Relato: Un tratamiento muy particular (3)





Relato: Un tratamiento muy particular (3)

Un Tratamiento Particular ( III )


Autor: Hypnoman




Cap�tulo Ocho: David, un basquetbolista bien dotado


Cuando sali� a la calle, Paula se sent�a estupendamente
bien. Si bien no se hab�a atrevido a seducirlo m�s all� de algunas posturas y de
algunas miradas, ella se di� cuenta que antes de hipnotizarla, Martins la hab�a
observado de una forma diferente. Despu�s no recordaba m�s nada. En alg�n
momento le iba a preguntar que suced�a mientras ella estaba hipnotizada, pero se
imaginaba que Martins le hablar�a para sacarle sus miedos. En alg�n momento se
puso a pensar si el doctor ser�a capaz de propasarse con ella, mientras estaba
dormida, pero esa idea vol� rapidamente de su cabeza. Martins era todo un
caballero y nunca har�a una cosa as�. Aunque a ella no le desagradaba la idea,
pero prefer�a que lo hiciese con ella despierta. Muy pronto lo iba a lograr.
Cada vez se sent�a m�s atra�da hacia el doctor y no podr�a resistir mucho tiempo
m�s. Adem�s, cada vez la miraba con m�s detenimiento. "A �l tambi�n le estar�a
pasando algo con ella", se ilusion� al pensarlo. Antes de dirigirse hacia la
parada del colectivo, Paula decidi� comprar unas pastillas de menta en un
kiosco. Desde que sali� del consultorio sent�a un gusto extra�o en su boca. Mir�
con detenimiento al kiosquero. Era un muchacho joven, de baja estatura y algo
menudo. Enseguida perdi� el inter�s por �l, pag� y sigui� su camino. Al llegar a
la parada del colectivo se encontr� con dos hombres esperando. Uno de ellos
tendr�a m�s de 50 a�os y una contextura f�sica bastante descuidada. No le prest�
demasiada importancia. Sin embargo el otro era mucho m�s atl�tico, alto, con un
f�sico que se notaba hab�a trabajado en un gimnasio. Adem�s vest�a una remera
bien apretada, que marcaba su cuerpo y pantalones joggins. Llevaba un bolso
deportivo sobre la espalda. Era evidente que iba o ven�a de un gimnasio. Paula
lo mir� descaradamente y el muchacho pronto se di� cuenta, respondi�ndole la
mirada. Cuando quedaron casi frente a frente, ella clav� su vista, sin ning�n
disimulo, sobre la entrepierna del joven y no not� ning�n bulto prominente.
R�pidamente perdi� el inter�s, se puso de espaldas a �l y sigui� esperando el
�mnibus. No comprend�a porqu� la hab�a asaltado ese s�bito inter�s en mirar a
los hombres. Generalmente, cuando caminaba por la calle, nunca les prestaba
mayor atenci�n, salvo que fuese un ejemplar digno de ver, y as� y todo sent�a
cierta verguenza en hacerlo, por miedo a que quedara muy evidente. Se respondi�
asimisma que el motivo era la excitaci�n que sent�a cada vez que volv�a de
encontrarse con Martins. Eso la dejaba alterada y seguramente provocaba en ella
esas reacciones. Mientras pensaba vi� venir el �mnibus y dio por terminado sus
razonamientos.


Mientras sacaba el boleto, estudi� el interior del
colectivo. Hab�a muy pocos pasajeros en �l, la mayor�a mujeres, y sin saber
porqu�, Paula se sinti� decepcionada. Se sent� al lado de la ventanilla y
aprovech� el viaje para pensar en la obra de teatro que iba a representar junto
a su grupo en los pr�ximos d�as. A diferencia de otras veces, donde ya d�as
antes comenzaba a sentir los ataques de p�nico por tener que actuar ante el
p�blico, esta vez Paula esperaba con mucha impaciencia que llegase ese d�a para
poder actuar y probar que hab�a superado su eterno problema. Se sent�a tranquila
y confiada, y sab�a que todo eso se lo deb�a a Martins. Otra vez se le met�a en
sus pensamientos. Estaba profundamente concentrada en sus pensamientos cuando el
�mnibus detuvo su marcha en un sem�foro. El ruido de los frenos la volvi� a la
realidad y decidi� mirar donde se encontraba. Vi� un bar en el que algunas
personas se encontraban tomando algo en la vereda. Una pareja discut�a en una de
las mesas, en otra una madre estaba con sus hijos tomando unas gaseosas y en la
�ltima mesa se encontraba un hombre de color, vestido con ropa deportiva,
seguramente un jugador de basquetbol. Sentado sobresal�a de los dem�s. Deber�a
medir m�s de dos metros y era una masa compacta de m�sculos. El colectivo
arranc� y Paula no pudo dejar de pensar en ese hombre. Si bien no era racista ni
mucho menos, nunca le hab�an interesado los hombres de raza negra. Pero �ste era
especial. Cerr� los ojos y lo imagin� desnudo. Comenz� a inquietarse. Sin darse
cuenta, llev� una mano hacia su entrepierna y toc� su ropa interior. Su
cort�sima minifalda se lo permit�a perfectamente. La not� humedecida. La imagen
del hombre le bombardeaba la cabeza. Instintivamente se par� y se dirigi� hacia
la puerta de adelante del veh�culo. Le rog� al chofer que se detuviera,
argumentando que se deb�a haber bajado en la parada anterior. Descendi� y se
puso a caminar en la direcci�n del bar. Estar�a a dos cuadras del lugar. Sinti�
deseos de verlo m�s de cerca y apur� el paso. Mientras caminaba su cabeza
funcionaba a mil por hora. �Qu� har�a cuando lo viera?, �y si ya se hab�a ido?,
�por qu� ese inter�s por ver a ese hombre?, �tanto la hab�a flechado?. Dej� de
hacerse preguntas cuando se encontr� a casi media cuadra del bar y pudo observar
que todav�a segu�a ah�. Era demasiado grandote y moreno como para no verlo desde
esa distancia. Comenz� a elucubrar un plan. Pens� que estaba totalmente loca,
pero cuanto m�s se acercaba m�s excitada se sent�a. Hac�a much�simo tiempo que
alguien no la impactaba tanto, a excepci�n de Martins, por supuesto, y decidi�
que no lo iba a desaprovechar.


Cuando ya se encontraba a muy pocos metros de �l, Paula
comenz� a caminar de manera mucho m�s provocativa. Su atuendo y la manera de
moverse enseguida atrayeron la atenci�n del hombre. Cuando pas� delante de �l,
Paula simul� un tropez�n y emiti� un gemido de dolor. Se qued� inm�vil,
tom�ndose el tobillo, como si se lo hubiese doblado. La posici�n que adopt�
estuvo perfectamente estudiada. De espaldas al hombre, semiagachada, dejaba ver
todas sus intimidades a la vista de "su" espectador. La pareja que se encontraba
en una de las mesas sigui� discutiendo, sin percatarse de la situaci�n. Los
ni�os que se encontraban con su mam� lanzaron una carcajada burlona lo que
provoc� gran verguenza en la se�ora, quien se hizo la distra�da. El hombre de
color inmediatamente se levant� de su silla y se acerc� a Paula...


- Disculpa, �te has lastimado?,
�puedo ayudarte?


- No es nada, gracias. Creo que me
dobl� un poco el tobillo. Ya va a pasar.


- De todas maneras creo que deber�as
sentarte un rato, hasta que pase el dolor, antes de seguir caminando.


- S�, creo que ser�a mejor.


Enseguida el hombre invito a Paula a su mesa y ambos se
sentaron. Se presentaron, el dijo llamarse David y por el acento se notaba que
era norteamericano. Le cont� que hac�a poco tiempo que estaba en la Argentina,
que lo hab�a contratado un club de basquet de primera divisi�n y que dominaba el
castellano pues anteriormente hab�a jugado una temporada en Cuba. Paula, por su
parte, invent� que se dirig�a a casa de una amiga que se encontraba un poco
enferma. David la invit� con una gaseosa y charlaron durante casi una hora de
diversos temas, aprovechando que Paula hab�a viajado recientemente a Cuba y
recordando, de paso, los lugares m�s pintorescos de la ciudad. Si bien parec�a
ser una conversaci�n amistosa, Paula se cuid�, en todo momento, de adoptar
posiciones bastante provocativas y de mirar fijamente a los ojos de David con
miradas sugestivas y penetrantes. David acus� el impacto.


- Mira, chica, ha sido tan agradable
conversar contigo que se me ha pasado la hora de ir al entrenamiento. Si no te
molesta, perm�teme hacer un llamado telef�nico para avisar que hoy no podr� ir y
seguimos charlando. �Ok?


- Bueno, a decir verdad a mi tambi�n
se me ha hecho un poco tarde para ir a lo de mi amiga. Mientras tanto yo la
llamar� desde mi celular para decirle que la ver� otro d�a.


David sonri� complacido y se levant�. Paula, sin ning�n
disimulo, clav� su mirada en la entrepierna del negro. Se notaba perfectamente
que todo estaba bien proporcionado. Sin poder hacer nada, not� que nuevamente se
volv�a a humedecer. Se preocup� pensando que si David se lo propon�a, ella no
podr�a resistirse a nada de lo que �l quisiera. Cuando Paula qued�
momentaneamente sola en la mesa del bar, autom�ticamente entr� en trance, tal
como se lo hab�a ordenado Martins. Abri� su cartera y extrajo la pastilla que el
doctor le hab�a dado. Cuidadosamente la disolvi� en la gaseosa de David. Una vez
hecho �sto, despert� nuevamente. Se sinti� un poco confundida, pero lo atribuy�
a la creciente excitaci�n que estaba experimentando. Cuando David regres�,
continuaron charlando mientras terminaban sus tragos. Al poco tiempo David
comenz� a sentirse un poco inc�modo, cruzaba sus piernas continuamente y se lo
notaba un tanto excitado. La pastilla estaba causando los efectos previstos.


- Oye, baby, me has dicho que te
gusta mucho el ron. Pues que yo vivo justo aqu� enfrente y en mi departamento
tengo uno de los mejores. �Puedo invitarte a probarlo?....digo....si tu tobillo
lo permite
-brom�o.


- Es una oferta tentadora
-dijo Paula mir�ndolo fijamente y entrecerrando sus ojos-
s�lo si me prometes que no me har�s perder mucho tiempo. Es que quisiera
regresar temprano a casa.


- Seguro, chica -contest�
David, sin creerselo ni �l siquiera. Se incorpor�, cuidando de acomodar lo mejor
posible su "paquete", tom� de la mano a Paula y cruzaron la calle.




Cap�tulo Nueve: D�ndole forma al cuerpo


El departamento de David era peque�o pero acojedor.
Mientras �l serv�a ya la segunda ronda de bebidas Paula se detuvo a mirar
algunas fotos que se encontraban sobre un modular. La mayor�a lo mostraban a
David jugando basquetbol, pero hab�a una muy particular, especialmente para la
joven. El negro se encontraba en una playa, posiblemente de Cuba, vestido
�nicamente con un suspensor de ba�o. Paula hubiese jurado que esa foto estaba
trucada, porque el bulto que sobresal�a era sencillamente desproporcionado.
"Este muchacho tiene tres piernas", pens�, mientras su calentura alcanzaba
l�mites muy altos. Segu�a ensimismada en la fotograf�a cuando sinti� que unos
brazos grandes, con sus correspondientes manos, la abrazaban por detr�s.


- Hey, baby, para que mirar en fotos
lo que puedes apreciar en vivo y en directo.


Paula se di� vuelta, despaciosamente y sin ofrecer
resistencia.David inmediatamente busc� su boca mientras sub�a lentamente sus
manos en busca de los atrayentes pechos de la muchacha. Ella, instintivamente,
baj� una de sus manos y palp� la entrepierna del negro. No pudo disimular una
expresi�n de sorpresa. Decididamente era algo fuera de lo com�n. Un sentimiento
mezclado de temor y deseo asalt� a Paula. Por un lado no ve�a la hora de tener
ese miembro dentro suyo, pero a su vez tem�a que ese mismo miembro la
despedazara. Sin dejar de besarla y de acariciarle las tetas, David la fue
conduciendo hacia el dormitorio. Una vez adentro comenzaron a desvestirse
mutuamente. Cuando Paula vi� "en vivo y en directo" lo que ten�a ante sus ojos,
inmediatamente se inclin� para met�rselo en su boca. No tuvo que agacharse
mucho, debido a la altura del basquetbolista. Paula estaba m�s que sorprendida.
Ten�a la pija del negro metida casi hasta su garganta y s�lo se hab�a
introducido una cuarta parte. David la guiaba con peque�as presiones sobre su
nuca. En un determinado momento, David decidi� que ya era hora de introducirse
dentro de Paula. Quit� su gigantesca pija de la peque�a boca de la muchacha y la
recost� sobre la cama. Instintivamente y sin pensarlo Paula le rog�:


- Por favor, quiero que me hagas el
culo...


David se sorprendi�. Era la primera vez que una mujer le
propon�a sexo anal en los preliminares de una relaci�n. En primer lugar porque
la mayor�a de las mujeres se hac�an desear antes de entregarlo y adem�s, porque
aquellas que conoc�an a David en la intimidad, se aterrorizaban de que semejante
miembro las poseyera por detr�s. Mientras el joven sal�a de su asombro, Paula ya
se encontraba en la posici�n exacta para que David la penetrara. Sin saberlo,
hab�a adoptado la misma posici�n en cuatro patas que adoptaba frente a Martins,
cuando este se lo ordenaba. David pudo observar el orificio de Paula. Si bien se
notaba que no era la primera vez que la iban a cojer por el culo, tampoco era un
orificio lo suficientemente dilatado para soportar el "paquete" que ya hab�a
llegado a su m�xima erecci�n. Previendo esto, unt� con vaselina su pene y el
orificio anal de Paula y poco a poco comenz� a introducirlo. Ni bien introdujo
una peque�a parte, Paula di� un alarido de dolor por lo que David se detuvo. Sin
saber porqu�, Paula se escuch� repitiendo:


- M�s...por favor....m�s....damela
toda.....


Eso fue suficiente para David. Su terrible calentura,
mucho mayor que en otras oportunidades, a causa de la "dosis" que, sin saberlo,
hab�a bebido y los gemidos de Paula por recibir todo su atributo nublaron su
mente y empuj� hacia adelante, introduciendo toda su pija dentro del culo de la
joven. Paula crey� que se iba a desmayar. El dolor era desgarrador. Grit� con
toda su alma y un torrente de l�grimas nublaron sus ojos. Sinti� como si la
estuvieran despedazando. Se qued� inmovil durante varios segundos lloriqueando y
jadeando. No lo pod�a soportar. Gir� su cabeza hacia David, quien se asust� al
ver su cara desencajada y amag� con quitarla. La respuesta de Paula fue
terminante, casi una orden:


- Hijo de puta..... cojeme.....
cojeme toda


David no pudo resistirse. Su calentura hab�a llegado al
extremo y adem�s, esa mujer lo estaba provocando como nunca nadie lo hab�a
hecho, por lo que no tuvo ninguna consideraci�n y comenz� a empujar con todas
sus fuerzas. Paula sinti� el dolor m�s profundo de su vida y el m�s
interminable. S�lo varios minutos despu�s, su cuerpo fue acostumbr�ndose al
extra�o y voluminoso "aparato" y el dolor fue desapareciendo lentamente para
darle paso al placer. Si hasta ese momento, Paula hab�a deseado que David la
poseyera una y otra vez, el hecho de sentir placer la erotiz� al m�ximo y
continu� estimulando al negro para que siguiese sin parar. Mientras tanto, David
estaba sorprendido por la resistencia de esa mujer, quien hab�a logrado
extraerle dos eyaculaciones poderos�simas. Lo que m�s lo sorprend�a era que su
miembro se manten�a totalmente erecto y sus ganas no decrec�an en absoluto. Su
�nico desconsuelo era que notaba que ella no hab�a logrado tener un orgasmo y lo
exig�a cada vez m�s. Su orgullo estaba herido y �l no era de dejarse vencer tan
facilmente. No parar�a hasta lograr hacer acabar a la muchacha. Aunque ello le
llevase toda la noche.


Cuando Paula mir� el reloj, ya eran las 6 y media de la
ma�ana. A su lado, David estaba prof�ndamente dormido. Ni siquiera los ruidos
que hizo Paula al asearse y colocarse nuevamente la ropa lograron despertar al
negro. Hab�a sido una noche muy exigente para �l. S�lo hac�a menos de una hora
que se hab�a desplomado en la cama y ya estaba viajando por un sue�o profundo y
pesado. Paula lo mir� con una mezcla de ternura y desaliento. Lo hab�a tenido
casi toda la noche haci�ndole el culo y no hab�a logrado llegar al orgasmo ni
una sola vez. Para David la historia fue distinta. Nunca en su vida hab�a
eyaculado tantas veces como esa noche y nunca antes tampoco se hab�a sentido tan
frustrado al no poder hacer llegar al climax a una mujer. Cansado y
desmoralizado, hab�a decidido recuperar un poco de fuerzas y se hab�a quedado
totalmente dormido. Para Paula hab�a sido una tarea muy ardua tratar de
convencer a David de que s�lo la penetre por atr�s. Ni ella entend�a porqu�,
pero esa noche s�lo hab�a querido que le rompieran el culo en todo momento. Y
podr�amos decir que lo logr�, aunque para esto, en algunos momentos debi�
acceder a los caprichos m�s extravagantes del negro basquetbolista. En un
momento de la noche, David, cansado de la exigencia de Paula de que s�lo la
penetrara por atr�s, le orden� que se comportara como una perra. Le at� un
collar al cuello y la pase� por todo el departamento. En cada una de las
habitaciones la coj�o por atr�s, mientras Paula deb�a "ladrar" y "jadear" como
un verdadero animal en celo. En otro momento David abri� un peque�o aparador y
sac� un par de consoladores tan grandes como su miembro y, mientras descansaba
sobre la cama, exigi� a Paula que se los insertara por delante y por detr�s y
que se masturbara en su presencia. La muchacha acced�a a todo lo que se le
ped�a, sin saber realmente porqu�, pero cada cosa la excitaba a�n m�s que la
anterior. Su grado de "calentura" no decay� en toda la noche. Pero el orgasmo
nunca lleg�.


Al salir a la calle, not� que no se hab�a despedido de
David. No s�lo no lo despert�, ni siquiera le dej� una nota con su n�mero de
tel�fono. Cuando lo advirti�, ni se preocup�. Intimamente sab�a que no lo ver�a
nunca m�s. Y no le afect� en lo m�s m�nimo. Lo que s� la preocupaba era que sus
m�sculos, al comenzar a relajarse, comenzaban a dolerle cada vez m�s fuerte, en
especial un m�sculo en particular: su culo. Necesito la ayuda de la pared para
poder caminar hacia la parada del colectivo, y cuando subi� al mismo, a�n
estando totalmente vac�o, decidi� viajar parada porque no podr�a soportar el
dolor de sentarse, aunque debi� soportar la mirada extra�ada y libidinosa del
chofer, quien pens� que Paula ten�a otras intenciones m�s que viajar.


Llegando a su casa, Paula observ� el reloj. Eran casi las
7 y media. S�lo ten�a una hora para descansar. No pod�a darse el lujo de faltar
al trabajo. Verific� la alarma de su despertador, se desvisti� y se acost� en su
cama. Mientras encontraba el sue�o reparador decidi� repasar mentalmente lo
sucedido durante toda esa �ltima noche. Pero, para su sorpresa, a medida que
comenzaba a quedarse dormida los recuerdos iban desapareciendo de su mente.




Cap�tulo Diez: Amigas especiales


Una hora m�s tarde, la alarma del reloj la despert�. Le
cost� much�simo abrir los ojos y otro tanto m�s incorporarse, pero por razones
completamente distintas. Por un lado, parec�a que no hab�a dormido casi nada, y
eso, seg�n Paula, era absol�tamente imposible. Hasta donde ella recordaba, hab�a
salido del consultorio de Martins a eso de las 21:00 horas, y si bien a partir
de ah� sus pensamientos se hac�an confusos, recordaba haber llegado a su casa y
haberse acostado a dormir. Seg�n sus calculos, suponiendo que se hubiese
acostado a eso de las 22:00, habr�a dormido casi 10 horas y media, y entonces no
tendr�a que sentirse tan cansada como se sent�a. El problema para incorporarse
de la cama era otro: casi no sent�a sus piernas. Estaban como anestesiadas y su
cola parec�a arderle en carne viva. Cuando fue consciente del dolor, se asust�.
No encontraba ninguna explicaci�n al respecto. Hasta donde ella recordaba, el
d�a anterior hab�a transcurrido normalmente y ella se hab�a acostado sin ninguna
molestia. Sinti� mucho miedo al pensar que podr�a tratarse de una infecci�n.
Faltaban muy pocos d�as para su "prueba de fuego" en el grupo de teatro y nada
podr�a ser tan lamentable como el no poder asistir por un problema f�sico. Con
lo que le hab�a costado conseguir una nueva oportunidad. Y con lo esperanzada
que se encontraba desde que hab�a comenzado el tratamiento con Martins. Cuando
logr� incorporarse, pens� que se iba a desmayar. El dolor era desgarrador. No
pod�a mantenerse de pie y mucho menos intentar llegar hasta el ba�o, que se
encontraba a unos pocos metros. Ni pensar en sentarse en la cama, el solo hecho
de pensarlo le provocaba a�n m�s dolor. Decidi� quedarse inm�vil, sin saber que
hacer, hasta que con el correr de los minutos, el dolor comenz� a ceder.
Aprovecho para llenar la ba�era y darse un ba�o de inmersi�n. Al cabo de un
rato, estuvo en condiciones de comenzar a vestirse para partir hacia su trabajo.
Dem�s est� decir que llegar hasta su empleo fue un suplicio. Cada paso era una
pu�alada. Su cara reflejaba la mar�tonica sesi�n de la noche anterior, aunque
ella no recordaba absol�tamente nada, mezclado con la expresi�n de dolor que le
produc�a movilizarse. Cuando su amiga, Patricia, la vio llegar pens� que algo
grave le hab�a sucedido en el camino. Llev� a Paula hasta su sill�n y la ayud� a
sentarse. Tuvo que taparle la boca para que sus jefes no escucharan el alarido
que Paula di� al apoyar su trasero. Durante unos buenos minutos intent� que le
contase que le hab�a pasado, sin conformarse con las respuestas que su amiga le
daba. Al cabo de un rato, entre frustrada y ofendida, Patricia le dijo:


- Bueno, che. Despu�s de todo, si te
rompieron el culo y no quer�s decir nada es problema tuyo. Pero despu�s no me
pidas que te cuente mis cosas.


- Callate quer�s -respondi�
Paula, a�n m�s ofendida que su amiga - Si me
hubiesen roto el culo, estar�a dolorida pero feliz. No s� a que se debe este
dolor, y tengo mucho miedo que no pueda hacer la obra. Te juro que me mato si
no......
-no pudo continuar y rompi� en llanto. Patricia, ahora
con un poco de culpa pero igual de confundida, se acerc�, la acompa�� hasta el
ba�o para que nadie la vea en ese estado y comenz� a consolarla. Primero con
palabras, luego instintivamente comenz� a acariciarle el pelo, luego la cara, el
cuello, los hombros.........los pechos. Sin saber porqu�, Patricia desde hac�a
un tiempo se sent�a intensamente atra�da hacia Paula. Recordaba que todo comenz�
cuando la acompa�� por primera vez a lo de Martins. Seguramente hab�a sido el
cambio de "look" que experiment� su amiga lo que hab�a provocado tal reacci�n en
ella. Hasta entonces s�lo la hab�a mirado como una compa�era de trabajo y nada
m�s. Pero ahora era distinto. Ella nunca hab�a tenido impulsos l�sbicos, pero
desde hac�a un tiempo que en su mente rondaba la imagen de su amiga. Hasta
cuando hac�a el amor con un hombre, su fantas�a derivaba en la cara de Paula,
pero especialmente en sus pechos. Mientras Patricia continuaba sumergida en sus
pensamientos, aunque sin dejar de masajear los pechos de su amiga, Paula hab�a
parado de llorar. El "excesivo" consuelo que estaba recibiendo, si bien la
sorprendi� un poco, no la molest� en absoluto. Es m�s pod�a decirse que hac�a
tiempo que lo estaba esperando. A Paula tambi�n le pasaba lo mismo que a su
amiga, pero nunca se atrevi� ni siquiera a pensarlo. Pero ahora era distinto.
Necesitaba contenci�n y afecto y lo estaba recibiendo de qui�n m�s la
comprend�a. Sin darse cuenta, comenz� a pasar su mano por las piernas de
Patricia. Al cabo de un rato, hab�a llegado a su entrepierna. Patricia estaba
como "entregada". Su �nica reacci�n fue bajarse la bombacha para que la mano de
Paula pudiese llegar hasta su pubis. Paula entendi� la intenci�n y no se hizo
esperar. Comenz� a acariciar los labios inferiores y recibi� la humedad de su
amiga como respuesta. Se excit� sobremanera y comenz� a introducirle su dedo
mayor. Patricia hab�a comenzado a gemir, envuelta en una oleada de placer muy
intensa, lo que hizo que Paula intensificara la tarea. En segundos, eran tres
los dedos de Paula que se encontraban dentro de la otra joven. Casi al instante,
Patricia tuvo un intenso orgasmo y esta vez fue Paula quien debi� taparle la
boca para que no se escucharan sus gemidos. Cuando todo acab�, se miraron un
rato, casi sin comprender c�mo hab�a pasado, se arreglaron su maquillaje y sus
uniformes y salieron del ba�o sin hablar. Durante todo el d�a casi ni se
dirigieron la palabra m�s all� de lo necesario. Algo muy fuerte se hab�a
exteriorizado y ambas sent�an una mezcla de culpa y verguenza.


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