Relato: Fantas�a en el tren





Relato: Fantas�a en el tren


Fantas�a en el tren



"Estrella destino Ir�n, v�a 8", repet�a la megafon�a mientras
me abr�a camino por la estaci�n de trenes. Yo me dirig�a a Barcelona, as� que
arrastr� mi mochila por el pasillo en direcci�n a mi and�n, cansado de un largo
d�a. Eran las 10 de la noche y mi cuerpo empezaba a pedirme descanso; menos mal
que ten�a billete en coche-cama, podr�a dormir del tir�n. Pero antes de bajar a
los andenes me par� un momento en el bar a repostar. Un pincho de tortilla hizo
las veces de aperitivo para la cena que sab�a me esperaba en el tren. Pagu� y
con mis �ltimas fuerzas baj� por las escaleras mec�nicas al and�n, que empezaba
ya a llenarse de viajeros. Saqu� el billete y segu� andando en busca de mi
vag�n. Esquivando maletas alcanc� mi puerta. Antes de subir mostr� mi billete al
revisor:


- Vamos a tope hoy, se�or, ya sabe, el Bar�a-Madrid de
ma�ana. Pero no se preocupe, en primera clase apenas lo notar�. �Viaja usted
solo? Lo digo porque su compartimento es para dos personas...


- S�, es que no encontr� uno individual y ten�a que viajar
esta misma noche.


- De acuerdo. Su puerta es la segunda a la derecha. La cena
se sirve hasta las 12 de la noche. Le avisar� por la ma�ana cuando nos
acerquemos a Barcelona.


Apoy� el pie derecho en el vag�n (mind the gap) y me met� por
el pasillo, seguido de cerca por mi mochila.



El camarote consist�a en un par de camas, una encima de la
otra, una ventana enorme con unas cortinas bastante feas, una min�scula ducha
con mampara de pl�stico y un lavabo con espejo. Todo esto, en un espacio de m�s
o menos 2x3 metros, incre�ble, qu� aprovechamiento. Bajo la ventana hab�a una
peque�a mesa plegable, donde encontr� unas toallas y el men� para la cena.
Estaba ya descalz�ndome sentado en la cama de abajo cuando llamaron a la puerta.
El tren segu�a parado en el and�n, as� que supuse que no ser�a la cena todav�a.


- �Caballero!, soy el revisor, �puede abrir un momento?


Abr� la puerta, descalzo, y pregunt� qu� pasaba.


- Tenemos un problema. Como le dije el tren va lleno esta
noche y me preguntan desde taquilla si no habr� un hueco para un pasajero m�s,
de �ltima hora. Por lo visto es muy urgente, esta persona tiene que estar sin
falta ma�ana en Barcelona y me preguntaba si podr�amos contar con la litera
libre de su compartimento. Por supuesto la compa��a le devolver�a el importe de
su billete por las molestias.


- ...umm, bueno, en principio no tengo inconveniente.


- De acuerdo, avisar� en taquilla Gracias por su ayuda.


El revisor se dio la vuelta y yo cerr� la puerta. Decid�
calzarme de nuevo para no causar una mala impresi�n a mi compa�ero de viaje
cuando llegase y me sent� en la cama, deb�an quedar menos de cinco minutos para
la hora de salida. Volvieron a llamar a la puerta.


- �Qui�n es? - pregunt�.


- El revisor, se�or, tenemos un problema.


Abr� la puerta de nuevo.


- �Qu� ocurre?


- Pues que el pasajero de �ltima hora resulta ser una se�ora.
Ya les he dicho a los compa�eros de taquilla que no pod�a ser.


- Ahh, es eso... si a ella no le importa yo no tengo
inconveniente.


- �Est� usted seguro?


- S�, no hay problema, preg�nteles. Yo estar� aqu�.


- Ir� a ver qu� pasa y ahora le aviso. Hasta ahora.



Por vez tercera cerr� la puerta y volv� a estar solo. Estaba
como impaciente por ver con qui�n iba a viajar. De repente no pensaba en lo
cansado que estaba ni en que el tren sal�a con retraso, sino que sent�a
curiosidad por conocer a mi posible acompa�ante. No sab�a qu� hacer, as� que
decid� lavarme la cara en el lavabo, me mir� al espejo un momento y finalmente,
me tumb� de nuevo en la litera de abajo.


El tren empez� a moverse, muy despacio, nos �bamos.
Inmediatamente me sent� defraudado, me hab�a hecho ilusi�n la aventura, pero en
seguida encontr� escusas para alegrarme un poco. "Estas cosas s�lo pasan en las
pel�culas", pensaba. "Adem�s, qu� mejor manera de viajar que ir solo". Me rehice
en un momento, para olvidar lo m�s pronto posible que una ilusi�n est�pida, con
una desconocida, me hab�a hecho por momentos sacarme del aburrimiento de mi
vida. "Volvamos al aburrimiento".



Me levant� y abr� las cortinas un poco, para ver pasar las
luces de Madrid. Parec�a que el cansancio se volv�a a apoderar de mi, sent�a
hambre otra vez. De repente, llamaron a la puerta otra vez, y de nuevo abr�.


- Se�or, - reconoc� la voz del revisor - perdone por
molestarle otra vez. Como convenimos, esta se�orita ocupar� la otra litera de su
compartimento, si no tiene inconveniente


- Claro, claro - repliqu� mientras la miraba por primera vez.
- Hola, soy Pablo.


- Hola, Celia. No s� c�mo agradecerle...


- No te preocupes. Pasa.


- Por la ma�ana le reembolsamos su billete, se�or. Ya saben
que la cena se sirve hasta las 12, en el restaurante de primera clase. Que
tengan buen viaje.



Sal� al pasillo para dejar espacio y vi como el revisor se
alejaba. Celia pas� al compartimento, no llevaba equipaje, s�lo un bolso. La
observ� de espaldas un segundo. Llevaba pantalones y chaqueta oscuros, una
camisa clara y unas sandalias muy elegantes.


- He cogido el tren por los pelos, no he tenido tiempo ni
para hacer la maleta.


- Bueno, ya est�s aqu�, tranquila. Ma�ana por la ma�ana
estar�s en Barcelona.


- De verdad no s� c�mo agradecerle el favor.


Yo le hablaba desde la puerta, todav�a abierta, sin
reaccionar. Su melena rubia ca�a sobre sus ojos al hablar y ella repet�a el
gesto de sacarse el pelo de los ojos. No llevaba maquillaje. Pas�bamos por un
tramo sin luces, pero pod�a ver reflejada en la ventana su silueta y sus curvas,
escondidas bajo sobrios colores. "Nada mal", pens�.


- Ponte c�moda, yo ya hab�a cogido la litera de abajo, pero
si la prefieres me voy arriba.


- No pasa nada, me cojo la de arriba, es lo menos que puedo
hacer.


- Hab�a pensado ir a comer algo, �te apetece?


- Vale, perfecto, tendr� que invitar yo. Espera un segundo
que me refresco un poco.


- Fale.


Cerr� la puerta y avanc� un poco por el pasillo, mirando por
la ventana.


- Vamos - escuch� por detr�s.


- �Has cogido la llave?


- S�, ya cierro yo.


- Creo que es por aqu� - dije mientras avanzaba hacia el
siguiente vag�n. Ella me segu�a. Se hab�a perfumado un poco.



El vag�n restaurante consist�a en dos hileras de mesas
pegadas a las ventanas con un par de sillas fijas mirando una frente a la otra.
Celia, viajera de �ltima hora, eligi� una mesa en el centro del vag�n y tom�
asiento.


- �Te parece bien este sitio?


No ten�a nada que objetar, as� que me sent� frente a ella. Un
camarero trajo un par de cartas y pedimos el men�, agua y vino, Rioja. Dada la
estrechez de la mesa apenas ten�a sitio para las piernas, pero estaba a gusto,
emocionado.


- Enf�n, Pablo, ya sentados, tranquilos, te doy oficialmente
las gracias por tu favor, me has salvado el pellejo. - me tutueaba.


- De nuevo te digo que de nada, no ten�a sentido dejarte en
tierra con un sitio en mi compartimento. Adem�s, cuando me lo pregunt� el
revisor, me entr� la curiosidad por conocer al misterioso viajero, t�. Luego me
dio un poco de morbo pensar que mi compa�ero de viaje ser�a una mujer.


- Pues era yo, aqu� me tienes. Qu� quieres saber de m� que
satisfaga tu curiosidad, dime.


- Uff, pues no s� por d�nde empezar. Ahora mismo ni siquiera
s� si quiero que esta historia siga su camino en el mundo real o en el
imaginario.


- No entiendo, �a qu� te refieres?


- Pues que todo esto se parece demasiado a historias que he
le�do y que siempre me han parecido imposibles, ya sabes, personas an�nimas que
se cruzan por el camino - yo pensaba en Emmanuelle - y hacen locuras que nunca
intentar�an en su vida diaria.


- Bueno, de momento en lo �nico que nos parecemos es que no
nos conocemos de nada, �no? - y me sonri�. - Adem�s, seguro que tenemos vidas de
lo m�s convencionales. Yo, por ejemplo, trabajo todos los d�as de 9 a 7 en una
empresa a la que, como ves, tengo que ir disfrazada con esta ropa. Despu�s suelo
ir a casa a tener un poco de vida.


Yo la miraba ya de frente, mientras el camarero nos serv�a el
vino y yo cog�a un trozo de pan. Cuando trajeron el primer plato se hab�an
esfumado nuestras verg�enzas iniciales y la verdad es que yo estaba cada vez m�s
a mis anchas. Me sent�a naturalmente atra�do por esta chica.


- �A qu� te refieres con tener un poco de vida?�Tienes
familia, vives con amigos, sola?


- Ahora mismo vivo sola, tras un matrimonio fracasado. No soy
la persona m�s feliz del mundo pero voy tirando, hay que ir tirando.


- Me parece bien esa actitud, mirar adelante.


- Precisamente vengo a Barcelona a terminar con esto, a
firmar el �ltimo papel. Ma�ana todo ser� pasado.


- Vaya, yo con mi impertinente curiosidad y t� me sales con
una historia de verdad, la tuya. Espero no haberte molestado.


- Hombre no, callarse las cosas no arregla nada. Por cierto,
he o�do que los hombres les tienen respeto a las mujeres separadas. �Es verdad
eso?


No sab�a qu� quer�a decir, pero segu�.


- �Miedo? No s�, nunca he o�do nada parecido, pero supongo
que de todos modos tendr� sus ventajas. Quiero decir que las personas separadas,
por muy dolidas que est�n, tienen una experiencia de la vida que os puede hacer
de hecho m�s atractivas. Ya sabes, si os volv�is a enamorar igual os entreg�is
del todo por volver a experimentar las sensaciones perdidas, o en temas
sexuales, por ejemplo, seguro que no ten�is los miramientos que ten�amos antes,
m�s jovencitos. Yo que s�, igual no, igual es justo lo contrario.


- No s� qu� pensar respecto a lo de volver a enamorarme, me
da miedo, pero s� que es verdad que ahora mismo le he perdido el miedo a las
relaciones liberales, incluso a los rollos, porque no me quiero implicar
demasiado. Pero es que los t�os os asust�is f�cilmente.


- Quiz�s, pero no todos somos iguales. Yo creo que a estas
alturas de mi vida ser�a dif�cil asustarme, a menos que atenten contra mi
espacio m�nimo vital.


- Te recuerdo que compartimos un cub�culo con dos literas -
se re�a por primera vez - y te informo de que en casa suelo dormir desnuda. �Te
asusta eso? Pero tranquilo, hoy no. -se volv�a a re�r- Aunque no s� con qu� voy
a dormir, he venido con lo puesto.


- La litera de arriba es tu territorio, -nos trajeron los
solomillos de segundo y llenamos las copas con m�s Rioja- puedes hacer lo que te
plazca, intentar� no molestarte. A todo esto, tanto preguntarte a ti y no te he
dicho que soy fot�grafo; no me importar�a nada hacerte fotos. Esta es una de
esas situaciones extra�as a las que me refer�a antes, no le suelo proponer estas
cosas a la gente, yo trabajo con modelos. Mejor me callo.


- S�, mejor d�jalo.


Se hizo como un silencio espeso y seguimos comiendo lo que
nos quedaba, aunque a m� poco, la verdad. En cuanto dej� los cubiertos levant�
la mirada y descubr� que Celia me estaba mirando.


- �Qu� pasa, al final te has asustado?


- �Yo? - t�pica respuesta de gilipollas - No, me he cortado
un poco, nada m�s.


- S�lo te he dicho que no quiero fotos, no te conozco de
nada. Aunque si realmente eres fot�grafo profesional estar�s acostumbrado a
retratar mujeres sin mostrar tus emociones. Esto estar�a dispuesta a ponerlo a
prueba, puro m�todo cient�fico. Igual as� se nos pasa la noche antes y me evito
pedir un pijama prestado. �Qu� te parece?�Es este un plan suficientemente
retorcido para tus fantas�as?


El camarero se acerc� para llevarse los platos,
interrumpiendo su chorro de preguntas. Ninguno quer�amos postre, as� que pedimos
un par de caf�s. Yo no le quitaba el ojo de encima a Celia; me hab�a pillado
totalmente desprevenido.


- Tengo que decir que has estado cerca de asustarme, pero soy
fot�grafo profesional de verdad. No te conozco de nada, en eso estamos de
acuerdo, precisamente por eso podr�a fotografiarte sin demasiados aturdimientos.
As� que hacemos lo que quieras, pero tampoco me importar�a que tuvi�ramos un
viaje m�s convencional: t� duermes arriba y yo mientras sue�o que me despiertas
para hacer el amor. Los sue�os son gratis y no enganchan, nada m�s liberal que
un sue�o. Por lo ma�ana te doy un beso de despedida y nos separamos en el and�n
tranquilamente, con la conciencia entera. La realidad siempre vuelve m�s tarde a
ponerte en tu puto sitio.


Celia sonri� sin decir nada. Pag�, como hab�a prometido, y
entre bamboleos del Talgo dejamos atr�s el restaurante, en direcci�n al
compartimento. Por el camino aprovech� para mear; la oscuridad era total al otro
lado del cristal, deb�amos andar por Cuenca.



Ella ten�a la llave, as� que abri� la puerta. Yo pas� primero
para encender la luz de la litera de abajo y luego entr� ella. Al cerrar la
puerta s�lo se o�an las v�as debajo de nosotros. Fui directo al lavabo a lavarme
la cara y los dientes, no sab�a qu� iba a salir de aqu� y necesitaba hacer algo.
Celia, seg�n pude ver por el espejo, se hab�a apoyado en la escalera para subir
a la litera de arriba. Se hab�a descalzado y por vez primera no llevaba
chaqueta. Cuando se dio cuenta de que la miraba se desabroch� un par de botones
de la camisa. "Madre m�a, madre m�a". Esto amenazaba con superar a�os de sue�os
acumulados, no pod�a ser verdad, pero por otro lado no pod�a ser una pel�cula
porque yo sal�a y ten�a la boca llena de pasta de dientes. Me enjuagu� bien y me
lav� la cara por �ltima vez, pero no encontr� toalla para secarme. Me gir� y
Celia me la pas�, con la camisa totalmente abierta. Mientras me secaba no pude
dejar de mirarla, y ella se lo estaba pasando muy bien, ten�a la situaci�n bajo
control absoluto.


- �Te gusto? �De verdad no sientes nada?


Al hablar cogi� mi mano y la dej� sobre el bot�n delantero de
sus pantalones. No pude negarme a desabrocharlo, dejando a la vista un lacito
negro de sus bragas.


- Ha sido un largo d�a, Pablo. Me voy a duchar.


De un gesto se baj� la cremallera y los pantalones cayeron
sobre sus pies, mostr�ndome sus piernas sin ning�n pudor. El lacito negro dio
paso a unas bragas bajas negras, muy ajustadas, transparentes. La camisa no
tard� en caer sobre mi cama, y luego se gir� insinu�ndome que le desabrochase el
sujetador. No me cost� mucho soltarlo, pero s� tuve que contenerme para no
acariciar sus hombros. El sujetador tambi�n aterriz� sobre mi cama, tras lo cual
Celia se meti� en la diminuta ducha. Al otro lado del cristal vi como la mancha
negra de las bragas bajaba y volv�a a subir, de pronto, en su mano. La puerta se
abri� de nuevo y las bragas volaron con las otras prendas, a la cama. El agua
empez� a correr y Celia me mostraba su culo mientras gritaba de placer:


- Mmm, el agua est� muy buena, �qu� bien me sienta esto!


Su cuerpo se fue cubriendo de espuma y su pelo empapado se
amontonaba sobre sus hombros. El compartimento empezaba a oler a jab�n y sent�
que esto me empezaba a gustar, ya pasado el acojone. El agua volv�a a correr y
ella se gir� para que pudiera verla mejor, de frente. Sus pechos peque�os
brillaban a trav�s de la ducha y sus muslos no pod�an ocultar lo evidente, la
falta de vello p�bico, al menos yo no lo ve�a. "Esto ya lo hab�a vivido yo en
sue�os, pero no recuerdo como terminaba". Ces� el agua y la puerta se abri�.


- �Me pasas la toalla?


- Aqu� tienes.


Afortunadamente la toalla era muy peque�a y no tapaba mucho,
pero a ella no parec�a importarle. Cuando estuvo seca se puso la toalla al pelo,
sac� del bolso un bote, y empez� a echarse crema por los brazos, pero se par� de
golpe:


- �Me la echas t�?


- ...Venga, mejor t�mbate, �no?


- No, da igual, mejor de pie, la cama est� llena de cosas.


- Espera, no quiero pisarte. -Me quit� los zapatos y los
calcetines en un momento. Qu� estampa. - A ver.


Cog� la mancha de crema blanca, que ol�a a almendras, y la
esparc� despacio por el brazo derecho. Sub� al hombro y la gir�, para echarle
por la espalda. Su piel suave y olorosa se extend�a frente a m� como un mapa.
Baj� a la cintura, pero no me atrev� a seguir bajando y volv� al hombro
izquierdo, pasando luego al brazo.


- Ahora por delante.


Celia me miraba con sus manos apoyadas sobre mis hombros. Me
ech� m�s crema en las manos y empec� por el escote y las axilas, pero la parada
siguiente tendr�an que ser las tetas. Cog� aire y con mucho cuidado las amas�
con mis manos; parec�a gustarle pero no dijo nada. Hubiera seguido, a tenor de
mi incipiente erecci�n, pero discretamente baj� a la cintura y luego a las
caderas, tom�ndome mi tiempo. Ten�a las manos pegajosas.


- Pablo, �chame ahora por las piernas y lista.


Cog� un poco m�s de crema, la puse en mi mano y me agach�,
empezando por el muslo izquierdo. No pod�a dejar de mirar su sexo arrogante, sin
tapujos, alz�ndose frente a m�. Muslo, cadera, muslo, luego rodilla y
pantorrilla. Yo me calentaba por momentos. Al cambiar de pierna la bes�, por vez
primera, sobre sus labios, y pude sentir como se estremec�a. La segunda pierna
ya no fue igual, sent�a como urgencia por terminar. Pero mis dudas se esfumaron
en un momento.


- �Qu� a gusto me he quedado! Pues al final s� que voy a
dormir como una reina. Estoy casi como en casa, as� que no creo que a estas
alturas te importe que duerma desnuda, �verdad?


Yo estaba totalmente atontado, sin saber si recurrir a mis
hormonas para acabar lo que en realidad acababa de empezar. Hasta las palabras
me faltaban.


- Claro, ya te dije que en tu litera pod�as dormir como te
diera en gana, yo no te molestar�.


- �Ves c�mo es f�cil entenderse? Hasta con desconocidos. Me
caes bien Pablo, me siento c�moda contigo.


Acto seguido se puso a recoger todas sus ropas y las quit� de
mi cama.


- Gracias, eres un cielo.


Me dio un beso en la cara y se encaram� a las escaleras,
subiendo a su litera. Mis ojos acompa�aron sus movimientos, desnuda era muy
�gil. Se tumb� en la cama boca arriba y entre ronroneos y suspiros se qued�
dormida, sepultada bajo una manta ferroviaria.


�Esta t�a es incre�ble, c�mo lo maneja todo�. Dorm�a o eso
parec�a, a pierna suelta, mientras el tren traqueteaba por tierras igual de
negras que antes. Y yo ten�a un l�o corporal, mental y hormonal que no me
aguantaba, hasta que me vi dentro de la ducha, con el agua primero fr�a y luego
caliente, y me despach� yo solo. Cuando cerr� el grifo todav�a me duraba la
erecci�n y cre� escuchar a Celia gemir, pero cuando abr� la puerta ella segu�a
inm�vil bajo la manta. �Imaginaciones m�as�. Acarici� un momento su pelo rubio,
pero al fin me rend�, al cansancio y a Celia; me dorm�. Me hab�a cautivado.



Despert� ya en la estaci� de Saints, lejos de los brazos de
Celia. El revisor me avis�, apresur�ndome a dejar el vag�n y me dio un sobre.
"Un billete abierto, para cuando usted quiera". Deb�a ser ya el �ltimo pasajero
a bordo, y no tard� en darme cuenta de que ella ya tampoco estaba. Me vest�
decepcionado, pero guard� fuerzas para lavarme la cara, recordando los dos
besos. Su litera estaba vac�a, con la manta amontonada, aunque todav�a ol�a a
jab�n. Recog� mis cosas, las met� en la mochila y sal� al pasillo, cabizbajo.
Pis� el and�n, tierra firme, y ech� a andar, la estaci�n era gris. Sal�a ya al
sol de la calle cuando met� la mano en el bolsillo. Hab�a un trapo o algo; no
recordaba llevar pa�uelo. Me par�, saqu� la mano y descubr� sus bragas negras,
dobladas, y una nota: "Mejor me marcho sin decir nada, te debo un beso, t�
unas fotos. Hoy empieza mi nueva vida. Ll�mame, necesito comprar ropa �me
acompa�as? Celia
�.



El coraz�n me bombe� hacia Barcelona y en mi cabeza resonaba
�...las vueltas que da la vida y el destino se burla de ti...". Otro d�a
empezaba. Cu�nta raz�n, Yosi, somos balas perdidas, trenes sin destino.


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