Relato: La saga de Lorena II



Relato: La saga de Lorena II

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Llegu� a casa de Roxana empapada, con mis tetas perfectamente transparentadas por la h�meda tela, que m�s debajo de ellas se ce��a a mis voluptuosas formas, casi cual si de darme un ba�o vestida viniera. Intent� por el camino cruzarme con todo el que pudiera, retrasando todo lo posible mi espera del ascensor para forzar el coincidir con alg�n vecino. Y as� fue, comparti�ndolo con un matrimonio de edad avanzada que parec�a venir de alguna cita familiar o similar. Me divert�a sentir como �l miraba lascivo mis melones y transparencias, el puro desprecio de ella en su mirada.
-Pero, �de donde vienes? �pregunt� Roxana sorprendida al verme en tal estado. - �Llueve?
-Que va.
-�Entonces?
-Me han meado.
Primeramente mostr� estupor en su rostro ante la respuesta, despu�s rompi� a re�r con su novio.
-�De donde sacas tanto vicio siendo tan joven, ni�a?
-�Ja, ja, ja! �re� yo tambi�n inocentemente. Carlos me conoc�a bien, desde hac�a ya varios meses. Y deseaba conocerme mejor, a juzgar por la forma en que me miraba. Y yo a �l. Era la clase de chico que nos hac�a suspirar a las quincea�eras. Una especie de Di Caprio a lo macarra, con su moto, su cazadora de cuero y su barba de tres d�as. La buena de Roxana obviamente no se enteraba de nada, ya procur�bamos nosotros que as� fuera. Sus palmaditas simp�ticas a mi culo, a las que lejos de responder ofendida lo hac�a con la mejor de mis sonrisas, y sus p�caras bromas, ten�an siempre lugar fuera de la vista de su guapa novia. Porque ciertamente Roxana lo era. Con 17 a�os, trabajaba de ayudante en un sal�n de peluquer�a y belleza a la vez que segu�a sus cursos de la misma materia, aplicando a ella todos los trucos de su profesi�n para resaltar su evidente atractivo f�sico. Con su pelo cortito y rojo, y su tipito m�s que bonito al estilo de la tendencia m�s actual ( Kate M�ss, Natalia Vodianova, Karolina Kurkova ), alto y estilizado, resultaba una chica preciosa, con un tipo de belleza muy superior al m�o de voluptuosas formas seg�n yo lo ve�a. Claro que, para la cama, el m�o daba m�s juego. Ofrec�a m�s curvas y morbo, y era preferido por los hombres para las aventuras entre las s�banas, si bien para levar al lado era m�s que posible que prefriesen a una mujer como ella. En fin, resumiendo; que el chico era suyo, pero un d�a u otro, acabar�a d�ndome un repaso. Era justo; ella manten�a su propiedad, yo solo lo demandaba para �una? Sesi�n de vicio.
-Bueno date una ducha y c�mbiate. Luego te llevaremos a casa.
-Prefiero irme tal cual.
Roxana abri� la boca sorprendida de nuevo.
-Es un macho que me encanta el que me ha meado, y prefiero sentir sobre m� su olor todo el tiempo posible.
Rieron de nuevo.
-Como quieras, peque�o put�n.
Me hizo gracia la expresi�n. Roxana era una chica muy sexual, muy de cama, pero en modo alguno su vicio y lascivia se pod�an comparar con los m�os. Ella, con sus 17 a�os, despertaba como quien dice al mundo del sexo y los placeres de la carne, los cuales hac�a tan solo unos meses hab�a conocido. Yo en cambio, a mis 14, hac�a m�s de 1 a�o que hab�a perdido mi virginidad, mucho m�s que hab�a comenzado con juegos de toqueteos y mamadas. Claro que tampoco era una cuesti�n de tiempo, sino de vocaci�n e intensidad.
Con una toalla sobre el asiento para no manchar la tapicer�a, me llevaron a la casa de mis madres de nuevo.
-Venga, ya estamos �me inform� Roxana, pues me hab�a quedado dormida. �No te damos un eso por�
Sonre�.
-No te preocupes. Es mi macho y marca su territorio. Es perfectamente comprensible que su olor os mantenga alejados.
-�Ja, ja, ja! �Qu� puta eres!
Re�mos la broma. Sab�a que Roxana y su chico me guardaban mucho cari�o, como a una hermanita peque�a y traviesa. Y yo a ellos tambi�n, que nadie lo dude. Pero ello no me impedir�a acostarme con el chico.
Esa noche dorm� sin ducharme. Ni siquiera me cambi� de ropa. Bien arropada por las s�banas y las mantas para que mis padres no me vieran de tan guisa si entraban a mi habitaci�n a darme un beso, me sumerg� en el mundo de Morfeo, donde transcurrieron las horas hasta la llegada del alba entre morbosos sue�os con mi nuevo chico y una org�a con sus compa�eros de trabajo.


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-Buenos d�as, pap�. Buenos d�as, mam� -salud� con dos besos a cada uno., recre�ndome en la perversi�n de restregarles por la cara y los labios mi piel, a�n impregnada por el amarillo elixir de mi hombre. No podr�a explicar por qu�, ni sabr�a definirlo, pero desde muy peque�a me siento muy profundamente seducida por el mundo de la humillaci�n. Ya de muy ni�a, en el parvulario, provocaba a veces ligeras faltas a posta, para que las ni�eras me castigasen. Fui muy precoz en mi despertar sexual. Con 4 a�os por ejemplo, ya notaba un gustito muy especial al subirme al columpio aquel de la bola, escalando por su hierro central. Su roce contra mi bajo vientre, me produc�a un placer muy intenso de cuya naturaleza sexual no ten�a noci�n. Pero s� ten�a noci�n de estar haciendo algo perverso y prohibido, cuando jugando a los m�dicos con mis amiguitos me dejaba tocar por todos sitios. Hasta avanzado un tiempo, no era consciente de estar haciendo algo sexual, solo algo que me excitaba y gustaba.
Pero pronto comenz� a hac�rseme claro el origen de aquellos morbos y placeres, y con ello se me hicieron a�n m�s seductores. Pronto comprend� que me gustaba ser humillada y verme rebajada ante otros. Ya muy jovencita, jugaba en mi casa a ponerme la ropa de mi madre cuando no estaba en casa, visti�ndome y maquill�ndome como una puta, y jugando a penetrarme analmente y manipular mi cl�toris, siempre sabiendo conservar mi virginidad para el d�a que como una fiesta, decidiera deshacerme de ella como algo in�til, para no volver a recordarla nunca jam�s.
Har� entre uno y dos a�os, que entend� de los t�rminos sadismo y masoquismo, y lo que suponen, comprendiendo desde entonces perfectamente cual es mi sexualidad y posici�n con respecto a ella en la vida. Como ya he dicho, me encanta verme humillada y vejada ante otros, sobre todo hombres o mujeres atractivos y poderosos. Es un morbo superior a m�, al que intent� resistirme en mis primeros juegos sexuales de ni�a, sinti�ndome bastante culpable, pero al que he acabado claudicando sin condiciones. No se puede ir contra la propia naturaleza. Y ese mismo morbo, es el que me dicta zambullirme en el mar de la humillaci�n, para bucear y bucear en sus oscuras aguas, sumergi�ndome cada vez en ella en busca de sus pasiones ocultas cual pecios sumergidos e invisibles desde la superficie. As�, llegaba a sentirme rebajada en lo m�s �ntimo de mi ser y esencia. No solo yo, sino todo lo que amaba y tambi�n era yo. Obviamente, mi propia familia, que no era sino una extensi�n de mi misma, no pod�a escapar a tan arrolladora pasi�n.
Mir� a mi padre. Hab�a sido un hombre atractivo, que comenzaba ya a venirse a menos a sus 42 a�os, con su calva incipiente y su cada vez m�s prominente barriga, rematados por un rid�culo bigote ya gris, que no le sentaba lo bien que el cre�a, y que mi madre se resist�a a hac�rselo saber. La mir� a ella. Segu�a siendo una mujer bonita. Muy bonita. Quiz� no una de esas que conserva intacta su belleza como si por ella no pasaran los a�os, pero s� una mujer muy atractiva, cuyas formas se hab�an amoldado con el paso del tiempo a su edad. Ofrec�a as� a la vista, unas voluptuosas caderas y voluminosos senos, acompa�ados por una cintura que desde estos se estrechaba y en la que, no obstante, se pod�a observar algo de barriguita tras sus dos partos. Nada que mermara su atractivo por otra parte, y s� que le dotara de ese tan especial de las mujeres que bien conservadas, inician su cuarta d�cada de vida. Adem�s, era su cara muy dulce y bonita, con sus hermosos ojos almendrados y sus carnosos labios, idealmente enmarcados por su cortita melena casta�a.
Sinti� los labios de su padre besar su mejilla, y se estremeci� de puro y depravado placer al recordar como la tarde anterior, esas mismas mejillas hab�an recibido los salivazos y meadas de sus compa�eros de oficina �C�mo lo mirar�an hoy al entrar? �Qu� pensar�an y cuchichear�an entre socarronas sonrisas de burla? Sinti� el pinchazo de la excitaci�n en su bajo vientre, y su intimidad humedecer de nuevo.
-�Qu� vas a desayunar? �pregunt� su madre.
-Prep�rame unas tostadas y un zumo de naranja. Voy mientras a ducharme.
Hubiera deseado permanecer m�s tiempo con la esencia de su hombre sobre ella, pero no era posible. Todo aquello de su macho marcando territorio y lo dem�s era muy morboso, pero hab�a una vida real tras todo ello, y se abr�a camino cual inundaci�n incontenible y selectiva, apagando algunas brasas y respetando otras. Sus hormonas eran especialmente activas, mucho m�s que en la mayor�a de mujeres u hombres, y su d�a a d�a giraba invariablemente en torno al sexo. De continuo, su atenci�n era captada por nuevos ejemplares que hac�an subir su calentura, que demandaba ser calmada inmediatamente. Para ello, deb�a atraer al macho en cuesti�n con las artes del cortejo m�s o menos refinadas o directas, y entre ellas jugaba un importante papel el olor corporal. Dif�cil lo tendr�a si este resultaba desagradable.


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Transcurr�a la ma�ana sin que Lorena encontrase ning�n aliciente sexual que despertase su apetito. Al parecer, el rubio Francisco hab�a calado m�s hondo de lo que ella misma pensase, y sus pensamientos giraban en torno a �l a lo largo de toda la ma�ana �Cu�ntos a�os deb�a tener? �38? �39? �M�s? La verdad es que podr�a ser de la edad de su padre e incluso mayor, �pero qu� diferencia hab�a entre ambos! Mir� a su profesor de Geograf�a, intentando imaginarlo consigo en la cama en lugar de Francisco. Ri� para s�, sin casi poder evitar que su hilaridad se exteriorizara escandalosamente. Quiz� en alguna ocasi�n, por mera curiosidad, por mero morbo de ver su reacci�n, no estuviera mal hacerle una mamada a aquel personaje de aire despistado y pelos desmadejados a lo Joaqu�n Luqui.
Ya en el recreo, su calentura no le abandonaba. Ni encontraba nadie con quien le apeteciera calmarla. Su �ltimo amante hab�a dejado el list�n muy alto. Mirando hacia la verja, vio a los viejecillos que ya all� la esperaban. Sonri�. Le resultaban muy simp�ticos aquellos personajillos. Empez� a entablar amistad con ellos, cuando a trav�s de la vaya se intercambiaban cigarrillos y charlaban. Pronto, comenz� a revelarse el motivo real de su acercamiento a las ni�as y su naturaleza de viejos verdes. El resto de chicas, se alejaron de ellos indignadas al ver como les miraban sus pechos y traseros, pero no as� Lorena �Qu� hab�a de malo en dejar que disfrutasen de su contemplaci�n se dec�a? Lejos de cortarse, se hizo m�s amiga entonces de ellos, dejando incluso que la sobasen un poco.
-Hola, Lorenita.
-Hola, guapos �Qu� tal?
-Te esper�bamos para fumarnos el cigarrito.
-Venga pues.
A trav�s de la reja, le ofrecieron a Lorena el Marlboro, y ella lo tom� acerc�ndolo a la llama que le tend�an a continuaci�n. Mientras tanto, otro de los abuelotes hab�a tomado ya la iniciativa, desabrochando los botones de su camisa para acceder a sus voluminosos globos y sobarlos, intentando resultar lo m�s discreto posible. Ella, sonriendo receptiva, intentaba mantener la postura que propiciara esto �ltimo. No es que le molestase que la gente se diera cuenta, en realidad nada le gustaba m�s que mostrar p�blicamente su naturaleza desinhibida y sexual de zorrona, pero el caso es que no era tan f�cil para ellos. De saberse aquello, ser�a un esc�ndalo, muy complicado por su condici�n de menor. A ella le ca�an muy bien los aquellos viejecitos. Sent�a cierta l�stima al pensar en su condici�n, con un deseo tan vivo como en su juventud, y sin posibilidad de saciarlo. Aquellos someteos a su cuerpo, eran de las pocas o la �nica v�a que encontraban para aligerar la presi�n de sus hormonas, y no estaba por la labor de neg�rsela. Adem�s, �que co�o! �Le gustaba sentirse as� sobada!
De nuevo en clase, volvi� a transcurrir el tiempo lento y aburrido. No consegu�a centrar la atenci�n en la insidiosa verborrea de los profesores. Siempre hab�a sido Lorena un cerebrito, con un coeficiente intelectual alt�simo, no obstante desaprovechado. Nunca hab�a conseguido implicarse en la docencia, su inter�s captado por otras cosas y, de un par de a�os a esta parte, conforme aumentaba desorbitadamente su inquietud y apetito sexual con el despertar de sus hormonas a la adolescencia, ya su presencia all� se limitaba a algo meramente f�sico, su mente muy lejos, en otro mundo. Tampoco le importaba demasiado. Hac�a bastante que hab�a decidido no estudiar, para entregarse a la imagen de mujer explosiva que solo piensa e el sexo y de nada m�s entiende, que tanto gusta a los hombres. Su futuro estaba seguramente en un braguetazo o el mundo del porno, en �ltima instancia, el de la prostituci�n si no quedaba m�s remedio. Pero de una u otra manera, su naturaleza, vocaci�n y pasi�n era en sexo, y a �l dedicar�a todas sus fuerzas y energ�as, sin distraerlas en ninguna otra cosa.
"Hola" �comenz� a escribir un sms. �"Echo de menos tu polla. �Echas t� de menos a tu nenita?"
No tard� demasiado en llegar la respuesta.
"Hola, putita �C�mo est�s? Anda por aqu� tu padre. No s� con que cara mirarle."
"No me vengas con esa. Soy joven, pero no ingenua. Se te pone dura nada m�s de pensar que ayer te estabas follando a su hija de 14 a�os, casi una ni�a, y ahora lo tienes enfrente sin saber nada. Dime, �Qu� se siente? �Ah, y me encanta eso de "putita"!
"�Qu� jodida eres! Ni�a, ni�a, pero eres m�s morbosa que un put�n de club."
"Esas no tienen por qu� ser morbosas, follan por dinero. Lo m�o es por vicio. Dime, �qu� se siente? Es morboso, �verdad?"
"Eres perversa de cojones, pero s�, es verdad. Es muy morboso."
"�Ja, ja, ja! M�rale esa cara de imb�cil que tiene �No es pat�tico?"
"Ja, ja, ja. Lo es" �contest� �l dej�ndose llevar. "No es extra�o que tu madre le ponga los cuernos".
"Para nada. Ella es un put�n como su hija, y �l un infeliz incapaz de satisfacerla."
"�Ja, ja, ja! No me sorprende �Con ese par de tetas que gasta!
"Te ponen, �eh?"
"Me ponen m�s las de la hija" �contest� inseguro, temiendo meter la pata.
"Entonces, �por qu� no vienes a recogerme al salir, y me llenas de rabo por todos lados?".
"�Huuumm! �Interesante proposici�n! �A qu� hora?


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A la hora de salida, el Mercedes de Francisco esperaba en la puerta. Lorena hubiera deseado besarlo y que la sobara all� en medio, delante de todos, pero sab�a que no era aconsejable, pues ser�a complicado para �l.
-Hola -salud� con una deslumbrante sonrisa, d�ndole dos besos en la cara. Francisco por su parte qued� un tanto turbado por la excitaci�n del momento. La ni�a se ve�a preciosa, con su traje de colegiala de faldita roja tableteada y su camisa blanca, su hermoso cabello casta�o recogido en dos graciosas coletas a los lados. Era el suyo, en toda regla, el look de colegiala er�tica. Algo que Francisco hac�a reservado a las fotos de internet y dem�s, pero que no hubiera pensado existiese en la vida real.
-�Qu� miras tan embobado?
-Tu aspecto. Me ha sorprendido.
-�No te gusta?
-�Me encanta! Pero no pensaba que hubiese chicas que vistiesen as� realmente, al menos no con resultado tan er�tico.
-No las hay �contest� ella con una gran sonrisa. �S� lo que os ponen a tu edad las ni�as de la m�a, con aspecto de colegiala inocente y cuerpo para el vicio. Me he vestido as� para ti especialmente.
Francisco sinti� su virilidad rebelarse bajo la tiran�a que impon�a la tela de su pantal�n, y ella ri� divertida al ver aquel bulto alzarse cual diminuta tienda de campa�a.
-A ver, a ver� �me dejas ver que tienes por aqu�? �pregunt� ella melosa, mientras se inclinaba para con los dedos comenzaba a desabrochar lentamente los botones de su bragueta.
Francisco se sinti� un tanto inquieto. A�n no hab�an salido de la zona por donde deambulaban todos los j�venes que sal�an del instituto, y se sent�a atemorizado de que alguien pudiera sorprenderlo en actitud tan comprometida con la tremenda ni�a. Pero, pens�, nadie ten�a porque percatarse de nada raro, mientras ella se dedicase a lo suyo y no alzase la cabeza. As� pues, apoy� su mano sobre la adorable cabeza para presionarla hacia abajo, abrig�ndola a engullir aquella barra de carne que desapareci� totalmente en su golosa boca.
-�D�nde vamos? �Conoces alg�n campo por aqu� cerca?
-�D�jate de campos! Vamos a mi casa. Mi padre no vendr� hoy a comer, tiene que quedarse en la oficina para ponerse al d�a de lo de ayer. Mi hermano tampoco vendr�, con lo cual no es necesario que mi madre los espere y seguramente se habr� ido a casa de mi t�a.
-�Y si no lo ha hecho?
-Bueno, ya se nos ocurrir� algo entonces.
Era incre�ble. Aquella ni�a llevaba el diablo en el cuerpo. No le parec�a a Francisco cosa de dejar nada al azar en un asunto como aquel, pero tampoco pod�a resistirse al vicio y morbo que le inspiraba aquel joven s�cubo. Adem�s, no cre�a que tampoco ella se atreviera a proponer ir a casa, si tuviera alguna duda real de que fueran a estar solos. As� pues, en poco tiempo Francisco aparcaba el coche un par de manzanas m�s all�.
-Voy yo primero, para que no se mosquee ning�n vecino. En 5 minutos, vente para all�. Son las 13:25. Tienes 1 hora para darme por todos lados. Despu�s tendr� que comer para estar de vuelta en el instituto a las 15:05. Claro que, si me llenas bien el est�mago de semen, a lo mejor no necesito tomar nada m�s �a�adi� con una lasciva sonrisa.- Dicen que est� compuesto por amino�cidos y minerales. Suena nutritivo. Te espero, no tardes.
Como hab�an quedado, en 5 minutos francisco estaba llamando a la puerta. Lorena abri� y �l, tom�ndola en brazos, cerr� la puerta de una coz y se acerc� hasta un sof�, para sentarse con ella sobre su regazo y comenzar a acariciar sus muslos, subiendo hasta su entrepierna.
-No llevas braguitas, putita.
La ni�a sonri�.
-Siempre que puedo, prescindo de ellas. Para ti mi co�ito siempre va a estar ofrecido, y no era cuesti�n de poner trabas a tus deditos.
-No sab�as que ibas a verme hoy.
-Lo sab�a.
Comenzaron entonces a porrearse apasionadamente, intercambiando salivas mientras �l magreaba obsesionado sus grandes pechos. Claro que ella tampoco permanec�a inactiva. Si hab�a una parte de la anatom�a masculina que la sedujera especialmente, esa era el trasero, pero tampoco hac�a ascos a un pecho musculoso y bien formado, como el que Francisco ofrec�a y ella acariciaba con devoci�n, sintiendo entre sus dedos el sensual canalillo que formaban sus duros pectorales.
-�D�nde est� el dormitorio de tus padres?
-Arriba.
-Vamos�quiero follarte en su cama.
Lorena solo sonri� como respuesta. En pocos minutos, estaba sobre esta, su camisa abierta de par en par para ofrecer bien sus tetas. Sobre ella, Francisco la cabalgaba con furia, taladrando m�s que penetrando su juvenil vagina y arranc�ndole aut�nticos alaridos de placer. Clav� el los ojos en el retrato de sus progenitores sobre la mesita de noche. Luc�a en �l su madre un sensual escote, tan sensual como est�pida la sonrisa que mostraba su padre. Anegado por la excitaci�n, sinti� el advenimiento de su orgasmo, sacando su polla del tierno agujero para derramarse sobre la imagen. Lorena, que se hab�a quedado a un paso de su propia culminaci�n, la sinti� llegar al borde al presenciar aquello. Sonriente, tom� el retrato para lamer su superficie golosa, sintiendo como, ahora s�, se desbordaba plenamente su marea �ntima. Cayeron entonces abatidos sobre la cama boca arriba, y �l encendi� un cigarrillo.
-Dame una calada.
Acerc� el la boquilla hasta los carnosos labios, que a ella se acoplaron para inspirar.
-Eres una m�quina, �lo sab�as?
-No s� si lo sab�a, pero t� s� eres una aut�ntica m�quina de follar.
-Yo s� lo sab�a.
Rieron.
-�C�mo es que tienes tanto vicio siendo tan joven?
-Te lo he dicho, viene de familia.
-Esa es otra �C�mo es que hablas as� de tu familia?
-�C�mo quieres que hable? Tengo una madre que es un put�n, y un padre que no se entera e nada �Es genial!
Rieron de nuevo.
-�De verdad es tan...promiscua tu madre?
-�Promiscua! �Parafrase� ella en son de burla.- �Es puta! �M�s puta que las gallinas! Mira esas tetas �se�al� a la foto. �Han pasado por m�s manos que pelos le quedan a mi padre en la cabeza.
-�Ja, ja, ja!
-�Ja, ja, ja!
-�El pobre cornudo!
-�Que se joda! No se merece una hembra como ella.
-S�, la verdad es que es una mujer muy atractiva.
Lorena sonri�, semiincorpor�ndose sobre su pecho.
-�Te pone!
-Mujer�s� �contest� claudicando finalmente al morbo.
-Dime� �Qu� es lo que m�s te pone de ella?
-Sus tetas.
-�Te molan? �pregunt� perversamente excitada la ni�a.
-�Buuff! �Me encantar�a hacerme una cubana entre ellas y correrme en esa cara de puta que tiene!
-�Ja, ja, ja! �Me encantas! �Eres un guarro!
-�Ja, ja, ja!
-Vale�te voy a ayudar a tir�rtela.
-�Lo har�as?
-�Claro que lo har�! Ahora est� la cosa un tanto chunga. Por imb�cil que sea mi padre, si te restriegan las cosas en la cara acabas mosque�ndote un poco. Mi madre le ha pasado por delante unos cuernos impresionantes, y ahora sospecha algo, por lo cual ella est� un tanto relajada de una �poca a esta parte. Pero no te preocupes, dala por jodida. Te prometo que antes de un mes, te las est�s follando por donde quieras.
Francisco la mir� a los ojos, excitado por la perversi�n de la muchacha. De nuevo, su virilidad se alzaba al frente presta a perforar las l�neas que se le enfrentaban.
-Ven aqu�.
-Voy all�, accedi� con una sonrisa.
De nuevo, procedi� el rubio a cabalgarla con furia, arranc�ndole alaridos a�n m�s fuertes que los anteriores.
-�Las tetas! �Ag�rrame las tetas!
Francisco se asi� entonces a ellas con fuerza.
-�M�s fuerte, hazme da�o! �Cl�vame las u�as en ellas!
Fue un coito brutal, en el cual los dos se comportaron m�s como animales irracionales que como seres civilizados. Finalmente, entre estertores que m�s parec�an propios de un ataque de epilepsia, se corri� Lorena instantes antes que su amante. Este, sacando la polla de su co�o, apunt� directamente a sus tetas para correrse sobre ellas entre los gemidos de placer de Lorena que, lasciva, la recib�a retorci�ndose sobre su espalda en la cama. Ni corta ni perezosa, una vez hubo �l acabado su regada, se coloc� de rodillas y se inclin� para, restregando sus melones contra la almohada paterna, limpiarlos en ella.
-Para que se vaya habituando ella al olor de su nuevo macho, y �l al de su corneador.
-�Ja, ja, ja! �ri� Francisco, mientras tomaba un cl�nex del pantal�n en el suelo junto a la cama para limpiar los restos de semen de su polla.
-�No! L�mpiate en mi pelo.
Sonri�, accediendo gustoso.






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Relato: La saga de Lorena II
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