Relato: Aleeha, la esclava del desierto: 1. Desvirgamiento Aleeha: "Me llamo Aleeha y tengo unos 17 a�os. No s� d�nde he
nacido, ya que nunca he conocido a mis padres, ni he ido nunca a la escuela.
Solo s� que vivo rodeada de sol y arenas blancas. Nada m�s. Nada en miles de
kil�metros a la redonda. Lo s� porque donde vivo no hay vallas, no son
necesarias. La civilizaci�n m�s cercana est� tan lejos que es imposible llegar
con vida yendo a pie. Y aqu� no tenemos coches. As� que vivimos a la merced del
se�or, seg�n dicen es un poderoso hombre que ha conseguido su inmensa fortuna
con negocios ilegales (drogas, prostituci�n, lo que sea necesario para conseguir
m�s dinero, �l lo hace, y mejor que nadie)".
Jamar (el se�or de la casa) hab�a adquirido esa propiedad hace a�os, por un
pu�ado de d�lares, gracias a sus extorsiones al gobierno. Era una parcela de
kil�metros y kil�metros de arenas del desierto, situadas en medio de la nada,
donde nadie le molesta y de donde es imposible salir con vida. Solo �l aparece
de vez en cuando, en su helic�ptero, junto con sus inseparables guardas, hombres
grandes como armarios, fuertes, rudos. Aleeha se pregunt� por primera vez el
porqu� de tanta protecci�n, ya que en aquel oasis perdido de la mano de Dios
solo habitaban mujeres. Las hab�a de todas las edades, y razas. El com�n
denominador de todas ellas era su gran belleza. En la casa tambi�n habitaban
algunos hombres, para protegerlas si algo suced�a en la ausencia del se�or.
La mansi�n de Jamar esta dividida en dos grandes edificios, uno de color
gris�ceo donde las nanas (mujeres de mas edad) cuidan a las ni�as, futuras
concubinas del se�or. En el otro edificio, blanco como el marfil, es donde viven
las mujeres destinadas al placer. Durante el d�a (a no ser que sean requeridas
para otros menesteres) cuidan de la casa, los jardines, el huerto. Esta mansi�n
es una peque�a poblaci�n autosuficiente. Cultivan su propia comida y tejen su
propia ropa. Tienen electricidad y agua potable. No necesitan nada del exterior.
-"Ven conmigo Aleeha, te tenemos que preparar. Hoy es tu gran noche."- dijo nana
Yalah, mientras cog�a por el brazo, suave pero firmemente, a nuestra joven
protagonista, y la dirig�a a los ba�os.
Yalah tenia unos 68 a�os, era una madura mujer de buen ver, que cuidaba de
Aleeha desde que lleg� a este sitio, siendo un beb�. La consideraba como una
hija, pero hab�a llegado el momento de su entrega al amo. Las ni�as llegaban a
este para�so perdido siendo tan peque�as que ning�n recordaba nada de su vida
anterior. Tampoco se les daban clases de historia, ni pol�tica, ni nada que
pudiera fomentar una rebeli�n. Si no sabes que no eres libre no puedes luchar
por ello. Las muchachas solo sab�an que estaban en una especie de "orfanato"
para chicas abandonadas, se les dec�a que no ten�an a nadie en el mundo, no
ten�an conocimientos ni un oficio, que en la sociedad actual no eran nadie. Y
all�, gracias a la generosidad del se�or, eran felices. Ten�an un techo, un
sitio donde dormir, comida en la mesa, y todo a cambio de unos pocos favores a
su amo. Despu�s de pasar toda la infancia y parte de la juventud all� encerradas
las ni�as sal�an convencidas de que Jamar era una especie d
e "Dios" tan bondadoso como cruel. Si no se le llevaba la contraria en nada, y
se acataban todas sus �rdenes, la vida transcurr�a con tranquilidad, y al llegar
a los 45-50 a�os se convertir�an en nanas, para tener una bonita vejez en ese
oasis, cuidando de ni�as, y recibiendo la comida a cambio. En cambio, si alguna
de las chicas hac�a enfadar al se�or, las consecuencias eran terribles, y
sabidas por todas. Dependiendo de la falta cometida, la intensidad del castigo
pod�a variar de unos simples azotes en p�blico a la ejecuci�n sin juicio de la
causante de la ira del se�or. No era la primera vez que una de las chicas
desaparec�a de un d�a para otro, sin dejar rastro, tras ser sometida a varias
vejaciones publicas.
Aleeha ya hab�a finalizado su aseo matinal, se hab�a rasurado el pubis al
completo y hab�a limpiado a consciencia sus agujeritos a�n v�rgenes. No sab�a
para qu� serv�a todo aquello, pero lo hac�a porque as� lo ordenaba el se�or.
Todas lo hac�an. No fue a desayunar con sus compa�eras, ya que en el d�a de hoy
no comer�a nada. Solo le era permitido beber agua. As� que sali� a pasear por
los jardines, para ordenar sus pensamientos, all� se encontr� con Ram�n, uno de
los mercenarios que vigilaban la mansi�n. Era un hispano de 40 a�os mal
llevados, sin afeitar ni duchar desde hac�a lo suficiente como para que Aleeha
lo notase a distancia. Ram�n se acerc� a ella y le cerr� el paso, Aleeha sab�a
que no deb�a hacer nada que enfadase al se�or, incluido respetar a sus hombres,
por muy mala espina que le diese tenerlo tan cerca, apest�ndola con ese aliento
a tabaco y alcohol.
-"Vaya, nuestra peque�a Aleeha ya ha madurado, pobre pajarito, te van a cortar
las alas antes de que hayas aprendido a volar".
Mientras hablaba iba acercando su cara a la de ella, tan cerca estaba que Aleeha
notaba el roce de un enorme y duro bulto contra su ombligo. Pero no se atrevi� a
moverse.
-"Disfruta de tu debut, putita, porque por muy doloroso que sea lo que el amo te
haga hoy, no ser� nada comparado con lo que te espera cuando se vaya."
Las manos de Ram�n se apoderaron del trasero de nuestra amiga, estruj�ndolo con
sus manazas y apret�ndole as� la pelvis contra su sexo hinchado. Se roz� un poco
con ella, saboreando la dulzura de sus pechos con su lengua. Aleeha estaba
asustada, sab�a que todas las chicas deb�an entregar su primera noche fuera de
la casa de las nanas a su amo, pero despu�s, bueno, el se�or no pasaba all�
muchos d�as seguidos, y con tanta belleza junta, hubiese sido una estupidez
impedir a sus hombres que tomaran a la muchacha que quisiesen cuando les
apeteciera, porque lo habr�an hecho igual, y as� se aseguraba el tenerlos
contentos.
Ram�n la sob� y lami� un buen rato, y ella no se atrev�a casi ni a respirar.
Estaba completamente prohibido que las muchachas hablasen entre ellas, y mucho
menos que gritasen a alguno de los hombres, estaban all� para ser usadas y no
hab�a nadie que les protegiese de tal destino. Cuando Ram�n se cans� de jugar
con la pobre muchacha, se despidi� con un pellizco en el pez�n y desapareci� sin
m�s. Aleeha decidi� sentarse junto al estanco para calmarse tras el asalto del
hispano maloliente. Le gustaba mirar su imagen reflejada en el agua. A sus 17
a�os tenia las mejores cualidades de una ni�a y una mujer. Era morena, de pelo
largo y liso, y ten�a los ojos verdes. Su escultural cuerpo era firme y juvenil.
Sus pechos grandes se manten�an tersos aun, y dentro de la delgadez se dibujaban
suaves curvas de piel sedosa, bronceada por el sol. Era la joven m�s hermosa que
hab�a pasado por all� nunca. Y ni siquiera lo sab�a.
Yalah, que recog�a fruta en ese momento, se percat� de su silenciosa presencia,
y decidi� ir a hablar con ella, para darle su ultimo consejo. Se sent� a su lado
y dej� pasar el tiempo mientras miraban el agua cristalina fluir ante ellas.
-"Tengo mucho miedo, nana. Por que nadie me dice que me va a pasar?"
-"Lo s� cielo, pero son las normas, adem�s, aunque te lo cuente, seguir�s sin
estar preparada. Pero tranquila, puede que esa primera vez no te guste
demasiado, pero con el paso de los a�os y la llegada de nuevas chicas, veras
como no es tan duro".
Oscurec�a ya cuando Aleeha fue conducida al sal�n de reuni�n de la casa de las
doncellas, all� se estaba celebrando un banquete por todo lo alto, las mujeres
tra�an comida y vino de una forma constante. Todas vest�an igual, con una
t�nicas de seda de importaci�n, suave y ligera, y transl�cida. Y los hombres
hablaban, com�an, re�an, eructaban. Nada fuera de lo normal.
Al cabo de poco tiempo, o eso le pareci� a ella, bajaron la intensidad de las
luces y pusieron la m�sica que indicaba el inicio de la ceremonia. Aleeha deb�a
convencer a su amo que era digna de �l. Y Hab�a sido preparada para ello a
consciencia. Sali� al sal�n y se situ� en medio, donde las mesas dejaban un
espacio de unos 2 metros por lado. Jamar se sent� en su sill�n y adoptando una
actitud seria se dispuso a deleitarse con las curvas de la joven que se le
ofrec�a por voluntad propia.
Aleeha hab�a empezado ya a bailar, para que os hag�is una idea, era una especie
de "danza del vientre" que combinaba movimientos obscenos, pero no
desagradables. La chica se fue despojando poco a poco de las telas que cubr�an
su cuerpo, mientras se mov�a al ritmo de la m�sica. Sus caderas bailaban en
c�rculos, y sus pechos parec�an tener vida propia. Toda ella era puro fuego y
despert� el deseo de su amo en pocos movimientos. Ya solo le quedaba una fina
tela cubri�ndole el sexo cuando Jamar se levant� y se acerc� a ella. Aleeha dej�
de bailar y fij� su vista al suelo. Cogi�ndola por la barbilla �l le susurr� al
o�do:
-"Har� que no olvides nunca esta noche".
Y de un empuj�n la tir� de espaldas sobre una mesa, preparada para la ocasi�n
con grilletes en las esquinas. Los guardas le ataron las manos y los pies, as�
que su cuerpo qued� inm�vil, en forma de X, tapado solo por la seda del
sujetador y una tela que poco cubr�a.
Aleeha estaba completamente paralizada. Ten�a los m�sculos tensados, estaba
abierta al m�ximo de su flexibilidad, quiz� un poco m�s. Jamar se tumb� sobre
ella, aun vestido con su t�nica negra habitual, y empez� a chupar y lamer
aquellos pechos tan firmes y suculentos. No lo hacia con delicadeza, los mord�a,
pellizcaba y apretujaba a su antojo. Aleeha dej� de mirarle e intent�
concentrarse en alguna otra cosa que distrajese su atenci�n, cuando se dio
cuenta de lo que pasaba a su alrededor no supo reaccionar.
Por todas partes los hombres hab�an decidido que ya hab�an comido suficiente, y
se hab�an apuntado a la org�a. Justo en frente ve�a como una rubia de grandes
pechos se arrodillaba frente al hombre que la hab�a requerido, y levant�ndole la
t�nica, se met�a su polla hasta lo m�s profundo de su garganta. A derecha e
izquierda hab�a hombres y mujeres follando, mamando, sodomizando, sin ning�n
orden establecido. Hab�a trios, escenas l�sbicas, de todo. Fue tal el shock que
Aleeha tuvo al ver aquello que ni recordaba porque estaba all�. A las ni�as
nunca se les hablaba del sexo ni nada relacionado, ya que al se�or le divert�a
m�s estrenar a v�rgenes sin conocimiento del sexo que a expertas en la materia.
Jamar la hizo volver a la realidad cuando, sentado en su cara, le presion� el
glande duro y palpitante contra la boca. Aleeha record� a la rubia de grandes
pechos que hab�a visto hac�a un momento, y copi� sus gestos. Abri� al m�ximo la
boca y no puso obst�culos a aquella gran verga que se introduc�a por primera vez
entre sus labios. La sensaci�n de ahogo era pronunciada, pero no dijo nada,
simplemente dej� que Jamar fuese marcando el ritmo, poco a poco ella se acomod�
a sus embistes y pens� que tampoco estaba tan mal, despu�s de todo, aunque
empezaba a dolerle la mand�bula de tenerla tan abierta tanto rato. Jamar
increment� la fuerza de sus embistes y cuando sinti� que se iba a correr cogi� a
Aleeha de los pelos, se la clav� hasta el fondo y le grit�:
-"Tr�gatelo todo zorra! Si veo caer una sola gota de mi leche fuera de tu
boca.."
No acab� la frase porque empez� a correrse entre espasmos de gozo. Al se�or le
excitaba en sobremanera saber que enga�aba a estas chicas, que estaban bajo su
control y no pod�an escapar. Sab�a que la estaba violando pero que ella no
osar�a decir nada. Cada vez que estrenaba a una nueva zorrilla el placer que
sent�a era indescriptible. Pero con Aleeha era especial. Deseaba hacerle da�o
m�s que a nadie en este mundo.
Aleeha sinti� que se atragantaba con la espesa corrida de su amo. No paraba de
soltar chorretones de leche caliente y agria directamente a la garganta de la
joven. Y segu�a con su mano tir�ndole del pelo para que ella no pudiese apartar
la cara. Cuando se lo hubo tragado todo Jamar le orden� limpiarle la polla, que
segu�a tan dura como antes, hasta dejarla reluciente. Cuando el se�or se canso
de que se la mamara, y sin ning�n pre�mbulo, se situ� entre las piernas de la
muchacha, apuntando con su polla al cerrado agujero de la chica. Ella no sabia
muy bien cual era el siguiente paso, pero tras la mamada y por lo que ve�a a su
alrededor, se imagin� por donde quer�a meter su amo el gran miembro palpitante.
Eso hizo que Aleeha se tensase aun m�s. Jamar lo not� y aprovech� para dar su
primera embestida, llev�ndose por delante la virginidad de la chica al tiempo
que esta lanzaba un grito desgarrador. De un solo golpe hab�a metido casi la
mitad de su miembro en ese c�lido y ajustad
o agujero. Y era de un importante tama�o, si le a�adimos adem�s el gran glande
que iba en cabeza.
La chica sinti� como le desgarraba de un solo golpe. No hab�a podido evitar
gritar, y las l�grimas ca�an por sus mejillas mientras lanzaba gemiditos de
dolor. Sabia que gritar estaba castigado y no quer�a sufrir mas de lo
estrictamente necesario. Jamar dio un segundo empuj�n y su polla qued�
completamente ensartada en el co�o de la joven. Que delicia sentir la presi�n de
un co�ito virgen y tenso. No hab�a nada que igualase eso. Bueno, si que lo
hab�a, pero aun era muy pronto, quedaba mucha noche por delante.
Una vez abierto el camino Jafar cogi� el culo de la chica, lo levanto para
poderla meter mas profundamente, y aprovechando as� para meterle un par de dedos
en su agujerito de atr�s. Cuando estuvo en una postura c�moda empez� a
foll�rsela sin piedad, se la met�a hasta el fondo a golpes. Aleeha solo sent�a
dolor. Tenia el gusto amargo de su semen en la boca, la acababan de desvirgar y
esos dedos en su culito no le hac�an presagiar nada bueno. Cuanto m�s lo pensaba
m�s tensa se pon�a, y m�s disfrutaba Jamar. En una de las embestidas la polla se
sali� del preciado agujero que la cobijaba, Jamar no tubo ni que pens�rselo, fue
un acto reflejo. As� como estaba se la ensarto en el culo.
Aleeha: "Jamas hab�a sentido nada as�. Fue tal el dolor que hasta llegu� a
perder la consciencia un momento, cosa que agradezco, aunque desear�a que
hubiese durado m�s mi desmayo, para no tener que aguantar el resto de la noche".
Jamar lo hizo a sabiendas que en la posici�n que estaba ella, atada y con los
m�sculos tensados, met�rsela por el culo seria muy doloroso para ella. Fue
doloroso hasta para �l, pero de la excitaci�n que sinti� al introducir su pene
en ese agujerito, m�s prieto que el anterior, y ver como Aleeha se desmayaba por
un momento, no se pudo contener por mucho tiempo y dejo que chorretones de leche
inundaran los intestinos de la chica.
Descans� un momento, dejando caer todo su peso sobre la reci�n estrenada
esclava, y cuando se sinti� recuperado, sac� su polla del culo de Aleeha y se la
meti� de nuevo en la boca. La pobre chica casi vomita al sentir el olor de su
propio culo, su co�o, su sangre, el semen, todo dentro de su boca. Aun as� era
su deber obedecer, as� que reprimi� su asco y le dej� la polla bien limpia.
Continuar�...
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Relato: Aleeha, la esclava del desierto: 1. Desvirgamiento
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