Relato: El juego de las miradas (3)





Relato: El juego de las miradas (3)


El juego de las miradas III



Ya hab�a anochecido cuando Alejandro sali� del ba�o de vapor.
No demor� mucho en vestirse; puesto que unicamente se puso la camisa y los jeans
que tra�a y guard� en su mochila los calzoncillos, los calcetines y los zapatos
con los que lleg�. Como Ernesto manifest� su agrado por las sandalias que tra�a,
decidi� dej�rselas puestas. Verdaderamente ten�a prisa por el encuentro y estaba
hecho un aut�ntico manojo de nervios. No eran nervios negativos, era el temblor
que precede a todo aquello que implica deseo. Un temblor perfumado de lujuria y
lascivia.


Poco despu�s sali� Ernesto con un atuendo casual: camisa, un
short de mezclilla y unas sandalias estilo italiano de corte muy sencillo.
Alejandro, que era un partidario de este tipo de calzado (por la raz�n de que
era un fan�tico de los pies masculinos, grandes y de venas saltadas; y
justamente as� eran los pies de Ernesto) abri� los ojos admirando esa sensual
sencillez. Ernesto, como ya era costumbre, fue el encargado de iniciar la
conversaci�n:






�Te vas detr�s de m� o quieres que te de la direcci�n?



A ver, d�mela a ver si s� llegar... respondi� el
otro.







Ernesto le dio el dato y Alejandro not� con agrado que la
direcci�n no era nada complicada porque para �l ese rumbo era conocido.






No hace falta que te siga. S� d�nde es.


Muy bien. Respondi� Ernesto esbozando una hermosa
sonrisa. Me das tiempo de ir a comprar las cervezas y nos vemos all�.


Perfecto... nada m�s como referencia; �Cu�l es tu
carro?






Ernesto le se�al� su veh�culo y Alejandro se dirigi� al suyo.
Enfil� hacia la direcci�n indicada. En el camino sintoniz� el radio y debido al
d�a y a la hora, la gran mayor�a de las estaciones pon�an m�sica suave y
relajada, que invitaba al acercamiento entre las parejas. Empez� a sonar una
vieja canci�n llamada "Amor fasc�name"; que dec�a:


Son tus dedos plumas que pasean por mi piel


Son tus ojos luces que alumbran mi desnudez


Es tu olor la chispa que me enciende la pasi�n


Eres todo t� la imagen del amor...


Amor, fasc�name. Cierra los ojos, desc�breme


Busca mis labios, sed�ceme. Si te huyo, conv�nceme


Amor, fasc�name. Toma mi piel, enam�rame


Ven a mi cuerpo, dom�name. Cuando vaya a morir de amor, t�
sigue am�ndome...



Alejandro sonri� al poner atenci�n en la letra que era
cantada por una mujer. A pesar de esa circunstancia, la sent�a tan cercana a ese
momento. Pero no era precisamente amor lo que le atrajo a aceptar la invitaci�n
de Ernesto. Fue un deseo de desenvolverse en un terreno diferente a un cuarto
reducido, a ese espacio cerrado en el que "a escondidas" (no hab�a necesidad,
pues todos los visitantes del vapor sab�an qu� pasaba en esos cuartos cerrados)
dos hombres compart�an sus aromas, sent�an sus pieles, mezclaban sus sudores y
se devoraban mutuamente hasta caer bajo el poder de grandes y blancas
explosiones.


Por fin Alejandro lleg� al punto se�alado y aun no llegaba
Ernesto. Decidi� fumar un cigarrillo recargado en su auto mientras esperaba que
el otro llegara. Por fin, despu�s de unos minutos, lleg� Ernesto y pasaron al
interior. Era una casa decorada como si habitara en ella una familia, con
adornos diversos y grandes cuadros.


Alejandro fue ahora el primero que habl�:






No me digas que vives aqu� con tu esposa y tus hijos,
porque no te veo la facha de casado por ning�un lado.


No, para nada... �no juegues! respondi� Ernesto
desde la cocina. Vivo aqu� con otros dos amigos. Los tres somos gays,
pero cada uno respetamos nuestro espacio. Ahorita no est�n porque salieron
de viaje.






Alejandro suspir� aliviado. Ernesto sali� de la cocina con
dos latas de cerveza y prendi� el reproductor de CD�s. Dej� puesto un disco con
canciones de Emmanuel, al mismo tiempo que hac�a el comentario de que era su
cantante favorito. Los dos hombres se sentaron en el sill�n. Ernesto estaba en
una postura relajada, con su pierna derecha sobre el sill�n, rozando la pierna
izquierda de Alejandro. Hablaron de banalidades, de sus trabajos (Alejandro
trabajaba en una aseguradora y Ernesto era enfermero), de m�sica (Ernesto era un
fan�tico de lo cl�sico y Alejandro de la m�sica moderna).


En un momento de la pl�tica, las yemas de los dedos de la
mano derecha de Ernesto rozaron la nuca de Alejandro mientras dec�a: Este es
un momento delicioso... me gusta que hayas venido...
La mano de Ernesto se
desliz� hasta el hombro izquierdo de Alejandro, quien la detuvo con su mano al
momento que le dec�a: La verdad, estoy muy nervioso... no s� que es lo que
pueda pasar.
Ernesto acerc� sus labios a los de Alejandro y le dijo:
Rel�jate... s�lo deja que tus sentidos descansen y d�jate llevar...
En ese
instante, las bocas se fundieron en un beso intenso, embriagante, c�lido.


Abraz�ndose fuertemente, se incorporaron y siguieron el
camino hasta la alcoba de Ernesto. Al llegar, Alejandro admir� la enorme cama
matrimonial que estaba ocupando esa habitaci�n.


Ah� llegan, se descalzan y se recuestan. Alejandro se empieza
a desabotonar la camisa, pero Ernesto lo detiene.






Esp�rate. Ya te conozco por fuera. D�jame desnudarte
por dentro.






Al o�r esto, Alejandro no pudo ocultar su cara de decepci�n.
Vio que en esta ocasi�n no se trataba nada m�s de hacer el juego de "vine, v� y
venc�" (que era aquello que a �l le gustaba hacer pero que en un momento dado
llegaba a fastidiarle), pero que podr�a tratarse de una b�squeda de un amor (lo
cual en ese momento no le interesaba en lo m�s m�nimo). �Qu� iba a pasar?
Decidi� jug�rsela, quedarse y no salir corriendo.


Mientras se acariciaban en la cama, jugando mutuamente con
sus pezones sin despojarse de sus camisas, Alejandro se sincer� con Ernesto:






No te vayas a molestar conmigo, pero es muy proable que
no sea yo la persona que est�s buscando.


�Por qu� lo dices?


No me interesa iniciar una relaci�n ahora.






En ese momento Ernesto se incorpor� para re�rse. Alejandro se
molest�.






�De qu� demonios te r�es? Le dijo a Ernesto.



De lo que acabas de decir... �De verdad que eres
modesto! �Nada m�s porque te invit� a mi casa ya quiere decir que te voy a
invitar a que vivas conmigo, galan de galanes?�No te sientas tan
irresistible!






Alejandro se sonroj�. Reflexion� que Ernesto acababa de decir
y francamente, ese hombre ten�a raz�n. Se podr�a decir que ahora lo ve�a con
cierto respeto, y era francamente delicioso sentirse rega�ado por ese hombre que
le llamaba la atenci�n mientras jugueteaba con �l con sus pies. Alejandro dijo:






Disc�lpame, soy un idiota... a m� me vence el miedo.






Ernesto le respondi�:






�Qu� complicado! �Qu� tiene que ver que t� y yo estemos
aqu� platicando mientras nos cachondeamos con el miedo? �Miedo a qu�?


�Sabes a qu� le tengo miedo? �A los extremos a los que
algunos llegamos en este mundo! Detesto tanto a los tipos que nada m�s "se
vienen y se van" como yo reconozco que soy; como a los que esperan que por
un momento agradable que pasaste con ellos, ya quieres tener todo con
ellos. �No hay mucha gente en este mundo que est� interesada en tener
contigo m�s compromiso que el de la amistad!






Sonri�ndole, al mismo tiempo que le miraba intensamente a los
ojos, Ernesto le dijo:






�Sabes qu� veo?T� te pareces mucho a m� cuando era m�s
joven. Est�s en una posici�n muy c�moda. Exijes mucho, pero no das nada a
cambio. Quieres conocer mucho a la gente, pero no te dejas conocer. Te
apuesto a que yo no soy el primero que te ha invitado, ya deja t� a mi
casa, tan solo a tomar un caf�.


Pues s�. Efectivamente, no eres el primero.
Respondi� Alejandro.



Pues eso me da la raz�n. No te quieres dar a conocer,
porque quieres que los que han estado contogo disfruten y despu�s se
olviden de ti; y al mismo tiempo t� exiges que haya algo m�s all�. �C�mo
vas a saber si hay algo m�s all� si no te das el chance de conocer gente?
Esto no tiene nada que ver con ser gay o h�tero. Es como si me dijeras que
la chava que te invita a su casa para que conozcas a sus pap�s ya quiere
casarse contigo. �No tiene nada que ver una cosa con otra! Todo es un
proceso. Solo el tiempo y la convivencia te van a decir si esa persona
puede ser un buen amigo, una buena pareja o un buen recuerdo... �No crees?






Alejandro le mir� intensamente. Para sus adentros o�a y
procesaba toda esa informaci�n, como si fuera algo que ya supiera y se le
hubiera olvidado. S�lo atin� a decir:






Tienes toda la raz�n... quiz�s he dejado ir a grandes
personas nada m�s por mi est�pido miedo. Gozo mucho el contacto con un
hombre, pero al mismo tiempo siempre he esperado que haya una pl�tica
interesante m�s all� del faje... pero no he hecho mucho por hacer que eso
suceda... No me he dado la oportunidad de conocer gente.


Seguramente t� y yo tenemos m�s cosas en com�n de las
que t� crees. �No con todo el mundo te pasa eso! �Vamos a ser grandes
amigos!






Despu�s de decir esto, Ernesto le bes� intensamente.
Alejandro sinti� su aliento y o�a en la lejan�a de la estancia de la casa una
vieja canci�n de Emmanuel que era m�s apropiada para ese momento que la que
instantes antes hab�a escuchado. Esta canci�n era "Tengo mucho que aprender de
ti":


Ens��ame, ens��ame


A ser feliz, como lo eres t�


A confiar, como conf�as t�


A repartir sonrisas como t�


Sin esperar a cambio nada m�s, nada m�s...




Tengo mucho que aprender de ti, amor


Tengo mucho que aprender de ti, amor


Tu dulzura y fortaleza, tu manera de entregarte


Tu tes�n por conquistarme cada d�a




Tan solo quit�ndose las camisas, Alejandro y Ernesto
repasaron cada cent�metro de sus cuerpos. Se recorrieron desde el primer cabello
hasta el �ltimo dedo del pie. Alejandro disfrut� de este erotismo altamente
intenso, sin necesidad de hacer lo que hac�a con todos los que lleg� a toparse
con el vapor. Sin necesidad de tocarse y a falta de ropa interior, Alejandro
empap� sus pantalones al tiempo que se ven�a en un espasmo intenso de placer,
logrado a base tan solo de besos y caricias.


En un momento en el que se separaron para tomar aire,
Alejandro se ri� al ver sus pantalones. Tuvo que quit�rselos y lavar ese
"numerito" digno de un adolescente que despierta en la ma�ana con el boxer
empapado a causa de un caliente sue�o h�medo. Ernesto le prest� una prenda seca
mientras esperaban que el pantal�n se secara.


Ahora la conversaci�m volvi� al t�pico de las sandalias.
Ernesto le pidi� a Alejandro permiso para probarse sus extra�as sandalias y
Alejandro no tuvo inconveniente mientras �l se probaba las de Ernesto. El
intercambio les fascin� a ambos, por lo que decidieron hacer un "intercambio de
sandalias" como un recuerdo de esa noche tan especial, en la que Alejandro
entendi� al fin c�mo deber�a de llevar su sexualidad: no con un estandarte y no
de una forma cobarde. Simplemente, con el alma y con el coraz�n.


Lleg� el momento de despedirse. Ernesto le dijo a Alejandro
que no se volviera a desaparecer como la �ltima vez. Alzando la mano derecha,
Alejandro dijo "�Prometido!"



En la quietud de la noche, en el jard�n, los dos hombres se
despidieron con un beso apasionado. Alejandro se separ� un poco y acarici� sus
labios repasando y reflexionando con los ojos cerrados en ese placer que acababa
de experimentar y que le hab�a llevado al cielo.


Ernesto le dijo:






�Quer�as decirme algo?






Alejandro, sin abrir los ojos y con voz ahogada y plagada de
lujuria le respondi�






S�lo vu�lveme a besar...






Y las dos varoniles bocas se volvieron a unir. La noche fue
testigo del inicio de una entra�able relaci�n para ambos amigos...


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