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MIS PRIMERAS EXPERIENCIAS SEXUALES III

LA VECINA

Era una tarde de agosto, a esa hora en que el sol intenta
entibiar el fr�o ambiente de esos d�as de invierno, consiguiendo solamente un
remedo de calor, el que aprovech�bamos para salir de casa.

Est�bamos al pie de la escalera de entrada de la casa de
Amalia, nuestra hermosa vecina, dejando pasar las horas. Ella esperando a su
esposo y nosotros disfrutando de nuestros d�as libres del colegio. Ella estaba
sentada en el escal�n superior, con las piernas semi abiertas y los codos
apoyados en sus rodillas, escuchando distra�damente nuestra charla.

Mi hermana y yo est�bamos sentados en los primeros escalones,
mas bajo que nuestra vecina, que parec�a aburrirse soberanamente con nuestra
charla de colegiales.

A mis 17 a�os me sent�a atra�do por nuestra vecina, una bella
morena cercana a los cuarenta a�os y que permanec�a sola todo el d�a, ocupada de
los quehaceres del hogar, por lo que en mas de una oportunidad pude verla en su
casa o en la nuestra en tenida informal, lo que me permiti� vislumbrar parte de
sus piernas o de sus senos, de los que siempre deseaba ver mas de lo que me era
permitido.

En m�s de una oportunidad me masturbe pensando en los muslos
que se adivinaban al trasluz de su delantal o en los senos generosos que se me
regalaron en alg�n momento de descuido.

Esa tarde en particular vest�a una falda amplia de varios
colores, una blusa ajustada y un chaleco que cubr�a sus encantos. Y cuando digo
encantos me refiero a sus senos, que me quitaban el sue�o por lo grande que eran
y que ella lucia orgullosa de saberse tan bien dotada.

Llevaba puestas unas medias plomas, seg�n pude darme cuenta
cuando al comentarle algo levante la cabeza y me encontr� con que su falda
dejaba ver parte de sus piernas.

La visi�n de parte de sus muslos interiores me produjo una
excitaci�n inmediata, especialmente por el hecho de no haber tenido nunca antes
una visi�n tan cercana de unas piernas de mujer.

A partir de ese momento no perd� ocasi�n para mirar hacia
arriba por si lograba captar algo m�s de las piernas de nuestra vecina,
intentando disimular mis intenciones. Claro que esa edad uno es muy evidente y
al cabo de un par de intentos Amalia se dio cuenta de mis pasos.

Cuando se percato de mis miradas furtivas a sus piernas
instintivamente las junto, dej�ndome en un estado de confusi�n enorme ante el
hecho de haber sido pillado in fraganti.

Al cabo de un rato de silencio, en que el embarazo por haber
sido pillado en falta me sumi� en un mutismo culpable, ella me hizo una pregunta
y ello me trajo la tranquilidad de saber que al menos no estaba enojada conmigo.

Cuando me di vuelta para responderle me encontr� con sus
piernas abiertas como cuando fui sorprendido en falta y Amalia, con una semi
sonrisa en sus labios, me devolvi� la mirada al tiempo que las abr�a mas aun,
regal�ndome el espect�culo de sus muslos, hasta la zona en que terminaban sus
medias y empezaba la piel de sus muslos.

Mi vecina me estaba abriendo sus hermosas piernas y con ello
me daba una visi�n completa de las mismas y yo no atinaba a reaccionar.
Solamente miraba, lo m�s disimuladamente que pod�a, mientras mis mejillas se
te��an de carmes� y las palabras se negaban a salir de mi boca. Tal era el
estado de confusi�n en que estaba.

Mi hermana estaba fascinada siguiendo las alternativas de un
grupo que jugaba en la plaza cercana a la casa, por lo que no se daba cuenta de
lo que suced�a junto a ella.

En un momento dado, Amalia se levanto con adem�n de entrar a
su casa, pero antes de hacerlo me pide que le ayude con una llave de la cocina
que estaba goteando.

Me levanto y la sigo, en tanto mi hermana contin�a sentada al
pie de la escala, preocupada solamente del grupo en la plaza, donde hay algunos
compa�eros de curso suyos.

Entramos y Amalia va al living, donde se sienta y me pide que
haga lo mismo, en el sill�n frente al suyo.

Me siento frente a ella, intuyendo lo que vendr�a.

Con la confusi�n propia de un joven frente a una persona
adulta, solo atino a poner mis manos en las rodillas y a esperar que me dirijan
la palabra.

Pregunto al tiempo que levanto la vista y me encuentro a mi
vecina frente a m�, con las piernas completamente abiertas, al fondo de las
cuales se ve�a el blanco de su calz�n que ocultaba el paquete que formaban los
labios de su vagina.

Fue tal mi impresi�n que trague saliva y comenc� a
transpirar, mientras bajaba la vista en completa confusi�n.

T�midamente, levante la vista y contemple los bellos
espect�culos de las medias cubriendo gran parte de sus piernas, la parte de sus
muslos desnudos y el calz�n al fondo, cubriendo el sexo de mi vecina.

Me dijo con la voz enronquecida por el deseo. Yo me levante y
sumisamente me puse frente a ella, con la vista clavada en sus piernas aun
abiertas.

No entend� la pregunta y permanec� en silencio.

Dije t�midamente.

Y al tiempo que lo dec�a, tomaba mi mano y la llevaba a sus
senos, donde la apret� para darme confianza.

Al principio con timidez, apret� uno de sus senos, para luego
acariciarlos con las dos manos, en tanto mi verga se insinuaba insolentemente
bajo mi pantal�n.

Amalia me abri� el pantal�n y saco mi instrumento, el que
lucia dimensiones respetables a esa altura. Ella quedo gratamente impresionada
con el pedazo de carne que tenia en sus manos y empez� a masajearlo con
delicadez.

Y se lo llevo a la boca, apretando una mano en cada una de
mis nalgas, con lo cual tenia el dominio completo sobre mi verga, la que empez�
a empujar y sacar suavemente mientras sus labios acariciaban todo el trozo de
carne, desde las bolas hasta su cabeza, cada vez con mayor intensidad.

Fue todo lo que pod�a decir mientras mi verga entraba y sal�a
de su boca, a ritmo cada vez mas acelerado.

Yo, con cierta timidez, apoye mis manos en su cabeza como
ayud�ndola a que mi instrumento le entrara lo mas posible, en tanto sent�a que
una deliciosa sensaci�n me invad�a e iba desde el interior hasta la punta de mi
verga.

Los pies empezaron a fallarme y deb� apretarme mas aun a su
cabeza, en tanto un temblor me atacaba como se�al de que el final estaba
pr�ximo.

Amalia se percato de ello y se aferro mas aun a mis nalgas,
atray�ndome hacia ella y cubriendo completamente mi instrumento con su boca,
esperando lo que ella sabia mejor que yo que vendr�a.

Y as� fue, en efecto. Sent� explotar y un ri� de semen salio
de mi verga, que mi bella vecina trago completamente.

Fue todo lo que pude decir, en tanto Amalia limpiaba mi
pedazo de carne de los restos de semen con sus labios y lengua.

Y sac�ndose la falda y la blusa, quedo sentada con las
piernas cubiertas por sus medias plomas, su calz�n blanco y un sost�n del mismo
color, mientras me miraba divertida por mi expresi�n de asombro.

Fue todo lo que atine a decir, mientras ella me bajaba el
pantal�n y el calzoncillo, dej�ndome frente a ella en zapatos y calcetines, con
camisa y corbata y con mi verga nuevamente parada. Era un espect�culo rid�culo
si no fuera por la carga de erotismo que encerraba.

Nuevamente se apoder� de mis nalgas y me atrajo a ella,
poni�ndome entre sus exquisitas piernas, que se abrieron para quedar una a cada
lado m�o.

"S�came el calz�n, mijito"

Y alzo su cuerpo para facilitarme la operaci�n, que realice
presto, pues a estas alturas hab�a perdido toda timidez y solo deseaba poseerla.

Ella me tomo la verga y la acerco a su gruta de amor, donde
la puso en la entrada, mientras sus brazos me rodeaban, apret�ndome a ella.

Me dijo con un tono de desesperaci�n que delataba su enorme
deseo de ser penetrada.

Le hund� mi instrumento, que entro con facilidad en su gruta,
ya suficientemente lubricada por los jugos vaginales productos de su calentura.

Moviendo con desesperaci�n su cuerpo, su vagina recib�a mi
trozo de carne que entraba y sal�a de la misma con ritmo violento, despidiendo
vapor por la temperatura de nuestros cuerpos, en el l�mite de la calentura.

Ya perdido todo pudor, me UNI a sus expresiones y met�a y
sacaba mi verga completamente pose�do, empujando y retirando mi instrumento con
frenes�, mientras nuestras bocas iniciaban un apasionado beso con lenguas.

Y termin� galopando con desesperaci�n, mientras mis jugos se
confund�an con los suyos, yendo a parar al sof� donde formaron una posa.

Nos quedamos un rato en silencio, yo encima de ella, con mi
verga aun metida en su vagina.

Ya recuperados, me hizo sentar a su lado y con la
satisfacci�n reflejada en su rostro, me regalo un beso apasionado que le devolv�
con todos mis deseos.

Bueno, �para que decirle que ella era mi tercera mujer? Mejor
seria que siguiera creyendo que me hab�a desvirginado, merito que tenia mi t�a
aurora, que fue la que me inicio en las lides amorosas, dos d�as antes de que
claudia, mi hermana mayor, me pidiera tener relaciones entre ambos a cambio de
no delatarme por lo sucedido entre mi t�a y yo.

Mejor dejar que crea que es la primera y as� poner a prueba
todo lo aprendido con mi hermana en los meses que llev�bamos practicando sexo
incestuoso.

Y mientras dec�a esto, se apoderaba nuevamente de mi
instrumento, el que respondi� de inmediato elev�ndose a dimensiones respetables.

Nos desnudamos completamente y me pidi� que me pusiera de
espalda, en tanto ella se mont� encima m�o, ensart�ndose mi verga, la que fue
hundi�ndose poco a poco en su cueva mientras Amalia con los ojos cerrados
disfrutaba la penetraci�n.

Me apodere de sus senos, esos enormes senos que tantas pajas
me motivaron, y los masajee con fuerza, mientras mi linda vecina cabalgaba
desesperadamente sobre mi trozo de carne, que sal�a y volv�a a entrar en su
vulva.

Y el ritmo se hizo cada vez m�s fren�tico, mientras sus
grititos sub�an de tono:

Y continuaba cabalgando en pos de del cl�max que llego
impetuoso, en la forma de un rio de semen y jugos vaginales que se escurri� por
nuestros cuerpos hasta alcanzar la alfombra.

Despu�s de un breve descanso, nos vestimos apresuradamente
pues el esposo de Amalia llegar�a pronto y no seria conveniente para nuestros
planes que nos encontrara solos en su casa.

Con un beso apasionado nos despedimos con la promesa de
encontrarnos nuevamente la tarde siguiente para continuar la "reparaci�n de la
llave de la cocina".

Al salir de su casa me encontr� a mi hermanita que segu�a
sentada en la escala de acceso, pero ahora con una expresi�n en su rostro que
denotaba claramente que hab�a estado escuchando lo que suced�a tras la puerta,
pues tenia las mejillas sonrosadas y su pecho lat�a agitadamente.

Me miro con una sonrisa de complicidad y me pregunto si hab�a
arreglado la llave.

Dije lac�nicamente, intentando salir prontamente de esa
situaci�n en que mi hermanita me ten�a con su mirada y sonrisa c�mplices.

Y se levanto r�pidamente para ponerse a caminar a mi lado,
rumbo a nuestro hogar, mientras tomaba mi mano y la apretaba.