La peque�a Laila
Desde siempre Octavio sent�a predilecci�n por el f�tbol, era
su �nica afici�n y a la que se dedicaba siempre que no estaba trabajando. Ya
fuera escuch�ndolo por la radio, vi�ndolo por la tele o asistiendo a los
partidos los domingos.
Octavio tenia mujer y dos hijas, la mayor de 16 a�os se
llamaba Zara, una chavalita morena con el pelo rizado que hab�a salido igual de
despendolada que su madre, ya que a las dos les gustaba mucho salir de juerga;
Zara ten�a unos labios carnosos y sensuales y una mirada de gata que quitaba el
hipo y pon�a otras cosas mirando al cielo. Zara se llevaba mal con su hermana
peque�a Laila, de 13 a�os, ya que su padre dio por perdida a Zara y solo
transmit�a algo de afecto a su peque�a Laila, m�s inocente y retra�da. Laila era
una belleza rubia con un tipo y unas curvas que ha sus 13 a�os ya compet�an con
las de su hermana (incluso ten�a m�s pecho que Zara), aunque no ten�a la cara de
viciosa en potencia de su hermana mayor, era una belleza m�s inocente que
destacaba por sus enormes ojos azules.
Octavio era un tipo demasiado sencillo y eso provocaba muchas
discusiones con su mujer y su hija mayor, lo que le hac�a retraerse m�s todav�a
es sus chistes tontos y en el f�tbol. Eso le daba mucha pena a Laila que ve�a a
su padre no como el cabeza de familia, sino como un personajillo t�pico de bares
al que su familia le vapuleaba y le perd�a el respeto enseguida.
As� fue como Laila empez� a interesarse por el f�tbol, para
estar m�s unida con su padre y que este no las pasara siempre canutas cada vez
que llegaba a casa y poder agarrarse a un apoyo representado en su hija peque�a
de 13 a�os. El padre encontr� as� una distracci�n que compartir con un miembro
de la familia y no tard� en llevar a su peque�a a los partidos de f�tbol de los
domingos.
Un s�bado, Octavio y su peque�a Laila fueron a ver en coche
al equipo de sus amores. En la entrada del estadio Octavio vio un puesto de
camisetas.
"�Qu� talla usas Laila?" Le pregunt� el padre a su peque�a
ech�ndose la mano a la cartera.
"�Me vas a comprar una camiseta?" Dijo la ni�a ilusionada
sonriendo al padre.
"Claro, para ir al f�tbol hace falta bufanda o camiseta, y
mi peque�a se merece una camiseta para ir guapa a los partidos."
La ni�a eligi� la camiseta y se qued� mir�ndola, y en esto le
dijo su padre:
"�Qu� se dice?"
"Gracias papi." Le dijo d�ndole un beso en la mejilla y
abrazando a su padre por el cuello.
Este abrazo le hizo sentir a Octavio las suaves y calentitas
tetas de su hijita, sin punto de comparaci�n con los pechos arrugados de su
mujer, que pasaba de los 45 y perdi� el tipo a los 30. Pero Octavio solo lo vio
como una sensaci�n agradable a la que no darle mucha importancia, o al menos eso
cre�a �l antes del partido.
Pasaron los 90 minutos del partido y salieron del estadio
para coger el coche y dirigirse de nuevo a casa. Octavio se hab�a cargado dos
litros de tinto de verano durante el partido y se encontraba mareado, pero deb�a
coger el coche para llegar a casa cuanto antes, sino su mujer le echar�a otra
bronca; as� que a duras penas arranco el coche y sali� de los aparcamientos del
estadio ante la mirada preocupada de su peque�a Laila.
Llevaban 15 minutos de marcha y a Octavio se le sub�a m�s el
tinto a la cabeza y no pon�a mucha atenci�n en la carretera, a pesar de que su
hija le hablaba de f�tbol para que no se adormilara al volante; as� que despu�s
de pasar el desv�o para su pueblo Laila le pidi� que descansara un poco en el
apartadero hasta que se le pasara el mareo, a lo que su padre no puso muchas
contradicciones.
"Duerme un rato hasta que se te pase el mareo o mama se va
a cabrear cuando te vea pasar por la puerta de casa en este estado."
"�� Ay mi ni�a como se preocupa por su padre!!" Dijo
Octavio mientras aparcaba en un sitio tranquilo del apartadero. "Pero du�rmete
tu tambi�n un rato que debes estar muy cansada, llevas todo el d�a levantada,
mira te pongo el sill�n hacia atr�s y ya veras que bien duermes."
Octavio se acerc� al asiento de su hija para echarle el
asiento hacia atr�s y sinti� una vez m�s el c�lido tacto de los pechos de su
hija potenciados por la suavidad de la camiseta de f�tbol, a lo que su hija peg�
un peque�o respingo hacia atr�s, pero sin recriminarle nada a su padre.
"Vale pap�, ahora �chate un ratito."
Pasaron unos 45 minutos y Octavio se despert� de su asiento y
abri� los ojos, encontr�ndose con la maravillosa vista de su hijita cuyas curvas
piernas torneadas se marcaban con la luz de la luna llena.
Se qued� mirando embobado unos 5 minutos la hermosa estampa
que se le brindaba; tenia los labios entreabiertos y suspiraba en sue�os de una
manera muy sensual.
"Ooh", suspiraba Laila.
A Octavio se le empez� a acelerar el coraz�n y empez� a
sentir un temblor de nerviosismo ante lo que se dispon�a a hacer. Lentamente
acerco su mano al cuerpo de su hijita y suavemente empez� a acariciar las
hermosas piernas que la minifalda negra de su hija le dejaba admirar. Octavio
ten�a las manos fr�as y la ni�a se movi� un poco, pero sin despertarse, estaba
profundamente dormida.
Octavio decidi� entonces calentarse la mano con lo �nico
caliente a mano que ten�a en ese momento, su propia polla, que no tard� en
ponerse de morcillona a totalmente r�gida ante la excitaci�n del momento. De
nuevo volvi� otra vez a la carga, esta vez posando las dos manos en un sitio m�s
atrevido, los dos redondos pechos de su hija. Al principio solo puso las manos
para sentir su tacto, pero poco a poco empez� a mover las manos en c�rculos y a
masajear gratamente las tetas de su peque�a Laila, que ten�a vuelta su hermosa
cabecita rubia hacia donde estaba su padre.
"Mmm." A Laila se le escap� un leve gemido y arque�
inconscientemente un poco la espalda hacia delante provocando que su padre
cogiera con m�s fuerza sus pechos, cosa que excit� al ebrio padre sobremanera.
El padre ya estaba totalmente caliente y decidi� pasar la
l�nea de la precauci�n y sobar en condiciones a la lolita que ten�a delante
suya. Con sumo cuidado levant� la camiseta de Laila y pudo ver como la hija se
hab�a quitado la camisa normal (seguramente en el descanso mientras iba al
servicio), dej�ndole ver unos hermosos duros y redondos pechos con unos jugosos
pezones rosados.
A Octavio le falto poco para avalanzarse sobre su peque�a,
pero no se atrevi� y poco a poco fue metiendo sus manos hasta llegar a los
pechitos de su hijita; aplic�ndoles de nuevo un masaje que hizo que se le
pusieran r�pidamente los pezones duros entre los �vidos dedos de su padre.
-"Ummmm" suspiraba la ni�a en sus sue�os mientras su padre se
pon�a puerco con su cuerpo.
Octavio fue bajando su mano derecha por la cintura de su ni�a
mientras que la otra mano segu�a sobando el pecho derecho de la ninfa. El tacto
de la suave cadera enloquec�a m�s a�n al viejo y fue metiendo lentamente la mano
por dentro de la faldita, justo por donde empezaban sus torneadas y sedosas
piernas, pero a esto que vio de lejos acercarse la luz de un coche,
devolvi�ndolo al mundo de la raz�n.
R�pidamente y con sigilo se incorpor� en su asiento y se
dispuso a arrancar el coche, que con el ruido del encendido despert� a la ni�a
de sus dulces sue�os.
"�Pap�?" Dijo asustada la ni�a.
"Tranquila, ya estoy mejor y nos vamos a casa, sigue
durmiendo que ya te avisar� cuando vayamos entrando por la calle" dijo el
padre algo acalorado, intentando no dar pistas sobre lo ocurrido.
Cuando llegaron a su calle Octavio despert� a su hija y la
llev� medio dormida hasta la casa llev�ndola de un brazo por la cintura hasta su
habitaci�n, con el �nimo de acabar lo que empez� en el apartadero, pero vio como
su mujer les esperaba en el sal�n.
"�� A buenas horas!! �Cu�nto ha durado el partido?" dijo
enfadada pero en voz baja para no despertar a la peque�a.
"El partido termin� har� tres horas, pero hemos tenido
atasco para llegar aqu� y la ni�a se qued� dormida en el coche".
"Bueno, pues d�jamela que la voy a acostar, y de paso le
voy a quitar esa camiseta" dijo la madre cogiendo a la ni�a en brazos "Mira
que gastarte el dinero en tonter�as"
"Bueno, pero d�jame que tenga un detalle de vez en cuando
con la ni�a, que m�s dinero te tengo que dar para la feria para irte con tus
amigas"
Dicho esto Octavio, bastante abatido por las circunstancias
se fue a su cama en la que se tir� del tir�n, intentando dejar atr�s aquella
excitante pero frustrada noche. De mientras su mujer apartaba las s�banas de la
cama de la ni�a y la acost� a oscuras para no despertarla, quit�ndole la
camiseta de f�tbol, sin darse cuenta de que no llevaba nada debajo.
Todos se durmieron profundamente hasta que a las 4 de la
ma�ana lleg� un sobrino que ven�a bastante borracho de salir de copas, pero eso
lo contar� en la pr�xima historia.
Tranquilos, la cosa no acaba aqu� os lo puedo asegurar.