Relato: Sonambulo





Relato: Sonambulo

S O N A M B U L O


Cuando visit� a Mateo en la cl�nica, hice algo que me
perdone, no deb� de hacer, hurgar entre sus cosas. La amistad que tengo con �l
me permiti� que me dejase solo un rato. S� que rebas� esa amistad e hice algo de
lo que me arrepiento.


Pero si no hubiese pecado, ahora esta maravillosa relaci�n no
hubiera llegado a vuestras manos.


Quiz� algunos la le�is como un relato porno. Esos quisiera
que lo dejasen nada m�s iniciar la lectura, porque esto no es un relato de un
encuentro f�sico entre dos cuerpos j�venes. Es una descripci�n del amor que dos
chavales, sanos, que se aman con locura, tuvieron en un momento importante de su
vida.


Ocurri� cuando nuestro amigo Mateo, encontr� en su cama, a
Marckus por vez primera y se dio cuenta que estaba dormido, que lo hab�a hecho
inconscientemente porque su amor parec�a ser son�mbulo.



El relato que escribi� en su diario dice as�:





Tengo a mi amor entre mis brazos y mis piernas, acurrucado
fetalmente.


Mi estomago roza su culito, helado hace un rato, pero
caliente ya. Su juventud le ha hecho reaccionar positivamente, ante el fr�o que
tra�a al meterse en mi cama, pero creo que el calor de mi cuerpo, pegado al
suyo, ha contribuido a calentarlo tambi�n.


Mis brazos que lo rodean, van descendiendo por su cuerpo,
primero acarician su pecho, sus tetillas, su estomago, despu�s su vientre y por
fin alcanzan su lugar secreto, maravilloso lugar, donde se inicia su virilidad.


Mis dedos acarician ese sedoso y rizado vello que comienza a
nacer alrededor de un palpitante tallo, que se enerva desafiante, entre el hueco
de sus muslos.


Las yemas de mi dedo �ndice hacen peque�os c�rculos por todo
su entorno y despu�s, mi mano, formando un hueco, va elev�ndose por el duro
pene, al que acoge y lo acaricia y aprieta suavemente.


Un peque�o gemido me hace soltarlo, pero vuelvo de nuevo a
las caricias, cuando la respiraci�n, de mi amor, se acompasa.


Ahora mi dedo coraz�n, m�s largo, recorre incesantemente sus
escondidos test�culos, primero por arriba, despu�s por abajo de su pollita, sus
ingles calientes, sus muslos internos de piel sedosa y suave, su culo redondo de
carnes duras de juventud y adolescencia y finalmente el canal de �ste, algo
h�medo de sudor, para terminar en la entrada de la cueva de su tesoro, que, en
su recorrido, acaricia y trata de abrir un poquito, introduci�ndose con sumo
cuidado en �l.


�� Nunca he estado tan excitado !!, Siento un deleite
indescriptible, tiemblo de placer, estoy como en un �xtasis, estoy en el para�so
terrenal, �� Qu� va !! �� Estoy seguramente ya en el cielo !!.


Mis neuronas, que est�n desde hace rato trabajando
incesantemente, han llenado tanto mis dep�sitos de semen, que casi sin poderlo
evitar van expulsando al exterior unas gotitas de lo que ser�, dentro de un
momento, un r�o interminable de lefa.


Quiz� el cansancio de permanecer de la misma postura o por su
inquieto sue�o de adolescente, obliga a mi dios, cambiar de posici�n y voltearse
totalmente.


Ahora estamos de frente y si me acerco un poco, puedo poner
en contacto los extremos de nuestros sexos.


Mientras, mis manos amasan sus nalgas con suavidad, con mimo,
rozando apenas sus recias carnes, me voy acercando y pego toda la delantera de
mi cuerpo, al suyo.


Nuestros pechos, nuestros vientres y al fin nuestros sexos se
ponen en contacto, se aprietan y forman una sola unidad, un solo cuerpo.


Nuestras caras est�n cercanas y aprovecho para posar mis
labios sobre los suyos y depositar un fugaz beso.


Un peque�o movimiento, y un suspiro largo, me se�alan que se
ha despertado por culpa de mi acercamiento y caricias. Parpadea entre dormido y
despierto. Al fin abre los ojos y me mira como asombrado. Parece no darse aun
cuenta donde est�.


El no debe de saber de su sonambulismo y me asusto al pensar
que quiz� huya despavorido al ver donde se encuentra, en una cama ajena, en mi
cama y que se enfade de tal forma conmigo, que no vuelva a hablarme, ni
acercarse nunca m�s a m�.


�� No s� cu�l ser� su reacci�n, que espero anhelante !! ��
Abre los ojos !!, �� Creo que no sabe donde se encuentra !!.


A medida que la penumbra del sue�o se le va disipando, su
mirada me muestra que es consciente de lo que ocurre, que se da cuenta donde se
encuentra.


Quiz� no supiera como hab�a llegado hasta mi cama, no
recordar� la manera tan extra�a que le hab�a acercado a m�, pero notaba que
empezaba a reconocerme. �� Me reconoce !!


Al verme sonr�e y su cuerpo, si ello era posible, se pega aun
m�s a m�. Alarga sus brazos por detr�s de mi espalda y los aprieta en un fuerte
abrazo que yo deseaba no terminara nunca.


No sab�a que actitud tomar. Lo que quer�a hacer con �l s� lo
sab�a pero pensaba que deber�a comportarme de acuerdo a lo que mi amor desease
de m�.


Nuestros sexos estaban en contacto, excitado el m�o y
comenzando a excitarse el de �l. Si no se retiraba de este abrazo en que le
tengo, sabr�a que aceptaba mi cuerpo.


Si antes ten�a alguna duda ante su reacci�n ahora, con esa
sonrisa tan amplia en su cara, conoc�a que me aceptaba completamente.


Pegu� mi frente a la suya para que mis pensamientos pasaron a
�l y compartir as�, no solo nuestro cuerpo, sino todo nuestro ser, nuestros
deseos, nuestro h�lito, nuestro amor.


Mis labios buscaron los suyos carnosos y sensuales y se
unieron en un beso eterno, mientras permanec�amos abrazados fuertemente
entreg�ndonos de esta forma en cuerpo y alma.


Nuestras c�lulas respondieron a la vez y con esa misma orden
que ambos recibimos, iniciamos una serie de abrazos, besos y frotamientos con
nuestros cuerpos pegados, nuestras manos recorriendo y tocando nuestra piel,
nuestras bocas y lenguas busc�ndose locamente, como si fu�ramos posesos que
hubi�ramos perdido el juicio.


Nos encontr�bamos completamente desnudos sin saber como, mi
amor desde que penetr� en mi cama y yo no recuerdo cuando me quit� el pijama.


Nuestros sexos, endurecidos al m�ximo posible, se restregaban
entre s�, como cuando dos le�os son frotados por los campesinos para hacer fuego
en el campo.


Ellos tambi�n al frotarse, estaban haciendo fuego en nuestro
interior, un fuego sexual, imposible de apagar.


Fui soltando mis brazos de su espalda y mi cuerpo fue
desliz�ndose sin dejar en todo momento de estar en contacto con el suyo.


Seg�n bajaba, mi cara, mis labios y mi lengua iban pasando
por el pecho, el est�mago y el vientre, recorriendo un maravilloso camino, para
llegar a ese bosque encantado, oloroso, que se encuentra entre sus dos monta�as,
sus muslos.


El terciopelo de su piel, al rozar con la m�a, me produce una
electricidad est�tica que hace que ambos cuerpos se peguen, se adhieran formando
un solo cuerpo, como cuando ni�os, frot�bamos nuestros brazos, al que se
adher�an peque�os papelitos.


Recorro con mi lengua y con mis golosos labios las laderas de
las dos monta�as y huelo con fruici�n para impregnarme de todo lo que sea suyo,
como los perros se frotan en el suelo, para oler igual que el or�n de su hembra.


El �rbol rey, con su cabeza descubierta, sonrosada,
sangrante, estaba ya listo para penetrar en mi boca, entre mis carrillos, y ser
lamido con un movimiento r�tmico de mi lengua y de mis labios.


Mi boca aloja el tallo enhiesto, palpitante y comienza a
ensalivarle, lamerle, acariciarle, morderle un poquito, como un ni�o peque��n
hace con un chupete, porque este es mi mejor chupete, que sabe a mi pr�ncipe, a
mi cari�o, a mi dios.


Y como un ni�o, a quien se lo quitan, hubiera llorado
desconsolado si alguien me lo hubiese arrebatado en ese momento.


Despu�s de un rato y entre gemidos de placer le pido de la
vuelta.


Con mi ayuda lo hace y sin cambiar yo de posici�n, me
encuentro con dos enormes monta�as de carne con un canalito en el centro, que
recorro con mi lengua.


El olor que se eleva, es m�s intenso, es m�s delicioso es su
sudor que huele de una manera especialmente maravillosa y que me hace casi
desmayar de placer.


En el centro del canalillo hay una entrada circular que abre
la gruta, la cueva de Al� Bab�, el m�s sublime tesoro. Ahora presenta un
movimiento instintivo de abre-cierra que parece invitar a mi lengua a penetrar.


No rechazo la llamada y despu�s de unas cuantas pasadas con
mi lengua, colocada de forma plana, la afilo y con la punta intento penetrar por
ese hueco, que me invita de una manera constante.


Mis manos separan esas peque�as monta�itas, de carne
sonrosada y caliente, para abrir el camino a mi lengua golosa.


La punta penetra un poquito, lo suficiente para abrirlo y con
ello ocasionar gemidos de placer en mi amor, mientras mi saliva lubrifica la
entrada de la gruta de las maravillas y la prepara para que mi tallo, duro,
joven, cimbreante y tieso, pueda iniciar el camino hacia las profundidades del
tesoro.


Mi florete inicia la andadura, pasa el primer esfinter, el
que dicen que no duele, y sigue avanzando despacio hasta el segundo obst�culo,
donde se inicia el dolor y el placer. Yo no quiero que mi cari�o sienta ning�n
dolor, por lo que retrocedo, para avanzar de nuevo suavemente y parar y avanzar,
tantas veces como sea necesario.


Como el ba�ista que se adentra en el mar y ante la resaca va
aprovechando el impulso del avanzar y retroceder de las olas, para acercarse a
la orilla, as� mi pene avanza y retrocede, despacio, acerc�ndose al premio
final.


Cuando ya, sin dolor, ha llegado al fin de su camino,
comienzo ese bamboleo que la naturaleza nos ha ense�ado y que todos conocemos de
una manera instintiva, como mamar despu�s de nacer o los animales nadar, sin que
nadie les ense�e.


A nosotros nadie nos ha ense�ado a hacer esto pero sab�amos
desde el principio lo que ten�amos que hacer.


Cuando la mente deja de gobernar y es el instinto el que
dicta las �rdenes, las neuronas y todos nuestros receptores alcanzan una
actividad sexual, que se desborda incontrolable, y los centros del placer, la
sensibilidad de la piel, las yemas de nuestros dedos, la lengua, se enervan y
transmiten al cerebro todo lo que sienten.


� Qu� es el amor?.


Para m� es la entrega total de la voluntad, el deseo de que
nuestro amante sea feliz, el acercamiento de las voluntades, es el re�r sin
causa. Se transmite con una mirada, una sonrisa, una caricia que nos d� nuestro
amado o simplemente estar cerca de �l. Es suficiente sentirlo dentro, para ser
completamente feliz.


Ese amor plat�nico de entrega, de afecto, de elevaci�n, de
felicidad espiritual, desaparece en estos momentos para aparecer el amor carnal,
que tambi�n es imprescindible en una relaci�n total y lo que hab�a empezado como
un acto de amor, se convierte en esta desbordada pasi�n.


Unas sacudidas el�ctricas hacen reaccionar mis m�sculos que
quedan r�gidos y duros para dar fuerza a la zona de mi vientre, que una y otra
vez se arquea y se estira e impulsa mi polla, ya enterrada, hacia delante y
atr�s.


Mis muslos golpean sobre sus nalgas y mi verga penetra una u
otra vez en esa cuevita.


�� Parecemos dos perros en celo, enganchados fuertemente!!.


Mi pene frota y refrota, en su movimiento, ese ano mientras
trabajan mis neuronas, mis m�sculos, mis nervios y todo mi cuerpo, en follar a
mi amor.


Mis sienes laten al comp�s de mis movimientos y mi cabeza
parece estallar por momentos, ante la excitaci�n que me inunda.


Mi pollita penetra hasta el fondo y sale para iniciar una
nueva ida hacia delante y atr�s, como el cilindro de un motor de un coche de
carreras.


Los suspiros, los gemidos, las palabras entrecortadas y los
gritos que lanzamos llenan el espacio.


Mi deseo estaba siendo satisfecho, mi sed se estaba apagando,
mi hambre saciando y los miles de millones de neuronas estaban trabajando, sin
descanso, para cumplimentarlo.


La felicidad plena dicen solo es alcanzada en el cielo,
entonces yo ya estoy en el cielo, sin haberme muerto.


�Estoy de veras muerto? �En mi gloria, purgatorio o mi
infierno? Y si es as� �� Bendita muerte !! Porque ser� para toda la eternidad.


El placer nos inunda por igual, los gemidos por ambos lados
se suceden y el sudor de nuestros cuerpos se mezcla. La vista se me nubla, como
cuando te levantas de repente, pero no importa, estoy abrazado fuertemente a su
cuerpo y no pienso soltarlo.


Mis manos acarician por delante sus muslos, sus test�culos y
su sexo que masturba.


Los suspiros, despu�s gemidos y al final casi alaridos,
indican que se acerca el momento crucial del derrame, de la entrega total


Mi excitaci�n llega al m�ximo, mi bombeo a alcanzar velocidad
de v�rtigo, mi placer al cenit, mis tendones a punto de romper, mis fuerzas . .
. .


El mundo parece derrumbarse de pronto, una descarga el�ctrica
sacude mi cabeza y mi pene siguiendo las pulsaciones del coraz�n derrama,
expulsa, arroja, toda la tensi�n en forma de chorro de semen que rebosa el recto
y moja toda la cercan�a que masajeo con mis manos.


Mis brazos alrededor de su cuerpo y todo el m�o, vibra al
un�sono de mi derrame y mis manos fren�ticas en los �ltimos momentos hace que su
semen salga a la par que el m�o.


Los escalofr�os que siente mi amor son paralelos a los m�os,
sus convulsiones iguales y as� abrazados nos dejamos caer en la cama agotados,
convulsos, sudorosos pero satisfechos de esa acci�n de amor mutuo que hemos
interpretado.


El deseo tiene que ser imaginativo y la realidad suele
ponerle en su sitio, esta vez fue al rev�s la realidad super� con mucho a la
imaginaci�n.


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