Relato: Javier _ bisbi



Relato: Javier _ bisbi

JAVIER - BISBI



Agarrados de la mano, mir�ndonos embelesados, con la cabeza
de mi amado apoyada sobre mi hombro, paseamos durante las primeras horas de la
noche por los empedrados caminos del parque de San Francisco.


De los rincones en sombras, donde no alcanzan la luz de las
mortecinas farolas, saliendo de bancos ocupados por tiernos amantes, que se
abrazan y se juran amor eterno, llegan hasta nuestros o�dos, susurros, palabras
de amor medio pronunciadas y el sonido de algunos suaves besos de arrullos igual
que lo hacen varias emparejadas palomas en las ramas altas de los �rboles, donde
se han cobijado al desaparecer la luz diurna, para pasar unidas y amorosas la
noche.


Despu�s de andar despaciosamente un largo trecho por las
veredas solitarias, oscuras y silenciosas, muy juntos, cruzando de soslayo
enamoradas miradas y alguna fugaz caricia apoyados los labios en el rostro, sin
soltar los dedos que llevamos entrelazados y de contarnos en voz muy baja,
temerosos y asustados, lo que est�n sintiendo nuestros corazones, de parar
nuestros pasos para unir los labios, atendiendo los irresistibles impulsos de
nuestros desbocados sentidos, nos hemos sentado a descansar en el borde de un
florido parterre.


Hemos dejados nuestras caras, durante unos largos segundos
frente a frente y un abrazo que desear�amos hubiese sido eterno, ha unido
nuestros cuerpos, rostros y finalmente nuestras ansiosas bocas.


La vacilante bombilla de una farola nos env�a matizados sus
rayos de luz a trav�s de un frondoso �rbol, al que la brisa balancea sus hojas
detr�s de nuestro precario asiento.


Una mezcla de sombras y luces, producidas por el suave
aliento que mueve lentamente sus ramas, se reflejan en el rostro de mi amado. La
ilusi�n �ptica aumenta la sensaci�n de irrealidad en que estoy viviendo. Siento
tener junto a m� al chico m�s bello que nunca existi�, pero no s� si es de carne
y hueso o solo una visi�n como muchas veces mi mente ha fabricado para
satisfacci�n de mis deseosos e inquietos sentidos.


Esta filtrada e irreal luz que nos llega, unida a la
proporcionada por una luna llena, vigil�ndonos colgada del firmamento y un
infinito espacio sideral lleno de brillantes lucecitas que se mueven,
apareciendo y desapareciendo, hace que su sedoso pelo, brille en la oscuridad y
su cara adquiera resplandores y tonalidades que hacen a�n m�s hermoso el bello
rostro de mi acompa�ante amado, que contemplo embelesado, entre admirado y
dudoso, de su real existencia.


Me parece la encarnaci�n de todos mis pensamientos y anhelos
amorosos, el compendio de mis sue�os h�medos, el puzzle completo, resultado de
la uni�n de las diferentes partes que mi mente ha imaginado ideales al recrear
mi chico deseado, la figura perfecta, el ser que desear�a tener a mi lado y amar
durante toda la eternidad.


Muchas noches le he cre�do tener en mi lecho, acostado junto
a m�, con su rostro mir�ndome enamorado, donde le he abrazado, besado y apretado
contra mi cuerpo, he olido el perfume de su piel, he tocado los suaves pezones
de su pecho, mi carne ha captado su calor, he cre�do sentir que su maravillosa,
derecha y perfecta pollita follaba y atravesaba mi cuerpo.


Mas cuando aparec�a la luz diurna y mi habitaci�n se
iluminaba, mis brazos dejaban de sentir un cuerpo entre ellos, mis manos se
mov�an locamente intentando alcanzarle por el aire donde se estaba diluyendo,
mis labios abiertos besaban solamente la semioscuridad de mi habitaci�n y mis
entra�as dejaban de sentir las emboladas de sus muslos y vientre, porque mi
querido amante de la noche, hab�a desaparecido y evaporado en la nada.


Entonces me levantaba enloquecido, le buscaba ansioso en el
aire tibio de mi cuarto y comprobaba llorando amargas l�grimas, que ese ser
amado, el joven que estaba acostado junto a mi cuerpo, solo hab�a existido en mi
mente, en mi sue�o, en mis ansias de amor, en mi sexo insatisfecho y la ilusi�n
creada por mi ilusionado cerebro me hab�a abandonado al llegar la luz de la
ma�ana.


Durante el largo paseo entre los setos y arbustos del parque,
mirando de reojo y oyendo envidioso, lo que en numerosos bancos ocupados por
parejas de enamorados, noto ejecutan quedamente para satisfacer su sexualidad,
me he pellizcado de vez en cuando, para comprobar que todo lo sentido es real y
verdad.


Que esta vez el joven no es un sue�o creado por mi mente para
calmar mis enormes ansias de amor, existe, estoy bien despierto y este sublime y
bello muchacho que me acompa�a esta noche por las umbr�as, va a permanecer junto
a m�, no se va a evaporar y desaparecer cuando asome por la monta�a cercana del
este, el brillante disco solar que nos inundar� de luz del nuevo d�a.


Hace menos de dos horas qued� inm�vil e idiotizado al
contemplarle de pie, apoyada su espalda en la caseta que vende chucher�as en la
esquina de la entrada al parque, donde hab�amos quedado encontrarnos cuando se
presentasen las horas de oscuridad.


Perdidamente enamorado a la primera mirada que le dirig�,
pens� de inmediato era el compa�ero que siempre hab�a imaginado ideal para m�.
Por su mirada, por lo que despu�s me est� diciendo y demostrando, creo
modestamente, a �l le ha pasado lo mismo.


Nos quedamos silenciosos, sin atrevernos a decir nada para no
deshacer el embrujo sentido, solo mirarnos c�mplices. Querr�amos decir y o�r las
mismas palabras que hab�amos recibido al sentir el hechizo del amor, nos
hab�amos sentido creados el uno para el otro, hab�amos bebido y embriagado de
ese elixir maravilloso que hace perder el sentido, no saber articular palabra,
parecer tonto a los dem�s, sentir interiormente la mejor borrachera y "pique"
que se pueda disfrutar.


Toco su carne caliente, siento su aliento sobre mi rostro,
abrazo su talle, noto su coraz�n palpitante sobre su pecho cuando le abrazo,
recorro con mis dedos el c�rculo de sus tetitas maravillosas, oigo su musical
voz que me habla quedo al o�do palabras amorosas, cierro mi mano sobre la suya,
acerco su cara, que mira extasiada a la m�a, beso enloquecido de placer sus
abiertos y jugosos labios y compruebo emocionado que el cuerpo que ahora est�
cerca de m�, es humano, no es una huidiza sombra, vive en este mundo.


- �� No es un sue�o !!, �� Estoy enamorado �� �� Me siento
feliz !! - gritan en mi interior, sin o�rse, todos mis �rganos.


Te quiero - le han dicho con melosa y dulce voz, mis
enamorados, secos, ardientes y deseosos labios, pegados a su rostro.


Te amo - han contestado los suyos, gordezuelos, rojos y
sabrosos, abri�ndose hacia m�, buscando que los m�os y mi lengua, los cierren
con toda mi pasi�n.


Estas palabras tantas veces repetidas entre los amantes que
han existido en el mundo, suenan nuevas en nuestros o�dos y sirven de pre�mbulo
para refrendar nuestro naciente amor con un beso maravilloso, largo, infinito,
que nos deja, al soltarnos, jadeantes y sin aliento.


El canto de un cu-cu lejano, llamando a su pareja, los
gorjeos de escondidos p�jaros entre la arboleda hacia su amor, los arrullos de
los palomos ante sus hembras, han acompa�ado nuestras primeras palabras
amorosas, pero en nuestro interior, en nuestro coraz�n, en nuestra mente y
cerebro hemos escuchado una marcha alegre de violines que arropaban nuestros
amorosos requiebros y los lanzaban al aire, para todos los habitantes de esta
ciudad, pudieran o�rlos y supieran, que quedaban marcadas indelebles en nuestro
cerebro, lo que nos amamos, queremos y deseamos.


- Empezar�a a cantar a voz en grito canciones de amor, hacer
part�cipe a todo el mundo del placer tan inmenso que me inunda, me llena y
rebosa de m�, intentando salir al exterior, como un volc�n que, alcanzado el
l�mite de su presi�n, inicia una larga y terrible erupci�n - le digo con los
ojos brillantes y voz emocionada, mientras mi mirada, posada en su rostro, le
devora y muestra mi irresistible deseo de poseerle enteramente, de fundirme en
�l.


El maravilloso olor que despide su juvenil cuerpo rivaliza
con el aroma de las abiertas y olorosas flores de los parterres pr�ximos y
siento dilatar mi sentido oloroso que me embriaga, atonta, enloquece y a la vez
enardece por momentos mi sexualidad y deseo.


Durante el primer beso, en el que nuestras lenguas se
encontraron y pusieron en contacto, sent� como si hubiese recibido una corriente
el�ctrica, como si mis labios se hubiesen puesto en contacto con un cable
cargado de electricidad, que despu�s ha recorrido mi columna y ha estallado en
alegres burbujas de colores en mi cerebro �qu� sentir� entonces si nuestros
cuerpos se unen?


�Cu�ntos besos le he dado y recibido? No lo s�, quiz�
cientos, pero aun no estoy saciado de ellos, quiero m�s, muchos m�s, deseo que
su boca, sus labios y su lengua se ponga en estrecho contacto con los m�os y el
pr�ximo beso sea eterno, no acabe nunca. . . y nos ahogue de felicidad. . . .


Tengo la pechera de mi camisa h�meda, debe de ser del roc�o
que produce la arboleda del parque en la noche, aunque tambi�n han debido de
contribuir las muchas l�grimas de alegr�a que he derramado a lo largo de las
horas pasadas junto a mi joven, rubio y bello amado.


- Me llamo Valen - le digo apoyando mis labios en un lado de
su rostro, junto a su bella boca.


- S�, me gusta tu nombre, Valen. . . Valen. . . - lo repite
para s� varias veces y se dibuja en la oscuridad de la noche una blanca
dentadura que sonr�e. - Ll�mame Javier . .. . - no le dejo terminar, cierro sus
labios con mis dedos y pronuncio en la noche silenciosa del parque, el nombre
con el que quiero conocerle en adelante, llamarle, acercarle a m� - Bisbi. . .
para mi solamente eres Bisbi, mi adorado.


Seguimos acarici�ndonos mutuamente el rostro y parte del
cuerpo, mientras nos mir�bamos en la tenue oscuridad con ardientes ojos,
buscando en el fondo de la mirada el lugar donde anida y crece el amor.


- Te amo - dicen ahora nuevamente mis labios.


Te quiero - escuchan de nuevo mis o�dos.


Me ha cantado quedamente, con la maravillosa voz celestial
que posee, canciones de amor junto a mis atentos y abiertos o�dos. Solo el
sonido de la brisa al mover las cercanas hojas le serv�a de acompa�amiento,
aunque yo escuchaba como fondo la m�s encantadora y afinada orquesta de cuerda
que jam�s existi�. Mi embeleso era tan sublime que l�grimas de felicidad se
escapaban de mis ojos y sin hacer nada por contenerlas ca�an, rodando mi rostro,
sobre mi blanca camisa, empap�ndola de h�medo placer.


Pienso no es posible, que estos momentos de enorme dicha, me
puedan estar ocurriendo a m�, porque hasta ahora solo los sue�os me han acercado
a un ser tan maravilloso como el que tengo a mi lado, respirando, viviendo
realmente, habl�ndome y mir�ndome enamorado.


De noche en las arboledas, suele haber un momento que se nota
y siente la humedad y el relente nocturno, pero no s� si nuestros cuerpos
irradiaban suficiente calor o la suerte nos acompa�aba con la brisa que corre
cercana a nosotros, porque disfrut�bamos de una temperatura perfecta para que
podamos permanecer agradablemente sentados, abrazados y disfrutando de las
olorosas y bellas flores que tenemos a nuestros pies.


Hasta hoy no supe la dicha que se puede llegar a sentir
solamente con permanecer al lado del ser amado, por ello en principio cre� no
necesit�bamos nada m�s que estar juntos, que el sexo entre nosotros vendr�a a su
tiempo, por a�adidura, sin que le forcemos. Sin embargo s� ahora que noto su
excitante cuerpo pegado al m�o, estoy totalmente equivocado, necesito y deseo
algo m�s.


Le digo quedamente.


- Noto que la noche est� refrescando.


Con esa disculpa nos trasladamos hacia un largo y vac�o banco
de madera, donde le cobijo de nuevo entre mis brazos, que le recogen, aceptan y
abrazan tiernamente.


Necesitaba comprobar antes si mi joven acompa�ante sent�a
hacia m� el mismo deseo carnal que yo hacia �l, por lo que adem�s de las
caricias en la parte superior de su cuerpo y frases amorosas, dej� que mis manos
se atrevieran a explorar la parte de su cuerpo, que se inicia por bajo de su
cintura.


Not� se puso un poco tenso cuando mis dedos extendidos
iniciaron el avance por uno de sus muslos, pero su mirada y su sonrisa eran lo
suficientemente esperanzadoras para atreverme a continuar.


Cuando la punta de mi atrevida y temblorosa mano toc� algo
duro y palpitante, que hab�a permanecido tapado entre sus piernas, sent� un
ardiente rayo recorrer toda mi espalda y como si hubiesen abierto de pronto un
resorte comprimido bajo mis genitales, mi pene se endureci� tanto y tan
r�pidamente, que llegu� a sentir un dolor testicular.


Mi joven acompa�ante no solo no rechaz� las caricias en aquel
lugar, sino movi� su cuerpo para que mis manos pudieran llegar m�s f�cilmente al
sitio prohibido, pero tan deseado por m�.


Sonre� feliz y con mi cabeza hice gestos elocuentes que
deseaba sus dedos alcanzaran y exploraran mis p�dicos lugares y notaran por s�
mismos, qu� se hab�an preparado y endurecido, para recibirles.


Los acarici� suavemente con su palma abierta por encima de la
ropa y entre escalofr�os de placer, cuando me atrev� a dejar su tesoro al aire
de la noche, descorriendo la cremallera de su pantal�n, hizo lo mismo con mi
polla, quedando ambas r�gidas, dirigidas hacia la feliz sonrisa de nuestros
rostros, mirando al estrellado firmamento, a la luna llena, al infinito espacio
celeste. . .


Roto el temor de no ser recibidos, dejamos escapar el deseo
que nos inundaba y nuestras manos acariciaron aquellos calientes, duros y bellos
tallos. Ofrec� a mi nuevo y bello amor que iniciase primero el placer de meter
en su boca algo tan vivo y palpitante como una verga ansiosa de derramar su
semen.


Antes de inclinarse hacia m�, me bes� en la boca para dejarme
nuevamente el dulce sabor de sus besos y despu�s, con su cuerpo vuelto, meti� mi
dura verga, inhiesta y desafiante, en su receptora boquita caliente y
maravillosa, donde una lengua h�meda y por lo que not� ansiosa, la recibi�
lametona y contenta.


Cada lamida, cada entrada o salida de mi polla en su boca, me
hac�an estremecer de placer y en compensaci�n del gozo que me produc�a, le
acariciaba tras las orejas y cuello, le pasaba mis dedos entre su melena leonada
o met�a mi mano entre su ropa y la pasaba suavemente por su caliente pecho para
acariciar esos garbancitos negros, peque�os y ahora endurecidos pezones.


Antes que mi lefa saliese al exterior par� su mamada, le ped�
me dejase hac�rsela a aquella cosa bella, rosa, caliente, palpitante, viva, que
ve�a aparecer entre sus muslos y ante su aceptaci�n, la tom� con mucho cuidado
entre mis manos, como si fuese una reliquia, algo muy valioso, lo m�s sublime
que mis dedos pudieran tocar en la tierra y prepar� para hacerle feliz.


La lam� primeramente durante un largo rato, para que mi
lengua hiciese sentir en ella las primeras sensaciones y despu�s cuando mi amor
empezaba ya a lanzar ahogados gritos de placer, la hice penetrar entera en la
cavidad bucal. Cab�a totalmente, la punta llegaba casi a mi garganta y apoyada
en la lengua puesta de manera plana, la hice entrar y salir hasta que, no
pudiendo aguantar m�s, arroj� todo su juvenil semen en la cavidad que la
alojaba.


Despu�s extendidos sobre las tablas del banco continuamos la
exploraci�n de nuestros cuerpos y realizamos dos cogidas, una cada uno, en la
que nos entregamos enteros, totalmente y saciamos nuestros deseos, hasta ese
momento insatisfechos.


No sabr�a decir cual me produjo m�s placer, gozo o
satisfacci�n, si cuando mi endurecido pene estaba dentro de sus entra�as y mis
muslos pegaban y golpeaban sobre aquel tierno y a la vez duro culo de mi amor o
cuando su juvenil verga, presumiendo de hombr�a, hurgaba en mi recto frotando
sus paredes.


Aquella noche las estrellas, la luna, los p�jaros que
despertaron a nuestros ayes y quejidos y hasta los �rboles cercanos, fueron
testigos de nuestra felicidad, de nuestra entrega total, de nuestro declarado
amor . . . .


Al terminar nuestros actos amorosos not� cansancio y sue�o en
mi adorado, le hice recostarse en m� y cuando comprob� dorm�a, le puse encima
dos jers�is, el m�o que hab�a llevado atado a la cintura y el de �l que port�
durante el paseo, encima de los hombros y hab�amos dejado en el banco, junto a
nosotros, cuando nuestros cuerpos decidieron unirse.


Los minutos se hac�an eternos durante nuestras caricias, pero
las horas pasaron r�pidamente mientras vel� su sue�o y cuando amanec�a, cuando
las primeras luces iluminaban los jardines, cuando los p�jaros vocingleros
despertaban al d�a y los iniciales ruidos de la ciudad comenzaban a o�rse, mi
joven amigo estaba all� dormido junto a m�, no hab�a desaparecido, no se hab�a
esfumado, no era un sue�o esta vez lo que hab�a tenido la dicha de vivir.


Despu�s de nuestro maravilloso emocionante y feliz encuentro,
s� positivamente que este arc�ngel ha sido enviado a este mundo solo para m� y
ha sido elegido por alguien porque siente sexualmente lo mismo que yo.


Lo voy a cobijar pegadito todas las noches en mi lecho y nos
amaremos locamente hasta quedar agotados, sabiendo no desaparecer� al amanecer
el nuevo d�a.


Mientras, no aparto mi vista de �l y sigo velando su pac�fico
sue�o a la vez que recibo los primeros rayos del sol naciente.




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Relato: Javier _ bisbi
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