playa.
Todo estaba listo y preparado cuando un d�a antes de la partida surgi� un
problema en mi trabajo que dio al traste con todos los planes. Despu�s de un
tremendo drama familiar por la posible cancelaci�n del viaje decidimos que lo
mejor era que mi mujer se adelantara con los ni�os y que yo los alcanzara aunque
fuera por el �ltimo par de semanas.



Tras dejar a mi familia en el aeropuerto regres� a mi ahora
silenciosa casa, y comprend� que ten�a por delante mas de un mes de absoluta
soledad. Los primeros d�as fueron terribles, pero poco a poco empec� a verle el
lado positivo al asunto. Ten�a el ba�o para m� solo, pod�a tardarme en la ducha
todo lo que yo quisiera sin que ning�n chiquillo aporreara la puerta porque ya
no se aguantaba las ganas de orinar. Pod�a leer el peri�dico en el desayuno,
acompa�ado de una rica taza de caf�, sin tener que salir volando porque ten�a
que dejar a los ni�os en la escuela, y pod�a ir a tomarme una cerveza con los
amigos tranquilamente al salir de la oficina, sin dar explicaciones y ver caras
largas a mi regreso.



Mi reci�n descubierta felicidad se termin� despu�s de la
primera semana, cuando la alacena comenz� a vaciarse y me enfrent� con la
primera de mis incapacidades: la de ir al supermercado a hacer las compras.
Siempre hab�a sido mi mujer la encargada de esas cosas y ahora no me quedaba mas
remedio que hacerlo yo mismo, por mucho que lo detestara. El s�bado temprano me
puse unas bermudas, zapatos c�modos y armado de paciencia y una breve lista me
lanc� a cumplir la odiosa tarea.



Todo iba mas o menos bien hasta llegar a la secci�n de frutas
y verduras. Las se�oras empujaban, tomaban de esto y aquello, lo pesaban y
met�an al carrito, mientras yo me sent�a como un est�pido sin saber distinguir
cual fruta estaba madura, cual no y qu� cantidad deb�a comprar para una sola
persona.





Lo puedo ayudar en algo? � ofreci� un tipo de pronto.


No, gracias � contest� casi autom�ticamente.





El sonri� y continu� su camino. Lo pens� mejor.





Mejor si � le dije casi al instante � realmente no s� ni
que llevar � confes� desesperado.





El se acerc� nuevamente. Era apenas unos a�os menor que yo,
como de treinta y tantos, y se ve�a a leguas muy c�modo con el carrito de
compras rebosante de art�culos.





Qu� necesitas o qu� te encargaron? � pregunt� con media
sonrisa.


No s� � dije honestamente � estoy solo en casa, mi
familia est� de viaje y no quiero exagerar pero no s� ni siquiera escoger la
fruta correcta � dije sonriendo.


Entiendo � dijo �l haci�ndose cargo de la situaci�n �
s�gueme, marido in�til y abandonado.





Lo segu� sonriendo por las hileras de frutas y verduras.





Primero para el desayuno � dijo par�ndose frente a una
pila de naranjas. Tom� un par de ellas y las sopes� en sus manos � mira,
redondas y frescas, ideales para un jugo por la ma�ana, las exprimes
firmemente, hasta sacarles todo.





El comentario lo hizo sosteniendo el par de naranjas sobre el
pecho, como si fueran un par de peque�os y duros pechos femeninos. Ambos
soltamos la carcajada y afloj� bastante la tensi�n que sent�a hasta aquel
momento.





Y luego de exprimirlas? � pregunt� sigui�ndole el juego.


Luego por supuesto vas a querer mas � dijo pasando al
lugar donde estaban unas verdes sand�as. Tom� una rodaja y sin que nadie lo
viera se la acomod� sobre la pelvis � a poco no se te antoja darle una
mordidita? � pregunt� con tono meloso, y solt� de nuevo la carcajada.


D�jate de payasadas � le dije riendo.


Entonces a lo mejor prefieres esto � dijo tomando un
grueso pl�tano, cambi�ndolo por la rodaja de sand�a. Tuvo el descaro de
menearlo como si se tratara de un enorme pene amarillo y me sonroj� sin
poder evitarlo.


Te van a ver! � dije alarmado mirando alrededor, aunque
�l ni se inmut�.


Hay para todos los gustos � dijo echando un racimo de
pl�tanos en mi carrito.





Continu� apilando frutas entre bromas y burlas. Un par de
redondeados y velludos kiwis fueron la excusa perfecta para acomodarlos sobre su
entrepierna a modo de test�culos y cuando aun no paraba de re�rme se puso a
lamer sugestivamente una jugosa fresa, como si fuera un inflamado y erecto
pez�n.





Ser� mejor que te detengas � le advert� � o terminar�s
excit�ndome � dije en el mejor tono de broma.


No tengo ning�n problema con eso � contest� serio, y al
ver mi gesto de preocupaci�n solt� la carcajada. Comprend� que segu�a
bromeando y continuamos las compras en aquel estilo.





Terminamos pagando juntos en la caja como si fu�ramos ya los
mejores amigos.





No s� que har� con tanta fruta � lo rega�� � en realidad
odio meterme en la cocina.


Yo me encargo � dijo con mucha seguridad � te invito a
desayunar a mi casa, ser� tu cocinero particular.





Sent� un extra�o revoloteo en el est�mago, que decid� era de
hambre, por lo que acept� su propuesta sin mas demora. Lo segu� en el coche
hasta su casa, peque�a pero bastante lujosa.





Date un chapuz�n en la alberca, rel�jate y d�jame
trabajar � dijo apenas dejamos las bolsas de compra, empuj�ndome fuera de la
cocina.


Pero no vengo preparado � me quej�.


No seas idiota, toma un traje de ba�o de la rec�mara.
Tercer caj�n del lado izquierdo.





Dej� a mi nuevo amigo cocinando y busqu� el traje de ba�o.
Hab�a varios pero todos eran min�sculos. Trat� de elegir el m�s grande, pero aun
as� apenas si me cubr�a los genitales y dejaba la mitad de mi trasero al aire.
Me enroll� en una toalla y al salir de la rec�mara encontr� una bandeja con zumo
de naranja reci�n exprimido y unas dulces rodajas de kiwi a un lado. Me beb� el
jugo casi de un tir�n y devor� la fruta con mucho agrado.





Y esto es todo lo que puedes preparar? � le rega�� de
nuevo en la cocina.


S� hacer muchas mas cosas, ya lo ver�s � contest�
empuj�ndome fuera de la cocina.





Sal� al jard�n y me di un buen chapuz�n. El agua fresca y
limpia me relaj� inmediatamente. Sal� y me recost� en uno de los camastros. Me
sent� somnoliento y no supe a que hora me qued� completamente dormido.



Cuando despert� ten�a las manos apresadas en la parta alta
del camastro, lo mismo que mis tobillos mas abajo. Mi nuevo amigo estaba
recostado en el sill�n de al lado.





Qu� broma es esta? � le pregunt� dando tirones tratando
de soltar mis manos y pies.


Es para que disfrutes mejor del desayuno � dijo
se�al�ndome una rica bandeja llena de fruta.


No entiendo � dije poni�ndome serio � ser� mejor que me
sueltes.


Despu�s de que desayunes � contest� tranquilamente.


Esto no es divertido � dije ya molesto.


Para mi s� � dijo poni�ndose de pie � y para ti tambi�n,
ya lo ver�s.





Comenz� tomando una rodaja de naranja. Exprimi� unas cuantas
gotas de su jugo sobre mis labios y acerc� su rostro para lamer las gotas que
escurr�an por las comisuras. Alej� el rostro inmediatamente.





Qu� te pasa, imb�cil? � le reclam� encabronado � ser�
mejor que me sueltes, te lo advierto.





Hizo caso omiso de mis palabras. Exprimi� m�s jugo, esta vez
sobre mi pecho. No pude evitar que lamiera la azucarada sustancia directamente
de mis tetillas. Era el contacto m�s �ntimo que hubiera tenido nunca con otro
hombre. Me asust� comprobar de pronto cu�les eran sus intenciones conmigo y el
peligroso juego en el que me hab�a involucrado tal vez inconscientemente, o peor
a�n, pens� de pronto, m�s consciente de que lo que me gustar�a admitir.



El jugo escurri� de mi pecho hasta mi ombligo, rellenando el
peque�o valle ligeramente velloso. Por supuesto la inquieta lengua de mi agresor
se aprest� a beberlo hasta dejarme limpio. Mis hormonas comenzaban a
traicionarme seg�n pude notar en el creciente bulto de mi entrepierna. Porqu� me
pasaba aquello?, me pregunt� a m� mismo, yo no deseaba excitarme, ni participar
en modo alguno de las perversiones de aquel tipo. Por supuesto mi pene opinaba
diferente. Comenzaba a engrosarse y no pod�a hacer nada para detenerlo.



El jugo de la naranja escurr�a ahora por mis ingles. El breve
traje de ba�o dejaba escapar la mitad de mis test�culos por los costados, por no
hablar de la abundante mata de pelos que asomaba indecorosamente. Los pelos se
humedecieron de jugo, y parte de mis huevos tambi�n. Me descubr� esperando el
contacto de aquella lengua en mis partes privadas con excitada anticipaci�n. La
lengua se demor� un poco, pero finalmente apareci�. No pude evitar un gemido de
placer al sentir su aleteo en mis humedecidos huevos.





El mejor desayuno para empezar el d�a � dijo el descarado
aquel. Forceje� un poco, solo para mostrar que no estaba de acuerdo en
participar, pero no logr� quit�rmelo de encima.





Tras lamer el jugo completamente, estir� la ajustada prenda
que apenas me cubr�a liberando mis huevos completamente.





Tienes un par de bolas deliciosas � dictamin�
contemplando mis expuestos test�culos.





Tom� entonces un par de suaves y arom�ticas rodajas de kiwi y
comenz� a deslizarlas por todo mi escroto. El contacto fresco en mi piel
caliente fue una agradable caricia. La fruta se deshizo contra la piel rugosa,
dejando un mapa de peque�as semillas negras en toda la superficie, que por
supuesto mi amigo se encarg� de limpiar. Para entonces mi erecci�n era ya
escandalosa, y yo ya ni siquiera me quejaba. Estaba maniatado, imposibilitado de
defenderme y no pod�a hacer otra cosa que esperar que todo aquello terminase. Al
menos eso me dec�a a m� mismo para paliar un poco la verg�enza de estarlo
disfrutando tanto como lo hac�a.





Hora del platillo principal � dijo rasgando el traje de
ba�o y dej�ndome completamente desnudo y a su merced.





Mi verga brinc� libre y escandalosamente dura frente a su
rostro.





Vaya, vaya, pero que cosa m�s grande tenemos por aqu� �
dijo pasando un suave dedo a lo largo del hinchado tronco.





Mi pene salt� con el contacto y avergonzado mir� hacia otro
lado, porque me costaba mucho aceptar que todo aquello me excitaba.





Probemos otra fruta � dijo tranquilamente el amigo, y
tom� una mitad de mel�n.





Intrigado, lo vi ahuecar su centro, mientras iba comiendo los
pedazos de fruta que iba sacando. Cuando el hueco estuvo terminado tom� la mitad
del mel�n y me lo mostr�. Con una sonrisa tom� mi endurecido pene y lo introdujo
en el hueco del mel�n. El contacto sedoso del interior fue una novedosa y
excitante sensaci�n. Comenz� a deslizar la fruta sobre mi pene, que lograba
entrar casi hasta la mitad. Me retorc� de placer sin poderme contener. Jam�s se
me hubiera ocurrido hacer algo semejante, y comenc� a mover las caderas casi de
forma involuntaria, buscando aquel extra�o y novedoso placer.



El mel�n fue retirado y abr� los ojos curioso para ver mi
enrojecida herramienta ba�ada en los dulces jugos de la fruta, aun con peque�os
trozos adheridos en el tronco. Mi amigo se lo meti� en la boca incluso antes de
que lograra imaginarlo. La sensaci�n de su boca en mi sensible glande fue una
reveladora sorpresa. Gem� de nuevo sin poderme contener y tens� las piernas
sintiendo cerca el orgasmo.





No, no, no � dijo mi amigo alejando su boca de mi verga �
la diversi�n va comenzando, nadie va a terminar todav�a.





Frustrado, lo vi alejarse. El deseo era terrible. De haber
tenido las manos libres me hubiera masturbado en ese preciso momento, sin
importarme ninguna otra cosa ni persona. Pero tuve que aguantarme y soportar la
dolorosa presi�n de mis test�culos por explotar.



Me dej� consumirme en mi deseo. Me miraba sonriente. Se puso
de pie y solo entonces vi que tambi�n llevaba puesto un breve traje de ba�o como
el m�o. El bulto de su entrepierna era impresionante. Se acarici� la verga al
ver que lo observaba, y apenado volte� la vista hacia otro lado, pero como un
im�n, mis ojos volvieron a posarse en el gordo trozo que la transparente prenda
dejaba adivinar completamente.



Seguro de que lo miraba, se quit� el traje de ba�o y desnudo
completamente se par� frente a m�. Su enorme verga oscil� casi frente a mi
rostro, gruesa y surcada de transl�cidas venas azules, parec�a un faro que
controlara mi mirada.





Te gusta? � pregunt� tom�ndola con su mano y
ofreci�ndomela como si fuera el mejor regalo.


Estas definitivamente loco � dije en un poco cre�ble tono
de enojo.


Ch�pamela � dijo acerc�ndola a escasos cent�metro de mi
boca.


Jam�s! � le escup� tajante.





El ni siquiera se inmut�. Tom� el ahuecado mel�n e introdujo
su palpitante pene en la abertura previamente agrandada por m�. Vi su miembro
deslizarse en su fresco interior y no pude sino imaginar lo que estaba
sintiendo. El deseo me consum�a ferozmente. Jade� buscando alivio a la
inaguantable necesidad de alcanzar el orgasmo. La verga emergi� de la fruta
ba�ada en sus dulces jugos.





Si me la chupas te masturbo � ofreci� mi perverso amigo.





Lo dud� por apenas unos segundos. No era yo el que abr�a la
boca. No era yo el que humildemente capitulaba y acog�a la hinchada cabeza de
aquel miembro con sabor a mel�n. No era yo el que mamaba como becerro reci�n
nacido la embriagante mezcla de verga y fruta, ni el que gem�a desesperado
tratando de atrapar entre sus labios la intoxicante sustancia que el enorme
miembro parec�a exudar en sus idas y venidas.



Por supuesto no cumpli� su promesa. Hab�a empezado a
masturbarme, si, pero apenas sinti� la cercan�a del orgasmo, dej� mi atribulado
miembro sin el esperado alivio, y tortuoso se detuvo.





No me hagas esto! � reclam� furioso, esta vez en serio �
d�jame acabar de una buena vez � grit� desesperado.





Sin ninguna respuesta, lo vi ahuecar un gordo trozo de
sand�a. Ahora sab�a lo que vendr�a, y esper� ansioso a que terminara. La roja
fruta se deshac�a f�cilmente con la cuchara y casi pude imaginar la sensaci�n de
sus frescas paredes sobre mi enloquecida verga. Y as� fue. Cuando �l la sostuvo
sobre mi excitada herramienta empuj� las caderas ansiosamente, deseoso de
traspasar ya su h�medo interior. De nuevo sent� la cercan�a del placer, y de
nuevo vi frustrado mi anhelado cl�max, pues la sand�a fue retirada, y la
maquiav�lica sonrisa de mi amigo se pos� brevemente sobre mi azucarado glande,
no por mucho tiempo, s�lo lo suficiente como para mantenerme en el filo de
aquella navaja que cada vez se me hac�a m�s dif�cil de soportar.





Lo que quieras � rogu� � te juro que lo que quieras,
porque ya no puedo mas � acept� mansamente, sin saber siquiera el alcance de
mis palabras.





Poniendo a prueba mi promesa acerc� su miembro hasta mi
rostro. No tuve la menor vacilaci�n. Abr� la boca dispuesto a comerme de nuevo
su grueso y potente miembro. En vez de la satinada cabeza, dej� que las
colgantes bolas de sus huevos oscilaran sobre mis labios listos para recibirlos.
No me detuve ante eso y comenc� a lamer las rugosas bolsas con aplicada
dedicaci�n. Primero una, luego la otra, y luego juntas a la vez, aunque tuviera
que abrir la boca a su m�xima capacidad. Jugu� con la suave piel en el interior
de mi boca, conteniendo la desesperante sensaci�n que sus abundantes vellos me
causaban.



Como premio a mis esfuerzos, sent� su mano aferrando mi
verga, deslizando sus dedos suavemente, llev�ndome a escasos mil�metros de
obtener el deseado cl�max, pero h�bilmente se detuvo, dej�ndome en la cresta
nuevamente y m�s loco que nunca tratando de conseguir la ansiada meta.





No! � grit� desesperado � otra vez no!





Con la misma calma acostumbrada desamarr� mis pies y se
acomod� entre mis piernas, besando mis rodillas y la parte interior de mis
muslos. Estaba ya tan sensible que incluso en aquella parte de mi cuerpo en la
que jam�s antes hab�a prestado atenci�n sent� los poderosos efectos de la
excitaci�n. Mis muslos temblaban al contacto de sus labios, y m�s a�n al
sentirlos subir lentamente, acerc�ndose a mi entrepierna. Abr� las piernas para
que tuviera mejor acceso y no opuse resistencia alguna al sentir sus manos bajo
las corvas elevando mis piernas, hasta sentirlas casi contra mi pecho. Cre�
est�pidamente que me lamer�a los huevos nuevamente y cuando la lengua se pos� en
los alrededores de mi ano brinqu� como una anguila bajo una descarga el�ctrica.





Eso no! � supliqu� alarmado al sentir que manten�a la
presi�n sobre mis piernas, oblig�ndome a permanecer en aquella posici�n.





Por supuesto hizo caso omiso de mi petici�n, y en una mezcla
de verg�enza y placer dej� que se fuera acercando irremediablemente a aquella
zona prohibida y vedada para cualquiera. Menos para �l, pens� al sentir su boca
bordeando gustosa el per�metro anal con incontenible determinaci�n. Su lengua en
el centro mismo de mi ano fue un choque de sensaciones dif�ciles de manejar.
Gem�, rogu�, clam� por un poco de respeto y dignidad para un hombre casado como
yo, pero me retuvo en la misma denigrante posici�n, y el deseo, el maldito deseo
me hizo cerrar los ojos y dejarle a �l controlar la situaci�n.



Su lengua hizo intentos de penetrarme, pero yo estaba
demasiado tenso como para permitirlo, lo que comprend� despu�s fue un grave
error de mi parte.





Este hermoso culito est� demasiado cerrado a�n � me
inform� � por lo que tendremos que seguir con el desayuno.





No entend� inmediatamente a qu� se refer�a. De la abundante
fuente de frutas tom� un pl�tano y comprend� entonces lo que pretend�a.





No te atrever�s � le advert� con un dejo de desamparo que
no pude borrar de mi voz.


Sabes bien que s� � dijo sin apartar sus ojos de mi
cuerpo.





Me alz� nuevamente las piernas y qued� nuevamente abierto,
totalmente vulnerable y disponible, y en el fondo, muy en el fondo, eso mismo
increment� mi excitaci�n. De la mesilla tom� un pote de miel, y dej� caer un
chorro sobre mi expuesto ano. Con un dedo distribuy� el l�quido ambarino,
embarrando concienzudamente alrededor y toda la abertura. La pura caricia de sus
dedos ya me ten�a de nuevo al borde de un inexplicable goce y trat� de no pensar
en nada mas al ver como utilizaba la misma miel para lubricar la gruesa y
amarilla fruta.





Preparado? � pregunt�, como si en verdad sirviera de algo
mi respuesta.





Me palme� las nalgas sonoramente y brinqu� sorprendido y
asustado. Todav�a riendo acerc� el pl�tano a mis nalgas abiertas, haci�ndolo
deslizarse por mi raja y sobre mi ano. Me estremec� ante lo que estaba a punto
de suceder. Contuve pr�cticamente la respiraci�n al sentir la dura punta de la
fruta tocando los pliegues de mi culo y m�s todav�a al sentir como presionaba
por entrar. En un segundo que pareci� durar eternamente, el pl�tano venci� la
natural resistencia de mi esf�nter y se desliz� dentro de mi cuerpo. Realmente
no fue una sensaci�n dolorosa, pero estaba ya tan predispuesto a la sorpresa que
grit� como si me estuvieran matando.





Tranquilo � me recomend� � sabes que lo puedes disfrutar.





No entend� del todo sus palabras, pero respir� con m�s calma
y �l aprovech� el momento para dejarme ir otra buena porci�n del pl�tano.





Ya lo tienes todo adentro � mi inform� como si me
importara.





Afloj� la tensi�n de mis piernas y el tipo comenz� a mamarme
la verga nuevamente. La sensaci�n combinada de tener el culo lleno y su boca
mam�ndome al mismo tiempo me puso al borde del orgasmo en cuesti�n de segundos.
Por supuesto se detuvo y yo casi llor� de desesperaci�n.





Quisiera seguir jugando contigo todo el d�a, pero eres un
tipo tan sensual que de verdad ya no puedo aguantarme � me dijo al o�do
mientras retiraba el pl�tano lentamente de mi cola.





Entonces me desamarr� una de mis manos y d�ndome la vuelta me
hizo arrodillarme sobre el piso, recostando el torso sobre el camastro. Aun
ten�a una mano atada y tan atarantado de deseo que ni siquiera se me ocurri�
resistirme o luchar ahora que estaba pr�cticamente libre.



El tipo se situ� tras de m� y tomando mis nalgas con sus
manos las mantuvo separadas al tiempo que me leng�eteaba el ano y yo como perra
en celo me dejaba hacer sin oponer la menor resistencia. Yo �nicamente quer�a
terminar, ya no pensaba, ni razonaba, era un trozo de carne excitada de los pies
a la cabeza, no me importaba nada que no fuera sexo, de la forma que fuera, como
fuera, con quien fuera.



Me penetr� con cierta dificultad. No era lo mismo el modesto
pl�tano que el grueso y venoso trozo de carne que ahora pretend�a introducir en
mi cuerpo, pero est�bamos los dos tan calientes que ambos hicimos un esfuerzo y
la s�lida verga termin� entrando finalmente. El roce de su miembro en mis
paredes internas pareci� encender un desconocido bot�n que conectaba con las m�s
poderosas sensaciones jam�s sentidas. Seguramente mi pr�stata estaba siendo
h�bilmente estimulada y comenc� a jadear y gemir sonoramente, gritando de placer
al sentir sus continuas idas y venidas, esperando descontrolado y febril que
aquel hombre terminara de apagar aquel fuego que parec�a consumirme por dentro.



La experiencia como amante le indic� el momento justo para
deslizar una mano bajo mi cuerpo y aferrar mi verga para masturbarme al tiempo
que me penetraba. Necesit� apenas de un par de sacudidas para vaciarme como
nunca lo hab�a hecho en toda mi vida. Se me nubl� la vista y mi cuerpo entero
tembl� en una sucesi�n de espasmos imposibles de controlar. Sent� en mi culo los
embates decididos de mi agresor y el momento preciso en que su verga se hinch� y
explot� en un borbot�n de semen dentro de mi cuerpo.



Despu�s de eso ambos ca�mos en el letargo satisfecho de la
consumaci�n del sexo. No quer�a saber de nada hasta recuperar el control de mi
cuerpo y mis emociones. Me desat� silencioso, tal vez pensando en mi reacci�n al
verme al fin liberado. Pod�a haber hecho muchas cosas, pero no ten�a fuerzas ni
la certeza de haber sido del todo la inocente v�ctima de lo que hab�a sucedido.
Tom� mis ropas de la rec�mara y despu�s de vestirme me march� sin decirle nada.



Pas� un par de semanas tratando de aceptar los hechos y sus
consecuencias, sin llegar a nada en concreto y sumido en un mar de confusiones
acab� con las provisiones de la alacena nuevamente. S� que podr�a haber ido a
cualquiera de los cientos de supermercados que existen, pero por extra�as
razones termin� yendo a comprar a la misma tienda donde hab�a conocido al tipo
aquel.



Esta vez sab�a bien lo que quer�a. Ech� en el carrito las
naranjas, los kiwis y los melones. Ante los racimos de pl�tanos no pude sino
tener un momento de terrible vacilaci�n.





Te ayudo a elegir? � pregunt� una conocida voz a mis
espaldas.





Me detuve en seco, escuchando el aleteo furioso de los
latidos de mi coraz�n. Respir� hondo. Mi verga comenz� a pararse inmediatamente.
Qu� raz�n hab�a para rechazar la ayuda desinteresada de un buen hombre?





Si te gust�, h�zmelo saber.



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